10

—Por amor a Dios, mamá, ¡Si estoy comiendo bien! —espete cansada, aunque no creo que me escuchara.

—¿Segura Brisa? Es que, entiende hija, me preocupo por ti. —Rodé los ojos e internamente agradecí que ella no pudiera verme o tendría un buen regaño y una larga charla acerca de los modales.

Solté un suspiro sonoro.

—Sí, yo sé que lo haces. Oye, ya tengo que colgar. ¿Puedes saludar a papá de mi parte? —hablé de forma apresurada. 

Bien. Pero, por favor, llámame más seguido. 

—Lo haré, mamá —murmuré.

Si no me llamas, no te sorprendas cuando te aparezca en tu puerta, uno de estos días —advirtió con voz severa.

Conocía a la perfección a mi madre, ella era capaz de eso y mucho más solo para asegurarse de que estaba bien.

—Lo prometo, mamá, te llamaré más seguido. 

Bien. ¡Adiós! —ya podía imaginar la sonrisa de satisfacción que tenía plasmada en rostro en estos momentos.

Levemente, negué con la cabeza mientras una sonrisa comenzaba a formarse en mi boca.

—Adiós.

Y una vez habiéndome despedido pude colgar la llamada.

Suspire sonoramente cuando el otro lado de la línea quedó en silencio, ya llevaban hablando con ella poco más de cuarenta minutos. Con seguridad podría afirmar que si seguía hablando unos segundos más, me volvería demente con sus interrogatorios sobre como estaba yendo todo, si comía bien y si había trabajado mucho esta semana. 

Lo común. 

Me encontraba de pie de frente a uno a de las pocas ventanas que había en mi habitación, yo vivía en uno de los primeros pisos y desde aquí se veía perfectamente la calle y sus alrededores. 

El cielo había estado nublado desde temprano, avisando desde la mañana que una tempestad se avecinaba. 

Cansada de estar en la misma posición por más de media hora, camine la corta distancia que me separaba de mi cama para tirarme boca arriba sobre ella. A mi alrededor y desparramados, se encontraban los peluches que habían ganado en la feria el día que salí con Arthur. Mi favorito era el oso panda, había sido amor a primera vista.

Mi mirada fue a parar a una de las paredes de mi habitación, la cual se encontraba llena de fotografías de la cámara que no paraba de usar desde que la había comprado. Varios días después de que la había adquirido, decidí que las quería en algún punto de mi habitación, así que, de una u otra forma, habían terminado pegadas en la pared y abarcaban la mitad de la misma.

Hoy era uno de los días libres que me daban en el trabajo, pero no tenía algún plan en particular. Más temprano había llamado a Nakia para salir un rato, sin embargo, ella ya contaba con planes que no podía cancelar ni posponer, así que, quedamos en salir otro día.

Tampoco podía llamar a Arthur, nos habíamos visto ayer y me explico que al mediodía tendría un almuerzo con su familia. Por lo tanto, lo más probable era que nos viéramos en la tarde.

Volviendo a mirar al techo, solté un sonoro suspiro, lo más probable sería que terminaría viendo mis redes sociales lo que restaba de la tarde o tal vez alguna película. Sin embargo, antes de siquiera poder decidirme por algo de lo que tenía en mente, el sonido de las notificaciones de mi celular rompió el silencio que me envolvía.

Al mirar la pantalla iluminada, note que era un mensaje de texto de Arthur.

Arthur:
Pasita.
¿Estás ocupada?

Yo:
No, para nada.
Es mi día libre. 

Arthur: 
Perfecto.
El almuerzo fue más corto de lo que creí y si no estás ocupada, me encantaría hacerte cambiar de opinión sobre las pasas ;)

En mi boca se formó una sonrisa. No recordaba que teníamos esa salida pendiente. 

Yo: 
¿Ahora?

Arthur:
Sí, en 20 minutos, estaré en la entrada de tu edificio. 

Yo: 
De acuerdo.

Seguido de haberle contestado, no perdí ni un minuto, en movimientos bruscos me levanté de la cama haciendo que los distintos peluches sobre ella se cayeran al suelo. Sin embargo, no le preste mucha atención al desastre que había hecho, ahora lo único que tenía en mente era lograr arreglarme en el escaso tiempo que tenía. 

De una forma apresurada, me duché y elegí algunas prendas bastante abrigadas por el clima que hacía. Mi maquillaje fue bastante sencillo, no quería demorarme haciendo algo que fuera muy elaborado. 

Cuando volví a mirar la hora, ya se habían cumplido los veinte minutos que me había dado para arreglarme, y una llamada entrante a mi celular me dio a entender que ya estaban esperando por mí en la entrada.

Conteste la llamada sin mirar el contacto y lo puse en altavoz. 

—Hola —saludé mientras guardaba unas pocas pertenencias en el bolso que había elegido para salir.

—¿Estás lista?

Su voz sonaba ansiosa.

—Sí, bajo en un minuto. —Tomé el celular entre mis manos y las llaves de mi apartamento. 

—Bien, nos vemos aquí. 

Sin esperar una respuesta de mi parte, colgó la llamada.

Para evitar que el celular se me quedara en la casa, lo guarde en mi bolso juntos con mis llaves, rápidamente revise que todas las ventanas estuvieran cerradas y apagué las luces de la estancia.

El viaje en el ascensor fue breve, al vivir en unos de los primeros pisos no tenía que estar mucho tiempo dentro de la caja metálica. Sin embargo, ese tiempo fue suficiente para que un presentimiento me invadieran. Por alguna extraña razón, algo no estaba bien.

Sin embargo, no le tomé importancia

Cuando llegué a la entrada, no fue difícil encontrar a Arthur. Se encontraba apoyado en el capó de su automóvil, miraba su celular y estaba vestido con el mismo suéter que usaba el día en que lo conocí.

Me invadió un sentimiento de nostalgia mientras que en mi boca se formaba una sonrisa triste, ese día no había sido el mejor para él. Sin embargo, notaba cómo avanzaba y estaba mucho mejor cada día.

—Hola. 

Al escuchar mi voz, hizo contacto visual conmigo. 

—Hola. —Él hizo un intento de sonrisa, cosa que me pareció extraño.

Seguido de eso, en movimientos algo atropellados, se levantó de forma apresurada para abrirme la puerta del automóvil. 

—No era necesario, yo pude haberlo hecho —murmuré mientras ingresaba al auto, en el asiento del pasajero. 

—Pasita, sé que eres muy independiente y capaz de hacer las cosas por ti misma, pero esto es algo que yo suelo hacer, ¿okay? —asentí levemente. Él rodeó el auto y nos pusimos en marcha.

A esta hora era muy extraño ver que las calles estaban vacías, eran muy pocas las personas que se encontraban en ellas. Lo más lógico que se me vino a la mente fue que todos se habían quedado en sus casas por el día nublado y las altas posibilidad de una lluvia torrencial.

—¿A dónde nos dirigimos? —murmuré con impaciencia al ver que él no había hecho el intento de hablar, de hecho, creo que en estos momentos lo que menos quería era tener una conversación.

—Paciencia pasita, por ahora puedes conformarte con saber que no está muy lejos. —Su vista estaba fija en la carretera, se notaba muy atento a todo mientras conducía. 

—¿Está todo bien? Te noto algo tenso —inquirí, al ver su lenguaje corporal. 

Algo había hecho que estuviera en este estado, se notaba que tenía en mente algo que no le había agradado y que estuviera sosteniendo el volante como lo hacía, solo me confirmaba mis sospechas.

—Sí, todo está en orden —respondió intentando tranquilizarme, aunque fue lo último que logró hacer.

—¿Seguro? —insistí una vez más—, porque si no lo estás podemos ir a casa y esta salida la dejamos para otro momento —murmuré con un tono de voz apacible. 

—Lo estoy pasita, no tienes de que preocuparte —respondió de forma tranquila y fue cuando murió la conversación. 

El resto del camino nos las pasamos sumidos en un silencio incómodo y cargado de tensión. Lo bueno de todo fue que el camino era corto.

Cuando hice el ademán de salir del auto, él envolvió mi antebrazo en un agarre que no resultó ser doloroso, haciendo que detuviera cualquier acción de salir del auto.

—Oye, lamento esto, pero la verdad es que... ha sido un día complicado, es todo —se pasa una de sus manos por su cabello en señal de nerviosismo.

—Todos hemos tenido días de esos y no son los mejores. Ahora, ¿por qué mejor, en vez de concentrarte en este mal momento que has tenido y me haces cambiar de opinión con las pasas? Aunque te digo, creo que es muy poco probable que lo logres. 

Él sonríe, aunque esta vez sí resulta ser una sonrisa sincera. 

—No voy a rendirme tan fácilmente, pasita.

Cuando bajamos del automóvil, me encontré directamente con el lugar al que menos creí que me traería. 

—¿Una heladería? ¿Con este frío? —inquirí con duda, una vez estuvimos afuera del lugar. Él asintió levemente y se encogió de hombros.

—Venden el mejor helado de Ron con pasas, te lo aseguro, te gustará. —Comenzó a caminar hacia la puerta del local, y a mí no me quedo que seguirlo y confiar en sus palabras.

Al entrar, un olor muy fuerte a vainilla invadió mis fosas nasales, el lugar estaba ambientado en la década de los cincuenta y decorada en tonalidades pasteles. El lugar era bastante bonito. 

Arthur me guio a una mesa vacía, era realmente pocas las que se encontraban ocupadas, así que conseguir una no fue muy difícil. 

—Nunca había venido aquí antes, ¿es nuevo?

—Así es, el lugar abrió sus puertas hace unas cuantas semanas. Es bastante bueno. Ya vuelvo, pediré nuestros helados.

Seguido de eso, se levantó y camino en dirección a la barra en donde atendían. 

La mesa en donde estábamos se encontraba al lado de un ventanal, así que podía ver concavidad la calle y que el tiempo no estaba mejorando, al contrario, el tiempo solo empeoraba y se ponía más oscuro conforme pasaban los minutos. 

—Ya volví —anunció Arthur, mientras tomaba asiento al frente de mí, en sus manos traía los dos envases con el helado. 

—Eso fue rápido —murmuré al mismo tiempo que tomaba uno para probar el contenido.

—Espero que te guste —murmuró al verme tomar un poco del contenido con la pequeña cuchara.

El sabor dulce invadió mis papilas gustativas y las pasas le daban un toque de sabor que resultaba ser agradable. No pude evitar soltar un sonido de satisfacción al probar el helado.

—¿Te gustó? —inquirió al ver que tomaba otro bocado del helado.

Asentí. 

—Está muy bueno. —Él sonríe mostrando su perfecta dentadura. 

—¿Ya te hice cambiar de opinión con las pasas? —inquirió en un tono de voz divertido. 

—Solo con el helado. 

Ante mi respuesta, soltó una risita.

—Es mejor que nada. —Se encogió de hombros. 

Después de eso, entre ambos se formó un silencio que resultó ser cómodo. Luego, Arthur inició una conversación en la cual no tarde nada en ser partícipe. Pará cuando nos dimos cuenta, ya se nos había acabado el helado.

—... Y, para librarnos de ese examen se les ocurrió decirle a todos los estudiantes que la semana siguiente no había clases porque harían unas reparaciones e iban a tardarse toda la semana. Y todos se lo creyeron, así que, cuando volvimos a clases la semana siguiente, los profesores nos llamaron la atención a todos porque solo estuvieron ellos en la escuela toda la semana. —Culmina su anécdota y no pude evitar reír ante ello.

—A mí me habría encantado que tus amigos hubieran estudiado conmigo —murmuré una vez terminé de reír.

—¿Y cómo eran tus compañeros de clase? —inquirió curioso.

—Eran de esos que solo tienen mente para obtener la mejor nota, no como tus compañeros. Ustedes sí que sabían divertirse. 

Asiente. 

—Esa fue una de las muchas cosas que hicimos cuando estudiábamos en secundaria. 

—Ahora eres más calmado—asiente nuevamente.

—Sí, ya dejé de hacer locuras. —Una sonrisa se forma en su boca.

Mi mirada fue a parar a la ventana, y fue cuando noté la leve llovizna que comenzaba a caer afuera.

—Creo que deberíamos volver, lloverá en cualquier momento —murmuré, haciendo un ademán para levantarme.

Él miró por el ventanal y también copio mi acción. 

—De acuerdo, pero yo pago —comentó, mientras tomaba los envases vacíos.

—No tengo opción, ¿verdad? —inquirí, aunque ya conocía la respuesta a esa pregunta.

—No. 

Luego de pagar y haberse deshecho de los envases, salimos del local y tuvimos que trotar la corta trayectoria hacia el auto. La llovizna de hace unos cuantos minutos ahora era una lluvia más fuerte.

—Está fría —murmuré, cuando ya estuvimos en el automóvil. 

—Lo sé... ahora te llevaré a casa —comentó, mientras ponía el auto en marcha.

De regreso, tardamos mucho más de lo normal debido a que la carretera se encontraba mojada y él conducía con mucha precaución. La lluvia se hacía más fuerte conforme pasaban los minutos, parecía que iba a llover lo que restaba de la tarde y muy posiblemente, gran parte de la noche.

—¿Seguro de que estarás bien si te vas así? —señaló el exterior. Entendía su preocupación, para este punto era una lluvia torrencial. Sin embargo, entre el auto y el Lobby de mi edificio, la distancia era realmente corta. 

—Sí, estaré bien —aseguré—. Ahora, creo que deberías marcharte antes de que la lluvia empeore y tengas problemas para volver a tu casa. —Él asintió. 

Antes de salir del auto, en un movimiento rápido y que lo tomó desprevenido, me volteé en su dirección y deje un pequeño beso en la mejilla.

—Adiós —murmuré de forma rápida, mientras salía del automóvil. 

Ya en la entrada, mire en dirección hacia el auto que todavía seguía aparcado en la entrada y una vez más, me despedí a la distancia agitando mi mano.

La lluvia estaba bastante fuerte, así que, a pesar de no haber estado mucho tiempo afuera, parte de mi ropa y cabello estaban mojados.

Cuando estuve en mi apartamento, me despoje de la ropa mojada, tomé una ducha rápida y me cambié por algo de ropa seca. La ropa que se encontraba húmeda, la dejé en mi cesta para lavarla otro día. Luego, me acosté en mi cama boca arriba, pensando en la salida que había tenido hoy.

Sin evitarlo, un sonrojo cubrió mi rostro al recordar que le había dado un beso en la mejilla. Dios, ¿por qué lo había hecho? No tenía respuesta, pero no me arrepentía. No era como si hubiera abusado de su confianza, era un inocente beso en la mejilla. 

Ahora estaba pensando mucho las cosas. 

Mientras estaba en mi debate mental, el sonido de las notificaciones de mi celular captó mi atención. En ese momento, agradecí mentalmente poder concentrarme en algo más. 

Arthur:
La pasé muy bien hoy.
Ten bonita noche, pasita.

Yo:
Yo también la pasé muy bien. 
Descansa.

Luego, bloqueé la pantalla y dejé el teléfono a un lado, ahora no tenía ganas de usarlo.

Lo mejor que se me pudo ocurrir para distraerme fue preparar la cena, aun con un ligero sonrojo que cubría mis mejillas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top