Capítulo 22: A salvo
Bajo el cielo nocturno, contemplando las estrellas con su espalda apoyada contra el pecho de Bakugo, sintiendo un ligero dolorcillo en su brazo en cabestrillo, Shoto se sentía en completa armonía. Aquella vida lejos de la ciudad, de su familia, de sus obligaciones y responsabilidades... era lo que siempre soñó tener con Bakugo y sabiendo que jamás lo tendría, quería aprovechar ese momento al máximo. Puede que fuera la única vez que pudiera estar así con ese chico.
— Ojalá estos momentos durasen toda la vida – susurró Shoto.
Por primera vez, Bakugo entendió el significado real de aquellas palabras. Años atrás, le habría dicho que era un idiota, que no necesitaba que esos momentos durasen toda la vida, porque podrían repetirlos una y otra vez pero... hoy, entendió a Shoto.
Bakugo no tuvo palabras que dedicarle. Le habría gustado decirle que todo estaría bien, que podrían tener esos momentos, que podrían estar juntos pero... no era cierto. Todo eran mentiras y conjeturas, así que prefería mantener el silencio, sin embargo, sí agarró con mayor fuerza sus brazos entorno a la cintura de Shoto en un abrazo que se negaba a soltar. Sólo quería decirle que él estaba allí en ese momento.
— Buscaré una manera de estar juntos – susurró finalmente Bakugo cerca del oído de Shoto, lo cual hizo sonreír sutilmente a su compañero.
¡Como una esperanza al final de un largo y profundo túnel oscuro! Así sonaban sus palabras y quería creer en ellas, lo hacía, al menos un poco, pero en el fondo sabía que sería casi imposible que sus sueños se cumplieran.
— Te quiero – susurró Shoto apoyando su mano sana sobre la de Bakugo y cerrando los párpados recostado sobre el pecho del rubio.
¡Dolor! Es lo único que sentía Bakugo al escuchar esa palabra de Shoto. Un dolor terrible al saber que no significaba nada porque no podrían estar juntos.
— Lucharemos, Shoto – susurró Bakugo captando la atención de Shoto – vamos a luchar, juntos y algo se nos ocurrirá.
— ¿Contra mi padre y sus deseos? – sonrió Shoto – es como un suicidio. Como darnos contra un muro. No atenderá a razones.
— Algo habrá que pueda ofrecerle.
— Desde luego no puedes ofrecerle descendencia conmigo, tampoco tienes una familia con territorios o negocios que a él le interesen. Seamos realistas, serías el último de su lista, sin contar con que eres policía. Además, ahora tengo una hija y tú...
— ¿Yo qué? – preguntó Bakugo.
— Que es todo diferente a antes. Una niña es una gran responsabilidad y no quiero cargarte con algo así. Tú nunca has querido responsabilidades de este tipo como animales o niños, así que...
— Éramos adolescentes – dijo Bakugo – y maduramos con el tiempo. ¿Por qué crees que no querría ahora esa responsabilidad? Por ti haría lo que fuera y en parte, sabiendo que tú y yo no podríamos tener niños jamás, querría a esa niña como mía si pudiera estar contigo toda la vida.
Shoto sonrió como si hubiera recordado algo gracioso del pasado y ese gesto, sorprendió a Bakugo. Hacía tanto tiempo que no le veía sonreír como cuando eran adolescentes.
— ¿De qué te ríes?
— Sólo... recuerdos – susurró.
— ¿Qué recuerdos?
— Recordaba nuestro primer beso. Fue un desastre pero a la vez, sentí que fue especial, el inicio de todo.
— No fue tan desastre – dijo Bakugo con un sonrojo en su rostro.
— Sí que lo fue – rió Shoto lo que hizo que Bakugo también riera al recordarlo y ver así a Shoto.
— Vale sí, fue un completo desastre pero... también me gustó.
— Todavía recuerdo cómo se chocaron nuestras narices. Te acercaste tan rápido que por poco me la partes – susurró Shoto.
— Tenía miedo de que me rechazases, incluso de que me esquivases o yo que sé – sonrió Bakugo – así que lo hice sin pensar. Sólo quería besarte y no medí las consecuencias. Pero... no fui el único, recuerdo claramente que estuviste tres días esquivándome.
— No te esquivaba – sentenció Shoto.
— Sí, claro que sí, cada vez que me veías, apartabas la mirada. Y sé que dijimos que estábamos saliendo, eso lo teníamos claro pero... tú estabas muy raro.
— No sabía cómo debía comportarme ni sabía cuándo besarte, así que esperaba que tú lo hicieras.
— Yo esperaba que tú te lanzases – se quejó Bakugo – al final fuimos unos idiotas que desperdiciamos tres días donde salíamos juntos pero ni siquiera nos besamos.
— Ahora lo habría hecho de otra manera.
— ¿Enserio? – preguntó Bakugo.
— Sí. Ahora mismo... no desperdiciaría el tiempo.
Apartando su espalda del pecho de Bakugo, Shoto se giró ligeramente para observarle. Aquella mirada afilada y arrogante del rubio, hoy era tierna y algo tímida, intentaba apartarla de él como si eso le hiciera sentir más seguro cuando no era así.
Le besó con suavidad. Si de adolescente aquel primer paso le cotó horrores, ahora ya no lo pensaba dos veces. Tendría contadas ocasiones para estar de esa manera con Bakugo y no pensaba en desaprovechar ni una. Bakugo cerró los párpados, apoyó una de sus manos en la nuca de Shoto y dejó que el beso fluyera entre ellos como antaño.
Esos sentimientos tan fuertes que una vez aparecieron entre ellos, regresaban una vez más de entre las cenizas. Quizá nunca desaparecieron. Siempre estuvieron allí, esperando a reaparecer con mayor intensidad que nunca.
Un leve quejido de dolor hizo que Bakugo abriera los ojos y mirase el ceño fruncido de Shoto y cómo había detenido el ritmo del beso como si se hubiera hecho daño. Muy posiblemente, por la posición en la que se encontraba. Sus costillas no estaban recuperadas, tampoco su brazo.
— No deberías hacer esfuerzos – susurró Bakugo.
— Supongo que no pero... me moría de ganas de besarte.
— Sigues siendo un idiota. Te lo repetiré... ¡no hagas esfuerzos! Tienes que descansar.
***
El grito aterrorizado de la pequeña provocó que Izuku apareciera enseguida. Seguramente Shoto no tardaría en llegar también pero, él estaba mucho más cerca al ser su guardaespaldas.
Al abrir la puerta, Izuku se encontró a la pequeña Katsumi incorporada en la cama. Lloraba y se notaba a la legua que había sufrido una pesadilla. Muy posiblemente con todo lo que había vivido hasta el momento. Izuku se sentó en el colchón y acarició el cabello de la pequeña para calmarla.
— ¿Papá? – preguntó la pequeña por su padre justo cuando miraba hacia la puerta por si le veía entrar.
— Tu padre viene ahora – susurró Izuku - ¿Quieres contarme qué ha pasado?
— Papá... - susurró la niña entre lágrimas.
— Tu padre está bien, va a estar bien, no se va a ir a ningún lado – intentó calmarla Izuku pensando que tras la muerte de su madre, temía por la muerte de su padre también.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque Bakugo está a su lado y es el mejor guardaespaldas que conozco, él no va a dejar que le pase nada a tu padre mientras esté a su lado.
Por un instante, la pequeña se quedó estática pensando en aquellas palabras y luego, sonrió ligeramente antes de ver aparecer a su padre por la puerta.
— ¿Katsu? ¿Estás bien?
— Papá – susurró antes de estirar los brazos para abrazarse a su padre en cuanto este llegó a su lado.
— Os dejaré a solas – comentó Izuku antes de salir del cuarto, observando a Bakugo en el pasillo algo preocupado pero sin entrar por no causar problemas. Sabía que la niña todavía le tenía algo de miedo por su carácter estricto y casi autoritario.
— ¿Está bien? – preguntó Bakugo a su amigo.
— Sí, creo que sí. Sólo tiene miedo de que le ocurra lo mismo que le ocurrió a su madre. ¿Quién dispara a sus padres delante de una niña, Kacchan? – preguntó Izuku.
— La mafia – susurró Bakugo – y los sicarios, gente a la que sólo le importe el resultado.
— Ya... supongo que sí. Me voy a dormir. No te acuestes muy tarde.
— En cuanto Shoto se meta al cuarto iré yo también a dormir – comentó Bakugo.
— Vale.
***
Esa noche no durmió el todo bien, de hecho apenas había dormido. Se quedó en el viejo sofá del pasillo durmiendo en una mala posición y con una fina manta que apenas le dio calor mientras esperaba a que Shoto saliera: no lo hizo. Shoto se quedó aquella noche a dormir con su hija para calmarla, lo cual Bakugo sintió casi como una necesidad.
Sin embargo, caminando por el viñedo, con el ceño fruncido y sin entender nada, observaba de reojo a la pequeña fija en su espalda sin separarse demasiado de su lado mientras agarraba la mano sana de su padre.
— ¿Por qué tengo una niña pegada a mí? – susurró Bakugo hacia su compañero algo cansado de sentir la mirada fija en él constantemente.
— Quizá le dije que su padre estaría a salvo mientras tú estuvieras a su lado – sonrió Izuku rascándose inocentemente la cabeza y entrecerrando los ojos.
Un chasquido de molestia salió de los labios de Bakugo aunque en realidad, tampoco es que le incomodase demasiado. Nunca pensó en una posibilidad de tener hijos. Desde su adolescencia, estando con Shoto, siempre supo que ellos jamás tendrían hijos, como mucho adoptarían en un futuro y no es que eso fuera a ser una decisión unilateral. Llegado el momento se habrían sentado a hablarlo, pero siendo críos... no fue un tema que abordasen jamás. Ahora, siendo algo más maduro y viendo todo en perspectiva, no se sentía nada mal cuando pensaba en esa niña como una posible hija para él.
Amaba a Shoto y era su hija, por tanto, no le era complicado poder verla como su propia hija y protegerla de cualquier problema. Sonrió al pensar en esa opción, muy posiblemente él mismo sería casi como un padre demasiado sobreprotector pero, le gustaba la idea. Miró a Shoto y éste le devolvió una cálida sonrisa que le hizo sonrojarse ligeramente.
Quizá a la pequeña le costaría acostumbrarse a él. Su carácter era malo, tanto que asustaba a los niños, pero sentir como la temblorosa mano de la pequeña agarraba con timidez su mano, le hizo sonrojarse todavía más antes de agarrarla con decisión y sonreír sutilmente a la pequeña en un intento por hacerla sentir cómoda con su acto. No quería asustarla ni hacerla sentir como si hiciera algo malo. No lo hacía.
— Tú no dejarás que papá vaya al cielo con mamá, ¿verdad? – preguntó la niña.
— No, claro que no – se agachó Bakugo junto a ella todavía con la mano de la pequeña agarrada con la suya – tu papá no irá a ningún lado sin ti. Te prometo que haré todo lo posible para que no le ocurra nada malo a él.
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