Prólogo
Este capítulo está dedicado a EditorialAlien
Disparador: ciencia ficción y suspenso
Numero de palabras:931
El cuerpo humano está elaborado como una maquina perfectamente diseñada, compleja y estructurada, como es el caso del corazón (que se entiende como una bomba mecánica). Cada vez nos parecemos más a las "maquinas que creamos".
Sergio Guzmán es un hombre solitario, apasionado por el arte de la creación robótica. Sus padres fallecieron hace un par de años, y desde entonces vive su vida recluido en un laboratorio improvisado en su sótano. Solo sale si es expresamente necesario. La idea de crear alguien para hacerle compañía, era cada vez más aceptada para él. Pues lo complacía pensar que tendría el poder "de dar y quitar vida" si así lo disponía, además fabricar a una "mujer perfecta", no sonaba tan mal. Hecha a su medida, que no rebatiera sus argumentos y dispuesta a complacer hasta su mínimo capricho. Sobre todo porque él consideraba que el ser humano poseía un maldito defecto, al que llamaban "libre albedrío". Todo sería más fácil si se dejaran dominar.
Los sentimientos están sobre valuados. Si alguien no siente empatía, podría liderar al mundo. Lo único que provocan las emociones, es hacer al hombre débil.
Por fin su mente brillante traería frutos codiciables, y no las burlas que siempre le había provisto. ¡Ignorantes son todos aquellos, que se mofan del intelecto de un hombre. Solo son carentes de él, con ansias de poseerlo!
Todas las herramientas para la creación de su propia autómata, estaban sobre la camilla metálica. "la función" estaba por empezar.
Horas de esfuerzo y dedicación en donde solo se detenía a comer, dormir y hacer sus necesidades fisiológicas. Luego de semanas de arduo trabajo. Lo había conseguido y un humanoide, casi perfecto se hallaba frente a él, solo era cuestión de ultimar detalles.
El sueño venció a Sergio, y el alboroto de una pequeña explosión lo saco de su estado de inconsciencia. El humo provocado por algún químico se introducía en sus fosas nasales, y ojos causando irritación y un efecto nublado. La tos seca escocia su garganta. Salió disparado del lugar, pues estar allí ponía en riesgo su integridad. Con dificultad logro ascender hasta la sala.
En su mente se hilaban las ideas de que todo su esfuerzo habría sido en vano, pues lo más probable es que su obra maestra, habría quedado deshecha. Cuando la nube toxica se disipo, desaforado bajo a toda prisa.
-¡Maldita sea, tanto tiempo empleado! Todo se ha ido a la mierda.
Un sin número de improperios precedieron al anterior. Se aproximó hasta la humanoide que había designado como MADI (mujer artificial diseñada ideal). Verifico que todos sus circuitos estaban intactos, lo único que había sufrido daños, era la silicona que recubría la superficie actuando como piel.
Una sensación de alivio y felicidad recorrió su agotado cuerpo, pues sabia que solo habían sido por menores, y lo importante del proyecto se mantenía a salvo. Posó su mano en el hombro derecho del robot, y este abrió sus ojos, giro su cabeza y lo observó, esbozó una sonrisa tímida. Sergio dio un bote desde su sitio retrocediendo varios pasos, tropezándose con los escalones y cayendo sentado. Su pulso cardíaco se había acelerado, y un grito se ahogo en su garganta. La maquina lo observó durante un par de segundo y luego cerro sus ojos sin mas.
Con la conmoción causada hacia un par de minutos, el hombre se acercó lentamente hasta madi, paso sus manos de arriba a bajo frente a ella, sin obtener repuestas. <Quizá solo fue producto de mi cansada mente> pensó. Se retiro a su alcoba poniendo sobre madi una sabana blanca.
Los cálidos rayos de sol se filtraban a través de las sucias persianas de la habitación. Sergio se incorporó luego de un largo bostezo y de estirar todos su músculos, bajo al sótano antes de desayunar como lo hacia habitualmente. Encontró en el suelo la sabana blanca y a madi inclinada un poco hacia adelante. No recordaba haberla dejado en esa posición.
<Quizá anoche la dejaste así y no lo recuerdas, y por eso la sabana se deslizo> se dijo a si mismo para tranquilizarse.
Luego de una larga ducha, y de haber ingerido alimento regreso a su tarea, ajusto un par de cables, y la humanoide abrió lentamente sus ojos. Recorrió el lugar, detallando cada parte, como si las grabara en su memoria.
-Buenos días, mi nombre es...-hizo un pausa.
-Madi. Yo soy sergio tu creador.
-Mi nombre es madi, y estoy dispuesta servirte en todo lo que necesites. ¿padre?- su acartonada voz resonaba en la pequeña habitación.
Una carcajada fuerte salio de sergio, y es que la idea de pensar que lo llamara "padre", algo que el creo para hacerla su compañía, le resultaba simpático. Él la quería para que fuese su "mujer" por decirlo de algún modo, sin todas esas molestias de sentimientos, tener que mantenerla, (aunque sus padres le habían dejado una cantidad de dinero, para vivir cómodamente el resto de su vida) que complacerla, preocuparse por ella, o por sus ridículas charlas vacías. ¡No!, serviría para lo mas importante; atender la casa, charlar sobre los interese que el poseía y mejor aún sin que le llevara la contraria. Ademas la soledad trae un par de desventajas, aveces es aburrida, podría apagarla y encenderla cuando el gustara.
- Las mujeres deberían poseer un botón de encendido, harían la vida mas fácil, o por lo menos un manual de instrucciones.- comentó sergio en voz alta.
Sergio nunca fue bueno para las relaciones interpersonales, por eso prefería la soledad.
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