Capítulo 10

"El destino había unido nuestros caminos y aun siendo la peor coincidencia, me llevaste a la mejor casualidad".

Aquella figura masculina que había estado acompañándole desde hace una semana, salía de su casa con el cabello siendo un desastre, a pesar de ser rizado, se notaba que en su cabeza no había paso para un cepillo, «De seguro ni lo intentó» pensó. Subió al auto con un sonoro bostezo que causó gracia en ambos.

   —Has estado durmiendo mal, ¿no? —preguntó el castaño sin siquiera saludar.

   —Encontrar un trabajo con tanto lío, se une a esa lista de cosas que no he estado haciendo bien.

   —Dick me ha dicho que tiene un puesto disponible, ¿qué dices?

   —¿En verdad? —cuestionó con ligera emoción.

   —Sí, empiezas a trabajar el lunes —dijo sacando unos documentos de la guantera.

   —Sólo porque sé que eres 0 afectuoso, no te dejo ir un beso en esas mejillas de creación divina —bromeó.

   —Esos déjaselos a Cameron —respondió con su típica seriedad—, por cierto, ¿has hablado con ella?

   —Eh... hace unos días, ¿por?

   —Creo que sucede algo, pero no quiere hablar sobre eso.

   —¿Qué te puedo decir? Si a ti que eres su mejor amigo, no te ha dicho nada, ¿qué te hace creer que a mí sí?

   —Buen punto. ¿Has visto al tipo con el que está saliendo? —preguntó poniendo en marcha el auto.

   —Sí, Dimitri.

   —¿Lo conoces?

   —Pues, sí, dos que tres —el castaño alzó la ceja—. Es un buen jugador, ¿recuerdas que te mencioné que tenía un buen reemplazo para tu pareja de juego? —asintió—, él tiene muchos amigos, me ha conseguido buenos prospectos.

   —Me pasas su número después, ¿sí?

   —Dale, ¿qué tal van las cosas con la valkiria? —inquirió.

   —Bien, ya sabes. Con todo esto, creo que quiere estar como garrapata en mí, igual su amiga.

   —Eso te pasa por andar metido en cosas en las que no tienes que meter tu narizota, aunque tu nariz no es grande —Max solía decir tantas cosas y era la única persona incapaz de desesperar o sacar de quicio a Edrick.

   —Sé que no tenía nada que ver allí, pero es que...

   —Lo sé, lo sé, te recuerda a ella, ¿no?

   —Es inevitable y aunque, en este caso no fue ella. Tampoco es justo, ¿no crees?

   —No lo es, hiciste lo correcto y ahora nos orillaste a jugar de agentes secretos —dijo entrecerrando los ojos—. Ni de niños hicimos esto.

   —De niños nos gustaba más jugar e ir al parque de diversiones.

   —Correcto o al karaoke, aunque no supiéramos una mierda —recordó riendo.

   —Pero siempre siendo los amos del fucking mundo —las carcajadas no faltaron.

   —Y la chica, ¿Cómo la ha pasado?

   —He tenido que irlas a traer a la escuela, han llorado en el asiento trasero.

   —Quién diría que Meyer dejaría que dos chicas lloraran en su auto. ¿Y sabes qué es sorprendente?

   —¿Qué?

   —Que no es por ti.

   —Tú sabes que —lo interrumpió.

   —Yo sé, Edrick —habló el de rizos—, eres un engreído, pero estoy seguro que con las chicas eres ese príncipe encantador que todas quisieran.

   —No digas tonterías.

   —Debes admitirlo, es una gran cualidad, debemos agradecerle eso a Dick —señaló—. A demás, ¿qué tiene de malo? Yo te admiro —rieron—, eres un jodido caballero, incluso sin haber crecido.

   —Ya no sigas.

   —Como sea, pero es verdad.

   —¿Ves algo? —cuestionó observando.

   —No, ¿hasta cuándo seguiremos con esto?

   —Hoy, creo que tenemos suficiente.

   —¡Genial! ¿Luego podemos ir por algo de comer?

   —Iremos por ellas al instituto y vamos a cualquier lugar.

   —¿Lo puedo escoger yo? —preguntó actuando como un niño.

   —En cuanto no entres en discusión con Idunn, todo perfecto. De lo contrario, los dejo botados a los dos y me voy a comer yo solo.

   —¿Nos dejarías botados? Ay, creí que éramos hermanos —fingió tristeza.

   —Ya déjate de cosas y presta atención.

Habían pasado dos semanas desde que Young-mi se había enterado de lo que sucedía con Tomás, Idunn le había suplicado (prácticamente) a Edrick, que hiciera algo por averiguar más, así que, aprovechando su falta de actividades en esos días, había aceptado y Max lo acompañaba ocasionalmente. Habían visto varias cosas y tomaron fotos para sacar de la negación a la pelinegra, así que lo estaba tomando bien. No le había puesto punto final a la relación, quería tener lo suficiente para poder restregarle en la cara y que no pudiera negárselo.

●●●

Max solía ser ese amigo que iluminaba la vida de los demás, incluso cuando su vida estuviera desbordándose. Era la única persona a la que Edrick toleraba aun con el centenar de preguntas que soltaba cada tres horas, habían crecido juntos y se mantenían el uno al otro, a pesar de que ambos llevaban vidas distintas. Mientras el castaño era el consentido de papá —al menos le daban lo necesario y complacía algunos de sus gustos—, el rizado veía como sus padres consentían a su hermana y él vivía en su propio mundo.

En carácter igual, Max era risueño a más no poder, Edrick era la seriedad andando, y quizás se debía a la historia de su pasado o simplemente, ya eran así. Llegaron al instituto y las chicas aún no habían salido, por lo que esperaron dentro del auto.

   —¿Has usado la motocicleta?

   —Sí, ¿por qué?

   —Duda. ¿Con Idunn?

   —No, las veces que hemos salido, ha sido en este nene —dijo haciendo referencia al vehículo.

   —Entiendo.

   —¿Pasa algo?

   —Pensando en cosas románticas que podrías hacer, pero creo que tienes todo controlado, ¿no?

   —Me extraña.

   —Perdón, señor perfecto. Aún no me explico cómo fue que de la nada ya tenías pareja y no me refiero a una de juego —el castaño alzó las cejas y una sonrisa se dibujó en su rostro—, o sea, un día yo te estaba diciendo que no podría ser más tu pareja de juego y de la nada ¡boom! —golpeó sus palmas contra sus muslos—. Ya tenías pareja, y me refiero a una novia.

El castaño rio, agradecía tener a Max en su vida, estando con él, los pensamientos oscuros, desaparecían —menos cuando hablaban sobre eso—. El otro chico tomó un semblante serio y le dijo:

   —Edrick.

   —¿Qué pasa?

   —Estás haciendo esto, ¿por ella o por lo de ya sabes?

   —No quiero hablar de eso —contestó, tomando la seriedad habitual.

   —Estas últimas semanas has dejado de jugar con la frecuencia que lo hacías y estoy seguro que no es por tu novia. ¿Qué pasa?

   —Lo mismo de siempre —el otro movió su cabeza en señal de aprobación—, tú sabes que suele pasar cada cierto tiempo.

   —Entiendo, bueno. Ya sabes que estaré para cuando lo necesites, depende de los horarios que me dé tu papá, tal vez podamos ya sabes —se inclinó en el asiento y pasó su brazo sobre los hombros del castaño—, volver a las andadas. No hablo de ser pareja de juego, sino dedicarnos a jugar ocasionalmente, al menos yo.

   —Me parece bien. Vamos —dijo y salió del auto.

Idunn, Young-mi, Elliot y Nina salían juntos del edificio escolar, y no sólo para ellos fue novedad y sorpresa ver a los dos chicos con bermudas, zapatos deportivos y una camisa holgada —un estilo que mostraba la frescura que mantenían los dos—. Tenían casi la misma estatura, el cabello rizado de uno y la mirada oscura del otro resaltaban. La castaña estaba sorprendida de lo que veía, su novio era atractivo y ver al otro chico, le confirmaba el "Cosas de ganadores", sabía que Max era su pareja de juegos «Por algo están juntos, ¡son guapos! Edrick sólo se rodeaba de personas bonitas», pensó y recordó el "Cosas de guapos", que vino a su mente cuando conoció a Cameron.

   —¿Quién es él? —preguntó Elliot.

   —Max —contestó Idunn, sin quitar la mirada de los chicos, ella sabía que el otro había estado ayudando a Edrick, aunque no lo conocía.

   —¿Y él es? —cuestionó nuevamente.

   —El mejor amigo de Edrick.

   —Otro bombonazo —comentó Young-mi.

   —¿Qué tú no tienes novio? —interrogó el moreno, quien aún desconocía lo que pasaba con Tomás—. No haces eso, ¿o sí? —preguntó a Nina y esta negó.

   —Cállate, puedo ver chicos si quiero —respondió con molestia.

   —Nosotras nos vamos, hasta luego —dijo la castaña, estampando un beso en la mejilla de su amigo y de Nina.

   —Adiosito —se despidió la pelinegra.

   —Hay algo que no me convence con estas dos —le dijo a su pareja.

   —Yo creo que o te convences o empiezas a darte cuenta que ellas, al igual que tú, han crecido y tienen derecho a hacer lo que quieran. Ellas no te cuestionan si tenemos sexo o no, si usamos protección o no, además —hizo una pausa— tú y yo sabemos que Tomás no es un santo y si no lo has aceptado, es porque al igual que Young-mi, no has abierto los ojos.

La discusión entre ellos se mantuvo hasta donde se ubicaba el auto de él. En cuanto a Idunn, se acercó dejando un beso en la mejilla del castaño y abrazándolo con naturalidad, él correspondió al gesto y depositó un beso en la cabeza para luego mostrar una linda sonrisa, esperaron que la asiática se acercara hasta donde ellos estaban y él habló.

   —Chicas, él es Max, mi mejor amigo —indicó—. Max, ella es Idunn, mi novia —señaló a la castaña—, y ella es Young-mi, la mejor amiga.

Se presentaron y subieron al auto, la castaña había tomado más confianza en cuanto a su relación con Edrick, entendió que si quería cumplir con el reto, tenía que mantenerlo por el tiempo que sus padres habían establecido o al menos, lo más que se pudiera, eso no restaba la molestia que le llegaba a causar en ocasiones.

   —¿Puedo? —preguntó apuntando el mando de la música.

   —Dale —dijo él y ella decidió conectar su celular al aparato y Max volteó a ver al castaño cuando la música comenzó a reproducirse.

   —¿Lista? —preguntó la asiática y cuando las letras tomaron el ambiente, la voz de ambas se apoderó del vehículo.

Ellos sólo reían al ver como dejaban todas sus fuerzas en el canto y con la llegada del coro las voces estallaron los oídos de ambos.

You got me

너를 보며 꿈을

I got you

칠흑 같던 밤들

서로가 서로의

같은 말을 하고 있었던 거야 우린

가장 깊은 밤에 빛나는 별빛 (oh oh oh oh, oh oh oh, oh oh oh oh)

Luego de llenar el auto con las letras de Mikrokosmos, ellas soltaron un suspiro profundo o exagerado, como había pensado Edrick, y ellos dejaron escapar una sonora carcajada.

●●●

Después de recorrer las calles de la ciudad con los altavoces reproduciendo canciones que elegía la castaña, terminaron en una pizzería y las carcajadas no pararon incluso al entrar al lugar.

   —Tomen asiento, nosotros ordenaremos, ¿va? —dijo el castaño y ellas asintieron.

   —Tu novia no tiene mal gusto musical.

   —No, para nada.

   —Vaya, hace mucho no me reía tanto —comentó el de cabello rizado, cuando estaban en la fila para ordenar.

   —Creo que estamos igual.

   —Yo creo que tú has empezado a reír con más frecuencia ahora que ella llegó a tu vida.

   —No digas tonterías.

   —¿Por qué deberían serlo?

   —Sólo es una novia, tampoco es que sea más que eso —la cara de desaprobación de Max, hizo que el otro pusiera los ojos en blanco.

   —¿Qué te sucede? Estabas tan ¡yei! Y ahora estás tan ¡bah! —habló Max.

   —¿Qué quieres?

   —Que me digas qué diablos te sucede, claro que es más que eso, es la primer chica a la que veo que sí le interesas y parece que a ti igual —«Si supieras», pensó—, pero por lo que dices, parece todo lo contrario.

   —Es una novia, Max —dijo cansado—. Tú más que nadie sabe qué pasa con las novias que he tenido.

   —Sí, tus demás novias han sido como tres y si no han durado es porque no logran sacar tu culo de la silla de juego —habló exaltado—. Y con esta chica —señaló a la dirección por donde se había ido la aludida—, veo que las cosas están siendo diferentes. Así que no me salgas con que eres un ojete y dale la importancia que ella merece y da tiene hacia ti.

   —Como sea —respondió el otro.

Ante la respuesta que obtuvo, le propinó un golpe en la cabeza y el otro se quejó y dejó ir varios de los mismos a su amigo. Al llegar a la caja ordenaron lo que antes habían acordado y se retiraron cuando indicaron que un mesero se encargaría de llevarles la comida.

Las chicas estaban comentando cosas sobre la escuela y con la llegada de ellos cambiaron el tema. Young-mi estaba ansiosa por saber lo que había logrado conseguir el castaño y este lo notó, entonces habló:

   —A lo que veníamos.

   —A comer —añadió Max y ellas rieron—, digo, a mostrar las pruebas.

   —Tenemos esta carpeta con fotos de los días anteriores y acá están las de ahora —dijo mostrándole un celular—. Max tiene varios contactos, así que, se nos facilitaron las cosas.

   —Vaya, son unos genios —murmuró Idunn, mientras la pelinegra observaba todo lo que le habían dado—, los felicito.

   —Nosotros siempre —contestó Edrick.

   —Gracias —se limitó a decir el otro.

Fueron interrumpidos por la mesera que traía las pizzas, quien no pudo disimular su interés por los chicos.

   —Cariño, ¿me sirves? —dijo la castaña, pasándole la bebida a Edrick, quien ocultaba sus ganas de reírse y tomó la botella.

Edrick ya se había dado cuenta que Idunn "no lo celaba", eso decía ella. Pero en el tiempo que llevaban juntos se había percatado que sus mejillas se inflaban levemente y torcía los ojos cuando una chica se le acercaba, insinuando algo o cuando no quitaban la mirada de él. Ella sabía que admitirlo era darle más alimento a su enorme ego, pero no toleraba el descaro de las chicas, esas a las que no les importaba que ella estuviera con él, para andar de lanzadas y no eran celos, sino que trataba de darse su lugar, a pesar de que fuera un reto.

Comieron y Young-mi ya no tenía lágrimas por derramar, Max estaba enternecido con la chica y aunque no la conocía, no le parecía justo que llorara por un tipo que no la valoraba. Si algo compartían Edrick y él era el desprecio por aquellos capaces de engañar y jugar con los sentimientos de la otra persona. A su mente vino el recuerdo, de aquella tarde en la casa del árbol, siendo muy pequeños hicieron un juramento.

   —Juro solemnemente —dijo el ojiazul, recordando las palabras que mencionaban en los eventos patrios—, que yo, Edrick Meyer.

   —Y yo, Max Donovan.

   —No haremos daño a ninguna chica cuando seamos grandes, no le romperemos el corazón a ninguna persona y ayudaremos a evitar que alguien sufra porque se fue con otra persona —dijeron los dos.

En aquel entonces, Edrick mencionaba que su mamá le había roto el corazón a su papi, que a él le había hecho daño y que ahora ambos sufrían porque ella se había ido. Max lloraba al ver a su amigo en aquel estado, de manera que le propuso realizar un juramento —alguna vez había visto algo similar en la televisión—, y a pesar de la corta edad que ambos poseían, recordaban con claridad su pacto.

●●●

De camino a casa prefirieron dejar que el silencio se apoderara del vehículo, ninguno hablaba. La pelinegra les había pedido un último favor, quería ir a la casa de Tomás y ellos accedieron, una calle antes de llegar, Edrick estacionó el auto y ellos optaron por quedarse a esperarlas, mientras la castaña la acompañaba.

Bajaron del auto y comenzaron a caminar, Young-mi había limpiado su cara, lograron eliminar los restos del llanto que había soltado. Una parte de ella estaba dolida por lo que estaba viendo, llevaban 2 años de estar juntos y nunca había tenido una falta con él, fue una buena novia, no lograba entender a qué se debía su accionar. Sin embargo, otra parte estaba tranquila y se alegraba que la incertidumbre de vivir una relación en la que dudaba de muchas cosas, estuviera llegando a su fin.

Estando fuera de la casa y a unos cuantos pasos de alcanzar la puerta, Idunn la detuvo y dijo:

   —¿Estás segura?

   —Sí —contestó con firmeza.

   —Bien, te esperaré allá —dijo señalando una silla plástica que se encontraba en el jardín delantero de la casa.

   —Gracias —le dijo la pelinegra.

Se acercó y llamó a la puerta, la castaña observaba con detenimiento el actuar de su amiga, se habían alejado por un período de tiempo —cuando decidió estudiar desde casa—, pero su amistad no se dañó ante aquello. Sabía que Tomás había sido de gran importancia en la vida de Young-mi, sin embargo, estaba molesta y aunque este fuera una buena amistad, estaba lastimando y viéndole la cara a su amiga.

Una señora abrió la puerta y con una amplia sonrisa recibió a la asiática «De seguro entrarán», pensó Idunn desde su puesto. Y justo eso pasó, sacó su móvil dejándose llevar por la distracción que le ocasionaba.

Mientras que la pelinegra subía a la habitación del novio, quien muy cómodo se encontraba sentado en un pequeño sillón que mantenía frente a la consola de juegos «A pesar de todo, sigue siendo un inmaduro».

   —¡Young-mi! ¿Qué haces aquí? —preguntó con sorpresa, quitándose los auriculares que tenía conectados.

   —¿Qué hago? Quiero hablar contigo, ¿no puedo?

   —Claro, siéntate —dijo, cediéndole el lugar y ella se negó.

   —Seré breve.

   —Bien, dime ¿qué sucede?

   —¿Estás saliendo con alguien más? —preguntó directamente.

   —No, ¿qué te pasa? —su cara se había desencajado y se veía incómodo.

   —Sé honesto, Tom —pidió—. Quiero saber si hay alguien más a quien estés viendo.

   —No digas tonterías, sería incapaz de hacerte eso —dijo, sentándose nuevamente en el mueble.

   —Entonces, mírame a los ojos y niégamelo.

   —¿Para qué? ¿Qué te pasa? ¿Quién te está llenando la cabeza de ideas estúpidas? —soltó exaltado.

   —¿Quién? Creo que la única persona que se ha encargado de eso ¡eres tú! —soltó, perdiendo la calma.

   —¡Déjate de locuras! Si para eso has venido, te pido que te largues.

   —Bien, si tanto te molesta que te diga las verdades, está bien, me voy —dijo—. Pero eso sí, hasta aquí llegó lo de nosotros, bueno —hizo una pausa y con tono sarcástico agregó—, lo mío. Porque veo que te la pasas muy bien los brazos de otra y ya tienes lo tuyo con alguien más.

Colocó unas fotografías sobre la mesa que estaba al lado de la puerta y se fue, la señora en la parte de abajo estaba sorprendida, quería saber qué pasaba y abordó a la pelinegra con varias preguntas, pero la furia le ganaba más que sólo contestó:

   —Fue un placer conocerla, señora —se detuvo—. Lastimosamente, no puedo decir lo mismo de su hijo.

Salió inmediatamente de la casa y ya no había lágrimas que pudieran brotar de sus ojos, la castaña se puso de pie, al instante y caminaron en la dirección donde el auto de Edrick se encontraba. Tomás salió de la casa y gritó varias veces el nombre y algunos de los sobrenombres con los que se refería a ella, pero no voltearon, ante aquello sólo ingresó a la casa con cierto grado de molestia.

El castaño acercó el vehículo y subieron, el enojo era notorio en Young-mi, así que decidieron no hablar sobre nada. Avanzaron varias calles, el silencio se convirtió en su acompañante y aunque a Edrick le gustaban los lugares relajados y sin ruido, el que se había creado era incómodo, así que lo rompió.

   —¿Y ahora? ¿A dónde vamos? —dijo viendo por el retrovisor.

   —Opino que deberíamos ir a dar algunas vueltas por allí, perdernos, ya sabes —comentó Max.

   —¿Opciones? —preguntó.

   —¿Puedes ir a dejarme a casa? —cuestionó la pelinegra.

   —A mí igual —secundó Idunn y su novio la volteó a ver, aprovechando el semáforo en rojo.

   —Lo siento, señoritas —habló él.

   —Oh, oh —soltó el mejor amigo.

   —¿Qué pasa? —inquirió la castaña.

   —Como mejor amigo de Edrick y porque eres la novia de él, se decirte que —hizo una pausa— si él te pregunta "¿a dónde vamos?" lo mejor es que le digas el próximo plan que tienen. Porque de lo contrario, te llevará a alguno de esos lugares que él frecuenta —la cara de confusión de la chica le dejaba claro que no estaba comprendiendo—, Edrick conoce varios lugares, dentro y fuera de la ciudad. No me preguntes cómo, soy su mejor amigo, pero desconozco esa información, además no estoy seguro cómo lo hace, si se la pasa con el trasero pegado en la silla —el castaño le dedicó una mirada seria y esperaba ansioso que el semáforo les diera vía, las chicas rieron.

   —Lo digo en serio, Edrick —dijo Idunn, ignorando lo que había explicado el de rizos.

   —Yo que tú —bajó el volumen— dejaba de intentar darle órdenes, y mejor sujétense muy bien.

La avenida estaba vacía, ningún carro transitaba a esa hora, a pesar de tratarse del primer día de trabajo, el semáforo tiró la luz verde y Edrick pisó el acelerador. El auto rugía y los gritos llenos de adrenalina, mezclados con risas y motivaciones por parte de Max, llenaban el ambiente.

Avanzaron por varios minutos, habían perdido la orientación y no estaban seguras de dónde se encontraban, mientras el otro chico sólo se reía ante lo que estaba pasando. En una esquina Edrick disminuyó el pasó y viró, siguiendo su camino con menos velocidad, la salida de la ciudad estaba próxima y eso les hizo saber a las chicas, en dónde se encontraban.

   —¿A dónde vamos? —preguntó la castaña.

   —No preguntes —dijo tajante.

   —Si tú le hubieras dicho a dónde nos dirigíamos, no estaríamos con una gran incógnita en la cabeza de hacia dónde vamos.

   —¿Tú no sabes tampoco? —habló Young-mi y Max negó.

   —¿Nos estás secuestrando? —cuestionó Idunn.

   —Te he dicho que no preguntes —respondió Edrick y ella vio al chico que estaba al lado, quien sólo alzó los hombros.

Salieron de la ciudad y algunos minutos más tarde se estaban adentrando a un camino rodeado de árboles, Max había optado por colocar un poco de música, para hacer más ameno el viaje. Ellas sólo se observaban entre sí y no dejaban de ver al que conducía, Idunn estaba llamándole "Idiota", mentalmente.

Después de un rato, el de ojos grises estaba estacionando el auto frente a una casucha vieja, que tenía un pequeño estanque donde flotaban algunas hojas. Apagó la música y luego el auto, se quitó el cinturón y todos supieron que era el momento de bajarse del auto.

   —¿Qué es esto? —preguntó Young-mi.

   —Uno de los mágicos lugares que conoce Edrick.

   —¿Mágicos? —dijo la castaña.

   —Sí, siempre he dicho que debería escribir un diario en el que relate cómo y qué encuentra en este tipo de lugares que descubre mágicamente —comentó el rizado.

   —Y siempre respondo que lo olvide.

   —¿Cómo lo conoces? —indagó Idunn.

   —Aquí vamos —les dijo Max, alejándose de donde estaban y con un grito agregó: ¡Tú sólo disfruta! ¡Que él no confiesa nada!

   —Vamos, Max tiene razón —las invitó a acercarse al estanque.

El chico no decía gran cosa, pero en aquel momento traía una sonrisa genuina, la que para Idunn, era imposible pasar por desapercibida. Max no dejaba de detallar el actuar de ambos, a distancia los estaba observando, hasta que su actividad fue interrumpida por la pelinegra, quien se sentó a su lado, sobre el tronco caído en el que estaba reposando.

   —Se ven encantadores, ¿no lo crees? —dijo ella, rompiendo el silencio.

   —Vaya que sí, no suelo ver con esa sonrisa a Edrick.

   —Ah, ¿no? —preguntó ella, viéndolo.

   —No, bueno... cuando venimos a sitios así, suele pasar, pero no es tanto.

   —¿Qué quieres decir?

   —Que se están haciendo bien —comentó—, ambos... tu amiga lleva una mirada triste y he notado que, cuando está conviviendo de esa forma con él, se le desaparece. No sé si sean ideas mías, pero te seré honesto, yo no me equivoco.

   —Pero si es la primera vez que la ves.

   —La primera vez que convivo con ella y contigo —mencionó—, pero la he visto en otras ocasiones, sólo que no se habían dado cuenta de mi presencia —dijo risueño.

   —Entiendo —contestó ella.

   —¿Cómo te sientes? Edrick suele venir a lugares como estos para entrar en un mejor ambiente con él mismo, hace lo mismo conmigo —confesó—. Supongo que ha sido por eso que decidió traerlas.

    —Me siento bien —admitió la pelinegra—, creo que saqué lo que debía sacar con esa carrera que dimos en la avenida —él rio—. Gracias por todo.

   —No me agradezcas a mí, hazlo con él —señaló a su amigo.

   —Creí que no me ayudaría —confesó ella—, se ve tan maduro, que llegué a pensar que diría que estaba con ideas de niña.

   —Eso es Edrick, serio, difícil de tratar en ocasiones, es demasiado maduro para nuestra edad, pero es un tipo grandioso, sé que, aunque él no se hubiera dado cuenta de nada, si se lo pedías, él igual lo haría.

   —¿Por qué?

   —Es Edrick, es una gran persona —contestó él y desvió el tema.

Idunn veía al castaño con detenimiento y reaccionó cuando el comentó:

   —Deja de babear, que harás otro estanque —y soltó una risa leve.

   —No estoy babeando.

   —Me di cuenta que no dejabas de verme, desde hace unos... ¿5 minutos? —dijo divertido.

   —¡No mientas! —chilló.

   —No me molesta que me veas —acortó la distancia que los separaba.

   —Pues no te estaba viendo —respondió ella, dándose la vuelta.

Se encontraban recostados en una pequeña cerca que daba al estanque, él la rodeó para quedar frente a ella y agregó:

   —¿No? Vaya, entonces estoy ciego.

   —Seguramente, ves cosas donde no las hay, así como cambias de actitud cada que se te da la gana.

   —¿Te molesta? —dejó escapar una carcajada—. Recuerda que soy un fastidio, ¿no?

   —No olvido que eres el ser más fastidioso —señaló ella—, pero eres tan raro.

   —¿Raro? —enarcó una ceja—. ¿Por qué?

   —Cambias de actitud, como cambia el color de tus ojos —nuevamente soltó una carcajada que llamó la atención de los otros.

   —Quizás se debe a eso —dijo risueño.

   —¿Crees eso? —preguntó la castaña—. Tendría mucho sentido, ¿por qué sería así?

   —Eres un poco boba —rio bajo—, no se debe a eso, al menos no exactamente, novata.

   —Qué molesto eres —indicó.

   —Lo sé, lo has mencionado antes —dijo reposando sus brazos y espalda en la valla, con la vista en dirección contraria a ella.

   —¿De qué color son tus ojos? —preguntó, era una duda que la estaba matando, desde días atrás.

   —Vaya, eres mi novia y no sabes el color de mis ojos —fingió verse afectado.

   —Es que cambian —contestó, recostando su espalda en la cerca, y ahora ambos veían en la misma dirección.

   —También sé eso, son mis ojos.

   —Yo sé que lo sabes, pero tengo duda porque no sé qué color son con exactitud.

   —Si te fijas bien, te darás cuenta —dijo colocándose en un tramo donde el sol quedaba sobre su cara.

   —Ahora se ven de un tono ¿verdoso? —habló con duda y él rio.

   —No son de ese color —contestó con diversión en su tono.

   —¿Entonces?

   —Según tú, ¿de qué color son?

   —Los he visto azules, azul grisáceo, grises y verdosos —la inseguridad en su respuesta era notoria.

   —Ibas bien —ella volteó a verlo—, mis ojos son gris azulado, gris verdoso, grises, azules, cualquiera. Depende mucho de la luz o incluso del tipo de ropa que utilice.

   —¿Es eso una enfermedad? —preguntó curiosa y él volvió a reír.

   —No es una enfermedad, al menos no la mía.

   —No entiendo —dijo sincera.

   —Mira, depende mucho de la cantidad de melanina que posea, algunos señalan que se debe a una enfermedad, estado de ánimo, luz o edad, y como ya te dije, del tipo de ropa —indicó—. En mi caso, Dick ha dicho que mis ojos originalmente se creía que eran grises, hasta que con el tiempo se dieron cuenta que eran azules, esto se lo atribuyeron al cambio de tono que suelen tener los bebés, pero pasados los dos años, sabiendo que a esa edad ya no era normal y que mis ojos se veían azules, otras veces grises, algunas gris verdosos, me hicieron exámenes y llevaron con un oftalmólogo.

   —¿Entonces no es una enfermedad?

   —No, no es una enfermedad, novata.

   —O sea que eres el chico de ojos locos —bromeó.

   —Supongo —dijo restándole importancia.

   —Quiere decir...

   —¿Qué?

   —Que sí depende de tu carácter.

   —De mi estado anímico —corrigió.

   —¡Ja! No estaba mal lo que dije —habló victoriosa.

   —Es lo que dicen por allí, pero no sabemos si es cierto.

   —¿Ahorita cómo te sientes?

   —Hastiado, preguntas mucho —dijo riendo y colocándose frente a ella.

   —Tus ojos son verdosos cuando estás hastiado —bromeó y rio—, lo anotaré.

   —Eres boba, novata —también rio y colocó sus manos sobre la cintura de la castaña.

   —Y tú un fastidioso, ojos locos —rieron ambos.

   —¿Y ahora qué color tienen? —preguntó, sin dejar el toque de gracia.

   —Hmm —movía su boca de un lado a otro—, ¿grises?

   —Entonces están grises cuando estoy atrapado en el hechizo del tono ámbar de tus ojos.

El rubor se tomó las mejillas de Idunn, quien sólo bajó la cabeza quedando con su vista fija en el colgante que él traía puesto.

   —Mírame —pidió él y ella negó—, ¿qué pasa? No voy a besarte, novata, a menos que tú lo quieras.

   —Tu colgante —dijo ella, tomándolo con una mano y la otra posándola en el torso de este.

   —¿Qué tiene?

   —Es como el mío —y tocó el collar que en la premiación él le había regalado—, pero tiene una "I".

   —Quizás sea por Iguana —bromeó él y ella dio una palmada en su pecho—, ¿por qué más sería?

   —¿Invencible?

   —Idunn, pensaba en una "N", pero si tú tienes la "E", era mejor tener tu inicial.

   —¿N? —preguntó confundida, viéndolo directamente.

   —Ajá, "N" de Novata.

   —Qué gracioso eres —soltó sarcástica.

   —No lo dudo —contestó.

   —¿Por qué? —preguntó con curiosidad, sin dejar de verlo.

   —Para traer algo que haga ver que estoy contigo, algo tuyo. Por así decirlo.

   —Pero no es mío.

   —Pero trae tu letra, novata.

   —Qué lindo —murmuró.

Y terminando la palabra estaba, cuando él con sus dedos le alzó el rostro. Aquella mirada de diferentes tonos, pero en la que ahora predominaba el gris, conectó con el ámbar de los ojos de la castaña. Sus mejillas estaban coloradas y mordía internamente su mejilla, él no dejaba su semblante serio. Poco a poco fue reduciendo la distancia entre ambos rostros, Idunn estaba en shock, no sabía que hacer, a sus diecisiete años aún no había dado su primer beso y él ya había tenido novias anteriormente. Edrick había prometido que no la besaría a menos que ella estuviera lista, pero ya había pasado un mes desde que iniciaron la relación y aunque, no le era tan importante tener que besarla frente a otros o sin nadie, consideraba que si se trataba de un juego en el que se debía ver como un buen novio, tenía que provocar el primer beso y que se viera especial.

   —Debes respirar —susurró él, a pocos centímetros de la boca de ella, al notar que no estaba respirando bien.

   —Edrick —habló por lo bajo.

   —Tranquila, no lo haré si no quieres —recordó que siempre había sido respetuoso en ese sentido.

   —Es que no he dado mi primer beso —confesó y trató de bajar su cabeza, pero él se lo impidió.

   —Entonces intentaré que sea especial e inolvidable —comentó.

   —Eres muy —hizo una pausa—, muy tierno.

Seguido de esto, él acabó con la distancia que los separaba, sus labios rozaron los de la castaña quien cerró sus puños sobre el torso del chico. La pegó más a él cuando sus bocas empezaron a acoplarse y llevar el mismo compás, las manos de ella se relajaron y las posó en el mismo puesto.

La cabeza de Idunn daba vueltas, su primer beso había sido con el reto más difícil que pudo aceptar y se sentía bien, tierno, dulce y tranquilo, lento y cautivador «Qué dices Idunn» se reprendía, pero otra parte de ella decía lo contrario «Disfrútalo, de igual forma es tu novio, de alguna manera y ¡ES ENCANTADOR!».

La última vez que Edrick había besado a una chica, fue en una fiesta a la que Cameron los había obligado a ir, una fiesta para nada agradable y el beso no fue la excepción. Ahora, atrapado en los labios de la castaña sintió algo que no había sentido en algún otro momento, tranquilidad. Sabía que no era su novia, al menos no en serio, sólo era un juego, pero admitía que de no ser porque en su mente estaba el hambre de ganar y no estaba dispuesto a cosas de aquel tipo, los labios de la castaña, para otros serían el vicio perfecto para reemplazar los videojuegos.

Fue el grito se Young-mi, lo que los separó, al verla saltar y tener el brazo de Max entre sus manos zarandeándolo, supieron que aquellos habían visto todo el beso o una parte. Idunn bajó su cabeza y el rojo se apoderó de su cara, Edrick reía ante lo ocurrido, tomó la mano de su novia y la llevó hacia donde estaban sus amigos, ninguno dijo nada, pero el castaño no soltó la mano de su pareja por el resto de la tarde, incluso cuando condujo de camino a la ciudad, mandando a Max a la parte trasera del vehículo al lado de la pelinegra.



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¡Hola!  Perdón la demora, he tenido problemas con el internet :// llegué a creer que no podría subirles el capítulo hasta mañana, pero pues, bien se pudo :D (agradezco a mi hermana). Incluso si no subía el cap, mañana les recompensaría con doble.

Espero que les guste demasiado, les soy honesta, este es uno de mis capítulos favoritos <3, está en el top 5 jajaja. 

¿Qué piensan sobre lo que ocurrió? Por otro lado, he estado considerando hacer doble actualización por semana, es decir, seguir actualizando los días lunes y tal vez el día miércoles o viernes. ¿Qué opinan?


Con Amor:Andy 🤍

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