Capítulo 32: Rehacer la vida
Sentado en la sala de estar de su casa, todavía vestido con la ropa que llevaba anoche, Touya jugaba junto a la gran cristalera con su hijo. Sonreía mientras le pasaba los cubos para que los agrupase como a él más le gustase. Construía una torre de cuadrados.
Su mujer, desde el marco de la puerta recién levantada, los observaba con una sonrisa en su rostro. Era cierto que aquello fue un matrimonio forzado porque a ambas familias les convenía, sabía de sobra lo que Touya sufría en silencio tras haber perdido al amor de su vida y, aun así, nunca la trató mal a ella, al contrario, era comprensivo y amable, hasta dulce hasta cierto punto. Muy sobreprotector y adoraba jugar con su hijo.
— Aún llevas la ropa de ayer. ¿Estás bien? – preguntó su esposa algo preocupada al ver la enrojecida mejilla de su esposo.
— Todo lo bien que se puede estar con mi padre – susurró Touya agarrando otro de los cuadrados para pasárselo a su hijo –. ¿Qué tal fue tu noche?
— Estuvo bien – susurró su mujer mientras tomaba asiento a su lado y acariciaba su mejilla con suavidad.
— Ya. Me alegro. Al menos uno de los dos puede ser feliz, supongo.
— Touya... ¿Qué ha ocurrido? Cuéntamelo para que pueda intentar ayudarte. Seguimos siendo un equipo, ¿no? – preguntó su mujer con una dulce y tranquilizadora sonrisa.
— Sí, claro que sí. Tú y yo somos un buen equipo – sonrió Touya antes de tomar la mano de su esposa que intentaba calmar el dolor de su mejilla para besarle el dorso con suavidad – estoy muy cansado – susurró Touya dejando caer la cabeza sobre el pecho de su esposa y cerrando los párpados.
Viendo el panorama, su esposa le abrazó con suavidad, como una madre hace con sus hijos, con cariño y ternura dejando que, simplemente, descansase un poco.
— Deberías ir a dormir un rato.
— Sí, lo sé, pero... no paro de pensar en todo lo sucedido y me quita el sueño.
— Todo se arreglará. Ya lo verás. Cuanto estés más tranquilo, hablamos del tema y buscaremos algo juntos.
— Vale.
***
Sentado sobre el banco del mirador de su ventana, con la espalda apoyada en el cojín contra la pared y el portátil en sus manos, Shoto miraba el árbol de cerezo que tanto le gustaba con esa mirada melancólica que solía tener.
¡Vivo! Era lo único que podía pensar, al menos Bakugo estaba vivo y ya era mucho decir para como estuvo la situación. Todo había sido un desastre esa noche pero aunque no podía dejar de darle vueltas al tema y preguntarse si hubiera habido otra solución mejor, en realidad la peor de las preguntas que no podía responder era mucho más aterradora: ¿cómo? ¿Cómo se había enterado su padre de la relación que tenía con Bakugo? Debía ser alguien cercano o incluso alguien de la propia casa y en estos momentos, al único al que podía descartar al cien por cien, era a su hermano Touya, que al enterarse de que se habían llevado a Bakugo, le había ido a buscar con rapidez para arreglar la situación.
El ruido de alguien golpeando la puerta le hizo desviar la mirada un segundo hacia ella. Posiblemente era su padre así que ni siquiera respondió. Fingió no estar en el cuarto, pero en realidad, ese pretexto pocas veces funcionaba con él. El que estuviera al otro lado de la puerta volvió a tocar insistiendo de nuevo. Shoto permaneció en silencio y entonces, viendo que la puerta empezaba a abrirse, subió los cascos de música que tenía en el cuello hasta sus oídos fingiendo no haberle escuchado al ver que no tendría otra salida ni excusa para no responderle.
— ¡Shoto! ¡Shoto!
De fondo, Shoto podía oír claramente la voz de su padre pero no quería responder. Su única salida ahora era fingir que no le escuchaba, así que disimuladamente, con el dedo índice, elevó un poco el volumen de la música en la pantalla del ordenador hasta que no pudo escucharle más. A los pocos segundos, sintió que alguien bajaba sus cascos de música.
— Vas a quedarte sordo a este paso. No te pongas la música tan alta. Llevo un rato llamándote – se quejó su padre.
— Lo siento. La bajaré la próxima vez. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti? – preguntó Shoto con cierto toque irónico en su voz.
¡Estaba claro que sí o no estaría allí! Algo iba a pedirle y sería algo que a él no iba a gustarle, pero que ahora, debía obedecer sin rechistar. Se sentía como una marioneta en sus manos, ya lo hacía antes pero... ahora era mucho peor. Esa sensación de estar completamente acorralado debía ser exactamente la misma que tenía su hermano cuando trataba con su padre.
— Tu prometida está en la sala de espera. Ve a verla, ten una cita con ella y...
— Sabes que tengo mucho trabajo atrasado. Me pediste información del concejal de asuntos exteriores y aún no he podido encontrar nada – comentó Shoto haciendo alusión a su trabajo como hacker para su padre. Posiblemente quería volver a extorsionar a alguien para conseguir algo beneficioso.
— Eso puede esperar un día más. Ve con tu prometida.
— Claro... – se quejó Shoto aunque no le quedaba más opción.
Con un largo resoplido, Shoto bajó la pantalla del portátil y dejó que se quedase en hibernación hasta que él volviera. Su padre ni siquiera le esperó, salía de su cuarto cerrando la puerta tras él esperando a que su hijo se adecentara un poco y bajase junto a su nueva prometida.
Al meter los pies en sus zapatillas de andar por casa, un pensamiento surcó su mente. El rostro de Bakugo y esos gritos desesperados cuando pronunció su nombre la noche anterior cuando él se marchaba para no volver a verse nunca más. Estaba claro que a Bakugo no le gustó aquello, pero... ¿Qué más podía hacer él por Bakugo? Era lo único con tal de mantenerle a salvo. Ya no había vuelta atrás.
Sentándose sobre el futón de su cuarto, dejó caer el cuerpo hacia atrás hasta tumbarse. ¡No había remedio! Y no podía quitarse esa escena de la cabeza...
Flashback:
Cabizbajo pero sorprendido de que hubiera funcionado aquella frase con su padre, el corazón de Shoto se encogió y dolió mucho más cuando al dar el primer paso para caminar hacia su padre, la voz de Bakugo sonó a su espalda.
— ¡SHOTO! – gritó Bakugo captando su atención, pese a que Shoto no se giró. Continuó con el rostro cabizbajo sabiendo que girarse hacia él ahora sería un grave error. No podía permitirse flaquear ahora y que su padre cambiase de opinión.
— ¡Shoto! Vamos – ordenó su padre frente a él abriendo la puerta del coche para que subiera – y tú también. No vas a conducir hasta casa en ese estado. Tú – se refirió a uno de sus hombres – lleva la moto de mi hijo a casa, él vendrá en el coche con nosotros.
Dabi fue el primero en iniciar la marcha hacia el coche al ver a su hermanito tan parado frente a la situación que vivía. Era duro para él tener que afrontar algo así, él ya vivió algo parecido salvo que no tuvo opción para ayudar a la persona a la que amaba.
Por un instante, Shoto tuvo la intención de girarse, sin embargo, por fuerza de voluntad, no lo hizo y volvió a dar otro paso hacia el coche.
— ¡SHOTO! ¡NO LO HAGAS! – gritó de nuevo Bakugo bloqueando nuevamente el caminar de Shoto.
Mordiéndose el labio inferior y apretando sus párpados para tratar de centrarse en no girarse ni mirar, volvió a caminar hacia el coche en el momento en que las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos. Entró al vehículo escuchando su nombre una y otra vez a su espalda, pero no se quedó tranquilo hasta que el coche inició la marcha y se alejaban del puerto sabiendo que Bakugo estaba vivo.
Tendría una larga caminata hasta el centro de la ciudad, pero era mejor a perder la vida allí. Por primera vez, dentro del coche, elevó la mirada hasta el cristal de la ventanilla del vehículo. Sus ojos brillaban en la humedad de sus lágrimas y en el reflejo, podía ver a su hermano sentado entre él y su padre mirándole con preocupación. Allí se terminaba todo con el amor de su vida.
Fin flashbacks
Resopló sobre el futón y trató de pensar en otra cosa. Necesitaba cambiar de tema, aislar sus pensamientos y seguir adelante como bien pudiera. El dolor que sentía debería cargarlo para siempre en lo más hondo de su corazón y convencerse de que por el resto de su vida... sólo le esperaba la infelicidad más absoluta. Un simple muñeco de trapo en las manos de su padre.
***
En silencio, Izuku miraba a su mejor amigo tirado en el sofá. No parecía tener ganas de nada, pero conociéndole, sabía que su mente seguía pensando en ese día y en alguna solución. No le gustaba aquello.
— ¿Qué vas a hacer? – preguntó Izuku.
— Aún no lo sé pero... esto no va a quedar así.
Izuku observó en silencio el apartamento y entonces, decidió volver a hablar sobre uno de los temas que más angustiaban a su amigo.
— Deberías volver a hacer las pruebas para el equipo de élite de la policía.
— Eso me alejaría más de Shoto.
— Ya estás alejado de él – dijo con sinceridad Izuku haciéndole entrar en la realidad de golpe – y estar desempleado no va a ayudarte en nada. Piensa en cómo estar con ese chico en tus ratos libres, pero no tires tu vida por la borda por lo sucedido.
— ¿Crees que me conviene volver? – preguntó Bakugo.
— Es lo que mejor se te da y ahora mismo, sí, estás recuperado de tu brazo, deberías empezar a plantearte el regresar a tu vida.
— Haré los exámenes, si tú también lo haces conmigo.
— No estoy preparado para ello.
— Lo estás de sobra. Fuiste militar, sabes todo lo necesario y lo que ellos buscan.
— Tú mismo lo has dicho, soy militar, me tumbarán en la prueba psicológica.
— No, porque la prepararás conmigo y ellos saben lo que hiciste como militar y a las cosas que te enfrentaste. Tienen cuatro huecos repartidos entre sus equipos de élite, es tu única oportunidad de entrar.
— Demasiada gente se presentará mejor preparada que yo.
— Es mi condición si quieres que vuelva. Tú harás el examen conmigo.
Izuku resopló. No era lo mismo, lo suyo sería un examen de readmisión, era su plaza, sólo querían comprobar que estaba en plena forma mientras que, para él, era un examen de ingreso, le examinarían a fondo para saber si era apto o no.
— Vale – dijo finalmente Izuku rindiéndose ante esa petición –. Tampoco es que tenga un trabajo ahora mismo.
— ¿Te han despedido?
— Por si acaso, aunque no tengo nada que ver con Shoto ni con nadie de la familia, han preferido cubrirse las espaldas y despedirme por ser tu amigo, por si acaso Shoto pudiera contactar contigo a través de mí, supongo. No es que me hayan dado demasiadas explicaciones – antes de que Bakugo pudiera hablar pero viendo Izuku que abría la boca para hacerlo, prefirió cortarle – y no... no he pedido explicaciones, no creo que sea conveniente hacerlo cuando se trata de la mafia. Es mejor salir lo más ileso posible.
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