Yo El Rata, Mi familia - Parte II de la saga Mon




RATA

Primero, quiero huir y escapo de sus manos.

Pero su risa alegre ante el contacto de mis patitas con el agua tibia casi llenando la tina, que provoca que me sacuda integro y empape a mi nueva mamá humana me calma, porque no entiendo nada.

- Solo una duchita para sacarte la mugre, Ratita... - Se sienta sobre sus talones en el piso y me dice desde mi rincón que escapé.

No entiendo.

Inclino mi cabecita causando otra vez, que una de mis orejitas tape uno de mis ojitos sin dejar de mirar a mi mamá nueva.

¿O sí, entiendo lo que me dice?

Pero capto, que no me quiere lastimar y me dejo llevar por ella otra vez al agua.

Y pataleo, porque esa agua empieza a cubrirme.

Miedo.

Y quiero huir otra vez.

Pero la caricias de mami Vangelis me quieren calmar, mientras me dice cosas lindas y besa mi frente sin dejar de echarme más agua como algo que sale de una botella.

No sé, lo que es.

Pero hace espuma en mi lomo y percibo un olor.

Me agrada.

Es dulce.

Como algo masticable.

- Es champú y te lo dolerá la barriga si te lo comes, Rata... - Ríe, al ver que lamo esa espuma mientras me enjuaga.

Y yo cierro mis ojos.

No por el sabor, que pese a su rico aroma tiene razón.

Su gusto espumoso, no es así.

Sino.

Por la lluvia tibia que ahora cae sobre mí.

La siento agradable y yo vuelvo a sacudirme otra vez, hasta la puntita de mi rabito.

Pero con más vigor.

Causando que moje más donde estamos y mi mami vuelva a reír con ganas, mientras se cubre con su brazos cruzados contra ella por el agua que descargo.

Y yo río también, feliz y con un gran ladrido moviendo mi colita.

Y más cuando, un.

- ¡Mira que guapo estás, Rata! - Me dice emocionada, mientras pasa por mi lomo una toalla para secarme. - ¡Si hasta brillas y hueles a jabón! - Exclama y yo muevo más mi colita dejándome abrazar y que huela mi cabecita, seguido de encender una cosa que hace que mi pelaje con él en su mano, lo seque.

Y yo, quede limpio y suavecito.

La miro sentadito y expectante mientras guarda eso en su lugar y acomoda algo donde estamos.

Pero se detiene de sus quehaceres, al sentir voces que vienen de otro lado y más abajo.

Se inclina y me mira emocionada.

- Papi, llegó... - Me susurra y yo muevo más mi colita.

Porque eso lo entendí y siento su emoción.

¿Papi llegó?

¿Voy a conocer a mi nuevo papá?

Y todo me embarga por mucha alegría.

Y no me puedo contener.

Ni siquiera, cuando abre la puerta y veo que con una mano me indica que quede quietito un rato mientras desciende por las escaleras.

Porque yo me atropello de la emoción por estas, mientras bajo también.

A toda marcha.

Y patino, llegando a ese brillante y reluciente piso que por mi algarabía y ese lustre.

Terminando.

Girando en redondo varias vueltitas con mis cuatro patitas sobre este, desparramadas.

Y para quedar.

Silencio.

Mucho silencio de golpe.

Frente a un hombre sentado y bebiendo de un vaso.

Algo así, por su gran tamaño y que no gesticula movimiento, pese a que me mira fijo.

Como las estatuas gigantes de granito del parque, donde me encontró ese chico de color de pelo y ojos extraños.

Que al notarme.

Uy...

¿Dije, que mucho silencio?

De su mano sana, porque la otra está cubierta por algo todo su brazo.

La lleva al puente de su nariz y tras acomodar sus lentes, sigue en apretar esta.

He inclino mi cabecita dudoso.

¿Le dolerá su hocico?

Mira a mami, para luego a mí.

Por eso, yo lo miro y después a mami.

Y mami me mira, para luego a mi nuevo papi humano.

Respira profundo.

Muy profundo.

- ¿Qué, es eso? - Pregunta.

Observo a mami que está a mi lado, que no deja de acariciarme y muerde su labio.

Creo, que quiere reír.

Cosa que mi papi nuevo, no lo hace.

- Un perro. - Mami dice, besando mi cabecita huesuda.

Nos mira a ambos y esa mano que estaba en el puente de su nariz, ahora pasa a su sien para frotarla suave y mirar pensativo a dos hombres que lo acompañan.

Uno cocinando y el otro sentado y bebiendo también.

Que ante la mirada de mi papi nuevo interrogante, no responden y permanecen callados, pero divertidos.

Vuelve a a mami y a mí.

- ¿Un perro? - Susurra suave.

Y vuelvo a inclinar mi cabecita dudoso.

Yo creo, que no le cree.

Y por eso palmoteo más mi colita y quiero saltar como ladrar.

Correr hasta él y brincarle para decirle.

¡Sí, soy un perrito!

¡Mírame papi!

¡Soy uno y mami me puso Rata!

¿Viste, que lindo nombre?

¿Viste, que lindo nombre?

Saltarle mucho, feliz.

¿No, que sí?

¿No, que sí?

¡Y tú, vas a ser mi nuevo papá!

Ladro.

Le ladro feliz, moviendo mi colita.

- Yo...necesito algo más fuerte... - Murmura, dejando ese vaso y poniéndose de pie en busca de otra botella ante lo que mami dice feliz como yo, de saber que soy parte de la familia.

Porque y aunque, no ríe tanto como mami.

Porque mi nuevo papi es más reservado y me observa serio y pese a que su mirada no sonríe.

Nada.

Yo veo.

Muevo más mi colita.

Siento.

Que su pecho.

Adentro.

Sonríe de amor.

Y es, por mí.

Hay mucha sonrisa dentro de él.

Y otro ladrido en los brazos de mami.

Muerde su labio de arriba papi.

Su sonrisa, no está en ellos.

Pero sí, mucho en su pecho.

Está lleno de ella, porque se infla conteniéndolo mientras eleva un dedo.

Aclara su garganta.

- Solo, temporal, rayo... - Se recoloca sus lentes. - ...porque te encariñaste con el fenómeno...

Me mira.

¿Estás sonriendo feliz, papi?

Sí.

Yo te siento, no me engañas.

Es de felicidad.

- ...que insistes en llamar perro. - Dice, sin dejar de mirarme.

Y mami aplaude feliz y me abraza más.

Como el hombre que cocina y el otro que es parecido a mi papá, pero pelaje más claro y más maduro que observaban callados.

Yo miro a todos y ladro feliz.

Mi colita aumenta moviéndose.

Porque, tengo una familia.

Una mamá humano, que quiero mucho y un papá humano, también.

Uno.

Que viene hasta donde estamos y se detiene frente a nosotros, con ahora otro vaso de líquido claro.

Me mira largamente como yo a él.

Yo, perrito.

Chiquitito.

Y él.

Papi humano gigante.

Muy alto.

Recordándome los grandes árboles colosos por su gran tamaño de los tantos parques que deambulé y muchas veces me refugié, bajo uno de ellos en las noches hasta que me encontró ese chico de color de ojos y pelo extraño tan blancos como la nieve.

- Pero, que feo es... - Exclama como conclusión, mi papi de mí.

Yo gruño.

Y él también me gruñe.

Pero ambos sé, que de felicidad.

Porque, yo bufo de amor contenido y porque ya lo amo mucho.

Y mi papá nuevo, pese a que quiere ser agrio y que no le importa.

Como mencioné esos árboles gigantes que me resguardaron cuando estaba solito desde que nací.

Él me va a proteger como ellos.

Su corazón me lo dice.

Siempre.

Porque su mirada seria y protestona, pero con su pecho lleno de sonrisas ocultas que son de pura felicidad.

Muevo más mi colita.

Me lo dice.

Y así, mi nueva vida con mi familia.

Comienza...

Una.

Llena de afecto con mi papá rezongón y mi mamá siempre riendo por ese amor.gruñon.con.mi.papi.

Pero incondicional.

Lleno de apego y cariño.

Uno.

Ladro feliz.

Que se multiplicó con el tiempo por tanto amor.

Sí.

¡Por la llegada de mis hermanitas humanas!

Juno, Hope y Tatúm.

Siendo ahora, una gran familia.

Con mi mamá más sonriente como radiante y mi papi donde ese pecho que siempre contenía esas sonrisas de felicidad y que resguardaba dentro suyo.

De a poco.

Y con mami siempre abrazándola viéndonos crecer.

Comenzó a liberarlas a esas muchas sonrisas.

Cantidades de ellas.

Cientos de sonrisas ahora su rostro, como cuando las flores del inmenso jardín de nuestra casa, explotan ante la llegada de la Primavera.

Porque, mi papá humano sonreía como tal.

Con esa alegría de las propias flores abriéndose y que tantas veces con el correr del tiempo y en cada temporada al florecer.

Yo olí y olfateaba su dulce aroma y color.

Y me comía algunas.

Como mi dulce como alegre mami y mis hermanitas humanas, también.

Siempre juntos.

Cual y con cada estación, transcurriendo el tiempo.

Pasando este.

Desde el blanco y frío invernal, hasta las hojas con sus ocres por el Otoño.

Como la Primavera en flor y el verde del jardín con el cálido estanque con sus aguas por el Verano con mi familia.

Sean tristes momento, pero sobre muchos felices.

Siempre unidos.

Donde, crecí y los vi crecer.

Pasando muchos años y con ellos.

Sus estaciones, como dije antes.

Convirtiéndose en adultas mis hermanitas humanas y yo también.

Más viejito.

Pero siempre y aunque, me costara palmotear ya mi colita como mis ancianos pasos, propia de mi edad avanzada.

Seguía, moviendo feliz.

Acompañando a mi familia.

La hermosa familia que muchos años atrás.

Me dio.

Ese extraño muchacho de pelo revuelto y algo largo, como ojos de color casi blancos.

Plateados.

Y una tarde, bajo la sombra de un árbol de mi casa.

Mi hogar querido.

Me recosté muy cansado y sin mi colita, ya de moverse por agotamiento.

Una fatiga que no dolía.

Porque, me daba calma.

Y que al sentir esa voz, aunque parezca extraño.

Una dulce.

Y que reconocí a pesar de tantos años que pasaron.

Elevé mi hocico para mirar, sobre las ramas del árbol que me encuentro y que se mecen suavemente, ante la brisa cálida que hay.

Ya que, es como una caricia.

Una que siento tal en mi rostro y pelaje también.

Al despejado y azul cielo.

Porque, esa dulce voz viene de ahí y me susurra con esa igual calma de años atrás cuando apareció ese extraño muchacho quien me dio mi familia.

Que confiara en él, nuevamente.

Como lo hace ahora otra vez esa cariñosa voz desde cielo, cuando veo aparecer al muchacho otra vez.

Paz.

A Caín.

Y que camina hacia mí.

Tranquilo y pausado.

Los años no pasaron para él.

Sigue siendo el mismo muchacho.

Tal vez, su pelo que ahora lo lleva suelto, más largo y cayendo sobre él.

Lejos de esa gorra que cubría su color llamativo y como la sombra de este al llevarlo puesto, del color claro de su ojos plateados.

Pero, la exacta vestimenta negra.

Y esa misma especie de abrigo largo hasta sus talones y tipo capa, que protege y lleva sobre sus hombros.

Flameando algo por la brisa y con cada paso hacia mí, con ese arco de la otra vez colgando en uno de sus hombros.

Pero notando, pese a mi agotada y viejita vista.

Que sus flechas ahora y donde muchas eran sus puntas plomizas antes.

Ahora, son todas doradas como el mismo sol que nos ilumina.

Flexiona una de sus rodillas al llegar a donde estoy recostado bajo el árbol, para poder acaricia mi vieja cabecita.

- Gracias. - Solo murmuro, bajo su cariño.

- Solo cumplí órdenes, muchacho... - Me dice con un suspiro y elevando algo su frente para observar el cielo y que el sol, bañe este.

Lo miro con mis ojos cansados y viejos por haber vivido y visto mucho.

Sonríe por eso.

Porque, me siente.

- ¿Puedo despedirme de ellos, antes de irme contigo? - Le pregunto, mirando el chico Caín como yo, la puerta trasera de la cocina al abrirse de golpe y observar como mi familia, viene corriendo en mi dirección.

Mi mamá Vangelis conteniendo sus lágrimas y llamando a mis hermanitas humanas.

Y mi papi Hero sin retenerlas y enjugando su llanto tras sus lentes, mientras se recuesta contra el árbol y me toma contra él con ternura.

El arquero, solo observa con cariño.

- Espero lo que tenga que esperar... - Me susurra, apoyado sobre el árbol y cruzado de brazos conmovido. - ...tranquilo, que no me ven... - Me dice, alejándose como vino.

Pausado y silencioso.

Más lágrimas de mi papá Hero.

Llantos de mi mami Vangelis y hermanas, cuando ya están todas.

Despidiéndose de mí.

Y yo lagrimeo también, bajo sus besos y abrazos.

Son caricias llena de cariño.

Con tristeza.

Pero llenas de felicidad.

Linda emoción.

Y cierro de a poco mis viejos ojitos...

Porque lo son.

Mucho.

Siento a Caín que se acerca y me extiende su mano con dulzura, para que lo siga y lo acompañe.

A ese cielo azul, dónde esa dulce voz me sigue llamando.

De puro amor y de lo que ambos me cumplieron, porque tanto quise.

Vuelvo a ladrar feliz y mover mi colita como si fuera cachorro otra vez, mientras camino a su lado.

Pero volteo para mirar por última vez y lleno de mucho amor.

Mi hermosa y querida familia...

Porque, siempre voy estar en sus corazones.

Ladro feliz.

Eternamente, en ellos...

FIN.

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