4
—¿Qué hora es?, ¿ya han llegado los demás? —Carol está muy frustrada, no le ha sacado prenda a Violeta de todo lo que se enrolla.
—No, todavía es pronto. Será Sara. —Violeta se levanta como si le hubiera recorrido el cuerpo un rayo—. ¡Ya voy yo! —Parece muy nerviosa. Mucho más que antes.
Carol y Hakim deciden seguirla, un poco por detrás. Hace mucho que no la ven en persona, aunque hablen de vez en cuando por teléfono o mensajería.
—¡Saraaaaaaaaaa! —Escuchan a Violeta gimotear.
—¡Suelta, coño! ¡Me haces daño! ¡No controlas tu tamaño!
Violeta se ha tirado a los brazos de la última chica del grupo. Está lloriqueando por la emoción de verla otra vez. Sara se limita a intentar apartarse y acariciarla con palmaditas torpes. Cuando alza la vista, Carol la saluda con la mano. Ella también se muere de ganas por abrazarla, pero su mejor amiga solo tiene ojos para Hakim.
—¿No era una reunión solo de chicas? —les pregunta con frialdad.
—Sí —contesta Violeta, muy segura de lo que dice.
Hakim levanta el dedo índice y corazón para confirmar que Violeta lo considera dentro del grupo de chicas. Se lo ha ganado, según ella. Como si Hakim no tuviera otro objetivo en su existencia más que ganarse la confianza de las amigas de su novia. Pero su encantador carácter es irresistible y lo consigue sin querer. Es consciente y carga con ello. Qué se le va a hacer. Tendrá que formar parte del consejo de sabias.
—Llegas justo a tiempo para que Violeta desvele por qué hemos quedado nosotras antes —le dice con una sonrisa y usando el femenino genérico aposta.
—¿Qué tal estás? —Violeta ignora las palabras de Hakim. Se ha separado un poco de su amiga, para observarla mejor—. Estás más delgada, ¿comes bien? ¿Has dormido bien después del vuelo? Eran muchas horas, ¿no? —Se tira contra ella—. ¡Qué alegría volver a verte!
—Joder, lo dices como si pensara que no iba a venir. —Sara aguanta lo mejor que puede las efusivas muestras de cariño de Violeta.
—No es que piense que no quieres venir, pero pueden pasar tantas cosas por el medio... Un accidente de avión, alguien te puede secuestrar, alguien te puede robar, puedes no pasar las fronteras, te puedes perder, equivocarte de puerta de embarque... Te puedes enamorar loca y perdidamente de alguien a primera vista y decidir fugarte con ese alguien en vez de venir a vernos... —Violeta alza las cejas cuando dice esto último. Sara la imita—. Porque no te has enamorado loca y perdidamente de alguien que hayas conocido por ahí, ¿no?
—¿No veníamos a hablar de ti? —Sara desvía la pregunta, camuflándola con su tono habitual de fastidio—. Pues vamos a hablar de ti antes de que lleguen los demás, porque como me hayas hecho levantarme antes para que me preguntes esta sarta de gilipolleces, te saco los ojos con una cuchara de té.
—Ay... —Carol cierra los suyos, complacida—. Cuánto te he echado de menos—. Aparta a Violeta de un empujón—. Dame un abrazo, Sarita.
—Ay, sí, sí, muy bien. Hola, hola a ti también. —Aunque intenta parecer molesta, no puede evitar sonreír. Los había echado de menos. A todos. Incluso a Hakim, al que le aprieta la mano aposta para hacerle sentir menos. No porque realmente lo piense, sino porque le encanta molestarlo—. ¿Por qué vas disfrazada de Asuka? —le pregunta a Violeta, después de separarse de Carol.
—Temática de la fiesta —responde la aludida, contenta porque ha identificado la referencia.
—No nos habrás hecho una encerrona y la lista en la que nos has puesto es para alguna fiesta de eventos frikis. —La expresión de Sara se ensombrece.
—Que nooooo. La única encerrona era que también estaba Hakim. Venga, vamos, que os tengo que contar una cosa importante.
—¡Por fin! —Y Hakim ni siquiera se molesta en protestar. Le puede la curiosidad.
Sara se tumba en el carísimo y comodísimo sofá de Violeta, con un suspiro. Parece que las horas que ha podido arañar antes de empezar la fiesta no son suficientes para todo el sueño que tiene atrasado no solo del viaje, sino de años sobrepensando.
—Ian y yo no estamos juntos —dice Violeta de golpe, mucho más segura que antes y con un tono que no parece tener remordimientos—. Estamos intentando llevarlo lo más discreto posible para que no nos llueva hate a ninguno de los dos.
—Eso va por ti, Sara. —Carol le dedica una mirada de suficiencia. Le encanta recordarle a su amiga las cagadas, porque no es habitual que la cague Sara y no ella.
—¿Me vais a recordar toda la vida la cagada de Twitter? Porque es inevitable que si llevas más de un par de años en esa red social del demonio, te pase algo así. Solo os acordáis vosotros.
—No pasa nada, Sara. Yo no te lo recuerdo... —Violeta le dedica una sonrisa amable.
—No, para eso estoy yo. Para que recuerdes que Violetita es una figura pública y hay que tener cuidado con lo que se dice, porque vives demasiado en tu burbuja. —Carol echa leña al fuego.
—¿Así que esta misteriosa reunión es para contarnos el protocolo de acción y nos has llamado a nosotras porque somos más amigas tuyas que de Ian? —Sara reflexiona con la cabeza apoyada en el brazo del sofá y la vista en el techo—. Así que ahora hay dos bandos. Los que somos más amigos de Violeta y los que son más amigos de Ian.
—¡No quiero que haya bandos! De hecho, hemos hablado y queremos que nos tratéis igual que siempre. No queremos que el otro se prive de cosas como las de hoy por incomodidad. No quiero que nadie esté incómodo. —Violeta camina por el salón un poco nerviosa.
—Entonces, ¿por qué has llamado a tu madre para que modere? Siempre ha moderado él aun cuando no estabais juntos. —Hakim le da un golpe bajo—. No es que quiera ser el borde del grupo que para eso ya está la Sara, pero no te conviene darle tanto espacio a tu madre. Habías avanzado bastante con la loquera como para que ahora vayas hacia atrás.
—Sí. Y no es por nada, pero Ian te ha ayudado mucho con eso también. —Carol está de acuerdo con su novio.
—Mi madre me recuerda cada día que es el mejor chico que ha conocido jamás, que deberíamos habernos casado hace tiempo y que no voy a encontrar a nadie que me quiera como me quiere él. Para escuchar esas cosas, ya la tengo a ella, ¿vale? Os he llamado para que me apoyéis, no para que me hagáis sentir culpable. —Después del discurso, se deja caer en un hueco libre del sofá.
—¿Por qué te sientes culpable?
Las preguntas de Sara siempre dan de lleno, en lo más hondo, en el centro del problema. Y, aunque Violeta sí sabe qué contestar, no quiere. No está preparada para ello. Pensaba que sí y por eso había sido tan valiente para llamar a sus amigas y quedar antes, pero ahora que las tiene frente a ella, cree que todavía no puede. Todavía tiene dudas.
—Porque él me sigue queriendo y me siento muy mala persona por haberle dejado. —Utiliza una parte de la verdad para ser convincente—. Las veces anteriores lo dejábamos porque discutía conmigo o porque nos estresamos por culpa de mi madre o de mi trabajo, pero ahora no pasó nada. Fue sin más. No se lo esperaba. Todavía lo está asimilando. No estamos enfadados, ni nada. Es solo que no quiero estar con él.
—Las tías sois la hostia. Así que esto es lo que habláis entre vosotras, ¿no? —Hakim parece muy indignado. Incluso se levanta, en busca de la primera cerveza. No le importa que la fiesta no haya empezado oficialmente—. Estás admitiendo que no tienes motivos para dejarle y que sabes que él está jodido y te da igual, colega. —Sale de allí, para atracar la cocina—. ¡Lo tenías comiendo de la palma de la mano! —Su voz se pierde a lo lejos. Está indignado.
Las palabras de Hakim provocan que a Violeta le tiemble el labio. Le gustaría explicarse mucho más, pero tiene miedo de que las explicaciones lo empeoren, que parezcan excusas. Porque a veces, ni ella se lo cree cuando lo piensa. A veces, piensa que tendría que haberlo hecho mucho antes y otras que lo que le pasa es que está desquiciada y se inventa nuevos problemas por los que estar ansiosa. No sabe distinguir la realidad de las tonterías que crea su mente insana. ¿Qué habría hecho la Violeta sana? Pues no lo sabe, porque no conoce a la Violeta sana y quizás ahora mismo sea la Violeta sana... Y no son tonterías. No tiene el valor para verbalizar todo eso.
—No tienen que hacerte nada malo para que no quieras seguir en una relación —susurra.
—¡Menos mal que te acaba de decir que no necesita que la hagamos sentir culpable, gilipollas! —Sara se incorpora en su asiento, muy indignada. Las quejas de Hakim provoca que ella tenga mucho más interés en los sentimientos de Violeta—. No le hagas ni puto caso a ese orangután. A ver si le educas mejor, eh —le dice a su mejor amiga.
—Lo intento, chica. Pero va poco a poco. Está confuso con algunas cosas todavía. —Carol intenta quitarle hierro al asunto. No quiere decir que opina un poco como su novio. Es prudente, al contrario que él, y cree que necesita más información para llegar a aconsejar algo con sentido.
—No sé qué hacer con él... O sea, sí sé la teoría. Lo he hablado en terapia. Pero tengo miedo de todo. De que mis seguidores se enteren y lo acosen. O que me acosen a mí. De que mi madre tenga razón y me esté perdiendo al hombre de mi vida... Tengo miedo de hacerle más daño, de que las cosas no funcionen y el grupo se rompa por mi culpa...
Aunque no se siente preparada para contar toda la verdad —y a pesar de que lo ha ensayado miles de veces antes de irse a dormir—, sí quiere compartir sus miedos con las personas en las que más confía.
—Hoy lo veré por fin desde que lo dejamos y tengo miedo, porque no quiero que cambie nada. No sé, me parece injusto que cuando empiezas conociendo poco a poco una pareja y construyes el cariño con el tiempo, si lo dejas todo tiene que ser repentino y definitivo. Es como que te obligan a enfadarte. —Repite más o menos lo que le contó a la psicóloga. No es que no se fíe de ella, pero cree que no la conoce tan bien como sus amigas. Todavía no la ha visto en sus horas más bajas.
—Bueno, a ver. Empezasteis a salir el mismo día que os conocisteis. ¿Cuánto tardasteis en follar? ¿Una hora? ¿Dos? Si lo dejas como empezasteis tendría sentido que... —Carol no piensa en cómo se puede estar tomando Violeta sus palabras, solo tira de memoria.
—Tía, pensábamos que íbamos a morir. Es normal lo que hizo. Ese día todas hicimos muchas tonterías. —Sara la fulmina con un gesto mudo.
—Yo no pensé ni una sola vez que iba a morir —responde Violeta, indignada.
—¿En serio? —Carol y Sara hablan a la par. Giran la cabeza hacia ella a la par.
—No.
—No me lo creo, tía. Al menos una vez. Estábamos jodidísimas. Todavía no sé cómo podemos vivir para contarlo.
Violeta niega con la cabeza.
—Imposible. —Sara apoya a Carol—. Como mínimo cuando te dio la venada y saliste corriendo del estudio tenías que estar cagada.
—Tenía miedo, pero no llegué a pensar que me iba a morir... Porque —agacha la cabeza— confiaba en ti. Me ayudaste y al final salió todo bien. —Las mejillas de Violeta se encienden.
—No me conocías de nada. Podría haber salido fatal. Podrías haberte quedado ahí ese día. Eres una inconsciente.
—¿Por qué saliste corriendo?, ¿qué te había pasado? —pregunta Carol. Tiene muchas lagunas de ese día. Parece algo normal. El cerebro humano bloquea los traumas.
—Se fue a cambiar el tampón y para disimular hizo como que se enfadaba. —Sara, en cambio, recuerda todo con muchísimo detalle.
—¡Es verdad!
—¡Mentira! ¡No fue por eso! —Ojalá le tragara la tierra en este momento. Empieza a parecerle que el traje de Asuka sí que da calor—. Estaba triste porque pensaba que solo me queríais por interés.
—¡Pero si cuando te encontré estabas llena de sangre de regla!
—Aproveché y me quité el tampón, pero no fue por eso, jolín.
—Esas cosas no te habrían pasado si llevaras copa menstrual como yo. —Carol le recuerda lo mismo cada vez que sale el tema de la menstruación. Parece que está en nómina con las empresas de las copas menstruales.
Justo cuando Carol termina de recordar los beneficios ecológicos que implica dejar los productos de higiene menstrual desechables, Hakim entra con la cerveza mediada en la mano.
—¿Lo notáis? —Cierra los ojos, con misticismo—. Mi polla se está volatilizando, poco a poco, como si Thanos hubiera chasqueado con las gemas del infinito. Pronto yo también tendré que elegir entre tampones o copas...
—¿Para qué coño lo invitaste si solo viene a decir gilipolleces y beberse la cerveza antes de tiempo?
—Porque le quiero mucho y porque tener la visión de un chico igual ayuda.
—Pues ya ves que no.
—Si vais a beber ya cerveza, yo también voy. —Carol se levanta del sofá.
—¡No! —Sara está perdiendo la paciencia—. Tú te quedas aquí y ayudas a tu amiga. —Mira directamente a Violeta a los ojos—. Respecto a lo que estás diciendo, la sociedad te obliga a vivir en pareja. De hecho, es muy difícil no vivir en pareja. Si no vives en pareja, tienes que compartir piso porque el alquiler para uno solo es prohibitivo. Si no vives en pareja, no puedes criar hijos tú sola porque no puedes conciliar el trabajo con el que darles de comer y su crianza. Si no vives en pareja, parece que no puedes tener ocio. Viajar sola está mal visto, ir al cine, a tomarte un café.
»¿No te das cuenta de que la sociedad demoniza a las mujeres solteras, Violeta? ¿Y qué pasa? Pues que tú tienes la puta suerte de ser una rica de mierda que gracias a sus privilegios de clase puede saltar toda esa basura y vivir como le da la gana. Pero entonces, llegan los pensamientos con los que te ha criado tu madre, que es una boomer, una esclava de toda esta moralidad que te he dicho y te manipula para que no puedas cambiar el pensamiento.
Tras pronunciar su discurso, Sara relaja el cuerpo, satisfecha. Le resulta tan obvio lo que dice que no entiende cómo el resto no puede verlo sin ayuda. Sin embargo, Carol se perdió alrededor de la segunda frase y Violeta solo pudo fijarse en la pasión con la que hablaba. No ha retenido nada de información salvo que le ha llamado «rica de mierda» —aunque ya está acostumbrada a que lo haga alrededor de cinco veces al mes—.
—Estaría genial que nos regalaras la versión corta de todo este discurso feminazi. —Es Hakim el que se atreve a decir lo que piensan las otras dos.
Sara se masajea las sienes con las yemas de los dedos y los ojos cerrados. Emite un suspiro de resignación.
—Te sientes mal por costumbre social. Si no te apetece tener novio, no lo tengas y ya está. No tiene que haber motivos de peso para que quieras dejar a Ian. Te comes mucho el coco.
—Bueno, lo que yo pienso... —Carol carraspea, antes de que Hakim se enzarce con ella— es que no tienes por qué dejar de quererlo. Es solo que no lo quieres como una pareja romántica. No tiene por qué salir de tu vida. Es eso lo que te pasa, ¿no? Que quieres seguir manteniéndolo, pero no como novio.
—Sí, justo eso —responde Violeta, aliviada porque alguien lo dice con palabras sencillas—. Pero siento que él no lo acepta.
—Porque es un hombre que no sabe vivir fuera de la heteronorma y tampoco es tu deber educarlo, Violeta. Si no lo acepta, es su problema. No te dejes manipular.
—Nadie está diciendo que Ian quiera manipularla. Los tíos también tenemos sentimientos. Simplemente le costará aceptar que Violeta le ha dejado y ya está.
—Sí, pero justo por el victimismo de los hombres, que estáis acostumbrados a saliros siempre con la vuestra no os dais cuenta de que manipuláis por norma, sin pensarlo. Porque os han criado para que lo hagáis así.
—Sara, no nos levantamos todas las mañanas pensando cómo joder a las tías, te lo juro.
—Y yo te juro que sí. Pero como lo tenéis sistematizado, ni siquiera os dais cuenta.
—Ian está jodido porque le ha dejado su novia. Punto. ¿Podemos pensar un poco en él?
—¿Y tú puedes pensar en Violeta? ¿Quieres que esté con él por pena? ¿Quieres obligarla a que lo quiera? ¿Qué eres, uno de sus fans que solo quiere verlos juntos para tener fanservice?
—No. Solo te estoy diciendo que la situación es mucho más sencilla de lo que tú crees.
—Y yo te digo que tú lo ves sencillo porque lo abordas desde una perspectiva patriarcal.
Violeta y Carol se miran. Empiezan a pensar que no ha sido tan buena idea juntar a Sara y Hakim antes de tiempo. Las dos piensan lo mismo: alguien tendría que pararlos. Alguien tendría que pedirle a Sara que se relajara. Ese alguien no está con ellas en ese momento. Ese alguien falta desde hace tres años y por eso se reúnen en una fecha cercana al día de su muerte. Para honrarla. No para discutir.
—Chicos... —Violeta se siente responsable del entuerto—. Chicos... Ya está. Va a ser la hora. Será mejor que lo dejemos aquí.
—No estamos discutiendo. —Hakim coge aire y se relaja. Se sienta al lado de su novia, a la que le ofrece un trago de su lata de cerveza. Cuando lo rechaza, se la acaba él de un trago. Tiene la boca seca.
—Solo estamos haciendo un intercambio de ideas. —Sara le apoya.
—Pues que el intercambio sea más relajado, que nos ponéis de los nervios y aquí no venimos a discutir. —Carol también se atreve a meterles caña.
—Tampoco os llamé para que me arregléis la vida. Solo quería avisaros de cómo están las cosas antes de que llegaran los demás, para que no os pillara por sorpresa.
—Bueno, pues espero que no se atreva a hacerte chantaje delante de mí.
—Y yo espero que no seas una borde con él solo porque ahora no está con Violeta.
—¡Chicos! —La mentada se levanta—. ¿Quieres ver la ropa que tengo de sobra, Carol? Para salir luego.
—Venga, va. Si me la vas a regalar no me quejo por tener ropa gratis.
Las dos amigas se escaquean del salón. Si Hakim y Sara se matan, no quieren verlo, para no tener que intervenir. Ambas huyen como ratas de bodega, mientras escuchan a Sara defenderse de las acusaciones de Hakim.
—Violeta, no te preocupes. —Carol le aprieta el brazo en señal de apoyo—. Si en algún momento de la noche te sientes mal o necesitas algo, avísame y te ayudamos.
Violeta sonríe. Ojalá pudiera contarle a Carol toda la verdad. El valor que le infundió esa suscriptora sin saberlo se ha esfumado. Por las noches, todo es muy fácil. En su cabeza, todo sale a pedir de boca. En la realidad está temblando como un flan.
Suena el telefonillo.
—¡Ya voy yo! —Se oye la voz de Hakim a lo lejos.
—Bueno, pues nada... —Violeta suspira. Ya se ha pasado su oportunidad.
—¿Ya están aquí los demás?
—Supongo.
Entra en el vestidor de la habitación donde hace los directos para esconder la cabeza como una avestruz.
—Venga, tú tranqui. —Carol se ha dado cuenta, pero supone mal el motivo—. Ian es un buen chaval, aunque le duela, seguro que no va a hacer nada que nos ponga incómodos. Somos todos adultos, ¿o no?
—Ajá. ¿Quieres usar vestido o pantalones?
—No me veo yo con vestido.
—Cómo que no, con el flow que tienes.
—No, no.
—Que sí, mira. Tengo uno que seguro que te va a quedar genial.
—¡Qué pasa crack! —La voz de Hakim se cuela hasta la habitación—. ¿Qué tal todo?
Violeta se envara, mira de reojo a Carol que examina un par de modelitos que le ha sugerido. Parece que no se da cuenta de nada. Claro, solo le importa a ella.
—¡Hombre, Sarita, cuánto tiempo! —Diego ha llegado. Su voz se nota más alegre de lo normal—. ¡Qué raro que llegues puntual a la quedada!
—Oye, Carol... —Carraspea. Las voces de sus invitados se mezclan. De momento solo escucha a Diego y a Félix. Faltan dos, tienen tiempo.
—Qué pasa ahora.
—¿Tú sabes si Diego y Sara...? —Deja la frase inconclusa, para darle más misterio. El rostro de Carol se ilumina. Le encanta el chisme cuando no tiene que ver con ella.
—¿Que si están liados?
—A ver, ya todos sabemos que se liaron en algún momento. Nadie se coge un avión para ir a Tailandia y que le manden a la mierda. A lo que me refiero es si es algo serio, si están liados ahora y eso. No quiero meter la pata.
—¿Sinceramente?
—Sinceramente.
—¿Puedo probarme esto? —Le enseña un top metalizado con el que Violeta ni siquiera puede soñar rellenar.
—Sinceramente —repite. No quiere desviarse del tema.
—No tengo ni idea. Sara no me ha dicho nada. Creo que le da mucha vergüenza admitir que Diego le gusta, así que finge que no existe y eso a Diego le pone más cachondo todavía. ¿No te da la impresión de que los tíos cuanto más los ignoras, más casito quieren? —Habla mientras se quita la blusa que había escogido por descarte en casa.
—No sé. Ian siempre me prestó mucha atención. Y yo a él. Y no puedo comparar.
—Bueno, pues yo creo que Diego es así. Tienen un rollo muy raro. ¿Pero ves posible que con lo que viaja la Sara tengan algo serio? No sé. Lo veo complicado.
—Bueno, pero las relaciones a distancia pueden funcionar, ¿no?
—No, tía.
La respuesta de Carol es desalentadora.
—Bueno. —Se lo piensa mejor—. A menos que seas rica y entonces te puedas gastar un montón de pasta en visitas, como los influencers. Y Diego no creo ni que llegue a fin de mes ahora que tiene que pagar un coche. —Se mira delante del espejo de pie y se alisa la ropa. Parece que le convence ese top—. ¿Tienes algo que pegue con esto?
—Jo, pues es una pena que no puedan estar juntos, ¿no? Si dices que a Sara le gusta tanto. —Abre un cajón donde tiene ropa sin estrenar, en busca de algo que pueda servirle a Carol.
—Yo creo que Sara no se va a atrever nunca a admitir que le mola. Se va a morir sola y amargada.
—Hombre, amargada puede, pero sola no. Nos tiene a nosotras también. —Saca una minifalda—. ¿Qué te parece esto?
—¡Puaj, no! Déjame a mí, anda.
—Bueno.
Violeta se aparta para que Carol revuelva todo lo que quiera en su armario. Tiene muchas cosas en las que pensar antes de salir y encontrarse con el resto.
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