Capítulo 20: Recuerdos dolorosos

Tirados en el sofá de su casa, Bakugo besaba con pasión a su novio pese a que éste, tapado con una camiseta de manga larga, parecía preferir mantener una conversación que él no quería. Al meter la mano bajo su camiseta para tocar sus abdominales, Shoto bloqueó la mano agarrándola por la muñeca antes de sonreír.

Sigues igual de impaciente que siempre.

Llevo todo el día esperando por un revolcón, voy a mil y ahora tú no tienes ganas.

Claro que tengo ganas pero... – susurró Shoto – es que hoy... me apetecía sólo estar a tu lado.

Aquello sonó realmente alarmante. Shoto no era para nada así, él solía siempre aceptar todos y cada uno de sus deseos y hoy, que dijera que sólo le apetecía estar tranquilo a su lado era síntoma de que algo le preocupaba.

¿Qué ha ocurrido? ¿De nuevo tu familia? – preguntó Bakugo.

Él, que venía de una familia económicamente media, era consciente de que Shoto debía tener muchos problemas en su hogar. Al escuchar resoplar a Shoto y verle reposar de nuevo la cabeza sobre el cojín del sofá observando el techo, Bakugo supo que había dado en el blanco. Shoto apenas contaba nada de su vida, pero de esas pocas cosas que decía, lo único que se le quedó fue cuando dijo "mi familia es complicada y tiene grandes expectativas en mí". ¡Sí! Eso sonaba a presión, una presión de la que Shoto trataba de huir con todas sus fuerzas y era incapaz. Como un pez Koi nadando a contracorriente y siendo arrastrado por ella pese a poner todas sus fuerzas y su empeño en conseguir atravesar la corriente.

¿Alguna vez has pensado en tu futuro? ¿En el nuestro? – susurró Shoto como si todo eso sonase demasiado lejano, algo que Bakugo no entendía.

No, claro que no, idiota.

Yo sí – sonrió Shoto – sueño todos los días en... no sé... un pequeño apartamento para ti y para mí, o una casita en el campo lejos de todo, formando una familia tu y yo...

No podemos tener hijos.

Los adoptamos. Con un par de perros y... no sé, algo tranquilo alejados de todo.

Suenas como si no pudieras hacerlo. No es un sueño imposible. Trabajaremos cuando acabemos los estudios, ganaremos dinero y podremos ir a vivir donde tú quieras – dijo Bakugo sin más. Por Shoto, él habría hecho lo que fuera, incluso vivir en un pueblo aburrido si así podía estar a su lado.

Suena tan fácil cuando lo dices tú – sonrió Shoto con cierta melancolía casi como si creyera que él jamás podría tener algo semejante.

Claro que es fácil. Tú siempre dices que yo me salgo con la mía, entonces, ya lo verás. Lo conseguiré para ti. Haré realidad todos tus sueños, Shoto.

Con una sonrisa todavía un poco melancólica, Shoto, que estaba tumbado en el sofá sosteniendo a Bakugo sobre su pecho, se dio la vuelta para dejar a Bakugo bajo su cuerpo de forma tan repentina que Bakugo no pudo reaccionar a tiempo para impedirlo. Sus labios volvieron a unirse con fogosidad, con tanta que esta vez fue el mismo Katsuki quien sólo pudo agarrar sus manos a la nuca de su novio y seguir aquel ritmo que él imponía.

***

— ¿Katsu...? ¿Katsu...? ¡Ey! – aquellas palabras le hicieron salir de su pensamiento. Deku estaba a su lado llamándole para que saliera de ese ensimismamiento en el que se había quedado –. ¡Tío! Te has quedado helado.

Bakugo miró una vez más la escena que le había hecho recordar aquel momento de su adolescencia. Shoto estaba allí, arrodillado frente a una parra, con su hija de pie rodeada entre sus brazos mientras le explicaba cómo arrancar el racimo de uvas. ¡La escena más hermosa que jamás vio en Shoto! Verle así, siendo el gran padre que siempre creyó que sería, le hizo pensar en ese instante en que hablaron de familia. Apenas fue un cruce de palabras, no abordaron en profundidad el tema, pero... verle así le hizo desear más que nunca haber tenido esa familia.

Por un instante, creyó haber visto lo que pudo ser su futuro juntos. Los dos con la niña, un par de perros, trabajando allí, en la granja familiar, alejados de todo el mundo, de la estricta familia de Shoto, viendo todos y cada uno de los días una sonrisa en su rostro, esa sonrisa que su familia siempre opacaba.

— Ésta es la vida que él deseaba – susurró Bakugo hacia su mejor amigo –. Sólo quería ser normal, una familia, vivir alejados, tranquilos... y le dije que se lo daría, se lo prometí pero... aunque él sonrió aquel día que hablamos esto, sabía que yo jamás podría dárselo.

— Nadie puede darle esto, Katsu – susurró Izuku – no con sus orígenes. Su familia jamás dejará que tenga esto y aunque lo permitieran... todos los enemigos de su familia le buscarían para hacerle daño. Él jamás podrá escapar de la vida que le ha tocado vivir por nacer en la familia en la que está. Es el hijo pequeño de una de las familias más poderosas e influyentes de las que componen la Yakuza. Está condenado. Siempre lo estuvo.

— Lo sé ahora, pero en aquel momento... cuando salíamos juntos, aunque sabía que algo ocultaba, creía que simplemente no quería hablar de su familia porque le dolía. Ahora soy consciente de que ocultaba todo el dolor de lo que sabía que jamás tendría y no me lo contaba para que yo fuera feliz a su lado todo el tiempo posible. Él cargó solo con todo ese dolor y esa verdad. Yo sólo hacía nada más que repetirle lo felices que seríamos, le repetía que siempre estaríamos juntos y no era consciente del dolor que le infligía con esas palabras cuando él sabía que todo era mentira. Que nuestra relación acabaría. Me dejó ser feliz a mí todo ese tiempo.

— Creo que él también era feliz en ese tiempo y quería serlo. Aunque fuera por poco tiempo, me da la impresión de que le diste lo mejor de ti, le hiciste vivir su sueño durante un tiempo a tu lado antes de que su infierno cayese sobre él. Ese chico nunca ha dejado de amarte pero simplemente... las circunstancias no le permiten estar a tu lado.

— No es justo – susurró Bakugo completamente enfadado con la situación.

— Lo sé. Pero ésta es la vida que le ha tocado vivir. Puedes vivir enfadado con él toda tu vida creyendo que nunca te quiso y que te dejó con una mierda de mensaje de texto o puedes afrontar que te quiso demasiado como para llevarse todo ese dolor consigo y tratar de mantenerte a salvo de su familia. Él prefirió que le odiases para que pudieras rehacer tu vida sabiendo que él jamás podría rehacerla, que siempre te amaría pero debía alejarse para mantenerte con vida.

¿Odiarle? Era una palabra que había usado toda su vida para definir a Shoto. Le odió porque era mejor en el kendo que él, le odió por ser más joven pero más maduro que él en muchos aspectos, odió su carácter tímido e introvertido, su paciencia, su seriedad, odiaba que viniera de familia rica, odió cuando se enamoró de él, le odió cuando rompieron y ahora... esa palabra carecía de sentido para él. En realidad, seguía amándole como a nadie y descubierta su historia, se daba cuenta de que no podía odiarle, sólo amarle todavía más y eso lo hacía todo más difícil.

Caminó hacia Shoto con decisión y al llegar a su lado, tapando con su propia sombra la luz que le llegaba, provocó que Shoto se girase hacia él.

— ¿Podemos hablar un segundo? En privado.

— Sí... claro.

— Yo me quedo con ella – sonrió Izuku tendiéndole la mano a la pequeña con una gran sonrisa – vamos a ir a ver a los caballos y darles algo de comer. ¿Quieres?

La niña sonrió antes de agarrar la mano de Izuku con rapidez para acompañarle a ver los animales. ¿A qué niño no le gustaban los animales? Shoto los observó marcharse antes de volver a meter el brazo en el cabestrillo con una mueca de dolor en su rostro. Había estado tanto tiempo fingiendo estar bien con su hija, que ahora ya no podía disimular el dolor frente a Bakugo.

— No deberías esforzarte demasiado – le reprendió Bakugo mientras caminaban hacia los establos del fondo. En aquellos mantenían a algunos caballos enfermos que se recuperaban con lentitud antes de volver a mezclarlos con el resto.

— No tienes de qué preocuparte. Estoy bien.

— Me preocupo porque soy tu guardaespaldas.

— Sí, por supuesto.

La sonrisa triste que Shoto colocó fue suficiente para que Bakugo se diera cuenta de que ese chico seguía sufriendo una y otra vez, pero se callaba. Su silencio era la mejor defensa que tenía para protegerle a él. Dejaba que le odiase, casi parecía ser su propósito.

— Izuku me ha contado lo vuestro... bueno, lo que ocurrió entre vosotros. Es un chico estupendo – dijo Shoto pese a que ese ligero temblor en ciertas palabras le hizo saber a Bakugo el dolor que sufría cada vez que las pronunciaba – haríais una buena pareja.

— ¿Eso es lo que quieres, Shoto? – preguntó Bakugo de golpe sorprendiendo a Shoto –. ¿Quieres que salga con él?

Agarrando sus hombros con cierta fuerza, le empujó hasta una de las paredes de madera del establo arrinconándole todo lo que pudo.

— ¿ESO DESEAS? ¿Quieres que me lo folle? ¿QuE le diga todas las palabras que te dije a ti en su momento? ¿QuE forme la vida que tú deseabas con él? – gritó enfurecido y entonces... Bakugo se calló al ver que Shoto bajaba el rostro y ocultaba sus ojos bajo su flequillo. Mantenía el silencio pero las lágrimas que trataba de ocultar al agachar el rostro se hicieron visibles resbalando por sus mejillas. Su corazón se rompía ante sus palabras y entonces, Bakugo supo que su carácter había vuelto a salir a flote haciéndole daño.

— S-sí – susurró Shoto con todo el dolor saliendo de él –. ¡Ódiame, Bakugo! Yo rompí contigo, rompí con un mensaje de texto, yo... ya no te quiero – se le rompió la voz.

— ¡MALDITA SEA! – gritó Bakugo apartando una mano del hombro de Shoto pese a que la otra lo mantenía inmovilizado y dando un puñetazo a la pared de madera justo a la altura de su rostro dejando salir su cabreo y frustración.

Odiaba ver a Shoto de esa manera, vulnerable, sufriendo, llorando... odiaba sus lágrimas. Shoto debería ser feliz siempre, mostrar esa sonrisa tan inocente que tenía pero casi nunca lo hacía y era culpa de todo ese dolor que tenía en su interior, de haber perdido toda esperanza en salir de una vida a la que estaba condenado. Había dejado de luchar a contracorriente y se dejaba llevar por ella casi como un pez muerto o sin fuerzas.

¡Le besó! Le besó con toda esa fogosidad con la que lo hacía antaño cuando eran un par de adolescentes. No podía evitar amarle y ese gesto sorprendió todavía más a Shoto. ¡No podía engañarle! Lo intentaba de una y mil maneras pero Bakugo le conocía demasiado bien. ¡Le había pillado! Sabía su punto débil y lo estaba exprimiendo.

— Yo no te odio – susurró Bakugo a su lado.

— ¡Joder! – se quejó Shoto al darse cuenta de que no podría engañarle, había sido descubierto en su totalidad en apenas unos días. Toda su gran mentira de años se derrumbaba en cuanto habían coincidido. Rompió con él por un mensaje de texto para evitar que pillase su mentira y ahora... nada servía al tenerle cara a cara.

Shoto dejó que su cuerpo se resbalase hasta quedar sentado en el suelo del establo. Bakugo se agachó junto a él limpiando con los pulgares sus lágrimas.

— Tienes que odiarme – casi suplicó Shoto – te rompí el corazón, lo hice en un maldito mensaje de texto... tienes que odiarme.

— ¿Cómo voy a odiarte cuando te amo tanto? – preguntó Bakugo –. Rompiste conmigo por tu familia, mantuviste el secreto todo el tiempo para mantenerme al margen y luego, intentaste que te odiase para que rehiciera mi vida, pero tú... sigues sufriendo por mí. No puedo verte así, Shoto. Me gustan tus sonrisas, y todas las noches sueño con ellas cuando estábamos juntos. Tu inocencia cuando te compraba dangos en el puesto de debajo de mi casa – sonrió Bakugo – en tus sonrisas con las palomitas cuando íbamos al cine pese a ver películas horribles donde apenas iba gente para no ser descubiertos, cuando cocinaba soba frío para ti... cuando entrenábamos juntos al kendo, nuestros encuentros clandestinos en los vestuarios... me gusta ese chico, ése que luchaba con todo lo que tenía para poder seguir a mi lado. ¿Dónde está ese chico, Shoto?

— Ese chico desapareció hace mucho – susurró Shoto – desapareció cuando rompí contigo. Ese chico ya no tenía motivos para luchar ni nada a lo que aferrarse.

— Aún estoy aquí, Shoto.

— No podemos estar juntos. Jamás podremos. No puedo luchar más, Bakugo. Estoy demasiado cansado.

Bakugo le abrazó contra su pecho antes de derramar un par de lágrimas que Shoto jamás vería. Odiaba verle así y en eso le había convertido su familia. Aquel chico adolescente soñador, aquel que le cautivó, estaba destrozado y fingía, sólo fingía ser fuerte cuando, en realidad, una vez lo fue.

— Yo no voy a dejarte así – susurró Bakugo al oído de Shoto – si tú no puedes hacerlo, yo lucharé en tus batallas.

— No lo hagas, por favor. No quiero que te ocurra nada malo. Si mi familia se entera de esto... te matarán. No puedo permitirlo Katsu... – susurró la abreviación de su nombre tal y como hacía antaño, lo cual le hizo a Bakugo apretar todavía más el cuerpo de Shoto contra el suyo en un intento por protegerle. Por él... haría lo que fuera y no pensaba dejarle en ese estado. Se había propuesto volver a hacer que Shoto recuperase sus fuerzas y sus ganas por luchar. No sabía cómo, pero lo haría.

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