3.
Era la hora de la cena y su discusión aún continuaba.
—Vamos, Krul ¿Quién sería el seme?—preguntó por novena vez Yuu, haciendo morros.
—Si sigues haciendo esa cara, obviamente lo será Mika.
—¡Esto es serio!—insistió su hijo.
—Si no se callan los obligaré a masturbarse entre sí—regañó la peli-rosa.
Tales palabras hicieron efecto, ya que ambos guardaron silencio acompañado de sus mejillas ruborizadas.
Pero la señora Tepes no tenía alternativa. Ambos estaban desde temprano con aquella estúpida pelea, argumentando como si fueran niños desesperados por quién ganó la carrera y no la dejaban preparar tranquila la cena.
Además de repente Mikaela se había vuelto extremadamente competitivo ¿qué le habían hecho? No reconocía a su propia creación.
—Bien, vayan a sentarse—ordenó moviendo amenazadoramente la cuchara de madera—. Invitan a comer a Lacus y René, y ni siquiera los atienden. Es muy desconsiderado.
Al sentirse intimidados, no dudaron en obedecer.
Abrieron la puerta del comedor, "rendidos", encontrándose con sus amigos.
—Su discusión se escucha hasta aquí ¿qué les pasa?—preguntó Lacus notablemente molesto.
—Lo entenderías mejor si no te hubieras enfermado—habló René con su típico tono neutro—. Ya, siéntense.
Y otra vez, obedecieron sin rechistar. El pelinegro también los intimidaba bastante; sobre todo con esas enormes ojeras las cuales los llevaban a pensar que no dormía porque era un asesino nocturno.
Krul entró con varios platos listos para la cena.
—¡Curry a pedido de Yuu!
—No jodas, ¿otra vez?—se quejó el peli-morado pero se tragó sus palabras al ver cómo la mayor lo fulminaba con la mirada—. Igual usted cocina delicioso, señorita Tepes.
Con una sonrisa, dejó los platos en sus respectivos lugares y se fue a la cocina.
—¿No comes, mamá?—preguntó Mika, extrañado.
—¡Recuerda que estoy a dieta! Además esperaré a tu padre —exclamó ya lejos. Aquellas palabras le causaron escalofríos a todos; era demasiado delgada ¿y quería serlo aún más?
De seguro se hizo una comida especial para agrandar el busto.
—Lacus, ¿aprobaste física? —preguntó el rubio ya llevando un bocado a sus labios.
—Sí, después de todo soy un ejemplo a seguir ¿no?
—Se copió de mí—intervino René.
—¡Mika! ¿Por qué no puedes ser como René?—se quejó Yuu ya con su plato casi vacío.
—No soy emo—se burló—. Además, Yuu-chan debe aprender a ser más responsable.
—Soy gótico.
—Es lo mismo.
Yūichirō aprovechó la situación en la que estaban para acariciar la rodilla de Mikaela por debajo de la mesa. Era su venganza por todas las veces que hoy le había tocado intencionalmente las manos.
—¿Tan mal te va, Yuu? —preguntó Welt, sin percatarse de lo que pasaba entre ellos.
—Algo así. Mika me ayuda ¿no es así, Mika?—le sonrió malicioso y subió su mano hasta el muslo del rubio, a quien ya se le había hecho presente el rubor en las mejillas.
Siempre Yuu lo metía en situaciones incómodas.
—S-sí, h-hoy lo ayudé-é—tartamudeó, avergonzado.
Su miembro se había despertado con tales caricias. Era de esperarse ¿no? A su edad era normal que tenga una erección ante cualquier insignificante rose ¿no era así? Pero él sabía auto controlarse, ¿por qué no lo estaba logrando?
—Yuu-chan, ¿terminaste?—volvió a hablar, refiriéndose a aquellas caricias.
—Ah, sí ¿no lo habías notado?—respondió, pensando que se trataba de la comida. Pero por debajo, sus movimientos en los muslos de Mikaela continuaban.
El rubio quería huir, ponerse de pie e irse en busca de agua, pero su estado actual se lo impedía por completo.
Claro, solo tenía que mojarse ¿no?
Agarró el vaso y con el codo empujó la jarra de jugo, como si se tratara de un accidente cotidiano.
El jugo se esparció por toda la mesa, empapando las piernas de Mika y un poco la camisa de Yuu, junto con su mano derecha. Los únicos que salieron secos fueron René y Lacus.
—Eres un estúpido—habló el de grandes ojeras.
—Mañana íbamos a ir al parque con unos amigos nuestros, pero eres desastroso, oxigenado—se quejó el peli-morado.
Pero por otro lado, el rubio ya se encontraba calmado, su entrepierna había vuelto a la normalidad y eso era lo único que importaba.
—Iré a cambiarme—avisó, y como Yūichirō era su amigo de toda la vida, ni siquiera pedía permiso para ir a su habitación, por lo que lo siguió.
Ya ambos en la habitación de color verde esmeralda, quitaron sus prendas mojadas.
Mikaela en bóxer, Yūichirō sin camisa. Ambos voltearon para verse y se observaron con una notable admiración.
¿Por qué les llamaba la atención? No era nada nuevo ¿por qué estaban sonrojados? No tenían porqué avergonzarse, eran amigos al fin y al cabo. ¿Por qué se devoraban con la mirada, como si desearán hacer suyo al otro en ese preciso instante?
Mikaela, al sentirse incómodo se sentó en la cama. Hoy definitivamente no era su día.
Yūichirō, como aún seguía con su espíritu competitivo, se arrodilló frente a Mika y colocó su cabeza casi entre las piernas de él.
Aquella escena en todos los ángulos era mal vista.
—Yuu-chan ¿qué haces?
—El seme es el que la chupa ¿no? —dijo lo más casual posible, por lo que el otro se sobresaltó.
—¿¡Qué dices, Yuu-chan!?—preguntó ya rojo hasta las orejas. ¿Por qué hoy tenía que ser el día que se comportara como uke?
—Si te la chupo me haré seme ¿no?—ladeó la cabeza al no tener respuesta—. No lo haré, Mika. Eres mi amigo, casi familia.
Aquellas palabras fueron como dagas directas a su corazón. ¿Por qué por primera vez le resultaban hirientes? Eran amigos, lo sabían muy bien, entonces ¿por qué Mikaela sintió una punzada en el pecho gracias a aquellas palabras?
—Yoichi se la chupó a Kimizuki—soltó el de ojos zafiros, luego de unos minutos, al recodarlo.
—No era necesaria tal información...—repuso el azabache por fin alejándose del cuerpo de su amigo—. ¿Cómo lo sabes?
—Kimizuki me lo contó—se cruzó de brazos—, conversaciones de semes—sonrió egocéntricamente.
Repentinamente, alguien azotó la puerta interrumpiendo aquella conversación.
—¡USTEDES! ¿QUÉ HACEN?
Krul se encontraba con las manos sobre la cintura, exigiendo una explicación. Bueno, ella había escuchado palabras sexuales provenientes de su hijo mientras estaba a solas en la habitación con Yuu ¿Qué podía pensar? Sin mencionar que cuando entró se encontró al de ojos esmeraldas sentado en el suelo, sin camisa, mientras que el rubio estaba sentado en la cama con tan solo bóxer puesto.
Siempre pensó que tenían algún tipo de atracción, pero nunca se imaginó de manera sexual.
—Hablábamos—respondió Yuu con su típico tono desinteresado.
—Y nos cambiábamos—agregó el otro, sin siquiera avergonzarse de que su madre lo vea en tal situación comprometedora.
—Si algún día quieren hacer algo, a solas...por favor que no haya nadie en casa ¿sí?—la peli-rosa les sonrió—. Saben que los quiero, por eso quiero que el respeto sea mutuo.
Dicho esto, abandonó la habitación.
Ambos compartieron una mirada confusa a causa de aquellas palabras. No entendían qué intentaba decirles, nunca se había comportado así.
Así que ambos amigos pensaron lo mismo.
—Seguro le vino—concluyeron al unísono.
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