Capítulo 24
"Siempre he dicho que en la vida no hay finales felices, pero sí una historia con trayecto feliz"
La desmejora en Idunn era notoria, su voz era casi inaudible, sus labios estaban resecos y la chispa que alguna vez había brillado en ella, estaba ausente. Era sábado y su humor no era el mejor, sabía que su condición no era la mejor, de manera que le pidió encarecidamente a sus padres que no dejaran que nadie ingresara, no quería ser vista en tal aspecto y los médicos accedieron a limitar el permiso a sus padres.
El único que pudo entrar antes de aquella orden, fue Elliott. El chico traía un cuaderno y un lapicero que ella le había pedido, él no hizo grandes cuestionamientos, sólo entregó lo que traía consigo y salió del recinto. Edrick no aceptaba el hecho que Idunn no quería verlo, no estaba dispuesto a no verla más, no sabiendo que había algo pendiente entre ellos.
El castaño habló con Dick y con Melisa, el que su padre de este tuviera ciertas influencias ayudaba, pero Melisa era la persona que tenía la responsabilidad sobre la salud de Idunn, así que los había convencido de cometer la más grande locura que podría realizar con la chica.
La sala de espera se encontraba a oscuras, Malcom había ido a dejar a Elliot a su casa para que pudiera descansar. El lugar estaría desolado de no ser por la presencia del chico de ojos de un gris azulado, Melisa se encontraba a su lado, ambos se volteaban a ver.
—¿Cree que sea lo correcto? —cuestionó él, teniendo en cuenta el estado de salud de Idunn.
—Ante la salud de Idunn, te diría que no, pero lo hablé con ella y con Malcom, ella no estaba en completo acuerdo, pero la última vez que pude verla, me dijo que por favor te ayudara.
—Melisa, le quiero confesar algo.
—Claro, dime —lo motivó en un tono dulce.
En ese momento Dick entró en el lugar y sólo dijo:
—Ya está listo.
Edrick tomó su mochila y se acercó al pasillo que daba hacia el ala en la que se encontraba Idunn, Melisa se adelantó y caminó hasta la habitación, sentada en la cama estaba la castaña, a pesar de su estado, sus ojos tenía un ligero brillo, parecía oro puro en una habitación oscura.
—¿Estás segura, cariño? —preguntó la mujer.
—Edrick ha sido el reto más difícil al que me he enfrentado, con él las cosas nunca han sido normales y aunque he dudado de tantas cosas, hoy estoy segura.
—Idunn, ¿aún piensas en él como un reto?
La castaña sonrió y sólo volteó hacia la mesilla que se encontraba al costado de su cama, ahí había dos cartas. Le pidió a su madre que no las tomara, que ella sabría en qué momento las entregaría. De un momento a otro, Edric entró a la habitación, con una sonrisa que denotaba lo satisfecho que se encontraba por verla de nuevo y por la locura que estaban a punto de cometer.
—¿Nos vamos? —colocó su mochila en una de las sillas que se encontraban ahí y abrazó a la castaña.
—Vámonos.
En aquel abrazo la diferencia de tamaño era bastante, pero fue de aquellos que soltaban una carga de cariño enorme. Edrick besó la frente de la chica y le dio un suéter, a pesar del que ya traía ella puesto.
El joven había logrado salir tomado de la mano de ella, subieron al auto descapotable e iniciaron su rumbo hacia algún sitio desconocido. Idunn sabía lo arriesgado que podría ser acompañar a su... ¿novio? Al lugar que se dirigieran, pero también sabía que sus horas estaban contadas, los médicos no habían dado algún diagnóstico todavía, pero ella en el fondo de su corazón lo presentía, así que ¿por qué no hacerlo? Además, ella sabía que habían cosas pendientes entre ellos, no podía dejarse ir sin aclarar aquella situación.
Sus manos jugaban con las mangas del suéter, le quedaba enorme, Edrick la veía de reojo, sabía que había algo en aquella cabecita que la estaba atormentando.
—Di lo que quieras, hoy estoy dispuesto a responder todas las preguntas que a tu alocada cabeza se le ocurran.
—¿Lo dices en serio?
—¿Cuándo te he mentido, novata?
—¿A dónde vamos?
—Iremos a un lugar que conoces, tenía otros planes, pero no quiero que hagas mayor esfuerzo, pequeña.
La charla se extendió por varios minutos, la carretera y el rumbo por el que se movían le indicó a la castaña hacia donde se dirigían. La vieja casucha en la que había dado su primer beso. Sonrió al recordar ese día, también aquel en el que habían entrado a la cabaña. Cuando bajaron del auto, él le dijo:
—Dos preguntas, tienes derecho a dos últimas preguntas, al menos hasta que volvamos al hospital.
La mente Idunn voló, tantas preguntas hacían falta por preguntarle y ahora sólo quedaba cupo para dos. En el auto había preguntado un sinfín de cosas pero hacían falta.
—Tienes desde ahora, hasta el momento en que regresemos al auto para pensar cuáles harás.
Muchas preguntas se formularon en su mente, eran tantas que no sabía cuáles eran las más importantes. Sin embargo se dejó llevar y Edrick la tomó de la mano guiándola hacia la casucha que a esas horas de la noche se veía realmente espantosa. El castaño se dirigió hacía el lugar donde reposaban unas viejas sillas que rechinaban cuando se acercaban, había un interruptor que no daba buena pinta.
—¿Si recuerdas que no había luz? —recordó la chica.
—¿Recuerdas que me gusta tener todo bajo control?
La chica asintió y él presionó el interruptor, dándole paso a una tenue luz que provenía de un foco amarillento que colgaba en la parte central. El viento soplaba fuerte y las estrellas eran cubiertas por un manto de nubes, Edrick se había acomodado al lado de la castaña, de manera que podría recostarse en él.
—No sé si puedes tomar chocolate, pero he traído y está caliente —dijo él, pasando su brazo por encima de sus hombros, ella rio y lo aceptó—. Creo que lloverá, no estoy tan seguro de en qué momento, pero vamos a regresar antes, así estamos tranquilos.
—Gracias por lo que haces, ojos locos.
—Gracias a ti por darme lo que nadie logró antes.
La chica lo observó con confusión, sus ojos estaban grises y aunque revelaban cierta melancolía, tenían un ligero brillo. Él era consciente que ella lo estaba observando y sonrió, los ojos de Idunn se achinaron y sonrió al verlo así.
—Siento que me voy a desgastar —ella lo volteó a ver extrañada—, si sigues admirándome no habrá más Edrick que observar.
Ambos rieron ante el comentario del chico, seguido la chica bajó la mirada y articuló:
—Creo que deberíamos hablar de eso —él se acomodó sin soltarla para poder verla mejor.
—¿Quieres hablar de eso? Yo preferiría no hacerlo.
La lluvia se hizo presente y se acomodaron mejor, la misma se convirtió en una tormenta que provocó que los jóvenes ingresaran a la cabaña, Idunn temía que algún bicho se le prendiera, pero al ver el interior con la luz que había, se sorprendió ante lo que veía. Aquella vieja y desaliñada imagen que daba el lugar, escondía una cabaña muy bien equipada, claro con lo necesario y sin lujos.
—Las apariencias engañan, ¿no lo crees? —habló él un poco risueño.
—No cabe duda de ello.
A su mente vino la imagen del idiota engreído que había conocido hace unos meses, el mismo que la había hecho sentir de maravilla. Estando en aquel sitio su corazón se encogió al recordar los buenos momentos e incluso, los malos, pero predominaban los buenos, entre ellos la vez en que ebria le llevó una "serenata". Ella nunca había sido el tipo de persona que solía hacer estupideces por impulso, pero aquella era su peor vergüenza, sin embargo, lo había disfrutado, con el pasar de los días había recordado de forma vaga, lo que había hecho.
Estaba segura que quería al castaño de ojos locos, que el sentimiento iba más allá del reto estúpido y de una amistad como lo que había nacido entre ella y el resto de las personas que tuvo la dicha de conocer en los meses que estuvo al lado del chico.
Cuando Idunn comenzó el reto, estaba segura que lidiar con el imbécil de Edrick Meyer, sería como tener un grano en el trasero, pero nunca imagino que de aquella alocada idea que sus padres habían tenido, nacería lo que creyó era su joven amor. El chico era tan difícil de tratar y no supo en qué momento se había convertido en un pequeño motorcito para seguir adelante, sabía que la intención de aquel reto era hacerla vivir más experiencias, y no reducirse a vivir sus (posibles) últimos meses, sentada en una silla Gamer.
No sabía si en todos esos meses, algo de ella había provocado que el chico realmente cambiara, porque incluso con su ego y actitud de mierda, él era otro, había otro Edrick capaz de demostrar, pero nada le aseguraba que todo aquello lo hiciera porque de él nacía o si era sólo por su estúpido egocentrismo.
La tormenta comenzó a bajar la intensidad y cuando del tejado de la cabaña caían las gotas escurridizas, decidieron salir de ella, para subirse al auto. Estando dentro él colocó calefacción y la abrazó.
—Ojos locos, ¿podemos hablar? —él la volteó a ver y enarcó una ceja.
—¿En serio desperdiciarás una de tus preguntas con esa?
—No quiero hacer eso, sólo quisiera hablar de eso.
—¿Por qué? —cuestionó ahora él—. ¿Tanto lo necesitas? Novata, creo que es la respuesta que menos buscas.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque sé que en tu mente hay preguntas más relevantes que esa.
—No...
—Novata, tranquila, ¿si?
La chica asintió y él comenzó a conducir, el camino de vuelta al hospital fue silencioso, al menos por parte de ellos, pues de fondo sonaba una melodía que ella desconocía. No faltaba mucho para llegar y sus nervios y ansias aumentaban, sabía que debía preguntar antes de llegar al sitio, así que empezó a clasificar las tantas preguntad que se le vinieron a la mente y entre tanta presión, su subconsciente le trajo dos que necesitaba.
—Edrick —rompió el silencio—, ya tengo mis preguntas.
Él estacionó el auto a unas cuantas calles del hospital, la lluvia se había hecho presente en el camino, así que los vidrios se empañaban y daban un ambiente nostálgico.
—Te escucho —la motivo él, sus manos se dirigieron a las de ella, que estaban jugando con las mangas del suéter.
—Todo lo que hiciste, lo que vivimos, ¿fue porque nació de ti y de tu corazón?
Edrick elevó su mirada por breves momentos, luego sus ojos se centraron en el tono ámbar que tenía frente a él, tragó grueso y soltó:
—Al principio —pensó muy bien las palabras que articularía—, no, todo era un juego. Ya sabes, algo para demostrar lo bien que podía hacer las cosas, algo asombroso, como yo —la chica lo veía y él soltó una sonrisa genuina—. El resto de cosas, tú en el fondo sabes cómo fue.
Idunn no entendía lo que decía, en algún momento sí había sentido que él hacía las cosas porque la quería, porque se había enamorado, pero dudaba mucho de eso.
—Entiendo... —respondió—. Si yo no fuera a morir, ¿te quedarías conmigo porque me quieres o por...
—Novata —la interrumpió—, no hagas preguntas de las que ya sabes la respuesta. Te doy la oportunidad de formular una más.
—¿Tú te enamoraste? Porque...
El chico la besó, no quería escuchar lo que ella iba a decir, no ahora que su tiempo estana limitado. Él era una persona de demostrar, no de palabras, siempre prefirió actos, que palabrería y eso se había encargado de darle a Idunn, esperando que la castaña entendiera y captara todo, tal como pretendía hacerlo entender.
El beso se alargó por unos cuantos segundos y él rompió el contacto para seguir hasta su punto, cuando llegaron al hospital, Melisa y Dick los esperaban con paraguas, un doctor estaba al lado de ellos y cuando los vio venir dijo viendo su reloj:
—Tienen diez minutos para poder despedirse, mañana haremos algunos exámenes a la señorita y debe descansar.
Su cara de desaprobación decía mucho, estaba de más decir el porqué. Todos juntos se adentraron en el nosocomio, Edrick llevaba su mano entrelazada a la de la castaña, ninguno articuló palabra alguna, el silencio no era tedioso o incómodo, al contrario, había mucha paz a pesar de tratarse de un lugar tan tenso.
El reloj marcaba la 1:30 de la mañana, al entrar a la habitación, Melisa les dio un breve momento de privacidad para que se despidieran, pues quién sabe hasta cuando podría verla de nuevo, ya que habían quebrantado una que otra regla y los exámenes que le realizarían le llevaría todo el siguiente día.
—Traje esto para ti —habló él y extendió un sobre, pesaba de forma ligera.
—Gracias —dijo en un murmullo—, yo tengo algo similar para ti —señaló el sitio donde estaba la carta en la que se leía: "Ojos Locos ♡" .
—Tal vez no contesté las preguntas de la forma en que tú lo deseabas, pero... acá hay muchas respuestas que nunca te di y quizás algunas a preguntas que no te hiciste.
Idunn iba a abrirlo cuando él la detuvo.
—Léelo cuando ya no esté aquí.
—Tú lee la mía cuando salgas, ¿sale?
Después de despedirse y agradecer por el tiempo que pasaron juntos aquella noche, sellaron el momento con un beso dulce y cargado de sentimientos. Lo cual era algo curioso en Edrick.
Cuando él salió de la habitación ella dejó de lado la ropa que traía, para usar la bata que el hospital le proporcionaba, él caminó hacia la sala de espera y ahí se sentó para desdoblar la carta que ella le había dado.
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"Para Ojos Locos:
Cuando supe que iba a morir, no anhelaba más que hacerlo, dejar este mundo y el tormento que atacaba mi mente, permitírles a mis padres no sufrir al ver mi tardía muerte. Y no pude. No pude, así que me refugié en aquello que me mantendría alejada del dolor que me ocasionaba saber que moriría, de los pensamientos tortuosos y de mis padres, también de mis amigos, de una u otra manera los acostumbraría a no tenerme tan presente en sus vidas, para que de esta forma, el dolor al partir, no fuera una carga pesada para ellos.
RallyForce se convirtió en un refugio que acogía mis más tristes tormentos y los pensamientos suicidas que llegué a tener. Cuando supe que moriría no quería nada, ni a nadie en mi vida, pero el estúpido de Elliot convenció a mi madre de hacerme volver a la escuela, y la ridícula de la doctora Johnson no ayudaba con las malditas terapias. Siendo honesta, nunca creí que eso fuera a funcionar, las horas de terapia eran más para que mi madre asimilara el que en algún momento yo partiría de su lado. A mí nunca me ayudaron.
Mamá me retó, sí, me retó a dejar los videojuegos, todo a cambio de no asistir a terapias, y ahí apareciste tú. Edrick Meyer el reto más difícil y a la vez estúpido que pude tener en mi corta y limitada vida. Cuando te conocí supe que serías un maldito dolor de culo, y aunque al principio no me equivoqué, creo que lograste cambiar la perspectiva. Las apariencias engañan, ¿no es así, Ojos Locos?
Dios, hay algo muy irónico en mi vida, ¿sabes? Mi nombre es el nombre de una diosa nórdica, que de alguna manera significa: "Siempre joven". Y la curiosidad más grande es... mi alma será siempre joven y mi cuerpo será recordado como alguien siempre joven. Por eso, y porque sabía que mi fin estaba cerca, que la vida no me habia concedido el don de la vida extensa, me autonombre como Eira, Valkiria Eira. Una guerrera que tenía dones de sanación, como bien lo has mencionado tú en alguna ocasión, pero yo no podría sanarme, sin embargo, soy una guerrera, ¿no lo crees, Meyer?
Perdí, Ojos Locos, perdí porque me enamoré, me enamoré sin saber nada del amor, sin siquiera querer enamorarme, odie tanto aquel estúpido reto, pero fue inevitable aceptar y luego, ese juego... ¡Dios! Meyer, estás loco, retarme a tal cosa fue la cosa que creí más estúpida, pero se convirtió en lo mejor que podría haberme pasado en mi pasajera vida. Ciertamente siempre quise sentir de qué iba aquel amor correspondido del que hablaban mis padres, espero no ser yo la única y que seas tú ese amor correspondido, porque eso me hiciste sentir, eso y mucho más...
No soy buena con las palabras, al menos no en escrito, prefiero irritarte con mi voz y preguntadera. Pero si querías saber porqué mi insistencia en hablar sobre "eso", era por esto. Porque Ojos Locos, perdí, perdí el maldito juego y me rindo, me rindo porque me enamoré, me enamoré de ti, te convertiste en ese corto, loco, molesto, fastidooso, pero demasiado atractivo y encantador amor correspondido que tanto anhele.
Gracias, gracias por estos meses juntos, porque me hiciste sonreír incluso estando al borde de la muerte. Nunca fue mi intención arrastrarte hasta este momento, ni ocasionar heridas, te pido perdón si cause o causo daños y molestias en tu vida, engreído de mierda. Pero gracias por demostrame que existe alguien que puede quererte, y gracias por todo lo que hiciste por mí, aun siendo la persona que te jodía la existencia.
Meyer, gracias por darme la oportunidad de no morir diciendo que Yo No Me Enamoro. Porque lo hice, perdidamente de ti.
Te amo, Ojos Locos"
Las lágrimas brotaban por las mejillas del castaño, de un momento a otro una alarma hizo que aquella sala se llenara de movimiento, los médicos y las enfermeras se movían a un ritmo demasiado rápido. Un grito desgarrador llenó los oídos de Edrick, Melisa caía al suelo y Malcom estaba en shock, el médico que estaba al lado de ellos, sólo bajaba la mirada y negaba.
Todo se volvió lento, muy lento, Dick caminaba hacia él, pero parecía hacerlo en cámara lenta y articulaba algo, y no era capaz de entenderlo, no quería saberlo, no quería oírlo, mucho menos aceptarlo.
Idunn había partido aquella madrugada del tres de octubre, llevándose las palabras que él le había dicho, habiendo leído lo que tantas veces se negó a decirle sólo por verla hacer aquellos pucheros que tanto lo volvían loco. Atesorando aquel secreto que juraron no mencionar hasta el último día del año...
ᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖ💜🎮💙ᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖ
Bueno mis gamers nórdicxs, he de confesarles que soy un mar de lágrimas, honestamente no quería terminar la historia jaja, porque me duele, duele tener que hacer estas cosas:( lo juro que sí.
Mis dos gamers han sido motivo de felicidad para mí... ahh, apuesto que no se imaginaban el trato entre mis dos nenes.
Algo que siempre he dicho con YNME es que, es una historia llena de secretos y juegos, por ello me adelanto a darles el nombre que llevaran el pequeño conjunto de libros que nacieron con esta historia Secretos y Juegos del Amor... y bueno, agradezco a quienes estuvieron siempre, por llegar hasta acá, por los votos y comentarios.
No me mateeeen y esperen un pequeño regalito... :(
Andy con amor ♡
Gracias a farasoriano por llegar hasta aquí <3 y siempre dar tu apoyo, un abrazo muy fuerte para ti :3
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