Capítulo 3: Alianzas perrunas y otros ladridos


Frankie se levantó de sopetón, los ojos le centelleaban y su corazón latía a ritmo de infarto. Nico miraba por la ventana, incrédulo. Aún quedaban restos de sangre en el césped, pero no había ningún tipo de rastro que indicase que hubiesen arrastrado a los cadáveres o algo así. ¿Cómo lo habían hecho? Aunque la pregunta era más bien: ¿por qué lo habían hecho?

—Joder, Nico, joder...—se lamentaba Frankie mientras daba vueltas en círculos alrededor de su guardaespaldas. No paraba de tocarse la frente y despejarla de sudor—. ¿Qué es esto? ¿Alguna puta prueba de Jesús o algo así? Dime Nico, ¿soy una mala persona? —preguntó de forma dramática, inclinándose levemente frente al ruso mientras se llevaba una mano al corazón—. Yo creo que no soy una mala persona—repitió—. Os doy trabajo, os cuido... Puede que tenga las manos machadas de sangre, pero joder... tengo que hacerme respetar, ¿sabes?

—Lo sé, Frankie, lo sé. Eres un buen jefe—respondió Nico, comprensivo.

—¿Entonces por qué me tiene que pasar todo esto a mí? No pienso morir de un infarto. Todavía no he llegado a los cincuenta. Tengo media vida por delante. Aún soy joven, puedo tener un hijo, casarme...—Frankie parecía agobiado, incluso había comenzado a abanicarse con la palma de su mano.

—Frankie, relájate joder—dijo Nico de forma enérgica, agarrando a su jefe por los hombros y zarandeándolo levemente—. Creo que este tema te está superando. ¿Tienes algún enemigo?

—¡Claro que tengo enemigos, Nico! Por el amor de Dios, llevo varios años vendiéndole armas a los vietnamitas. Cualquier americano que se precie querría matarme—respondió desesperado.

—Eso no ayuda mucho...—Nico dio un profundo suspiro y se quedó pensativo durante unos segundos. Ayudar a Frankie iba a ser más complicado de lo que parecía—. ¿Y amigo? ¿Tienes algún amigo?

—Tú, Thomson... y... ehh...—Frankie se quedó pesando varios segundos, intentó hablar varias veces, pero se interrumpía a sí mismo por lo que finalmente acabó sonrojado y con la cabeza agachada. ¿Y qué si no tenía amigos? No los necesitaba, era rico. Con el dinero se podía comprar todo, incluso la amistad.

«Eres un hombrecillo triste y solitario», pensó Nico. Llevaba junto a Frankie casi diez años y había vivido de todo junto a él: su primer amor, su primera muerte, su primera raya de coca... pero aquella era la primera vez que veía a Frankie tan hundido. Era un hombre simple de ideas simples así que toda aquella situación tan extraña lo había vuelto totalmente paranoico en poco tiempo. Y para más inri Frankie no es que tu viese una gran labia ni dotes sociales, por no hablar de que era realmente desconfiado. Así que no sabía a quién recurrir y se sentía sólo y atemorizado. Nico sabía que a Frankie ya se le había pasado por la cabeza la idea de que alguien quería matarlo, pues no era la primera vez y los síntomas de su locura sólo acababan de empezar.

—Frankie, en serio, hazme caso. Buscaré a un investigador privado, a lo mejorcito de la ciudad—insistió el ruso. Acto seguido le dio una suave palmada en la espalda a su jefe, se colocó los zapatos y mostró una de esas carismáticas sonrisas que sólo los más afortunados habían llegado a ver—. Confía en mí. ¿Cuándo te he decepcionado?

Frankie asintió y lo dejó marchar. Ciertamente Nico jamás lo había decepcionado. Incluso en sus disputas con Skyler, Frankie sentía que era un hombre en quién se podía confiar. Tenía fe ciega en él, justo lo que Nico quería.

(...)

—Eres un pequeño hijo de puta manipulador—comentó sonriente la rubia, quien ataviada con una larga chaqueta esperaba a su acompañante sentada en uno de los bancos de piedra del Frink Park, no muy lejos de la mansión de Frankie—. Me gusta...—confesó de forma pícara, acariciando el muslo del ruso—. ¿Está desesperado?

—Jamás lo he visto tan angustiado—confesó Nico.

—Eso nos dará cierta ventaja. Sólo falta que suelte dónde está la pasta. Y después... seremos ricos... ¡ricos! Podremos salir de este sitio de mierda y tener una buena vida. Oh, dios mío, y mi madre que pensaba que jamás saldría de puta.

Skyler miraba al cielo con un brillo triunfal en su mirada. Se imaginaba a sí misma en una gran piscina rodeada de hombres musculosos y semidesnudos abanicándola con hojas de palmo mientras se bebía un buen Martini. Ella estaba hecha para tener una buena vida, no para estar lamiéndole la polla a un mafiosillo de poca monta con una insana obsesión por los culos grandes. Ella era una gran mujer, una que tendría que estar en algún lugar dando órdenes y siendo mimada. Ella debería tener un castillo para sí misma, con montones de sirvientas y su propio harem.

Entonces desvió su mirada hacia Nico y suspiró... Nico también compartiría su castillo, tal vez sólo la piscina o la puerta principal... Podría formar parte de su harem, aunque bueno, no es que Nico fuese feo, pero siendo tan rica podría tener opciones mejores. Pero ahí estaba, sentado a su lado, el hombre con el que mantenía aquella especie de relación amorosa. En fin, comparado con el resto de hombres de su vida era una perita en dulce, así que aquello que tenían... bueno... podría llamarse «amor» o algo así. En general Nico se portaba muy bien con ella, era todo un caballero cuando se lo proponía, pero también era bastante celoso y a Skyler le encantaba explotar ese lado suyo. Siempre que podía le describía a Nico sus encuentros sexuales con Frankie hasta hacerlo explotar y acabar en una disputa. Era tan adorable cuando se sonrojaba y tan sexy cuando la amenazaba... Lo que más le gustaba a la rubia era insinuarle que él podía unirse cuando quisiera a esos encuentros. Total, siempre estaba vigilando la puerta y los escuchaba. Además, con la estrecha relación que mantenía con Frankie seguro que a éste no le importaría... Skyler sabía que, al menos Nico, sentía cierta curiosidad por el tema y a ella, por su parte, le encantaban las situaciones morbosas. El día que Nico se la chupó a Frankie fue el culmen de todas sus perversas fantasías, por muy traumatizado que éste quedase después de eso. Admitía que había sido ella quién le insinuó a Frankie que un castigo así podría ser adecuado para alguien que no paraba de denigrar su posición como puta. Y, sin duda alguna, fue un castigo realmente efectivo. A partir de ese día Nico siempre se sonrojaba cuando alguien hablaba de pollas. A saber qué pasaría por aquel extraño cerebro ruso.

—No será tan fácil, creo que ni el propio Frankie es consciente de que tiene esa pasta. Sólo sabemos que alguien ha venido a buscarla—Nico comenzó a mirar también al cielo. Estaba serio y dubitativo. Todo aquello era demasiado extraño—. Y nos tiene que conocer realmente bien para saber que estábamos dispuestos a traicionar a Frankie por una buena parte. Joder, está todo tan meditado que incluso me asusta...

—Lo siento, pero yo no soy de las que dicen que no a las cosas gratis. Además, menudo susto que os llevasteis cuando os encerré ahí dentro. Ver vuestras caras... eso no está pagado con dinero, Nico.

—Podrías haber avisado—comentó el ruso en un suspiro.

—Tenía que improvisar, joder. Frankie iba a pillar a nuestro contacto con las manos en la masa y encima estaban los de la puta CIA tocando los cojones y los perros seguían fuera. Agradece tener a una chica tan ingeniosa a tu lado—Skyler le dio un suave codazo al ruso y le guiñó un ojo de forma pícara.

Nico se acomodó en el banco y sacó una caja de cigarrillos de su camisa, ofreciéndole uno también a la rubia, quien lo aceptó sin demasiadas pegas. Pronto el sonido de sus suspiros se unificó y un largo e incómodo silencio se apoderó de sus labios.

—Tenemos que actuar, Sky. Hay más interesados en todo este asunto. En las grabaciones de las cámaras de seguridad han aparecido cosas muy raras...

—¿A qué te refieres con cosas raras? —Skyler alzó una ceja y comenzó a mirar de forma curiosa e inquisitiva a su acompañante. Estaba expectante por saber la respuesta a aquella pregunta.

—Había un grupo disfrazado con máscaras de Nixon y un chino ninja o algo así...—Nico comenzó a frotarse la frente con el dorso de su diestra; le había costado la misma vida decir aquella frase sin que pareciese un chiste.

—¿Qué mierda te has fumado, Nico?

—Nada, coño. Es cierto, el gordo de Thomson no paraba de hacerse el gracioso. Ya sé que suena muy raro, pero lo he visto, ¿vale?

—Vale, vale. Te creo—Skyler depositó un suave beso en los labios de Nico y le limpió con el pulgar los restos de pintalabios que le había dejado—. ¿Y qué se supone que tenemos que hacer ahora?

—Buscar a un idiota para que Frankie esté contento y nosotros podamos investigar por nuestra cuenta. Lo he convencido para que me deje escogerle un detective privado. Pero no le podemos contar nuestro plan por si se va de la lengua, por lo que no tiene que ser muy listo. ¿Quién es el mayor fantasma de Washington del que nos podamos aprovechar?

(...)

Jack Lewis se había levantado aquella mañana de buen humor. No tenía sífilis, ni sida ni ningún indicio de enfermedad venérea. Sin duda, aquel iba a ser un gran día. Lo percibía en el aire, en el olor a humo mañanero, en sus calzoncillos y en las bragas que le había robado a su última acompañante. Nada como el olor de unas buenas braguitas sucias para empezar la mañana con buen pie. Se preparó un café bien cargado con unas gotitas de whisky y se dio una ducha de agua fría mientras observaba la habitación de la tetuda pelirroja que tenía por vecina por ese agujero discreto y casual que había en su baño. Sí, ese agujero milimétricamente medido para que coincidiese con el hueco entre dos muebles y que casualmente tenía acceso directo a la habitación de la chica. ¡Estos edificios antiguos y sus desperfectos! Quién los puede remediar...

Tras descargar el arma de su soldadito, Jack decidió ponerse en marcha. Su secretaria, Cherry, le había dicho que tenía clientes. Le encantaba que Cherry lo llamase al teléfono, tenía una voz tan sexy que incluso podía olvidarse de esos kilitos de más y sus patas de gallo. Luego la veía en persona y toda su fantasía se desvanecía. Pero era la única chica que había encontrado dispuesta a trabajar a un par de dólares la hora y a aguantar todos sus comentarios machistas y su continuo acoso laboral.

—Oh nena, me encanta cuando tus llamadas coinciden con mi cuerpo húmedo recién salido de la ducha—Jack comenzó a enredar el cable del teléfono entre sus dedos mientras dirigía su otra mano a su soldadito dispuesto a volver a recargar el fusil. Cherry dio un suspiro.

—Y a mí cuando me llamas acojonado diciéndome que crees que vas a morir de sida. Pero es una pena que luego no podamos cumplir nuestras fantasías, ¿verdad, Jackie?

—Algún día harás muy feliz a un hombre con esas palabras tan bonitas.

—Me halagas—respondió la chica con sarcasmo mientras se limaba las uñas y miraba de soslayo a las dos personas que esperaban en el despacho del detective Lewis—. Ahora mueve tu culito húmedo hacia aquí. Te están esperando.

Cherry colgó el teléfono y comenzó a mirar fijamente a la extraña y extravagante pareja que tenía ante sus ojos. Ella iba vestida como una furcia, con un vestido corto y ceñido que no dejaba nada a la imaginación y unas enormes plataformas plateadas. Él parecía sacado de una película de mafiosos, con aquella cara de pocos amigos y esa enorme cicatriz que surcaba su mejilla. A saber de dónde habían salido. Tal vez querían la ayuda de Jack para sacar un bloque de hormigón casualmente pegado a un cuerpo del fondo de algún río.

—Jack llegará en cinco minutos. Mientras tanto, pueden ponerse cómodos—Cherry les señaló con desgana un roñoso sofá lleno de colillas y manchas de dudosa procedencia.

La rubia se negó a sentarse ahí, mientras que Nico, que ya estaba curado en espanto, decidió acarrear con las consecuencias y sentarse. Se habían pasado toda la tarde paseándose por todos los rincones del gueto en busca de algún pobre diablo con ganas de ganarse unos dólares sin hacer demasiadas preguntas y le dolían los pies. Se llevaron así aproximadamente un cuarto de hora, guardando un incómodo silencio y lanzándole miradas curiosas a Cherry cada vez que se mordía las uñas o decidía mordisquear un poco más su donut hasta que finalmente apareció Jack. Éste entró de forma triunfal por la puerta, ataviado con una capa al más puro estilo Sherlock Holmes y una pipa de burbujas. Cada vez que Cherry veía el numerito se preguntaba cómo ese hombre podía seguir ganándose la vida.

—La solución a vuestros problemas ha llegado. ¿Herencias, disputas familiares, cuernos... asesinatos? Jack el Honrado tiene la respuesta—el moreno le hizo una «disimulada» seña a su secretaria quien, tornando los ojos, se llevó una mano a la mejilla y apretó un botón debajo de su escritorio haciendo que se abriese un pequeño cajón con varios instrumentos extraños fabricados a mano—. Tengo lo último en tecnología espía, como podéis ver...—Jack deslizó su mano por el cajón para mostrarle a sus invitados su maravilloso botín. Éste estaba compuesto por una especie de aparatejo con forma de prismáticos, un accesorio metálico para la mano con forma de guante y un sombrero exageradamente grande que «escondía» una «discreta» cámara espía.

Skyler se aguantó una carcajada; se la aguantó tantísimo que comenzó a toser y Nico tuvo que darle unas palmadas en la espalda. Sin duda alguna, Jack era su hombre.

—Es un asunto relacionado con un asesinato. Confiamos en que sea discreto—se aventuró a decir Nico de forma seria, observando a Jack como si fuese el mejor profesional del mundo para encargarse del tema.

—Por supuesto, soy todo un profesional. Además hago descuentos en asesinatos a las chicas bonitas—Jack lanzó una mirada pícara a Skyler, quien se la devolvió dispuesta a la vez que sorprendida—. Por favor, dígame que está aquí para que la ayude a encubrir su desliz al desenchufar sin querer la máquina que mantenía vivo a su difunto y senil marido.

—Me cae bien este hombre, Nico. Es muy divertido—Skyler esbozó una enorme sonrisa y se apartó de forma sugerente el flequillo para poder observar mejor al tipo que no paraba de piropearla.

—Lo siento, pero ese no es el motivo de nuestra visita—continuó Nico—. Además, la señorita está comprometida—Nico le dirigió una fugaz mirada a Skyler llena de irritación y la sujetó del codo para que se acercase a él.

—No es nada serio—interrumpió divertida, separándose suavemente de Nico. Como respuesta, el ruso soltó un fuerte bufido y la agarró con más fuerza.

—Eso no importa. Venimos a contratarle para realizar una investigación para Frankie Russo. ¿Lo conoce?

—No... creo que no me suena demasiado—contestó Jack, llevándose una mano a la barbilla, dubitativo.

—Es un traficante de armas, uno muy peligroso e importante que le pagará una buena suma de dinero por realizar satisfactoriamente dicha investigación. ¿Entiende? —Jack miró al cielo mientras un par de burbujas se escapaban de su pipa.

—Entiendo. ¿Y sobre qué va esa investigación?

—Sobre el asesinato de unos perros.

—Ah, vale... «perros»—guiño, guiño, codo, codo.

—No, perros de verdad; rottweilers: Lisa, Toby y Scooby. Fueron asesinados hace unos días en los jardines de Frankie y pensamos que podría ser algún tipo de aviso por parte de alguna mafia rival—Nico seguía manteniendo su compostura seria y profesional, pero Jack no paraba de mirarlo como si le estuviesen tomando el pelo.

—¿Y cuánto se supone que cobraré por averiguar quién mató a esos «perros»?

Entonces Skyler se sacó de su escote una pequeña bolsa con un rollo de billetes, de forma que Jack pudiese apreciar bien todos sus encantos, y también el grosor del rollo.

—Aquí tienes cinco mil para empezar, diez más cuando termines el trabajo. ¿Qué te parece, encanto?

Jack agarró el fajo de billetes y lo enterró en uno de los bolsillos de su chaqueta, estiró la mano y miró a Nico con una gran sonrisa. Las pompas de su pipa circulaban libremente por toda la habitación, Cherry se dedicaba a mirar cómo explotaban porque le encantaba ver los finales drásticos de las cosas y Skyler se volvió a ajustar sus dos mejores armas para cualquier imprevisto.

—Trato hecho.

Nota de la autora: Sé que el video es de los 80 pero lo amo y tenéis que amarlo jard como yo ._.

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