Capítulo 4: Sentimientos a flor de piel

Como policía de élite, a Bakugo siempre le pidieron hacer posibles los imposibles. Sus entrenamientos fueron duros y los casos que llevaron dignos de elogiar. Durante años, se dedicó a las situaciones extremas. Desde que salió de la academia, nunca dejó de entrenar para ser el mejor, quería ingresar al cuerpo de élite.

También conocido como el equipo de acción rápida, en cuanto una llamada entraba, estaban listos para tomar cualquier acción necesaria. Una llamada al cuartel implicaba sólo una cosa: alto riesgo. Una misión para lo que ningún otro policía estaba cualificado. Órdenes de arresto de personal altamente violento, allanamientos en casos de drogas y contrabando, rescate de rehenes y arrestos en caso de tener barricadas o sospechosos atrincherados.

No cualquiera podía ingresar al cuerpo de élite. Se requería una formación especial, el manejo perfecto del equipo, incluido el curso de francotirador, pero sobre todo, necesitaban un alto nivel de cohesión, experiencia y precisión. Todo el equipo respondía y tenía su papel.

¿Cuántas veces entrenó tácticas especiales con sus compañeros? Bakugo sonrió al recordarlo. Creación de entradas, derribos y rescates. Él se especializó como francotirador, aunque gracias a sus compañeros, aprendió un poco sobre bombas y detonaciones.

¡Ya no era policía de élite! Y, aun así, miró su cinturón y el pantalón de campaña. Estaba equipado igual que ellos. Era la costumbre. Una granada para aturdir y desorientar, gas lacrimógeno, el mismo uniforme y las armas en la bolsa que dejó en su cuarto junto al rifle de francotirador. No debería necesitar algo de asalto para cubrir a Shoto en el entierro, era mejor llevar simplemente el arma reglamentaria y el chaleco antibalas.

— ¿Fue duro? – preguntó Shoto cuando llegaron a la puerta de su habitación.

— ¿El qué?

— Entrar en el equipo de élite.

— Sí – fue su escueta respuesta, aunque al ver el rostro inexpresivo de Shoto mirarle, entendió que esperaba mucho más que un simple "sí" –. Fue mentalmente agotador. Las pruebas fueron muy exigentes, incluso para los que se encontraban en las mejores condiciones físicas posibles. Demandan dureza mental, disposición a mostrar un gran coraje ante peligros extremos y capacidad de reaccionar y tomar órdenes de inmediato sin cuestionar nada. Cada simulación... cada entrenamiento, te llevaban al límite, pero era gratificante a su manera – susurró con una ligera sonrisa al recordar aquellos tiempos –. Cuando bajas del vehículo y sabes que nadie puede hacer ese trabajo, sólo tú y tu equipo, que todos te esperan para que resuelvas una situación que nadie puede controlar, sabes que eres importante, sabes que naciste para eso.

Shoto sonrió ligeramente. Conocía bien a Bakugo en el pasado como para saber que era un chico orgulloso y que quería destacar, ser el mejor. Su carácter explosivo hacía temblar a más de uno. Casi nadie miraba más allá de sus arrebatos, insultos o su falta de comunicación con las personas. ¡! Le fallaban las formas pero Shoto tampoco era perfecto en aquel entonces. Serio y reservado, intentando pasar desapercibido sin conseguirlo. Que ambos se enamorasen fue quizá una casualidad, pero no fue ni mucho menos un error, al menos no para Shoto.

— Te queda bien ese atuendo a lo policía de élite.

— Shoto, dejemos las cosas claras. ¿Vale? – resopló al ver que la conversación tomaba un rumbo que no le gustaba –. Seamos profesionales. Para ser sincero, si hubiera sabido que tú eras la persona a quien debía proteger, no habría aceptado este trabajo, pero tu padre me contrató y pagaba bien así que simplemente, olvidémonos de que una vez nos conocimos. Soy tu guardaespaldas y nada más.

— Vaya, qué directo – sonrió Shoto –. No volveré a decirte nada personal. Tranquilo.

Bakugo bufó. Intentó aparentar serenidad aunque en su interior, lo que realmente sentía, era dolor y culpabilidad. Era cierto que no había visto a Shoto en nueve años, pero, todavía recordaba los cuatro años que estuvieron juntos. Los primeros años, pese a su amor adolescente, sabía que Shoto guardaba sus sentimientos. Apenas exteriorizaba el amor que le profesaba. Sin embargo, el tiempo y la confianza, consiguieron que ese chico de carácter tan introvertido, se abriera a él y empezase a contarle cosas que no contó a nadie más. Quizá decirle que le quedaba bien la ropa no iba con segundas intenciones, sólo era un pensamiento que el antiguo Shoto jamás le habría dicho y él, le había cortado de un tajo lo que tantos años tardó en conseguir. ¡Sí! Se sentía culpable, porque sabía, que ahora sería difícil que Shoto volviera a abrirse con él como lo hizo en el pasado tras haberle dado a intuir, que no le interesaba saber lo que pensaba, ni sus sentimientos. Iba a volver a cerrarse y eso no era bueno. Guardarse todo para uno mismo, le haría explotar en algún momento y sería mucho peor, pero ya no pensaba echarse atrás.

Era cierto que Shoto no se había apartado del tema profesional en ningún momento hasta ahora, y aún así, sentía que ese trabajo iba a ser el más difícil de toda su carrera. Tras enfrentarse a peligros inimaginables donde pudo perder la vida, tener que volver a ver a un ex novio le resultaba realmente duro, más sabiendo que todavía le dolía lo ocurrido. Shoto se clavó muy hondo en su corazón, demasiado y esa espina no cicatrizó, ni sanó, ni salió. La tenía aún clavada en su corazón y es lo que le hacía seguir amándole pese al dolor que sentía al verle y recordar su ruptura. Bakugo inspiró con suavidad en busca de la relajación. ¡Realmente iba a ser un trabajo difícil!

Siendo sincero consigo mismo, todavía le dolía demasiado posar sus ojos en ese hombre. Amar y odiar al mismo tiempo era una sensación horrible. ¿Cómo podía algo así ser posible?

Bakugo abrió la puerta del dormitorio. Era un cuarto prácticamente igual al suyo, con la misma vista al árbol de cerezo del patio interior. A Shoto siempre le gustaron esos árboles y no le extrañaba en absoluto, que uno de ellos estuviera colocado en aquel lugar, donde al abrir los ojos y girar la vista, fuera lo primero que contemplases todas las mañanas.

Observó a Shoto cerrar los párpados unos segundos y respirar con suavidad. Esa habitación debía traerle innumerables recuerdos de su matrimonio y su esposa. Respiraba con suavidad pero no se atrevía a abrir los ojos. ¡Shoto jamás revelaría sus sentimientos! Se los guardaba y evitaba que la gente viera que estaba sufriendo en su interior.

Shoto apenas se movía pero con la fractura de sus costillas, hasta respirar debía ser tremendamente doloroso.

— Esto no es buena idea – se quejó Bakugo una vez más. ¿Cómo iba a ponerle el chaleco antibalas con esas heridas? Haría presión y empeoraría. Su respiración se haría más profunda y hasta podría llegar a provocar una neumonía. No debería asistir al maldito entierro.

— Sólo es un día.

— Creo que no entiendes lo que ocurre. Lo mejor sería que fueras sin chaleco, sin nada que te presionase las costillas, pero eres un terco cabezón que quiere ir a un lugar que no tengo al cien por cien controlado, lo que quiere decir que tengo que ponerte el chaleco por si alguien entra en el perímetro y te dispara.

— Aguantaré el dolor y te prometo que no volveré a salir de casa hasta que me digas que es seguro o posible hacerlo.

— Eres insufrible.

Bakugo empujó la silla hacia el interior y lo dejó en el centro de la habitación. Seguramente algunas chicas del servicio irían a ayudarle a vestirse, pero él necesitaba quedarse hasta ponerle el chaleco al menos. Luego se marcharía a dar las instrucciones necesarias a todos los hombres del servicio de seguridad que estuvieran disponibles en la casa para proteger el perímetro del cementerio y el velatorio.

— Ponte una camiseta corta o algo para evitar las rozaduras y creo que debes saber, que da mucho calor al llevarlo por dentro.

— Vale.

— Tampoco te creas Superman con él, es decir, aunque el porcentaje de las balas que detiene es bastante alto, no es infalible.

— Bakugo, no voy a ponerme frente a un agresor a pecho descubierto diciéndole que me pegue un tiro – sonrió Shoto – si veo a alguien con un arma, intentaré evitarle y me esconderé.

— Sí, claro, y será gracias a la gran movilidad de la que ahora dispones – se burló Bakugo, lo cual no le hizo demasiada gracia a Shoto –. Volviendo al tema, es un chaleco de los nuevos modelos. En principio, se supone que si te disparan, debería dejarte menos marca en el pecho.

— No me importa mucho la marca. Se irá, ¿no? ¿Como un moratón?

— Sí. Se irá. Venga, voy a ponértelo y recuerda que si tienes problemas para respirar o algo, házmelo saber de inmediato.

Al comprobar que por el momento nadie entraba en el cuarto, Bakugo le preguntó a Shoto dónde guardaba sus camisetas. Tomó una de manga corta del armario y volvió hacia la silla de ruedas.

— Vamos a quitarte esto – susurró Bakugo frente a él, sosteniendo el brazo de Shoto con la mayor delicadeza que pudo para sacarlo del cabestrillo.

Shoto frunció el ceño al sentir algo de dolor cuando desenganchó el cabestrillo y Bakugo sostuvo su brazo. Por más cuidado que Bakugo tuviera, el dolor no desaparecería y necesitaba ponerle la camiseta.

Por alguna razón, al llevar sus manos a los hombros de Shoto para deshacerse del kimono, se detuvo. Sus manos temblaron. Todavía recordaba la primera vez que vio su pálida piel desnuda. Habían pasado nueve años desde la última vez que se encontraron. Estaba nervioso.

Deslizó el grueso tejido del kimono blanco por su hombro. No esperaba tener que hacer algo así siendo sólo su guardaespaldas, pero allí estaba, nervioso y, en parte, ansioso por volver a ver su cuerpo pese a la rabia que recorría sus venas. A medida que la tela descendía, los tatuajes de sus brazos empezaron a ser visibles. La cabeza de un dragón asomaba por su hombro, descendiendo su cuerpo por el brazo y acabando finalmente, en un pez Koi nadando entre flores de loto en su antebrazo.

No podía ver su espalda, pero el tatuaje de su pecho estaba todavía incompleto. La venda ocultaba parte del tatuaje, pero daba la sensación de ser flores de cerezo por lo poco que podía ver. Por un momento, Bakugo se quedó absorto. Era una auténtica obra de arte. En Japón estaban mal vistos los tatuajes y de hecho, era precisamente por la Yakuza. Ellos ocultaban sus tatuajes bajo la ropa para no ser identificados fácilmente. ¡Ahora entendía por qué Shoto siempre mantuvo relaciones sexuales con él con camiseta! Seguramente en aquel entonces, no tendría tantos tatuajes, pero estaría haciéndose alguno. Sólo podía recordar un par de veces sin ella cuando iniciaron la relación, después... jamás volvió a quitársela frente a él.

Shoto sacó su brazo sano de la manga del kimono. Por suerte para ambos, su otra mano reposaba contra su pecho sin haberla metido en la manga. Una vez su torso quedó al descubierto, Bakugo le ayudó a ponerse la camiseta, metiendo primero la manga corta del brazo herido para que tuviera mayor facilidad de meter el resto.

El chaleco antibalas, todavía sobre las piernas de Shoto, era fino y discreto. Diferente al de Bakugo pero igualmente efectivo. Le ayudó a ponérselo y apretó las cintas creando un quejido de dolor en su cliente.

— ¿Estás bien? – preguntó Bakugo al escuchar su queja.

— Sí. Estoy bien – susurró. Bakugo se detuvo unos segundos, observando cómo Shoto cerraba los párpados, echaba la cabeza hacia atrás y trataba de recuperar la respiración normal. Le dolía.

— Sh... - Bakugo no pudo continuar hablando cuando la puerta se abrió súbitamente. En realidad, agradeció ese hecho al darse cuenta que estuvo a punto de llamarle por su nombre en vez de por el apellido.

A sus oídos y gracias a la puerta que acababa de abrirse, llegaron los gritos de una voz varonil y muy similar a la de Shoto. Llamaba a Katsumi.

Al ver que la niña entraba a toda velocidad dispuesta a saltar sobre su padre sin darse cuenta de sus heridas, involuntariamente, el cuerpo de Bakugo se puso en medio bloqueando el camino. Las piernas de la niña se detuvieron al instante al ser consciente que no podía pasar y entonces, miró hacia arriba observando el rostro serio de ese desconocido.

Las lágrimas se agolparon en los ojos de la pequeña. Sólo quería ir con su padre, pero Shoto entendió que Bakugo no se lo iba a prohibir, sino que su deseo era que fuera más despacio para no abrirle ninguna herida ni hacerle daño. Era una niña de cuatro años que todavía no entendía que sus actos tenían consecuencias.

— Ve con cuidado – susurró Bakugo antes de apartarse del camino de la niña y dejar que viera a su padre tras él sentado en la silla de ruedas.

Asustada todavía por aquella intervención, se quedó helada mirando el rostro serio y terrorífico del desconocido.

— ¿Katsumi? – susurró Shoto con una ligera sonrisa, lo que hizo que el cuerpo de Bakugo temblase ante esa voz que tanto le gustaba, y la niña mirase a su padre al instante –. Ven aquí, cielo.

La niña dio un paso atemorizada hacia delante sin perder de vista a Bakugo. Un paso y otro más rodeando al chico y, una vez estuvo a su espalda, echó a correr para lanzarse contra las piernas de su padre intentando esconder el rostro de ese guardaespaldas que tanto miedo le daba pero mirando de reojo por si acaso.

— Ey, Katsu... él es mi nuevo guardaespaldas, se llama Bakugo y aunque su cara es como la de un Bulldog enfadado, no es mala persona – intentó calmarla su padre mientras acariciaba su cabello. Bakugo frunció el ceño al escuchar lo del Bulldog, pero sabía que Shoto estaba bromeando por el tono cariñoso que estaba usando.

— Lo siento, Shoto, se ha soltado de mi mano y ha salido corriendo – se excusó su hermano mayor al llegar al cuarto – le he dicho que tuviera cuidado pero...

— No pasa nada. Todo está bien. ¿Verdad? ¿Has desayunado? – preguntó su padre, a lo que la niña asintió.

— Pero yo quería desayunar contigo.

— Ya lo sé, cielo, pero es que hoy tengo un día realmente ocupado. Te aseguro que, a partir de mañana, voy a estar unos días en casa contigo.

— ¿Lo prometes?

— Claro que sí. Juramento de meñique – sonrió Shoto, sacando el dedo meñique para que su hija pudiera hacer el juramento. Los dos enlazaron el meñique y mientras los movían de arriba abajo suavemente, cantaron al unísono – "promesa de dedo meñique. Si llego a mentir, me tragaré mil agujas".

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top