6. El nacimiento de un Dragón
La niña ha muerto y el dragón renació entre las cenizas. — Helaena Targaryen.
Saera miró los ojos de Aegon, con aquella profunda nostalgia marcada; no sabía si era de tristeza, dolor o ambas.
— Adiós Saera — murmuró con timidez el príncipe platinado.
Pero ella no respondió, aunque quería hacerlo.
Pudo ver la esperanza en los ojos del rey quien creía algún día su familia estaría unida de nuevo, pero Saera no estaba segura de eso.
— Te extrañaré — escuchó a Helaena.
— Te prometo enviar cartas todos los días — dijo Jace besando su mejilla.
El Rey se acercó a ella con cuidado y le regaló una sonrisa.
— Espero que cuando nos veamos finalmente te hayas convertido en una princesa totalmente, me harás sentir muy orgulloso, sin duda te extrañaré — murmuró.
— Gracias mi rey, yo espero estar a la altura de una verdadera princesa, también lo extrañaré.
Ambos compartieron un abrazo, sabía Viserys qué aquello era lo mejor al menos por un tiempo, mantener a su familia separada hasta que las olas del mar dejarán de formar torbellinos, lo vio acercarse a Daena y murmurarle algo, ella también se abrazó a él con fuerza.
— Sae… — Helaena la llamó — ten cuidado, la luna y las estrellas se han reunido pero el doppelganger no está feliz.
— ¿De qué hablas Hel? — preguntó.
— Tu y Daena, tendrán que enfrentar muchas cosas, todos las enfrentaremos — le sonrió triste.
— Te extrañare a ti y a tus mensajes ocultos Hel — dio un ligero apretón en su mano — hice esto para ti.
Saera le extendió un papel.
— Lo que me dijiste, lo dibuje — la princesa miró el dibujo con atención.
Había un campo, con copos de nieve cayendo y un árbol de arciano justo en medio, un pequeño lago congelado y debajo de las flores rojas una espada de plata forjada del acero valyrio con un diamante incrustado.
— Invernalia, te gustará — le dijo Helaena.
— Supongo… lo sabré si un día voy — sonrió.
Helaena le dio un asentimiento con la cabeza.
— Mi hermano no es malo ¿sabes? — le miró una vez más antes de irse — solo no sabe expresarse.
— Yo…
— Descuida, no tienes que decirme nada a mí — sonrió y se marchó, llevándose el dibujo con ella.
Saera de esa manera vio zarpar el barco dónde viajaba la familia real, mientras los dragones de los hijos del rey se alzaban entre las nubes, los príncipes verdes eran excelente jinetes de dragón, sunfyre al ser el más joven era el más rápido, pronto había dejado atrás a los dragones de sus hermanos escondiéndose entre las nubes…
Un hueco se sintió en su pecho.
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Cuando todos se fueron decidieron ir a jugar a la playa, pidieron a Ser Erryk qué escondiera un tesoro para que pudieran encontrarlo, aunque al principio se rehusó diciéndoles que su deber era protegerlos y no descuidarlos terminó cediendo ante los encantos de Daena y Rhaena, así que fue y escondió un collar de perlas qué tomaron prestado del joyero de su abuela Rhaenys, en cuanto Ser Erryk volvió y les dijo que estaba hecho todos se echaron a correr en busca del collar.
Claro, ella llevaba una gran desventaja. No conocía Marcaderiva como sus hermanos, así que decidió buscar por las afueras de las terrazas qué daban vistas al mar.
— ¡No puedo aceptar eso! — escuchó decir a la princesa Rhaenys — perdí a una hija, no puedo fingir que ha muerto mi hijo también.
— No estaré lejos madre, estaré en las islas — Juró Ser Laenor —. De esta manera aseguro que mis hijos estarán bien, quedarán en buenas manos.
Saera se acercó un poco, para poder ver lo que sucedía en la habitación cuando se hizo un silencio perturbador.
— Estoy segura que está es idea tuya — dijo Rhaenys mirando a su madre —. Esto es una gran falta de respeto para ti, para nuestra familia, tu matrimonio no será válido.
La serpiente marina, Lord Corlys, se encontraba sentado sobre un taburete, parecía pensativo pero no decía nada y su rostro era casi inexpresivo como el de su padre, Daemon.
— Lo será — comunicó su madre — Daemon y yo nos casaremos bajo la ley de los dioses valyrios, no bajo la fe de los siete.
Saera llevó una mano a sus labios, ¿sus padres pensaban casarse? El corazón le latió con fuerza.
— Sé que no es lo que quieres — Ser Laenor se arrodilló frente a su madre —, pero no puedo seguir clavando flechas sobre la espalda de esos niños, Daemon es hermano del rey y lleva el apellido Targaryen y aunque yo soy uno, no dejó de ser orgullosamente un Velaryon, esto no es por mí, es por mis hijos.
— No es como te eduque, no es así como actúa nuestra familia, ¿es que Daemon no puede protegerlos sin tener que casarse con ella? — dijo la princesa.
— No entiendes lo difícil que es amar tanto algo y no poder tenerlo — murmuró su hijo —, no solo es por lo que ellos quieren, es lo que yo quiero, deseo una vida en el mar, pero la vida que vivo no es vida sin Qarl.
— Laenor — dijo sin sorpresa, pero preocupada porque alguien escuchase.
Los ojos de Rhaenys se llenaron de lágrimas, aquella situación era la muestra de amor más pura qué Saera había visto nunca, Ser Laenor estaba dispuesto a fingir su muerte para apoyar el reclamo de su madre al trono.
— Qarl estará conmigo, estaremos en Isla escondida — la serpiente marina finalmente alzó la mirada a su hijo, todos en la habitación parecían comprender sus palabras — y volveré, volveré al tiempo que sea necesario, cuando la guerra estallé, porque saben que estallará.
¿Guerra? ¿Qué guerra? Su corazón latía con fuerza.
— Eres mi heredero — habló Lord Corlys finalmente —. Y mi heredero no se irá a blindar espadas a la mar con su amante. No apoyaré tal cosa, vete y no serás más mi hijo.
Todos miraron al hombre, que si bien, tenía a Luke aún seguía teniendo a su hijo, Ser Laenor habló sus labios para hablar pero fue interrumpido.
— ¡No puedes hacer eso! — escuchó el grito de Daena, al parecer había permanecido escondida en la habitación — ¡Perdí a Ser Harwin no me puedes dejar también! — recriminó con sus ojos llenos de lágrimas.
— Daena… — murmuró su madre.
— ¡No! — grito cuando Daemon intentó tomar su mano — ¡Yo tengo un padre y no fingiré qué eres tú!
— No pretendo que hagas eso, Daena, — dijo el príncipe canalla sonriendo — no seas tonta.
— ¿Por qué? ¿Por qué es lo mejor? — preguntó Daena, fundida en rabia.
— Mi sirena de fuego — Ser Laenor dobló su rodilla frente a ella —, te prometo que cuando seas más grande entenderás, ahora solo piensa que esto es lo mejor.
Daena no relajo su rostro, aun apretaba la mandíbula con fuerza y miraba con enojo a todos en la habitación, Saera por un momento no supo cómo reaccionar.
— Puedes explicarlo ahora, no soy una niña y tampoco soy tonta — dijo.
— Sabemos que no lo eres tesoro, pero Daemon es una protección para tu madre y tus hermanos, tu hermano será señor de marcaderiva pero para que eso suceda, primero debemos proteger la corona de tu madre, y asegurar la tuya — dijo Qarl, el amigo de Ser Laenor.
Saera no llevaba mucho tiempo viviendo en la corte, pero sabía que los hombres del consejo no estaban felices porque fuera una mujer la qué se sentará en el trono de hierro, dudando de su capacidad solo por ser mujer.
— ¿Nos dejarás entonces? — preguntó Daena a ser Laenor con voz rota.
— Si piensas que te estoy abandonando me romperás el corazón — murmuró el platinado abrazándola.
La princesa Rhaenys soltó un suspiro, mientras negaba con la cabeza.
— ¿Dónde está el honor de nuestra sangre Valyria al aceptar esto? — preguntó Lord Corlys, encontrando un tanto molesto tener que aceptar aquel trato qué dejaba una vez más debilitado el apellido Velaryon.
— La familia es primero, lo sabes — dijo Daemon mirando hacia la princesa Rhaenys — siempre será primero.
Aquellas palabras estaban llenas de poder, la mentira no era lo mejor y nunca lo sería, pero había una estrategia en eso y la usarían, si eso significaba proteger a la familia.
— Asegurame qué lo haces por la familia entonces — dijo Rhaenys a Daemon.
— Dos consortes — fue lo único que su padre respondió.
Su madre volteo hacia la ventana, Saera se echó a correr lejos de ahí. No quería un regaño, ni tampoco escuchar conversaciones que no debía, eso era malo y lo sabía porque el tener información que no deseas te volvía vulnerable o poderoso, en el lecho de pulgas alguna vez había sido ambas.
— Estabas escuchando — aquello no había sido una pregunta.
— ¿Habrá una guerra? — preguntó.
— Tratamos de evitarla — respondió su padre acariciando su cabello. —, la gente no quiere a una mujer en el trono.
— ¿Y tú? — su padre soltó una risa.
— Si esa reina es Rhaenyra, si, eso me gustaría — dijo con sinceridad.
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Pasaron algunos días y entonces se encontraba ahí, en rocadragón viendo el fuego arder y a sus padres unir su sangre, mientras todos miraban con un poco de confusión y molestia la situación.
Saera no sabía que sentir realmente, probablemente era la única que se sentía feliz con esa unión, quería sentir empatía ante el dolor de sus hermanos pero ella siempre había soñado con una familia, ¿estaría mal sentirse bien por tenerla ahora? Aunque en su corazón había una pequeña llamarada encendida de alegría no podía dejar de sentir la rabia de Daena en sus propias venas… Era muy extraño, como ambas parecían estar tan unidas.
— Yo soy tuyo y tu eres mía, hasta que la sangre deje de llegar a mi corazón, somos una sola alma hasta la eternidad.
— Yo soy tuya y tu eres mío, hasta que la sangre deje de llegar a mi corazón, somos una sola alma hasta la eternidad.
Ambos compartieron un beso cargado de profundo anhelo, se amaban y nadie podría negar eso. No hubo aplausos, tampoco sonrisas por parte de los invitados a la ceremonia más que la que ella ocultó, y tal vez la del maestre Gerardys.
— Está hecho — dijo Jacaerys.
— Somos hermanos — murmuró Baela apretando su mano.
Saera se acercó a Daena.
— ¿Estás bien? — preguntó.
— ¿Parece qué lo estoy? — refutó y luego le tomó la mano — Lo siento Sae, yo no…
— Entiendo — sonrió.
Ambas permanecieron juntas en silencio, vieron a sus padres subir a lomos de Caraxes y Syrax para alzarse en vuelo, los dragones extendieron sus alas haciendo una pequeña corriente de aire y danzaron sobre el mar, juntos como siempre debió ser.
— Extrañaré a mi padre — murmuró Daena.
— Yo también extrañaré al tío Laenor y a Ser Qarl — respondió.
Daena soltó un suspiro, al parecer su calma la ayudaba a calmarse también.
— ¿Volveremos a desembarco del rey? — preguntó Luke.
— No, al menos no en unos años — sonrió Daena.
¿Años? Estaría años ahí… sin ver a Aegon. ¿Pero qué importaba? Si de todos modos no quería volver a hablar con él. Llevó la mano a su chaqueta para sacar el collar, no se lo había regresado.
— ¿Qué es eso? — preguntó su hermana — ¿eso es de Aegon?
— Si, pero no se lo pude devolver — murmuró.
Daena se lo quitó de la mano, se colocó detrás de ella y lo ató a su cuello.
— Probablemente ya no se lo puedas devolver nunca, un collar tan lindo no debería quedarse guardado por ahí, así que úsalo tú.
Saera acarició la preciosa cadena y le sonrió a su hermana.
— ¿Vez? te queda muy lindo, estoy segura que Aegon ni siquiera va a recordar este collar — se rió.
— Gracias Dae, pero en cuanto pueda se lo devolveré — aseguró.
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3 años después en Dragonstone…
Cuándo su décimo segundo onomástico llegó Saera sintió que la vida había pasado muy pronto ante sus ojos. Se había acostumbrado rápidamente a los fuertes entrenamientos de su padre y al maestre Gerardys, qué se había encargado personalmente de su educación y la de sus hermanos.
Flashback.
— No olvides que eres una princesa — le recordaba constantemente, pero ella no se sentía una.
Quería ser como la reina Visenya o como el escudo juramentado de la reina Alysanne, Sombra Escarlata o como pocos la conocían Jonquil, dioses amaba la historia de la amistad de ambas mujeres y ansiaba poder tomar partido en batalla en honor a su familia.
— ¿Por qué no puedo ser escudo juramentado de mi hermana? Ella será reina, quiero proteger a Daena — dijo molesta cruzándose de brazos.
El maestre Gerardys acarició su cabello.
— Saera, eres una princesa. Las princesas no pueden ser caballeros, aunque seas la mejor con una espada, el reino siempre esperará algo de ti, no podemos escapar de nuestro destino niña — Ella le miró con atención —. Además, cuando Daena sea reina tendrá mil guardias a su disposición, velando por su vida. Será muy amada, como lo será su madre.
— ¿Lo dice en serio? — preguntó con inocencia. — Hay personas que dicen que una mujer no debería gobernar, tengo miedo, Ser Laenor — dijo en voz baja — él dijo que una guerra se desatará por eso.
— Saera, eres muy pequeña para preocuparte por el futuro incierto, pero muy inteligente para prepararte para el, incluso una princesa debe saber utilizar una espada, no solo un guerrero — le sonrió en aprobación.
— Gracias maestre Gerardys — la pequeña se puso de pie de inmediato entendiendo y corrió afuera.
Sus hermanos entrenaban con una espada, mientras Daena bailaba con Rhaena sobre la arena.
Fin del Flashback.
Aquel día las nubes habían opacado la luz del sol y las olas del mar bailaban con fuerza hacia ellos, mientras volvían con violencia chocando en las rocas.
— Sae, ¿Estás bien? — le preguntó Luke.
— Si… si — murmuró.
Sentía un fuerte dolor en el bajo vientre.
— No te ves bien — murmuró Jace, ganándose un codazo de parte de su hermano.
— No le digas eso, no es amable — le regaño el menor.
Saera le sonrió con ternura..
— No se preocupen, iré a mi habitación, volveré de inmediato, no se les ocurra entrenar sin mi — amenazó.
Con cuidado camino hacia sus aposentos, mientras su mano cubría la parte baja de su vientre, las escaleras en aquel momento le parecieron infinitas.
Un nudo se asentó en su estómago, sentía náuseas y una sensación extraña que la hizo tragar saliva. Desde que había llegado a la fortaleza no se había enfermado nunca, era cierto que no comía como debía porque aunque habían pasado los años su estómago parecía aún castigarla y a veces comer era difícil para ella.
— ¿Qué… qué es esto? — preguntó, mirando una pequeña mancha en su pantalón.
Se asustó de inmediato, ni siquiera cuando era niña había manchado sus sábanas, se desató el cinturón de inmediato y lo que vio la asustó… Había sangre, oscura, espesa.
El corazón le latió con fuerza y su respiración se aceleró, los ojos inevitablemente se le llenaron de lágrimas.
¿Por qué había sangre entre sus muslos de nuevo? Nadie la había tocado ahí otra vez, nadie le había hecho cosas desagradables, nadie. Una lágrima resbaló por su mejilla, ¿Los dioses la estaban castigando? Tal vez no querían que olvidará qué era una bastarda, qué no era una princesa de verdad.
Su mirada se fue de golpe hacia la puerta cuando alguien llamó…
— ¿Princesa Saera? — preguntó Ellinda, la doncella de su madre. — ¿Por qué cerraste tu puerta? ¿Sucede algo?
— ¡No! — dijo de inmediato quitándose el pantalón, escondiéndolo debajo de la cama — No, es que subí a cambiarme, quiero comer.
— ¿No iba a entrenar con sus hermanos? — preguntó Ellinda.
La platinada hurgó entre sus ropas, sacó un pantalón nuevo y se lo puso. Tomó aire y lo soltó, abriendo la puerta.
— No, quiero comer, tengo mucha hambre — aseguró.
— Vaya — sonrió Ellinda —, esa es una noticia maravillosa, casi siempre debemos obligarla a comer, princesita.
Saera sonrió débilmente, aquel dolor aún la seguía molestando, lo que no le permitía poder moverse, pues cada vez que daba un paso, sentía un tirón y aunque quería controlarlo no podía, sentía que la sangre abandonaría su cuerpo por completo en un segundo.
— ¿Está todo bien? — le preguntó una vez más la doncella — Sae, mírame ¿está todo bien?
— Creó que estoy enferma Ellinda — murmuró en voz baja —. Pero pronto me sentiré mejor, no te preocupes.
— Princesa — la miró con preocupación — ¿Le duele algo? ¿Quiere que le prepare un té? ¿llamo al maestre? ¿a su madre?
Saera negó con la cabeza.
— No, no… solo el té.
La doncella le miró con duda, asintiendo con la cabeza.
— Vamos a que se recueste ¿de acuerdo? traeré el té a sus aposentos, mi niña — sonrió con amabilidad. — Iré con la princesa Rhaenyra y todo estará bien.
— ¡No! — grito — Olvida lo que dije, no soy una niñita pequeña. No se lo digas, no la preocupes, ella espera un bebé, no la asustes.
— Sae… — dijo con un poco de sorpresa.
— Déjame, no le digas nada a nadie, te lo ordenó — su voz se había vuelto más fría, pero sus ojos estaban rojos por las lágrimas contenidas.
— Todo estará bien — Ellinda parecía mirarla con atención, tratando de buscar algo en ella.
Con cuidado la guió de nuevo al interior de sus aposentos, el dolor comenzó a provocarle punzadas qué la hacían querer llorar, cuando la dama de su madre se fue, se dio cuenta que su ropa se había manchado nuevamente.
— No quiero morir, no quiero morir, no quiero que nadie me toque — Suplicó poniéndose de rodillas —. Por favor dioses antiguos, no me dejen morir, por favor, no dejen que suceda lo mismo, por favor — rozó con todo su corazón a los dioses valyrios.
Alguien llamó a la puerta asustandola.
— ¿Quién es? — preguntó.
— Soy yo — susurró Daena alegre al otro lado de la puerta — ¿Por qué cerraste?
Saera se limpió las lágrimas del rostro, fue para mover la cerradura. Su hermana le miró con atención.
— ¿Qué sucede?
— Es que yo… — murmuró —. Saben lo que hice, pero yo no quería, si yo no quería ¿por qué ahora me castigan?
Daena le miró con curiosidad cuando sacó de la cama su pantalón y se lo mostró, después de que vio la mancha su rostro cambió a sorpresa.
— Oh, Sae… no… — dijo su hermana preocupada acercándose de inmediato para tranquilizarla con un pequeño abrazo — ¿nadie te lo explico? — preguntó, ella negó con la cabeza. — A mi tampoco, mamá lo hizo cuando sucedió, no te asustes, es totalmente normal — le explico.
— ¿Por qué no me lo dijiste antes? — su voz había sonado un poco molesta, no era que estuviese molesta con su hermana, simplemente se sentía molesta con el mundo en ese momento.
— Porqué no son cosas que se hablen por ahí, además yo creí que lo sabías — murmuró —. ¿Estas molesta conmigo?
Cualquiera supondría que era así, después de todo se había criado en una casa de placer donde aquello debería ser más normal para ella, pero al parecer no era así.
Saera había visto mujeres sangrar por perder un bebé o por dar vida a uno, había visto a mujeres lastimarse a sí mismas, había visto actos deplorables y asesinatos, pero nunca eso y claro, Gretta no había tenido la decencia de explicarle nada de lo que sucedía en su vida o su cuerpo, la había tratado tal y como la veía, un objeto inanimado, sin vida.
— No, es solo que yo… es horrible — Daena sonrió.
— Si, pero solo dura unos días — le aseguró.
— ¡¿Unos días?! — exclamó.
Su madre apareció al marco de la puerta con una pequeña sonrisa en sus labios que siempre guardaba para ellas.
— ¿Está todo bien por aquí? — preguntó.
— Saera ya es una doncella madre, ha crecido.
Rhaenyra le miró con ternura y en su rostro se había enmarcado la añoranza de ver nuevamente a una de sus niñas convertirse en “mujer”.
— Danos un momento, Daena — la princesa asintió abandonando la habitación.
Su madre se acercó a ella, tomando su mano.
— Es parte de nuestra naturaleza, es algo normal en nuestro cuerpo, ahora comenzarán ciertos cambios, es un aviso que nos dice que podemos dar vida. — Saera sintió una punzada en su pecho — ¿Sabes lo qué significa? Significa que ante los ojos de los hombres puedes concebir un hijo, propuestas de matrimonio llegarán pero serán negadas, por supuesto. No dejas de ser una niña, esto solo es un proceso.
Ella entendía perfectamente eso.
— Daena dijo que soy doncella, eso no es verdad — dijo.
— Lo eres, para mí lo eres — dijo su madre acariciando su mejilla.
— Tampoco quiero tener un hijo, no me quiero casar — Rhaenyra miró a su pequeña a los ojos, dioses, deseaba poder asegurarle eso.
Saera sabía bien que no debía hablar de eso, aquel era su secreto mejor guardado. No debía compartirlo con nadie aunque algunas personas murmuraban sobre eso, la delicia del lecho de pulgas, así la había llamado Gretta.
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3 años después…
Saera sonrió con picardía cuando vio llegar a Daena tarde como siempre, su padre parecía harto de estar ahí y tener que lidiar con ellas. Oh, pobre Daemon Targaryen, nunca se había visto tan desesperado como en esos momentos.
— Miren ese banquete para nosotras — sonrió Baela.
Las hermanas Targaryen-Velaryon, miraron con atención a todos los hombres que habían sido enviados por el rey, junto al montón de doncellas que habían sido enviadas como criadas, pues consideraba que sus nietas estaban preparadas para elegir su propio escudo juramentado, así como volver a desembarco del rey para celebrar el compromiso de Daena y Aemond de manera oficial, y el onomástico número quince de la princesa Saera.
— Si desfilaran sin ropa los apreciaríamos mucho mejor — sonrió Daena.
— ¿Para ver todas sus habilidades y cualidades? — preguntó Rhaena burlona.
— Dejen de decir estupideces — murmuró su padre fastidiado.
Jace, Luke y Joffrey permanecían a un lado de su padre, Daemon, los cuatro con los brazos cruzados y mirando fijamente a cada hombre, como si quisieran leerles hasta la misma alma.
— Ya tío, solo observamos de manera cuidadosa quienes nos cuidarán —. Soltó una risita pícara y su hermana Saera le dio un leve empujón. — Rhaena, yo solo quiero ver su resistencia, por supuesto — respondió Daena divertida.
— Ser Khaelan demostró tener mucha ¿no es así? — dijo Saera divertida.
— Oh por supuesto que si — La mirada de su hermana estaba sobre un joven Blackwood.
— Desvergonzada — escuchó decir a su madre, eso la hizo reír.
Daena y Rhaena se limitaron a explicar que solo les interesaba elegir adecuadamente, sus hermanas eran demasiado extrovertidas, hermosas y divertidas, pero sobre todo amaban volver locos a los hombres.
— Bien ya es hora que escojas a tu guardia cariño, ya Daemon tiene mucho esperando con Saera. — dijo su madre mirándole fijamente, Saera solo se encogió de hombros.
La princesa platinada sonrió divertida cuando Daena sugirió que le entregaran la espada del perdedor, los primeros en enfrentarse a duelo por el honor de ser su espada juramentada fueron dos jóvenes apuestos, Lyle Bracken y Khaelan Blackwood, lo que significaba un baño de sangre puesto que esas dos casas se odiaban a morir.
Daena sonría observando la batalla reñida, Saera sabía que el duelo sería ganado por Khaelan, era muy bueno con la espada, demasiado en realidad.
— Lo sabía — murmuró cuando finalmente el Bracken fue desarmado — Tu ser amado ganó, justo lo que querías — sonrió.
El joven se acercó.
— Creo que pidió una espada alteza, aquí la tiene— Extendió el metal hacia ella. Daena sonrió ladina y le extendió un pañuelo morado para que secara su sudor.
— Creo que es más que suficiente favor.
Saera sonrió cuando vio a su hermana mirarlo de pies a cabeza, de verdad era demasiado descarada.
Unos minutos después su padre ya se había acercado, lo vio murmurar con Daena, seguramente le estaría riñendo, no puso atención porque alguien estaba presionando su hombro.
— Baela, me vas lastimar — se quejó.
Su hermana seguía alzando la mirada.
— Sae, por los dioses, si vas a elegir uno que sea ese, por favor — murmuró Baela mirando con atención a un joven de la tierra de los ríos, guapo y fornido que no dejaba de verla.
— No necesito uno, puedo cuidarme perfectamente sola — respondió, haciendo un ademán con la mano — pueden irse ya.
Todos los hombres parecían molestos, Saera era la última princesa en elegir y los había tenido más de dos horas bajo el sol, observándolos fijamente. Por supuesto, eso no le había importado mucho, solo era una forma de manifestar su molestia.
Su padre la miró y se acercó hasta ella.
— Prometiste que ningún hombre se acercaría a mí, todos esos de ahí, son hombres y no necesito a ninguno pisándome los talones — dijo en voz baja.
— Solo tienes que elegir un guardia para ti, como tus hermanos y es todo, se mantendrá a tres metros de distancia. Así que elige un puto hombre o lo haré yo — dijo su padre con voz firme.
Saera sospechaba que estaba cansado de ver a sus hijas ser tan descaradas y coquetas, oh, quién lo diría, rió en sus adentros, su padre estaba en su modo más protector y celoso que nunca, igual aquella prueba de amor no iba a cambiar su enojo.
— No quiero Daemon — respondió tranquilamente acomodándose en su asiento.
— No me digas así, soy tu padre — le riño golpeando su pierna con su pie.
Saera gruñó molesta cruzándose de brazos.
— Bien, padre — dijo remarcando la última palabra — pero será a mi manera.
Sus hermanas se rieron en lo bajo, Daemon suspiró, sus hijas, todas, lo iban a volver loco.
— ¿A qué demonios estás jugando, princesita? — le preguntó su padre en un susurró, luego miró a su esposa — ve lo que trata de hacer.
— Es tu hija, tiene sangre de dragón — respondió Rhaenyra divertida como si aquello fuese una respuesta tranquilizadora.
— Deja que la venzan en un duelo — propuso Daena en voz alta —, si quiere alguno ser su guardia no puede ser un idiota, solo él que logre desarmarla demostrará que puede protegerla.
Le sonrió a su hermana, esa era una complicidad verdadera. Daemon negó con la cabeza, de verdad lo querían volver loco.
— Vamos, soy mejor que cualquiera de estos hombres, uno me parece una burla hermana, qué sean dos contra mí.
— ¿Estás loca? No recuerdo haberte educado tan arrogante y vanidosa — dijo con una media sonrisa.
— No estoy siendo arrogante, sabes perfectamente lo buena que soy o tal vez, solo funciono con los débiles — sonrió a sus hermanos, solo para molestarlos, Jace frunció los labios y Luke le hizo un gesto con la mano.
Daemon la miró como si estuviera viendo al mismo demonio, Rhaenyra llevó la mano a su sien conteniendo una risita.
— No se que me matará rápido, si la vejez o lidiar con ustedes — se quejó su padre.
—Creo que cada una tiene algo que aprendió de ti — sonrió su madre acariciando su vientre.
— Es por eso que es tan difícil — murmuró…
Pero Saera ya no les puso atención, se mostraba demasiado desinteresada en ese momento mientras analizaba a cada hombre que estaba frente ella.
Ser Khaelan le miró.
— No los subestimé princesa — murmuró el escudo juramentado de su hermana que aún parecía cansado después de haberse batido en duelo por el favor de Daena y obtener el honor de ser su guardia.
— No lo hago Ser Khaelan — dijo poniéndose de pie, dando un brinco al campo abierto—. Él que logre vencerme, ese será mi guardia.
— Sae — Rhaena la llamó —, eres una princesa.
— Si, pero padre también se ha encargado de hacerme una guerrera — sonrió.
No dudo en alejarse de sus hermanas que no dejaban de ver a los hombres como si fuesen una clase de prostitutos que iban para complacerlas en lugar de mirarlos como los caballeros que se suponía que eran.
— “Una estupidez” — pensó.
Los hombres miraron a la princesita platinada con cierta curiosidad, Saera no tenía más que quince onomásticos pero jugaba con su espada de acero valyriano con experiencia. Saera sabía que ninguno quería verse humillado por una niñita, menos por una de la cual se decían cosas horrorosas y aun así, estaban ahí para conseguir honor.
— Parece un muchacho — le pareció escuchar a uno.
Casi la hacía reír aquello, podría ser, de no ser que a diferencia de Baela, ella disfrutaba llevar su cabello largo y trenzado.
— ¿Dos dijo? — preguntó un hombre, haciéndole seña a otro.
— Dos — respondió ella.
— Espero que estén listos para el desconocido — se burló Daena.
— Si solo eligiera al que está más bueno todo sería más fácil, yo debí haberlo elegido — dijo Baela llevándose las manos a la cabeza, mirando al hombre que había robado su atención —. A nuestra hermana le encanta hacerlo todo más difícil, ¿creen qué pueda cambiar de guardia? — preguntó.
— Baela — murmuró Rhaena.
— ¿Qué dices? — se quejó Daena — esto será tan divertido.
— Niñas — les riño Rhaenyra.
Cualquiera habría pensado antes que la princesa heredera se habría negado a que una de sus hijas enfrentará a dos hombres, pero con los años había descubierto que Saera era una fuerza de la naturaleza, imparable. No había pasado mucho tiempo cuando el dragón comenzó a tomar forma, la niña temerosa se había escondido en lo más profundo de su corazón, había quien comparaba a la princesa de cabello plateado constantemente con su abuela, la princesa Alyssa. Entonces había entendido una cosa, no podía retenerla por mucho tiempo, ni siquiera Daemon podía y aquello lo ponía de muy mal humor; sin embargo Rhaenyra la prefería así, fiera e indómita, aunque a veces extrañaba a la niña que corría a su habitación con los ojos llorosos y se refugiaba en la habitación qué compartía con Daemon, abrazándose a ellos, o con Daena, sus niñas dragón.
— No la van a lastimar — aseguró Rhaena.
Eso era claro, nadie sería tan imbécil para tocar a uno de los tesoros más preciados para los príncipes de la corona.
— Quieres divertirte hazlo, pero si uno de esos hombres termina sin cabeza por tu culpa no quiero que lo lamentes después — dijo Daemon mirándola fijamente.
— Nadie tiene que morir, no hoy, al menos — sonrió.
Saera se movió con cuidado hacia un tal Lancel que pertenecía a la casa Lannister y uno más joven que venía con él.
— Las princesas nacieron para usar vestidos — le murmuró el hombre.
— ¿Y le gusta el mío, mi lord? — preguntó alzando su espada.
El choque de espadas fue tan repentino que Lancel apenas había podido recibir el golpe de la princesa, el otro se le había ido encima también pero ella había sido más rápida golpeándole en la cara con su puño, donde llevaba un protector de anillos, el golpe había sido tan certero que no había tardado en sangrarle la nariz, Saera se la había roto en tres partes, haciéndolo caer al piso. Lancel golpeó con más fuerza, haciéndola tambalear, claro era mucho más fuerte que ella, sin embargo, Saera era más rápida y ágil, no tardó mucho para hacerse de la espada del hombre haciéndola volar unos metros lejos.
— ¡Vamos Sae! — gritó Baela — ¡Partele la cara al viejo!
El más joven, la tomó por la cintura jalandola hacia la arena, eso la había hecho enfurecer así que le tomó un segundo desenfundar la daga que Ser Laenor le había obsequiado y le hizo un rasguño en la cara, él la empujó cortando la manga de su vestido azul.
— ¡¿Qué mierda? — gritó — ninguna mujer me va a humillar!
— Ya lo hice — sonrió, golpeándole con el pie.
Lancel ya había recuperado su espada, los hombres volvieron a irse encima de ella, pero no fue fácil, Saera impuso mucha fuerza y maniobras que había aprendido gracias a que sus hermanas eran muy buenas bailarinas, sus dedos picaron con fuerza en sus ojos y las espadas se movieron con brusquedad intentando lastimarla, su espalda se arqueó, impulsando todo su cuerpo, sus manos tocaron la arena por un momento y luego volvió a quedar de pie.
— No son rivales para mí — jadeo cansada, pero con una sonrisa engreída.
Daemon sonrió orgulloso por lo que había creado, la había moldeado tal y como se lo había prometido, la había vuelto letal, antes sentía que se había excedido, que le había exigido de más, pero al verla poderosa y altiva, se había dado cuenta que no era así, era tan hermosa como peligrosa y eso significaba que nunca más nadie podría lastimarla, aunque su corazón era otra historia.
— ¿Alguien más? — preguntó.
— Yo — sonrió un hombre, abriéndose paso entre los demás. — Thayreen Bracken, princesa y no necesitará a nadie más que a mí — dijo inclinando su cabeza.
Saera le miró con curiosidad, acercándose a él. Lo conocía, era el quinto hermano de Humfrey Bracken, último hijo, buscando su lugar en el mundo.
— Se da mucho crédito a usted mismo Thayreen — musito.
— No más que usted princesa, pero si no lo hiciéramos ¿quién más lo haría? — preguntó.
— Sus acciones tal vez, Ser — respondió ella.
Sus espadas se cruzaron, era rápido, no iba a negar eso. No la iba a vencer, no frente a todos esos hombres, no era tan mayor en edad, tal vez tenía unos veintitrés años, pero ella era Saera, una Targaryen.
— ¿Ven eso? — murmuró Rhaena.
— Tienen un duelo de miradas — respondió Daena con curiosidad —. Eso es nuevo, pero así no se gana una pelea.
— Tal vez él no quiere ganar una pelea — dijo Baela en tono juguetón.
Daemon las miró molesto.
— Pelee Ser Bracken — le exigió golpearlo con su espada.
Él la tomó por la cintura jalandola hacia él y con su otra mano deteniendo el impacto de su espada, el imbécil le sonrió.
— Eso hago, pero usted lo hace fácil — respondió.
Saera apretó los labios molesta, oh no. No iba a permitir eso, así que devolvió la sonrisa y pisó su pie con fuerza para patear en su espinilla.
— Mierda — se quejó.
Repelió el ataque de la princesa con torpeza, pero no cedió. Así que ella se movió e hizo que la trenza de su cabello le golpeara en el rostro, Thayreen movió su espada con rapidez y cortó el otro lado impecable del vestido de la princesa.
— ¿En serio? odiaba este vestido, de todos modos — sonrió.
Intentó usar su espada nuevamente pero el Bracken pateó su mano haciéndola soltarla, Daemon dio un paso hacia adelante intentando contenerse, la princesa platinada gruñó de coraje y estrelló su puño en su cara haciéndolo dar un traspié.
— Siempre estoy dispuesta a aprender algo nuevo, pero nunca a perder.
Saera dio un brinco y su pie se estampo en su mejilla, haciéndolo caer, sin embargó el la jalo de la pierna y la arrastró al piso con él, forcejearon pero Thayreen colocó sus manos en forma de rendición sobre el piso.
— Me rindo, ¿y sabe? nunca me había rendido ante una mujer, ni una princesa — dijo sonriendo.
— Las buenas decisiones crean hombres sabios, Ser — murmuró la princesa presionando su daga contra su cuello, él aprovechó aquel pequeña baja de guardia y giró su cuerpo con ella presionando sobre el piso, golpeando con su espada su mano, haciéndola soltar la suya— Ohh.. — dijo, ella le miró con sorpresa sacando la daga que llevaba escondida entre las ropas y le presionó el cuello — bienvenido a la guardia.
Vio a sus hermanas desde el pequeño palco, compartían una sonrisita divertida en los labios.
Daemon se acercó y empujó a Thayreen, alejandolo de ella. Saera sonrió poniéndose de pie, tomando su espada.
— Ya tengo un guardia — susurró dando una palmada en el hombro de su padre, quien suspiro cansado.
— ¿Sabe lo que significa ser guardia o se lo tengo que explicar?
— Lo sé perfectamente, mi principe.
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El elegir damas había sido lo más aburrido del día, Saera había optado por una niñita de nueve onomásticos, probablemente no le serviría mucho tenerla pero le había causado un poco de lástima, además le recordaba un poco a ella.
— Alicia — sonrió Daena — estoy feliz de que estés aquí, seremos muy buenas amigas.
— Soy su dama mi princesa, ¿cómo podría ser su amiga? — preguntó la joven.
Saera suspiro, esa chica a pesar de ser hermana de Harwin no se parecía mucho a él, no le agradaba demasiado, pero tal vez era normal, a ella pocas personas le agradaban realmente, no solía conversar mucho como sus hermanas, prefería la soledad.
—Tranquila, que los rumores sobre mí no son ciertos. Bueno el de la septa si lo es — sonrió Daena.
—No, discúlpame, no me refería a eso — dijo la joven rápidamente temiendo haberla insultado.
— No te disculpes —Dijo Daena restándole importancia a la situación — ¿Y tú cómo te llamas cariño? —Le preguntó a su damita, pero la tímida niña no le contesto.
— Se llama, Margory.— respondió Saera por la niña.
— Es un hermoso nombre. —añadió Rhaena sonriéndole con ternura a la pequeña.
La chiquilla les sonrió.
— Y es tan tierna —Sonrió Daena— Ven Alicia únete, ahora eres parte de este cuarteto.
Sus hermanas rieron, pero ella no, algo no le gustaba en ella.
—Princesa, es mucha confianza. — dijo la Strong.
Saera noto una miradita de confusión en su pequeña doncella.
— Margory, ¿estas bien? — preguntó acercándose a su nueva dama.
— Si mi princesa — respondió con su vocecita chillona —. Es solo que los barcos me ponen nerviosa y mi pancita se revuelve.
— Bueno, en ese caso puedes ir conmigo en Thalita — sugirió con una sonrisa.
— ¿Su… su dragón? — preguntó — ¡Oh no, eso sería más aterrador que un barco!
Las hermanas rieron.
— Es porque nunca has ido en dragón — sonrió Daena.
— Alicia, ¿cómo es que eres una Strong? tu acento parece extranjero — preguntó Saera, mirando con desconfianza a la dama de su hermana.
— Vengo de las Islas del Hierro, princesa, viví ahí por un tiempo — respondió con voz tranquila — después volví y le serví a la reina Alicent, es por eso que me enviaron aquí, por mi experiencia.
Saera miró a su hermana quien le sonrió, entendía porqué había elegido a Alicia.
— Espero que estes comoda con nosotras — dijo intentando sonreír, pero no lo había logrado del todo. — ¿Cómo están… cómo está la princesa Helaena?
— Excelente — sonrió —. Es una princesa muy hermosa, la gente dice que será una buena madre y los príncipes — ambas hermanas le miraron con curiosidad —, bueno, todos son muy apuestos y el príncipe Daeron ha regresado de antigua.
— ¿Y siguen siendo igual de idiotas que siempre? — preguntó Daena probándose unos aretes.
— Princesa, eso no, yo no — murmuró —, no quisiera responder eso de una manera…
— Traqnuila puedes decirnos, no nos ofenderá — aseguró. —¿Cómo está mi prometido?
— A veces admiro tu capacidad de ver el lado bueno a todo hermana.— dijo Baela uniéndose a la conversación —Odias a tu prometido — rió.
— Pero no está demás saber si al menos se puso guapo, para saber que si lo soportaré toda la vida, al menos tener una carita bonita. —Dijo al descaro.
Sus hermanas sonrieron.
—Eres terrible — murmuró Rhaena.
—Es mi especialidad hermana —respondió la castaña — Bueno, vamos habla, Alicia.
— Bueno, el príncipe Aemond es muy estudioso y diestro con las armas, igual que el príncipe Daeron y el príncipe Aegon… bueno, es fan del vino de miel dorniense — sonrió.
— ¿Así que es un borracho? — preguntó Saera, intentando no parecer muy interesada.
— Es Aegon, no tenía mucho futuro —Dijo Baela.
Saera no pudo evitar ver mal a su hermana, ella no tenía idea de como era Aegon.
Algo extraño sucedió en su interior, ¿qué importaba? total, ella tampoco lo conocía, no lo conocía en absoluto y aun así en todos esos años no había dejado de pensar en él.
— Creo que cuando sea reina pondré otro puesto, el de consejero del vino —Bromeó Daena.
Su hermana se había reído pero guardó silencio en cuanto miró su cara, tal vez había superado muchas cosas, pero no el vino, aquellas bromas la hacían sentir incómoda.
— Pero algo bueno tendrá —dijo Rhaena tratando de ser positiva.
— No, definitivamente no — dijeron al unísono Baela y Daena.
Saera no pudo evitar poner los ojos en blanco, su pequeña doncella se había dado cuenta de aquel gesto.
— No — murmuró Margory, sumándose a la conversación —, bueno, yo solo estuve un día en desembarco del rey, pero lo vi entrenar con su espada y la gente lo llama príncipe dorado, porque siempre vuela en su dragón — sonrió la niña que doblaba sus vestidos.
Saera llevó su mano a su pecho, acariciando el collar en su cuello.
Aegon, no lo había visto en mucho tiempo y ahora volvería a verlo, no sabía qué sentir al respecto, un nudo se formaba en su estómago.
— No entiendo porque debemos volver — murmuró.
— Su tío el rey está muy emocionado princesa, por festejar sus quince onomásticos y no ha dejado de mencionar el compromiso de su nieta adorada y su hijo, el príncipe Aemond.
— ¿Y la reina está feliz? — preguntó su hermana — ¿Ya dejó de rezar para que ese matrimonio no suceda? — Alicia sonrió.
— Le mentiría si le dijera que es lo que la reina pide en sus rezos princesa, pero puedo creer que pide por el bien del reino y de todos.
Daena dejó escapar una risita, Saera no pudo evitar reír también.
— Ay, mi adorada suegra — se burló su hermana.
— Ven Alicia, vamos a mi habitación, me llevaré todos mis vestidos — sonrió su hermana dando saltitos hacia la puerta.
— Daena, si llevas todas tus cosas el barco se hundirá — le riñó, su hermana le mostró la lengua y se marchó.
— Nosotras también debemos ir a preparar nuestras cosas, descansen que será un largo viaje — sonrió Rhaena, Baela le siguió y ambas abandonaron la habitación.
— ¿Las quiere mucho? — preguntó su damita.
— Mucho es poco, son mi hermanas, las amo ¿tú tienes hermanos Margory? — preguntó.
— No, no, bueno, tenía una, pero mi hermana fue raptada por gente de Myr cuando saquearon el lugar donde vivíamos, mi familia es gente humilde, no podíamos pagar un rescate, lo único que sabemos es que fue llevada a una casa de placer; papá dijo que lo mejor era pensar que ella había muerto.
Saera sintió un golpe en su pecho, no pudo evitar acariciar su cabello.
— Siento mucho que perdieras a tu hermana de esa manera, esa gente no tenía ningún derecho a llevarse a tu hermana.
— Si su madre algún día es reina… ¿cree que ella pueda dejar de hacer que esto suceda? — preguntó con inocencia.
— Estoy segura que lo intentará Margory, mi madre se prepará para ser la mejor reina que Westeros haya visto nunca.
La niña le sonrió y siguió doblando su ropa, Saera se aferraba a eso. No quería que más niñas sufrieran lo que ella había sufrido.
— Margory, deja eso — le pidió—. Ve con Ellinda y pidele una taza de chocolate caliente, eso ayuda con los nervios.
— Claro princesa, lo que usted necesite — respondió poniéndose de pie.
— No es para mí, es para ti — le sonrió, tomando ella su propia ropa.
— ¡Pero princesa…!
— Es una orden, ve — repitió con un poco más de seriedad.
La pequeña le sonrió tímida, pero asintió con la cabeza, marchándose a donde se le había indicado.
Volvían a desembarco del rey… el corazón le palpitaba con fuerza. Nunca pensó que aquella sensación de pánico volvería a ella, de solo pensar en enfrentarse a una corte le daban ganas de tomar a Talitha y escapar…
— Respira, todo está bien — murmuró frente al espejo.
Saera miró un collar de perlas de mar y sonrió… Daena, lo tomó para ir a devolverselo a su hermana.
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Le había costado mucho dormir, los nervios no le permitieron estar tranquila ni un solo momento pero no sentía sueño o cansancio, aunque su cara decía otra cosa.
— ¿Me veo muy mal? — preguntó.
Margory negó.
— Se ve muy linda, ¿no preferiría llevar un vestido? — Saera le miró divertida.
— Nunca — negó — vamos.
Su doncella dio un saltito caminando tras ella, todos estaban listos para el viaje.
Baela, Rhaena que llevaba su huevo de dragón y Luke irían con su madre, a pesar de que Lucerys hacía tiempo ya era jinete de dragón aseguraba que al menos uno de ellos debía ir con ellos para cuidarlos, mientras su madre llevaba al pequeño bebé Aegon en sus brazos.
Su padre llevaría a Joffrey con él en Caraxes; Saera, Jace y Daena iban en sus dragones, cuidando a Syrax y a Arrax, mientras Moondancer, Borrasca y Tyraxes al ser más pequeños viajaban en un navío.
— Vamos dulzura — murmuró a su dragón.
Que restregaba su cuerpo con el de ella en forma cariñosa, Saera le plantó un suave beso y tomó la cuerda para subir a su lomo con cuidado.
— Arriba — escuchó a su padre.
Todos los dragones se alzaron en vuelo después de Caraxes. Con cuidado Saera dio una pequeña pirueta por los aires, Jace le imitó y le sonrió, adelantándose.
— ¿Una carrera a Kings Landing? — preguntó cuando sostuvo la misma altura que su hermana.
— Por supuesto, yo cuento — le sonrió Daena.
Saera tomó con fuerza la correa de su dragón.
— ¡Tres! ¡Vamos Badras, vamos! — ánimo a su dragón.
— ¡Olvidaste el uno y el dos! — gritó poniéndose en marcha — ¡Vamos preciosa, no hay que dejar que nos gané!
Ambas princesas sobrevolaron las nubes, mientras el cielo azul era testigo de la bella danza de dragones. A Saera le pareció ver que su padre había suspirado cuando lo rebasó en su dragón, dejándolo atrás junto con Jacaerys.
— ¡Dracarys! — gritó, entonces el cielo se iluminó haciéndola sonreír.
Cuando se acercaron a desembarco del rey, Talitha descendió un poco más. Pudo ver cómo la gente salía emocionada de sus hogares o los que estaban afuera se detenían a observar el gran espectáculo, demasiados dragones arribaron desde los cielos, nunca se había visto tal maravilla.
— ¡Lenta! — se rió Daena.
Pero ya la había alcanzado, ambas aterrizaron su viaje en pozodragón donde ya se les esperaba.
— Empate — le sonrió, mientras bajaba de su dragón.
Andy y yo les ofrecemos una disculpa por la tardanza en actualizar, ambas estábamos con pendientes de la uni, pero los dos fics han sido actualizados hoy... La parte de Daena ya saben donde encontrarla.
Les amamos. ❤️❤️
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