🎴 ፧ 𝗰𝘂𝗮𝘁𝗿𝗼 • ✦⁾

✦#4 — ᴛʜᴇ sᴛᴀʟᴋᴇʀ
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Un Sunoo de 18 años estaba en la limusina de camino a su hogar después de una dura sesión de fotos. Había algo en su lista que quería hacer, y en esa época si tenía completa libertad para ir a dónde quisiera. 

—¿Podemos pasar primero por la tienda de conveniencia? —preguntó con educación al chófer, a lo que este asintió y tomó otro camino distinto al de la mansión Han. 

Una de las cosas que quería hacer antes de morir: probar el ramen instantáneo. A esa edad ya llevaba tiempo en la industria del modelaje, y como tal estaba obligado a seguir estrictas dietas para mantener su figura. Por lo tanto, la comida instantánea y cualquier snack estaban terminantemente prohibidos. 

Pero él quería probarlos, y aunque siempre fue obediente a veces necesitaba cumplir algunos de sus pequeños caprichos personales. 

Durante el trayecto, había un extraño coche siguiéndolos, pero ninguno lo había notado. 

Bajó de la limusina una vez esta se detuvo frente a la tienda, y entró sintiéndose extremadamente nervioso. No estaba acostumbrado a hacer maldades, y parar para saltarse su dieta se sentía como el peor acto de maldad que cometería en toda su vida, aunque estaba seguro de que no se iba a arrepentir. Total, ahí ya tenía claro que se iba a suicidar así que prefiere arriesgarse a perder esa oportunidad. 

Aún estando decidido, ya teniendo el ramen y varias golosinas en la mano, se sintió mucho más nervioso que antes, tal vez por notar como alguien lo observaba con intensidad. Al buscar discretamente con la mirada de dónde venía esa sensación, se encontró con el coche de su mayor acosadora aparcado detrás de la limusina y la acosadora en cuestión al otro pasillo de la tienda fingiendo no haberlo visto. 

Sunoo se había asustado, solo estaban ellos y el dependiente, y temía mucho a esa mujer, que se había obsesionado demasiado con él desde su inicio de carrera. 

Al final dejó todo lo que tenía en su sitio y salió a escondidas por la puerta trasera, pues ella estaba cerca de la entrada. 

Debía evitarla a toda costa, y realmente intentó que no le notara, pero mientras procuraba desaparecer entre las calles para que ella pensara que se había ido, podía escuchar como esta lo seguía a unos pocos metros de distancia, causando que poco a poco fuera acelerando el paso con tal de huir de ella, llegando incluso hasta trotar.

Esa mujer estaba loca, amenazó a muchas de sus fans solo por mirarle, y gracias a las redes sociales sabía que la mujer vivía en su propio mundo imaginario donde estaba felizmente casada con él a pesar de que ella era 30 años mayor. 

Huyó y huyó, pero sin querer llegó a un callejón sin salida. Desesperado analizó el lugar a ver si podía escapar de alguna forma, encontrando a una extraña figura en lo alto del edificio. No se podía ver bien por la oscuridad, solo percibía esos orbes rojos que ya había visto varias veces en su vida. 

Siempre estaban ahí cuando se sentía en peligro, tan distantes pero tranquilos, sin hacer nada más que observar, y extrañamente los encontraba muy reconfortantes, llevándolo a sentirse tranquilamente extasiado aún cuando aquella fanática extrema le estaba gritando a todo pulmón que si no es de ella no sería de nadie. 

Antes de que esta le apuñalara en la pierna, Sunoo finalmente despertó muy exaltado. 

Aún sabiendo que era una pesadilla, se sintió extremadamente asustado y no podía dejar de hiperventilar, tal vez porque más que pesadilla era uno de esos recuerdos que lo carcomían constantemente. Porque sí, no era la primera vez que pasaba, pero al menos esta vez no se despertó en medio de la noche para luego sufrir un fuerte insomnio. Por la claridad puede deducir que ya era por la mañana. 

—Hasta que por fin despiertas —dijo Sunghoon ignorando el estado de Sunoo—. Llevaba rato intentando avisarte de la maldita alarma. 

Sunoo intentó calmar su respiración, consiguiéndolo al momento, no como las otras veces. El saber que Sunghoon estaba ahí le relajaba. 

—Buenos días Sunghoon... ¿alarma? —el peligris, que volvía a estar con su apariencia de deidad, señaló el reloj digital ante la notoria confusión del pelinegro—. Nueve... ¡¡La universidad!! —exclamó mientras se empezaba a cambiar con rapidez, ignorando el hecho de que Sunghoon estaba ahí observándolo. 

—Pues eso intentaba decirte. Sí que tienes el sueño pesado. 

Sunoo no tuvo tiempo para responder, solo se despidió con la mano y salió apresuradamente de la habitación, llegando a la limusina que llevaba media hora esperándolo para partir. 

Sunghoon vió a través de la ventana como el lujoso auto se alejaba en la carretera hasta desaparecer de su vista, y al momento se sintió sumamente aburrido por la repentina soledad. 

El día anterior la espera fue fácil porque se quedó dormido, pero en ese momento estaba recién despertado por lo que no tenía ni una pizca de sueño. De hecho durmió tan bien que siente energía suficiente como para aguantar los días que faltaban, tanto así que se empezaba a replantear el pedirle a Sunoo que le regalara su cama cuando muriera. 

Mala idea no es, la dejaría en mi despacho para alguna siesta momentánea, pensó. 

Aprovechando la soledad y viendo que no había nada que hacer, decidió investigar un poco la mansión. Nadie le podía ver si estaba en su forma de deidad, así que sentía completa libertad para ir por donde quisiera. 

Salió al pasillo y ahí encontró a la bola peluda que ayer le había despertado. Ahora que estaba más calmado se dió el lujo de darle unas caricias, a lo que el animal ronroneó. 

Inconscientemente, el peligris sonrió un poco, y entre caricias logró visualizar el collar del gato. 

—Gaeul... ¿Te llamas Gaeul pequeño? —cuestionó con un dulce tono de voz. El gato no tuvo ninguna reacción, solo seguir ronroneando ante las caricias—. Supongo que sí. Siento lo de ayer, estaba de mal humor. 

El felino empezó a lamer la mano de Sunghoon y este fue invadido por un extraño sentimiento de deja vu. Un borroso recuerdo de él acariciando a un gato también llamado Gaeul llegó a su memoria, aunque no parecían ser de la misma raza. Ignoró esa sensación porque está seguro de que se trata de su mente creando momentos que nunca existieron. Nunca le había pasado, pero a Riki le pasaba constantemente, por eso supuso que sería algún efecto secundario por ser un dios o algo por el estilo. 

El gato se erizó al notar la presencia de alguien más, lo que hizo que Sunghoon dejara de atenderlo para ver como el enojado padre de Sunoo pasaba por ahí. 

—Ya está el puto gato en el pasillo. Joder, le tengo dicho a ese inútil que lo deje en su habitación.... ¡¡¡Sunoo!!! 

—El señorito Sunoo está en la universidad, señor —avisó lo que parecía ser el secretario del adulto. 

—Pues debió dejar al gato encerrado antes de irse, maldito niño irresponsable. Decido mantenerlo y así me lo paga. 

—Señor Han, gracias al señorito Sunoo es que su empresa va bien, debería ser más tolerante con él. 

—¿Acaso pregunté tu opinión? —el mayor se acercó al gato y lo alzó sin cuidado sujetándolo por el collar—. La basura debe ir al basurero. 

El secretario se veía algo temeroso por el animal—. Pero, señor Han... 

Sunghoon no pudo evitar sentirse extremadamente molesto. Ya no solo le faltaba el respeto a Sunoo, sino que también despreciaba al pobre gato, quién parecía sentirse dolido al ser alzado de esa forma. 

Empujó fuerte al adulto, haciendo que este cayera al suelo y soltara al gato por el impacto. 

—¿Qué mierda? —preguntó el hombre confundido, pues desde su punto de vista no había absolutamente nada que le hiciera caer así. 

El peligris flotaba de vuelta a la habitación de Sunoo con la intención de que el felino le siguiera, algo que por suerte hizo. 

Una vez dentro cerró la puerta para que el gato no pudiera salir. 

—Lo siento pequeño, pero para evitar que ese imbécil te haga algo debes quedarte aquí. Sunoo se pondría muy triste si te hieren, y no quieres eso, ¿verdad? 

Como respuesta el gato maulló, y entendiendo el mensaje, se fue a su propia camita para quedarse ahí tranquilamente esperando a su dueño. 

Una vez asegurada su seguridad, Sunghoon decidió ir a vigilar a Sunoo. Se le quitaron las ganas de investigar la mansión si el molesto señor Han estaba ahí, así que prefiere salir, ver un poco Suwon y tal vez molestar a Sunoo. 

Al ir flotando podía ver mejor todo el lugar y no podía negar que la ciudad es más bonita de lo que esperaba. Definitivamente volvería para verla mejor cuando el caso terminara. 

Cuando llegó a la universidad tuvo que dar varias vueltas para buscar a Sunoo, encontrándolo caminando completamente solo y cabizbajo detrás de un gran grupo de chicos. Se iba a acercar a hablarle pero uno de los chicos volteó del grupo volteó a hablarle. 

—Sunoo, amigo, ¿crees que puedas hacernos tú el trabajo de ciencias? Te devolveremos el favor~~ 

—O-oh... Sí, claro —respondió el pelinegro aún sabiendo que nunca se lo devolverán. 

Sunghoon frunció el ceño. No había que ser profesional para darse cuenta de que se estaban aprovechando de su actitud sumisa.

—Genial, nos vemos luego —dijo el chico y se llevó al resto del grupo a otro lado, dejando a Sunoo completamente solo en medio del pasillo. 

—¿Eres tonto? —preguntó Sunghoon, haciendo que Sunoo finalmente notara su presencia—. ¿Por qué le harías algo a esos imbéciles? 

—Son mis amigos. 

—No lo son, y se nota a kilómetros. 

—Sí, yo tampoco me creo que lo sean, pero cumpliendo lo que me pidan es la única forma que tengo de al menos poder fingir que sí lo son. 

—Solo mándalos a la mierda. Para tener a gente así es mejor estar solo. 

—No me gusta estar solo. 

—Bien, pues te recuerdo que me tendrás aquí hasta que te suicides, así que técnicamente no estarás solo mientras yo ande por el mundo mortal. No gastes tu tiempo en imbéciles que no lo merecen. 

Aún con el tono de voz enfadado que usó Sunghoon, Sunoo no pudo evitar sentirse emocionado por sus palabras. 

—¿En serio? ¿No me dejarás solito? —preguntó inocente con una linda sonrisa en su rostro, algo que causó una leve punzada en el pecho del peligris, autoregañándose al momento por ello. 

Sunoo parecía un cachorrito de ojitos suplicantes, y eso hizo que Sunghoon sintiera el gran impulso de acariciarle la cabeza, que casi lo hace de no ser porque un grito lo interrumpió. 

—¡Sunoo! —el llamado hizo que los músculos de Sunoo se tensaran, sintiéndose extremadamente incómodo cuando esa chica tocó su hombro—. Te dije que me ayudaras a ser modelo, pero aún no me ha contactado tu padre —regañó ella. 

—E-está algo ocupado, no ha t-tenido tiempo para ver tu currículum —respondió nervioso. 

—Pues aquí —la chica le entregó unos folios—. Otra copia, entrégasela, y si no me llega ni una notificación pienso cabrearme mucho contigo —dijo antes de irse a pasos rápidos. 

Sunghoon, algo molesto por la actitud de la chica, no pudo evitar preguntar—. ¿La conoces? 

—No. 

El peligris frunció el ceño ante esa respuesta—. Es muy molesto que solo se te acerquen interesados de mierda súper descarados, ni siquiera se dignan en disimular un poco. 

—Consecuencia de la fama, supongo...

—Dame eso —el peligris tomó los papeles que la chica le había dado y los tiró a la primera papelera que vió—. No tienes porqué hacerle favores a nadie. Y con respecto a lo que estábamos hablando antes de esa molesta interrupción... No, no te dejaré solo. 

Esas palabras fueron suficientes para que Sunoo se sintiera de muy buen humor. Pero cuando iba a agradecerle, el timbre sonó indicando el cambio de hora. 

Antes de que la oleada de adolescentes empezara a moverse por los pasillos, Sunoo se metió en el primer baño que encontró, encerrándose en la cabina más alejada de la puerta, siendo seguido por un Sunghoon algo confundido. 

—¿No vas a ir a clase? —preguntó luego de que Sunoo se sentara en posición fetal encima del váter. 

—Me da ansiedad estar rodeado de gente si no es por trabajo, los adolescentes me dan miedo. 

—¿Si es así por qué te molestas en hacer "amigos"? O más bien, ¿para qué viniste? 

—Te lo dije ayer, quiero hacer vida normal —Sunghoon le miró fijamente con una expresión que mostraba lo muy poco convencido que estaba de sus palabras—. Vale, lo admito, es porque no quiero estar encerrado en casa y este es el único momento del día dónde se me permite salir. 

—Cierto, casi olvido que eres el señorito Rapunzel —Sunghoon salió de la cabina del baño traspasando la puerta y la abrió estando de vuelta con su apariencia de mortal—. Vamos —dijo al jalar de la muñeca de Sunoo para sacarlo de ahí. 

—¿A dónde? —preguntó el pelinegro con notoria confusión. 

—A los recreativos, idiota. Lo pusiste en la lista. 

—¿Qué? No, no, no. 

—¿Si no es ahora como quieres que complete la lista? Es obvio que no quieres estar aquí, solo aprovechemos. 

—No es eso, realmente sería genial ir, pero ahora no podemos. 

—¿Por qué? 

Sunoo se asomó fuera del baño para ver si aún estaba la avalancha de adolescentes caminando. Al ver que no, salió indicándole a Sunghoon que lo siguiera hasta una de las ventanas que había en el pasillo. 

—¿Ves ese coche gris? —preguntó señalando al vehículo aparcado en la entrada de la universidad—. Es la razón por la cual mis salidas son limitadas. Pertenece a una señora mayor que está obsesionada conmigo. Al ser una universidad privada no la dejan entrar, por lo que es más seguro estar aquí. Vive al otro lado de la ciudad y algunas veces viene a acosarme, pero suele irse rápido porque, al parecer, tiene hijos que mantener. No podemos salir libremente hasta que se marche. 

—¿Una acosadora extrema cumpliendo sus responsabilidades de madre? Eso es bastante inusual. 

—¿Inusual? Son sus hijos, ¿no es instinto que deba cuidarlos? 

—Tiene gracia que seas tú quien lo diga —Sunghoon se apartó de la ventana para poder apoyarse en la pared—. Más de una vez he tratado casos de niños que mueren al ser desatendidos porque sus padres están demasiado ocupados acosando a celebridades. Me sorprende la cantidad de personas que se obsesionan con famosos en este país. 

—Pobrecitos... Espero que los hijos de esa mujer estén bien. 

—¿Deseándole bienestar a los hijos de la persona que te apuñaló a los 18? —preguntó sarcástico. 

—¿Cómo lo...? —no terminó la pregunta al recordar quién era Sunghoon, es obvio que lo sabía—. No me juzgues, ellos no tienen la culpa de que su madre esté loca. 

—No sé si realmente sea así, su lado responsable no cuadra con el de los acosadores locos que he llegado a ver... —murmuró Sunghoon algo pensativo—. Como sea, eso no es importante ahora —se posicionó correctamente y puso la mano delante de Sunoo con la intención de que este la tomara, pero en su lugar el pelinegro lo miró confundido—. En la lista pusiste tomarnos de la mano. Ya que no podemos ir a los recreativos, algo deberíamos completar —recordó. 

Y aunque Sunoo comprendió lo que debía hacer, aún no estaba seguro de si podía tomarle de la mano. Al final fue Sunghoon quien lo agarró de esta al ver que el pelinegro no se atrevía. 

—¿Ves? No es tan difícil —dijo apretando levemente el agarre, a lo que Sunoo reaccionó mirando a otro lado completamente avergonzado por el contacto. 

Al fijarse, Sunghoon vió que las mejillas de Sunoo se tornaron carmesí. ¿Se puso así por algo tan simple?  Se preguntaba, y extrañamente era algo que no le desagrada para nada, al contrario, le parecía una reacción adorable. Aunque su agradable sensación fue rápidamente reemplazada por ese incómodo sentimiento de deja vu que había tenido con Gaeul. Algo en él recuerda haberle tomado la mano a alguien, y aunque estaba seguro de que un momento así nunca ha pasado, ahora se sentía algo dudoso. Tal vez fue con Riki o Jungwon, quién sabe. 

—¿Hay algún lugar tranquilo al que poder ir sin salir del recinto? —preguntó en un intento de ignorar la confusión. 

Sunoo tardó un poco en responder, aún estaba procesando que por primera vez en su vida le estaba tomando la mano a alguien. Se sentía agradable, avergonzado y un poco sorprendido por la calidez de Sunghoon. Al no ser un humano supuso que no tendría una temperatura corporal normal, pero no fue así. 

—E-el jardín de atrás —respondió nervioso. 

—Guíame. 

Sunoo empezó a caminar por el pasillo hasta llegar al lugar mencionado. Durante el trayecto ninguno parecía querer soltar el agarre, así que lo mantuvieron incluso después de que ambos se sentaran bajo el gran y floreciente árbol, manteniendo un ambiente bastante tranquilo entre ellos. 

—¿Quieres escuchar música hasta que llegue la hora de salir? —preguntó Sunoo. 

—Vale. 

Tras la afirmación, Sunoo tuvo que soltarse para poder sacar el teléfono y los auriculares, cosa que molestó un poco a Sunghoon, aunque valía la pena si así podría cumplir otra cosa de la lista. 

Sunoo le pasó un auricular después de ponerse el suyo propio, y el tranquilo pero nostálgico sonido de un piano empezó a sonar. 

—¿Te gusta la música clásica? —cuestionó el peligris algo sorprendido. Al haber vivido siglos sabe que en la actualidad ese tipo de música no es tan amada como antes.

—Si, me relaja mucho, y si cierro los ojos se disfruta más. 

Sunghoon quiso intentarlo y cerró los ojos, aunque se decepcionó un poco al no notar cambios en sus sensaciones, estaba igual de tranquilo que con los ojos abiertos. 

Debido al agradable momento, se tomó la libertad de apoyar su cabeza en el regazo de Sunoo para poder estar cómodamente acostado. El pelinegro, de manera inconsciente debido a que no tuvo reacción alguna por su máxima concentración en la música, empezó a acariciarle la cabeza. Fue ahí cuando el peligris sí llegó a sentir ese disfrute extra del que Sunoo hablaba. 

Se quedaron por aproximadamente 3 horas en esa especie de pacífica burbuja donde solo estaban ellos en completo silencio escuchando la agradable melodía del piano. 

Con las suaves caricias que Sunoo le estaba dando, Sunghoon pudo llegar a una conclusión: ni la cama ni el piano eran los causantes de su inusual sensación de paz, es Sunoo el único que le podía hacer sentir así, pero no quería admitirlo tan rápido. 

En la noche de ese mismo día, mientras Sunoo dormía, Sunghoon salió de la mansión en su forma de deidad para sentarse en el asiento de copiloto del vehículo de la acosadora, la cual había estacionado en frente de la casa. 

Tal y como sospechó, al verla notó como esta tenía un aura extraña alrededor suya. Sunghoon solo le dió un leve toque, haciendo que el aura desapareciera por completo y causando una especie de "despertar" en la mujer. 

—¿D-dónde...? —murmuró confundida mirando alrededor, aunque no terminó de hablar porque una llamada apareció en la pequeña pantalla del auto. 

—¡¡¡Mamaaaa, noona no me quiere dejar el mando de la televisión!!! —se escuchó la voz de un niño pequeño nada más la mujer le dió a contestar—. ¿Cuándo vuelves? ¡Quiero ver los dibus! 

—¿Qué haces despierto tan tarde, señorito? —regañó la mujer. 

Ups, ¡me pillaron, retiradaaa! —fue lo último que se escuchó antes de que aquel niño colgara. 

—Ah, estos renacuajos traviesos... —dijo apoyando la cabeza en el volante, y aunque sonaba como una queja, la mujer parecía feliz. 

Eso fue suficiente para que Sunghoon entendiera que había pasado. El destino de la mujer era sentirse bien como persona a base de cuidar a sus dos pequeños, y su extraña obsesión por Sunoo se trataba de una especie de error en el flujo de su vida. Por eso, aún dedicando su vida a acosar a Sunoo podía seguir con sus responsabilidades de madre, pero ahora todo estaba bien porque Sunghoon lo arregló en menos de un segundo. 

Salió del vehículo al ver que la mujer se iba a poner en marcha y volvió a la habitación de Sunoo. 

Ya no hay acosadora, por lo cual ahora tenían más libertad para completar la lista. 

Se metió en la cama, esta vez sin peluche en medio. La satisfacción de haber arreglado un error le hizo sentir muy bien consigo mismo. No sabía mucho de estos, solo que eran muy inusuales y que tal vez la junta de deidades le dirán que es un buen dios por haberlo solucionado. 

Recibir buenos comentarios por parte de la junta por hacer bien su trabajo era algo que Sunghoon anhelaba. Quería sentirse incluido y quizás llegar a formar parte de esta, ese era su mayor deseo. 

Y así, el segundo día concluyó. Puede que no fuera tan divertido como el primero, pero ambos se sintieron muy bien. Un poco de relajación de vez en cuándo nunca viene mal. 

Tomarnos de la mano y compartir auriculares: hecho ✓

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