Capítulo 40 Despedidas
El lunes en la escuela, Yessabell intentó disfrutar todo el tiempo que pasaba junto a sus amigos, disfrutó de las risas, las últimas clases, el almuerzo, incluso de la presencia de Kendra, quien estaba usando un collarín y un vendaje en la nariz. Yessabell le había pedido perdón en el hospital, Johann pagó la cuenta y después de eso Kendra no volvió a dirigirle la palabra, por lo menos ya no la volvería a ver.
No le mencionó nada a nadie sobre su cambio de vida, decidió esperar a que la semana terminará, así nadie estaría tenso o triste. Lamentablemente la semana pasó muy rápido.
Stephen se mostró muy cariñoso en todo momento, le regaló de todo, con tal de convencerla de que se quedará, pero Yessabell no podía dejar sola a su mamá, no después de todo lo que ambas habían pasado.
El viernes en la mañana, mientras los alumnos de tercero, estaban en la ceremonia, Yessabell invitó a sus amigos a pasar el rato en su casa, obviamente era la despedida, aunque ellos no lo sabían. Estuvieron en la sala, el único lugar de la casa que seguía intacto, Yessabell y Johann, ya habían empacado todo y para la tarde la mudanza llegaría a llevarse todo.
A la una en punto, antes de que todos se fueran, Yessabell se paró en el centro de la sala frente a sus amigos; Cara, Zac, Jack, Elena, Alan, Emma, Frida, Matthew, Romina, Bruno, Mariza, Andrew, Fanny, Robert y Stephen, quien se levantó de inmediato y se acomodó a su lado, tomándola de su mano izquierda.
-Chicos, tengo algo que decirles –Yessabell esperó a que todos guardaran silencio.
Respiró hondo e intento no llorar. Johann apareció y se paró al otro lado de ella.
-Jamás en mi vida conocí, amigos como ustedes. Desde que llegué aquí, todos me trataron increíble, es algo que me llevaré a la memoria para siempre. Nunca tuve amigos reales, las personas a mi alrededor, siempre buscaban algo que no era mi amistad.
-¿Por qué presiento que esto no es bueno? –Preguntó Frida un poco triste.
-Déjenla terminar –Pidió Zac percibiendo la verdad.
-Todos saben que mi mamá y yo hemos luchado por un tiempo, para superar la muerte de mi padre. Ahora mi mamá lucho por un puesto que mereció desde el principio, ese puesto le fue dado, después de tantos esfuerzos y sacrificios y quiero decir que estoy muy orgullosa por ello. Pero con las recompensas… vienen los cambios.
Yessabell respiró profundo y volteó a ver a todos sus amigos.
-Vamos a mudarnos, me cambiaré de escuela y no sé si vuelva a verlos, pero seguiré en contacto con ustedes.
-¡No!
-¿Por qué?
-¡No te vayas Yessabell!
Los chicos comenzaron a protestar, pero no había nada que hacer para cambiar las cosas. La decisión estaba tomada y el cambio era inminente.
-Sé que las despedidas duelen, pero esto no es un adiós, es un hasta luego –Tal vez sonaba a cliché, pero Yessabell realmente quería seguir en contacto con sus amigos.
Uno a uno, se levantaron y abrazaron a Yessabell. Se despidieron y le desearon lo mejor, las chicas lloraban y los chicos tenían miradas tristes.
-Te voy a extrañar –Confesó Fanny cuando la abrazo –Siempre serás mi mejor amiga.
-Y tú la mía Fanny –Aseguró antes de retirarse, con algunas lágrimas asomando.
-Yo me quedo, hasta que llegue la mudanza –Susurró Stephen viendo que todos recogían sus cosas, para irse.
Después de volver a despedirse, todos salieron. Fanny, Robert y Andrew, esperaron la mudanza afuera de la casa de Yessabell.
Mientras sacaban todas las cosas, Yessabell y Stephen estaban en el cuarto de ella, recordando momentos.
-Esta habitación no es nada, si tú no estás en ella –Confesó Stephen viendo las paredes vacías, incluso el techo que una vez tubo estrellas, ahora estaba vacío.
-Lo sé –Murmuró Yessabell –Debemos bajar, es hora de irnos –No lo soltó de la mano en ningún momento y bajaron las escaleras juntos.
La mudanza estaba lista para irse. Johann estaba en la camioneta, esperando a que Yessabell subiera.
Yessabell se despidió por última vez de sus amigos y luego de Stephen.
-Te voy a extrañar mucho… siempre te voy a amar Stephen… jamás te olvidare… –Le dio un beso y luego tomó su mano.
-¿Qué? –Stephen vio lo que Yessabell colocó en su mano y no pudo evitar llorar –Quédatelo, es tuyo –Insistió regresándole el anillo.
-No Stephen, no puedo… –Comenzó a llorar también.
-Sí puedes, hicimos una promesa –Le colocó el anillo y Yessabell le dio el último beso –Volveremos a vernos y esa promesa se hará realidad, te lo aseguro –Limpio las lágrimas de Yessabell con su pulgar.
-El destino lo dirá Stephen –Le sonrió soltando algunas lágrimas y caminó hasta la camioneta, subió al asiento del copiloto.
Su mirada se clavó en el espejo retrovisor, y el reflejo de Stephen en él.
Poco a poco vio su silueta hacerse más pequeña a la mitad de la calle, agitando su mano en un adiós y las lágrimas llegaron sin piedad.
Yessabell pensó.
Lo que creía seguro, no lo fue, lo que pensó sentir, no era real y lo que creyó ver, desapareció.
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