Capítulo 4 Refugio
¡Maldito! –Yessabell le soltó una fuerte bofetada, haciendo que volteara la cabeza.
-¿Pero qué te pasa estúpida? –Grito con furia, la tomó de ambos brazos y la llevó al callejón -¿Es así como recibes al amor de tu vida? –Preguntó empujándola contra la pared.
-¡Suéltame! –Exigió Yessabell inhalando el aroma a cigarrillo que desprendía la boca de Derek.
-Pero si tú fuiste la que se me acercó –Derek pegó su cuerpo al de Yessabell, haciéndola estremecer de miedo -¿Qué pasa Yessabell? –Preguntó acercando su boca al cuello de ella.
-¡Suéltame Derek! –Grito Yessabell, intentando atraer la atención de quien pudiera ayudarla.
-¿Piensas que voy a abusar de ti? –Preguntó riendo, lo que hizo a Yessabell, asustarse más –Te equivocas mujer, porque lo único que provocas en mí, es asco… –Grito tomándola de los hombros y empujándola contra el fuerte concreto.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Yessabell, en cuanto sintió su cuerpo caer sobre el pavimento.
-¡Basta por favor! –Pidió llorando sobre el frío suelo, mientras recibía los fuertes golpes que Derek le propinaba a su cuerpo.
-¡Maldita Yessabell! –Gritaba sin dejar de golpearla –¿Por qué no me elegiste a mí? –Preguntó parando los golpes y colocándose sobre ella –Tenía que ser tu maldito guardaespaldas –Susurró contra su oído –Eres una zorra…
-¡Oye tú! –Un grupo de cuatro chicos entró al callejón y de inmediato ayudaron a Yessabell.
-¿Qué te pasa estúpido? –Preguntó uno de ellos, dándole un buen derechazo a Derek, dejándolo caer sobre el suelo.
-¿Estás bien? –Preguntó uno de los chicos, ayudando a Yessabell a levantarse.
-Creo…que si… –Contestó ella con dificultad.
-¿Eres Yessabell verdad? –Preguntó otro de los chicos.
-Llévenla a su casa, nosotros nos encargamos –Ordenó uno de los chicos que golpeaba a Derek.
Dos de los chicos se encargaron de llevar a Yessabell a su casa, uno de ellos la llevo en brazos, ya que no podía sostenerse en pie.
-Gracias por ayudarme –Dijo ella en cuanto llegaron a la puerta de su casa, ya estaba más tranquila, aunque llevaba el cuerpo adolorido.
-Oye hermosa, no deberías andarte paseando sola, con ese tipo suelto por las calles –Sugirió uno de los chicos.
-Por cierto, lamentamos mucho tu perdida Yessabell –El chico que la cargaba la ayudó a ponerse de pie frente a la puerta y enseguida tocó el timbre –Sabemos que Derek es peligroso…
-Gracias chicos, no tengo como agradecerles.
Philip abrió la puerta y enseguida tomó en brazos a Yessabell.
-¡Cielos Yessabell!¿Qué te pasó? –Preguntó cargándola.
-La encontramos en un callejón…
-Llévame arriba por favor –Interrumpió Yessabell para que los chicos no delataran a Derek, pues tenía otros planes para él –Gracias chicos por ayudarme y perdón sino los invito a pasar, pero quiero descansar.
-Claro, no te preocupes –Aseguró uno de los chicos con extrañeza –Nosotros ya nos vamos.
-Gracias –Dijo Philip para después cerrar la puerta –No me importa lo que digas, con más razón tiene que verte un médico –Philip la llevó hasta su habitación.
-¡Yessabell! –Ana los encontró en el pasillo, antes de que Philip abriera la puerta –¿Qué le pasó? –Preguntó en cuanto vio su ropa sucia y con manchas de sangre.
-Unos chicos la trajeron a casa –Contestó Philip y Ana se acercó a abrir la puerta –Al parecer la encontraron en un callejón.
-Estoy bien –Susurró Yessabell mientras la ayudaban a recostarse.
-¡Claro que no! –Ana estaba molesta –Mira cómo te dejaron –Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos –¿Te das cuenta de lo que pudo haber sucedido? –Preguntó caminando al baño, tomó un poco de agua en un tazón y una pequeña toallita, para limpiar el labio sangrante de Yessabell.
-Lo siento –Se disculpó en voz baja.
-Yo tengo que salir al aeropuerto, a buscar a Nicolás y Renata –Explicó Philip caminando a la puerta –Por favor, no salgan de la casa –Pidió en cuanto Ana regresó del baño.
-No te preocupes, de todas formas mi papá me dijo que mis guardaespaldas regresan esta noche y traerán una cocinera, que mandó Johann.
-Mi mamá –Yessabell tomó su celular y marcó el número de Johann.
-Nos vemos en un rato –Philip se despidió de Ana y ella cerró la puerta de la habitación.
-No contesta –Dijo para sí misma.
-Tranquila, tengo entendido por mi padre, que está cerrando un trato importante en Turquía .
-Vaya, me metí tanto en mi mundo, que… me olvide de todo, hasta de mi madre –Aceptó Yessabell llorando.
-Tranquila Yessabell –Ana se acercó a ella, sentándose a su lado en la cama y comenzó a limpiarle la herida –Es natural, estás pasando porun momento muy duro en tu vida y nosotros no pretendemos que lo olvides todo de la noche a la mañana, pero sí que confíes en nosotros y nos permitas ayudarte en lo que podamos.
-Gracias Ana y no me malentiendan, no es que no quiera su ayuda, pero ya va siendo tiempo que me haga responsable de mí, yo sola, como… –Se quitó la sudadera –Como mi Ezra lo hubiese querido.
-¡Yessabell! –Ana se sorprendió, al ver la herida que tenía en el brazo izquierdo –Dime ¿Qué fue lo que sucedió? –Preguntó limpiando con delicadeza la herida.
-¡Au! –Exclamó Yessabell –Me duele un poco.
-Lo siento.
-Está bien –Hizo una expresión de dolor, pero no se quejó más, para que Ana terminará su trabajo –Un tipo me jaló a un callejón –Contestó por fin –Me atacó, tal vez quería dinero, no sé… estos chicos iban pasando por el lugar y me ayudaron.
-Te das cuenta que… si esos chicos no se hubiesen aparecido por ahí…
-Lo sé Ana, pero no pasó a mayores –Interrumpió un poco ansiosa.
-Date la vuelta –Pidió Ana, pero antes de que Yessabell lo hiciera, el timbre en la entrada sonó –Te salvo la campana –Dejó el tazón sobre el buró y bajó a abrir la puerta.
-¡Demonios! –Exclamó Yessabell en el baño, viendo los grandes ematomas en su espalda –¡Estúpido Derek! –Susurró volviendo a ponerse la playera.
-¡Yessabell, llego el doctor! –Grito Ana entrando a la habitación, acompañada de Stephen y una doctora.
-¡Ya voy! –Grito de vuelta, se enjuago la cara con agua tibia y salió a recibir a las visitas, afortunadamente se había cambiado y llevaba un pijama puesto –Hola –Saludó con timidez.
-Yessabell –Stephen tomó la palabra –Ella es la doctora Fosther, es tía de Andrew. Ella es Yessabell Lovato –Presentó con formalidad.
-Un gusto Doctora Fosther –Yessabell le estrechó la mano a la doctora, quien era una mujer amable y de buen semblante, unos 30 años tal vez y muy parecida al padre de Andrew.
-El gusto es mío señorita Lovato, siéntese por favor –Pidió la doctora señalando la silla frente al escritorio de Yessabell, a lo que ella obedeció –Primero voy a tomar sus signos vitales –Explicó abriendo su maletín –Debo admitir, que mi hijo más pequeño, es gran admirador tuyo –Confesó escuchando el corazón de Yessabell.
-Vaya, eso es…
-¿Qué te pasó en el brazo? –Interrumpió Stephen acercándose al lado izquierdo de Yessabell.
-¡Cielos corazón! –Exclamó la doctora sorprendida –Eso no se
ve bien, déjame curarte –Comenzó a buscar en su maletín.
-Intentaron asaltarla esta tarde –Intervino Ana, provocando la molestia en Yessabell –Lo siento, no debí… la espero abajo doctora –Ana salió corriendo de la habitación.
-Tienes que tener más cuidado Yessabell –Stephen se cruzó de brazos con molestia –No es posible…
-Estoy bien Stephen –Yessabell lo interrumpió levantando la voz.
-En tu estado, pudieron romperte un hueso querida –La doctora Fosther intervino con tranquilidad, intentando evitar una pelea entre los chicos –Espera afuera por favor Stephen –Pidió limpiando la herida de Yessabell.
Sin más que decir, salió de la habitación, esperando cerca de la puerta.
-Tengo… algunos hematomas… en la espalda –Confesó Yessabell con miedo.
-Veamos –La doctora terminó de vendar el antebrazo de Yessabell y le quitó la playera –La falta de hierro hace que se vean más graves de lo que son –Aseguró la doctora,
calmando a Yessabell –Te voy a recetar algunas vitaminas y una dieta especial, que deberás seguir al pie de la letra, para recuperar el peso que perdiste.
-De acuerdo –Aceptó Yessabell, sabiendo que si no se cuidaba, su vida estaba en riesgo —Quiero consultarle algo, pero no aquí, no quiero que nadie se enteré, es algo muy privado, no quiero que nadie se preocupe.
-Tu novio está muy preocupado por ti –Aseguró la Doctora Foster, entregándole la receta a Yessabell y una nota con lan dieta especial.
-No es mi novio –Confesó Yessabell riendo.
-Pues lo parece –La doctora guardó sus cosas en el maletín –Te mira como solo un hombre enamorado lo haría.
-Como sea, en unos días me pasaré por su consultorio para checar el asunto confidencial que le comenté —Yessabell sacó el talón de cheques de su buró.
-De acuerdo y descuida, ya está pagado –La doctora le regaló una tierna sonrisa y salió de la habitación, de inmediato Stephen entró, antes de que Yessabell se volviera a poner la playera.
Yessabell le entregó el cheque.
-No tienes que hacerlo.
-TÚ, no tienes que hacerlo Stephen –Le tomó la mano y le entregó el cheque.
Stephen le sonrió y rompió el cheque.
-¿Por qué no puedes aceptar mi ayuda?
-¡Porque no te la pedí!
-No es necesario porque…
-¿Por qué sigues aquí? –Preguntó molesta.
-Porque me importas Yessabell, estoy intentando hacer todo lo que está en mis manos para ayudarte a salir de esto, para…
-No quiero tu ayuda Stephen –Inhalo profundamente, pues sabía que lo que iba a hacer, destruiría los corazones de ambos, más de lo que ya estaban –Deberías… deberías volver a enamorarte… buscar a alguien más…
-Yessabell, no…
-No insistas… Stephen… no insistas en algo que no tiene futuro…
-No me pidas eso Yessabell… –Stephen apartó la mirada, no quería creer en las crueles palabras de la mujer que no había dejado de amar –Yo sigo enamorado de ti, por eso estoy aquí…
-Vete Stephen… –Pidió ella con dificultad, intentando reprimir las lágrimas.
-No puedes pedirme eso Yessabell, yo te amo –Declaró Stephen con tristeza –No he podido sacarte de mi corazón, de mis pensamientos, Yessabell… tú eres…
-¡Ya basta Stephen! –Grito Yessabell llorando –¿Qué parte de “vete” no entiendes?
-¿De verdad quieres que me vaya de tu vida? –Preguntó molesto, dejando la tristeza de lado.
-¡QUIERO QUE TE LARGUES! –Le grito Yessabell con furia –¡Vete y no regreses!
-De acuerdo –Stephen levantó los brazos en señal de rendición –Si lo que quieres es que me vaya, entonces eso haré, me iré y trataré de hacer mi vida…
-¡No tienes por qué darme explicaciones! –Lo jaló del brazo y lo llevó hasta la puerta -¡Ve y has de tu vida un papalote!
-¡ENTONCES ME MARCHO! –Grito desesperado, saliendo de la habitación, viendo a Yessabell, en el marco de la puerta.
-¡VETE Y NO REGRESES! –Yessabell reprimió las lágrimas y cerró la puerta con enojo, para después correr a la ventana y ver marcharse, a su última salvación.
Después de esa noche, Yessabell encontró refugio en la lectura, se perdió devorando libros, inundándose en las páginas de miles de historias, deseando que alguna de esas fuese suya.
Por fin pudo contactar a su madre y arreglar las cosas, reconociendo el trabajo que estaba haciendo en la fundación y tomando así, el impulso para ir a ver cómo estaban yendo
las cosas por allá, para su sorpresa, Miranda y Damon lo llevaban de maravilla y ahí se enteró de su futura boda, que se llevaría a cabo el siguiente verano, para celebrar su titulación y poder disfrutar de su luna de miel al mismo tiempo.
Encontró a un Ean muy enamorado, de la recepcionista de la fundación, Sharon, una hermosa chica morena, que se dejaba consentir por su amado.
Días previos al regreso a clases, encontró un pequeño departamento, en un edificio de 4 plantas, a unas cuadras del campus, al otro extremo del lugar donde se encontraba la casa de la tía Melinda, pues decidió vivir sola, ya que Renata y Nicolás habían regresado de su intercambio estudiantil y los guardaespaldas de Ana, necesitaban un lugar donde quedarse, además de que estaba convencida de querer salir adelante, por su cuenta.
El lugar era perfecto, la mayoría de los vecinos eran adultos y sólo llegaban a saludarse por cortesía, sus amigos no se opusieron a su decisión, pues sabían que tarde o temprano, todos tomarían el mismo camino y si eso ayudaba a Yessabell a salir de su depresión, con gusto la visitarán de vez en cuando, claro, siempre que ella lo permitiera.
-Gracias Fanny –Dijo al teléfono –Entonces te busco mañana en cuanto termine mi entrenamiento.
-Claro Yessabell, te espero en la cafetería –Concedió Fanny al otro lado del teléfono.
-Nos vemos –Yessabell colgó, dando por terminada la conversación.
Estaba segura de las decisiones que estaba tomando, a excepción de una, esa decisión que le torturaba, desde el día en que lo vio marcharse de su vida.
Terminó de guardar sus cuadernos en su bolso y se fue a acostar temprano, esperando despertar de esa pesadilla.
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