13.
La desventaja que tenían de ser muchos, era que nunca se ponían de acuerdo para comprar un regalo.
Todo el grupo de amigos se encontraba en una sección del mercado. Tenían el carro lleno de sus mochilas de la escuela, ya que habían salido hace unos minutos y eran muy pesadas para llevar.
—¡Ohh, mira Yuu-san! ¡Mi esposa!—exclamó Shinoa abrazada a una almohada de Hatsune Miku chibi, la cual era más grande que su cabeza.
—El regalo no es para ti—repuso su hermano mientras observaba la sección de juguetes.
Sí, no era muy decente buscar un regalo en la juguetería del mercado pero ya encontrarían algo que le gustara.
—Un Yoda kawaii—habló Yoichi y abrazó al peluche—. Mitsuba, dile a Kimizuki que lo quiero de regalo de aniversario.
—Bueno, pero al menos para Navidad regálame el panda.
—Hecho.
Kimizuki agarró un juguete, de esos que consistían en un palo y una cabeza de caballo y la ubicó entre sus piernas.
—Si voy hacia la sección de lácteos de seguro ni me atrapan-se retó a sí mismo.
Yuuichirou se ubicó al lado de él con el mismo caballo.
—Hagamos una carrera.
Los dos comenzaron a correr con el caballo entre sus piernas hasta donde habían acordado. Mikaela suspiró con pesadez al verlo, siempre tan competitivo.
—¿Le gustará leer?
—Um, yo siempre la veo maquillándose—intervino el castaño—. ¿Qué tal si le regalamos algo relacionado?
—Oh, Micchan sabe de esas cosas, ¿no?
—¡Vayamos a la tienda del frente!
Mitsuba tomó a Yoichi y Shinoa de la mano y corrió junto a ellos hasta la salida.
—¡Esperen! ¿Y el carrito con nuestras cosas...?—objetó Mikaela—. Olvídenlo.
—¿¡ADÓNDE VAS CON EL ENANO!?—gritó Kimizuki desde la otra sección, pero ya era tarde, los tres habían dejado el mercado para dirigirse a la tienda de cósmeticos.
El pelirrosado corrió hacia donde se dirigían los demás, mientras que Yuu volvía al lado de su amigo, en la sección de juguetes.
—¿Qué haces con eso?—preguntó el azabache al ver al ojiazul sosteniendo un elefante de peluche.
—Así la tienes—respondió el rubio moviendo la trompa del muñeco.
—Si medimos igual, tú mismo lo has dicho—miró a su alrededor—. Otra vez nos han dejado...
—Es increíble que no haya nadie ¿no? Nadie nos vigila.
—Supongo que eso es bueno.
Mikaela le dedicó una sonrisa digna de un demonio y tomó su brazo para arrastrarlo lentamente hacia otra sección.
—¿¡Qué haces!? Suéltame—ordenó el azabache.
—No te sujeto con fuerza, Yuu-chan.
—Oh, cierto—se zafó de su agarre.
Mikaela empujó a su amigo hacia los vestidores, pues ahora estaban en la sección de indumentaria. Sí, ese mercado se podía encontrar lo que sea; y a pesar de ello no había nadie a su alrededor.
—¿Mika...?
—¿Qué te hizo pensar que dejaría que te vayas?
Y se obligó a tragar sus palabras cuando sintió los labios del rubio sobre su cuello.
Pasó su lengua por encima y comenzó a succionar con lentitud. Yuuichirou ladeó la cabeza para facilitar el acceso, su buzo escolar molestaba completamente y sentía la necesidad de deshacerse de él.
No había objetado nada, sólo entreabrió la boca al sentir tal contacto. ¿Para qué quejarse? Si interiormente le gustaba, sólo ellos eran testigos de sus actos.
El de ojos zafiros le dedicó una mirada donde resplandecía su apetito y se dirigió a los labios del pelinegro, el cual le correspondió sin protestar.
¿Qué eran lo que hacían? Probablemente saciar sus necesidades a raíz de un juego, que comenzó con un objetivo que aún no lograba completarse del todo.
Las manos del rubio comenzaron a recorrer el torso de Yuu y otra vez dirigió sus pálidos labios al cuello. Si bien antes había probado otras cosas del azabache, nunca lo había hecho con aquella zona para nada íntima. Le gustaba ver como el Ichinose jadeaba y se rendía ante sus dientes, le gustaba ver aquellos zafiros obscurecidos mientras mordía su piel.
Si bien estaban hambrientos, no se tocaban lo suficiente para despertarse del todo. Estaban en los vestidores, debían moderarse si no querían ser del todo descubiertos.
Al parecer tenían un fetiche con hacer indecencias en lugares públicos.
Yuuichirou ya decidido a moverse comenzó a recorrer la espalda de Mikaela por debajo de la camisa de delegado.
Tal tacto pareció transmitirle una descarga eléctrica, porque el rubio se separó repentinamente.
—¡Nuestros bolsos! Lo dejamos afuera.
—Pero si no viene nadie—Yuu rodó los ojos—. Si no nos ven a nosotros, no creo que lo hagan con el carrito.
Frunció el ceño en total desacuerdo, gesto que se esfumó al escuchar voces burlonas.
—¿Escuchas eso, Yuu-chan?
—¿Qué cosa?—enarcó una ceja.
—¡Mira qué sexy éstos!
—¡Shinoa, no mires bresieres si no necesitas usarlos!
—Eso—Mikaela se cruzó de brazos—. Es una suerte que no llegamos más lejos.
Yuuichirou lo hizo a un lado para dejar los vestidores e ir con sus amigos. Ambos tuvieron que alinear sus ropas para no levantar sospechas, aunque no sería fácil desapercibido.
Se dirigió a la sección de ropa interior, con Mikaela pisándole los talones.
—¡Ahí están los gays!—exclamó Shinoa al verlos.
—¡Ayúdanos, Yuu-kun!
Al parecer se lo dejaron pasar.
—¿Qué quieren?
Los bolsos escolares estaban en el suelo, y el carrito lo llevaba Shinoa pero estaba completamente vacío.
Definitivamente planeaban algo.
—Mika, Yuu ¡hagan la escena del Titanic sobre el carro!—ordenó Mitsuba—. Shinoa los llevará.
Todos sonrieron y los dos jóvenes se adentraron en el carro de supermercado.
De pie en éste, Yuu se puso en la punta, con los brazos extendidos, y Mikaela lo sostuvo de la cintura, justo detrás de él.
—¿Ahora sí soy el seme?—preguntó cerca de su oído.
—No, yo sólo estoy delante porque subí primero, sino estarías tú.
Shinoa movió el carro con ellos encima, hasta la sección de higiene personal. Algunos que estaban comprando, miraron a los dos chicos con ojos desorbitados.
No solo era extraño, sino también demasiado homosexual para acaparar la atención de cualquier persona que los vea.
Volvieron a la sección de indumentaria, donde Mitsuba empujó el estómago de Yuu, de manera que los chicos cayeron de su crucero improvisado, provocando un gran estruendo.
—¿¡Eres estúpida!?
Para peor, el azabache cayó justo encima de Mika, sentado sobre sus piernas.
Pero no era como si el rubio prestara atención, estaba muy ocupado quejándose por el dolor que provocó la caída.
—Qué suerte que me negué—acotó Kimizuki—. En el caso que nos echen, no los conozco.
—Sí, son peligrosas-opinó su novio.
Repentinamente, el ojiazul dio un respingo.
—¿¡Qué hora es!?
Mitsuba chequeó su celular.
—Serán las cinco, ¿por qué?
—Tardamos demasiado, ¡tengo lenguaje musical!
Y así sin más, se bajó de su "transporte" para dirigirse a la salida, más apresurado que de costumbre.
—Igual llegará tarde—habló la peli-púrpura.
—Shinoa,—llamó Yoichi—. ¿esos no son los chocolates que querías?
—¿¡DÓNDE!?
Tres integrantes del grupo de amigos salieron corriendo en dirección al área de dulces, dejando a Mitsuba y Yuuichirou solos.
—Mikaela se ha olvidado sus cosas—advirtió la rubia.
—Oh, yo después se la llevo.
Su amiga sonrió exageradamente, lo cual provocó cierto miedo en la espina dorsal de Yuu.
—¿Qué piensas hacer?
—¿Nunca te causó curiosidad revisar las cosas del oxigenado?
—Mika no me ocultaría nunca nada—rodó los ojos. El único que secreto que tenía, lo compartía con él.
Pero su amiga hizo caso omiso a sus palabras, porque comenzó a revolver el interior del bolso.
Libros, carpetas, útiles. Era increíble lo ordenado que podía ser el rubio, no había ninguna hoja suelta que captara su atención.
Hasta que encontró un cuaderno, el cual no parecía ser precisamente de apuntes.
Lo agarró y comenzó a pasar las hojas, hasta encontrar algo aún más interesante.
—¿Qué haces con eso?
—Es como el diario íntimo de Mikaela—se aclaró la garganta—. Veamos.
Comenzó a leer haciendo énfasis en las palabras más reveladoras.
Hagamos de nuestra ropa
un par de pétalos de rosa
que dejamos en la cama
para por fin devorarnos.
—No entiendo la poesía—advirtió Yuu mientras negaba con la cabeza.
La rubia hizo oídos sordos para continuar leyendo.
Rómpeme, vuélveme cenizas
acaríciame con lujuria
y entrégame tus alas
para llevarlas al infinito.
—No entiendo cómo puedes encontrarle lo revelador...
Pero se obligó a callar al ver que la ojivioleta continuaba.
Me he vuelto adicto a tu carbón
que lo acaricio a pesar de que queme,
a tus manos que me rodean
y no dejan que me congele.
Mitsuba al terminar de leer lo miró a los ojos, esperando una reacción por parte de su amigo.
Pero sólo encontró un rostro confuso.
Volteó el cuaderno y señaló lo que a ella le parecía revelador.
—¡CARBÓN! ¿Quién tiene cabello color negro? Tú. ¡ESMERALDA! ¿Quién tiene los ojos de ese color? Tú.
—¿En serio afirmas que me dedicó un poema?
—No sólo te dedicó un poema, sino que es erótico.
El rostro del azabache mostró confusión y terror a la vez, lo último para no levantar sospechas.
—¿Dice cuál es su puesto? Ya sabes, si es seme o uke...
—Es confuso, en unos dice que quiere dar y en otro recibir, así que no entiendo del todo.
—¿Qué aconsejas que haga?—preguntó Yuu, curioso por su respuesta. No iba a cubrir a Mika, era su culpa por dejar pruebas.
—¿Que tengan sexo de una vez, quizá?
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Definitivamente tengo un trauma con los mercados.
Este capítulo es una estupidez, pero significó mucho para mí, no sé
Aunque parezca todo lo contrario(?
Cada vez son más personas las que se suman a esta historia y en serio, muchísimas gracias por el apoyo ♡
Como me vicié con la poesía éstos últimos días quise agregar algo bien trucho pero con amor(?
Sin más que decir, me despido ☆
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