Un Sueño Roto: La Esperanza
El día comenzaba como cualquier otro, un cielo azul claro y el sol de la mañana que iluminaba las calles de la ciudad. Mi nombre era Marco, un joven de 17 años que pasaba desapercibido en el bullicio del mundo. Con una complexión media, no era particularmente fuerte, pero mis músculos bien definidos mostraban que cuidaba mi cuerpo. No era un genio, pero siempre lograba sobresalir en mis estudios, lo que me daba cierta reputación entre mis amigos. Mi cabello castaño oscuro, casi negro, caía sobre mi frente, enmarcando un rostro de rasgos normales, con ojos marrones que reflejaban una curiosidad insaciable por lo desconocido.
Narrador: Marco siempre había sentido una atracción inexplicable hacia lo paranormal. Sus paredes estaban cubiertas de pósteres de la Fundación SCP, cada uno detallando criaturas y objetos anómalos que él deseaba entender. Y entre esos pósteres, colgaba su posesión más preciada: un disfraz del Detective Void, su ídolo. Sin embargo, la pieza clave de ese disfraz, la máscara, nunca la dejaba en casa. La llevaba a todas partes, oculta en su mochila, como si una parte de él supiera que la necesitaría algún día.
Era un día como cualquier otro en el instituto. Después de las clases, Marco caminaba con sus amigos, discutiendo los temas que más les apasionaban: los SCP.
Amigo 1:
"El SCP-096 es definitivamente el más aterrador. No puedes matarlo, y si lo ves, estás acabado."
Amigo 2:
"Puede ser, pero el SCP-682 es indestructible. Ni siquiera la Fundación ha logrado destruirlo."
Marco:
"Es cierto, pero si tuviéramos que enfrentarlo, ¿qué haríamos? Tal vez lo congelaríamos hasta el punto de fracturarlo en mil pedazos."
Amigo 1:
"Eso podría funcionar... o tal vez solo lo haría más furioso."
Amigo 2:
"¿Y qué hay del SCP-173? Solo hay que parpadear y... ¡BAM!, estás muerto."
Marco:
"Para ese tendríamos que trabajar en equipo, nunca apartar la vista. ¿Se imaginan ser como el Detective Void y poder enfrentar cualquiera de ellos sin miedo?"
Amigo 1:
"Si tuvieras su poder, Marco, serías invencible."
Después de compartir risas y teorías, Marco se despidió de sus amigos y comenzó su camino a casa. Era una caminata habitual, pero ese día algo se sentía diferente. Caminaba con la mente aún en las discusiones sobre los SCP, sus pensamientos entremezclados con una extraña sensación de anticipación.
Mientras se acercaba a un cruce, algo captó su atención. Un perro pequeño, sucio y con la mirada perdida, cruzaba la calle apresuradamente. Marco se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba al animal que se acercaba peligrosamente a la carretera. Fue entonces cuando lo vio: un camión que venía a toda velocidad, directamente hacia una niña que, ajena al peligro, caminaba distraída.
Narrador:
En ese momento, el tiempo pareció detenerse. Marco sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, y una sola pregunta llenó su mente: "¿La salvo o no?".
Instintivamente, llevó una mano a su mochila y sacó la máscara del Detective Void. La sostuvo frente a él, como buscando una respuesta en el objeto que tanto valoraba.
Marco (pensando):
"Detective... ¿qué harías tú en mi situación?"
Sin esperar respuesta, se colocó la máscara. Al ajustarla en su rostro, un extraño sentido de propósito lo invadió. Tomó una profunda respiración, sintiendo el peso de la decisión que estaba a punto de tomar.
Marco (susurrando):
"Suspiro... Fue una buena vida."
Con determinación, dio un paso adelante, acercándose a la niña mientras el tiempo parecía volver a fluir a su alrededor. Las ruedas del camión se acercaban a toda velocidad, pero Marco no dudó. En un movimiento rápido y decidido, empujó a la niña fuera del camino, salvándola en el último segundo.
El impacto fue inmediato y brutal. Marco sintió el golpe del camión contra su cuerpo como si todo su ser se fracturara al unísono. El dolor era insoportable, una marea de sufrimiento que lo abrumaba mientras el mundo a su alrededor se desvanecía en un mar de dolor.
Narrador:
El sonido de sus huesos rompiéndose resonó en sus oídos, seguido por una bocanada de sangre que se escapó de su boca, manchando la máscara con una macabra sonrisa improvisada. Marco cayó al suelo, su cuerpo incapaz de moverse, atrapado en el dolor y la agonía de sus últimos momentos.
Las voces de las personas a su alrededor se convirtieron en un murmullo lejano, mezcladas con el sonido del tráfico y los gritos de pánico.
Persona 1:
"¡Socorro! ¡Alguien llame a la policía, una ambulancia, rápido!"
Persona 2:
"¡Por Dios, se está muriendo!"
Entre el caos, Marco sintió a alguien acercarse. Con un esfuerzo sobrehumano, giró la cabeza y vio a la niña, llorando desconsoladamente a su lado. La vista de su rostro, empapado en lágrimas, le dio fuerzas para un último acto.
Con su brazo destrozado, levantó la mano y, con un toque suave, acarició la cabeza de la niña.
Marco (débilmente):
"No te preocupes... tú todavía tienes mucho que vivir."
Con esas palabras, una paz inesperada lo invadió. Sabía que su tiempo en este mundo estaba acabando, pero había hecho lo correcto. Una sonrisa se dibujó en sus ojos, la única parte de su rostro visible a través de los agujeros de la máscara, mientras la vida lentamente se escapaba de su cuerpo.
Narrador:
Lo que Marco no sabía, sin embargo, era que este no sería su fin. Su destino estaba lejos de haber concluido, y lo que le esperaba sería mucho más extraordinario de lo que jamás podría haber imaginado.
Marcos despertó abruptamente, su mente nublada mientras sus ojos trataban de enfocarse. Lo que vio lo dejó sin aliento: a su alrededor no había nada más que el vasto e infinito espacio. Estrellas lejanas brillaban débilmente, pero todo lo que lo rodeaba era vacío. El frío silencio cósmico lo invadió, y se sintió pequeño ante la inmensidad del universo. Pero pronto, la confusión se apoderó de él. Al mirar a su alrededor, se dio cuenta de algo desconcertante.
Marcos: "¿Qué? ¿Estoy... en el espacio?" —dijo, casi en un susurro.
De inmediato, intentó jadear, pensando que el vacío del espacio lo asfixiaría. Pero, sorprendentemente, su respiración seguía siendo normal, sin esfuerzo alguno. Esto solo le trajo más preguntas.
Marcos: "¿Cómo... cómo es posible? No puedo estar respirando aquí, debería estar muerto... ¿no?"
Su mente se llenó de mil preguntas, una tras otra, luchando por encontrar una lógica en lo que veía y sentía. Con el corazón acelerado, Marcos comenzó a tocarse el cuerpo, buscando las heridas que había sufrido. Recordó el dolor, los huesos rotos, la sangre... Pero lo que encontró lo dejó perplejo. Su cuerpo había cambiado, ya no era el mismo joven que había sido momentos antes de su muerte. Era más robusto, como el cuerpo de un hombre mayor. Además, vestía unas ropas que le resultaban extrañamente familiares.
Las observó detenidamente: una larga capa negra, con detalles que parecían bordados con motivos que recordaban a antiguos rituales. Bajo la capa, una camisa oscura y pantalones ajustados, acompañados de unas botas robustas. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue la máscara que cubría su rostro. Se llevó la mano a la cara y la sintió: era la máscara del Detective Void, el personaje de su canal favorito.
Marcos: "¿Entonces... morí?" —dijo en voz alta, sin demasiado interés, como si ya hubiese aceptado su destino—. "Bueno, no se puede hacer nada más que aceptar que morí."
Suspiró con resignación, recordando lo que siempre había escuchado sobre la muerte.
Marcos: "Pero, ¿no se suponía que si eras bueno ibas al cielo y si eras malo, al infierno?"
Sus palabras resonaron en el vacío, sin obtener respuesta alguna. Marcos intentó quitarse la máscara de su rostro, pero por más que lo intentó, parecía pegada a su piel.
Marcos: "Genial, seguramente se pegó a mi cara... ahora tendré que buscar a un doctor para que me la quite, aunque seguramente dolerá."
Frustrado, miró a su alrededor buscando alguna referencia, algo que le diera una pista de dónde estaba, pero todo lo que podía ver era el infinito vacío del espacio.
Marcos: "Hablando de cosas extrañas... ¿por qué estoy en este lugar si morí? ¿O acaso esto es lo que se ve después de morir?"
De nuevo, no obtuvo respuesta, y dejó de lado esas preguntas, refunfuñando mientras trataba de aceptar la situación. Pasó lo que pareció ser un tiempo interminable. Días, semanas, meses... quizás años. No podía estar seguro.
Con el tiempo, la soledad comenzó a afectar su mente. Se sintió atrapado en su propio infierno personal. Hubo momentos en los que casi perdió la razón, y fue en esos momentos de desesperación cuando descubrió que tenía poderes. Podía respirar en el espacio, algo que ya sabía, pero también podía condensar el vacío del cosmos y moldearlo en armas: espadas, cuchillos, y hasta armas de fuego, todas más poderosas que las que había conocido en su vida pasada. También podía crear figuras: peluches, esculturas, cualquier cosa para distraerse de la soledad que lo consumía. Pero con el tiempo, su inestabilidad mental lo llevaba a destruir todo lo que creaba.
La locura lo llevó a desarrollar otra personalidad, a la que llamó Negavit. Negavit era un reflejo de sí mismo, pero más calculador, serio, y a menudo, cascarrabias. Mientras que Marcos, a pesar de la locura, intentaba mantener un aire alegre y enérgico, Negavit era su contraparte más oscura.
Marcos: "Ja, ja, ja... ¡por fin te gané, Negavit! ¡En tu puta cara, maldito!"
Negavit: "Cállate, adoptado."
Marcos: "El que lo dice, lo es."
Negavit: "Toma." —Negavit le da un golpe en la cabeza.
Marcos: "¡Ahu! Eso dolió."
La escena era surrealista. Marcos, solo en el espacio, hablando consigo mismo mientras movía las piezas de un tablero de ajedrez imaginario. Se sobaba la cabeza donde Negavit, es decir, él mismo, lo había golpeado. Pero entonces, una repentina claridad lo asaltó.
Marcos: "¿Ha? ¡Ha! ¡Je, je...!"
Comenzó a llorar, lágrimas mezcladas con una risa desquiciada.
Marcos: "Otra vez comencé a hablar solo... ¿Cuántas veces van? ¿Un millón? ¿Un trillón? ¿Un quintillón?" —se reía como un demente, pero de repente se tranquilizó—. "Estoy harto... como quisiera volver a ver a mi familia, a mis amigos. ¿Seguirán vivos? ¿Me recordarán?"
Su tono cambió, la locura se mezclaba con la tristeza. La soledad lo había consumido casi por completo, pero en ese momento, algo extraño comenzó a formarse a sus espaldas. Marcos sintió una atracción magnética, algo que no había experimentado en todo el tiempo que llevaba allí. Se dio la vuelta y lo vio: un extraño portal, fluctuando en medio del espacio.
Marcos: "N-n-no p-p-puede ser... ¿es esto un p-p-portal?" —susurró, con la voz temblorosa—. "¿Esto me podría llevar a casa?"
Decidió acercarse con cautela, activando su poder de moldear el vacío. Formó una especie de palo largo y lo introdujo en el portal. Al sacarlo, vio que estaba completamente intacto.
Marcos: "Mmm... la vara no sufrió daño. Quizás esto sea una salida de este infierno personal."
Sin pensarlo demasiado, y con un impulso desesperado, Marcos corrió hacia el portal y se lanzó a través de él, saliendo finalmente de ese lugar que lo había aprisionado durante tanto tiempo.
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