Capítulo 18: Un secreto doloroso
Aquel lugar era realmente apacible. Por un instante, Shoto pensó en la posibilidad de haberse podido alejar de todo en su vida y quizá, haber vivido tranquilamente con Bakugo en un lugar así. Él habría sido feliz sin duda alguna, aunque puede que Bakugo no tanto. A él le gustaba la gran ciudad y ser policía de élite. Un pueblecito como éste que a él le parecía lo mejor del mundo, a Bakugo debía parecerle una prisión o incluso demasiado aburrido. Sí... un lugar donde nunca ocurría nada interesante.
— ¿Midoriya?
Una voz femenina sacó a Shoto del trance relajante en el que se había metido mirando los prados y los acantilados de la costa. A la distancia, la que parecía ser la madre de Bakugo saludaba efusivamente con el brazo en su dirección. Izuku, con una gran sonrisa, elevó su brazo libre con el que no agarraba a la niña en brazos y le devolvió el saludo. Era evidente que le conocían. ¡Se habían criado juntos en ese pueblo! ¡Claro que conocían a Izuku! Fue lo que pensó Shoto.
Avanzaron juntos, con Izuku delante con ese semblante cargado de entusiasmo, sin embargo, Shoto se fijó en Bakugo a su lado. Miraba a otro lado evitando cruzar la mirada con él y además, parecía tener un leve sonrojo en sus mejillas. Shoto sonrió. Conocía suficientemente bien a Bakugo como para saber que eso venía por vergüenza al ver a su familia. Estaba un poco avergonzado y podría ser por el tiempo sin visitarles, porque llevaba amigos a casa o simplemente porque no le gustaba que su familia pudiera dejarle en ridículo o algo así frente a ellos. Bakugo siempre era muy reservado.
— ¡Hola, Mitsuki! ¡Ya estamos aquí! – gritó Midoriya saludando todavía con el brazo elevado y moviéndolo efusivamente de un lado al otro.
Bakugo aceleró el paso como si prefiriera llegar él antes que Izuku junto a sus padres. En el momento en que llegaban junto a la mujer que dejaba la escoba a un lado apoyada contra la pared para recibirles, vieron con asombro cómo Mitsuki se abalanzaba sobre Deku en un gran abrazo que sorprendió a todos.
Por un instante, Shoto miró a Bakugo. Estaba tan sorprendido como él pero quizá de diferente manera.
— Mamá... suéltale, anda – intervino Bakugo agarrando el brazo de la mujer para intentar separarle de su mejor amigo.
Su madre les observó antes de fijarse en la niña a la que había abrazado junto a Deku y sorprenderse.
— ¿Y esta niña? ¿Es que habéis adoptado una niña? – se alegró la mujer mirando a ambos chicos –. ¿Por eso habéis venido de visita? ¿Para que conozca a mi nieta?
Como un "click", todo encajó entonces en la mente de Shoto. Los abrazos, lo de la niña y la supuesta adopción... ¡Esos dos tenían o habían tenido algo! Su madre así lo creía y dudaba que lo creyese sin razones. Su estómago se estrujó al pensar en ello, su corazón aceleró el pálpito al descubrir ese secreto de esa manera y, sobre todo, su mirada se desviaba de un cohibido Izuku a un cabreado Bakugo.
— Mamá, ¡déjalo! No, no es nada de lo que piensas. Es la hija de Shoto Todoroki – le señaló Bakugo al chico tras la espalda de Izuku –. Es un cliente. Estamos protegiéndole y creímos que éste sería un buen lugar para pasar unos días. Nada más.
— Encantado de conocerla, señora Bakugo – susurró Shoto.
La cortesía y la educación era algo que tenía inculcado y arraigado desde niño. Pese al dolor que sentía en su interior, su expresión no cambió y su educación se vio reflejada en todo momento sin hacer mención a lo que acababa de descubrir. Pese a ello, Bakugo, a su lado, sintió que algo no estaba del todo bien por las gesticulaciones más lentas que tenía Shoto. La reverencia le costó un poco hacerla, casi como si tuviera que pensar cómo reaccionar, pero podría ser sólo una equivocación.
La mujer, al ver la reverencia de Shoto a modo de saludo, le imitó con un sonrojo en su rostro. En ese pequeño pueblo, aunque había buenos modales, era bastante atípico un chico de tan buen ver, estaba claro que venía de una muy buena familia y le habían educado con mayor rigidez.
Al erguirse la mujer, observó que Shoto todavía continuaba agachado en la reverencia. Su sonrojo fue mayor aún. Era un chico apuesto, joven, con buenos modales y de buena familia, todo un buen partido para cualquier mujer. ¡Si ella se hubiera topado mucho antes con un chico así, jamás lo habría dejado escapar! O eso pensó en silencio para sus adentros.
— Por favor, pasad dentro, debéis estar agotados del viaje.
— La verdad es que sí. Me muero por comer uno de tus guisos y tirarme en la cama por al menos una semana – sonreía Izuku frente a la sonrisa de la mujer.
— Te cocinaré todo lo que quieras, Midoriya. Espero que el bruto de mi chico no te esté dando demasiados problemas.
— Para nada. Él fue quien me habló de este trabajo. No pude negarme a aceptarlo. Está cuidando de mí – resumió Izuku sus experiencias frente al trabajo.
— Cállate ya, bastardo – se quejó Bakugo –. Sólo necesitaba a alguien que fuera bueno con los niños. Yo no los soporto.
El golpe en su cabeza llegó de forma precipitada por parte de su madre para que cerrase el pico o no hablase de esas maneras. Ese gesto que pudo haber sido tomado como algo ofensivo, a Shoto le causó gracia. El ruido que dejó escapar al reír sutilmente, provocó que todos se girasen hacia él y le observasen sonrojados. ¡Era muy atractivo cuando sonreía!
— Lo siento – susurró Shoto al darse cuenta de que quizá no debió reírse de algo así y todos le miraban con gran extrañeza como si hubiera hecho algo mal o muy extraño.
— No te lamentes. Mi hijo siempre es así. Necesita mano dura para que espabile – sonrió su madre para calmar al invitado.
***
Apenas eran las nueve de la noche, pero en esa casa, todos se preparaban ya para irse a dormir. El trabajo en la granja empezaba muy temprano y debían descansar. Mientras Shoto permanecía fuera, sentado en el balancín del porche tratando de dormir a la pequeña, Deku recogía la mesa y llevaba los platos a la pila donde estaba la madre de Bakugo.
Durante sus paseos, Deku pudo aprovechar a contarle por encima lo que estaba ocurriendo y el motivo por el que estaban allí escondiéndose, claro que evitó decir que Shoto pertenecía a una de las grandes familia de la Yakuza cambiando ese dato por el de que era el hijo pequeño de un importante empresario. Aun así, una vez lavando la vajilla, la mujer observaba por la ventana de la cocina frente a ella el balancín con el chico allí sentado. Le había resultado triste saber que acababa de perder a su esposa y ahora, cuidaba él solo de la niña, pero también empezaba a entender las heridas con las que había venido y su brazo en cabestrillo.
— ¿Cuánto tiempo crees que os quedaréis? – preguntó Mitsuki hacia Izuku que terminaba de traer las últimas cosas.
— No lo sé – sonrió – supongo que hasta que todo se calme un poco en la capital.
— ¿Creéis que ese chico estará a salvo en la ciudad? ¿Después de lo de su esposa? Es que... quizá estén esperando el momento en que vuelva para...
— Lo sé – le interrumpió Izuku intentando calmar a la mujer – pero Bakugo y yo estaremos allí con él. No vamos a permitir que le ocurra nada. Para eso nos contrató su familia.
— Qué lástima, un chico tan joven, atractivo y educado que tenga que pasar por esto.
— Sí lo es. Supongo que se ha perdido muchas cosas en la vida con tal de complacer a su familia – susurró Izuku.
— ¿Ya estáis cuchicheando como cotorras? – preguntó Bakugo malhumorado – dejad de chismorrear y acabad de una vez. Mañana hay que madrugar.
— ¿Madrugar? – preguntó Izuku. Que los padres de Bakugo lo hicieran para encargarse de la granja era una cosa, pero no esperaba que él también tuviera que madrugar. Shoto seguramente no lo haría.
— Sí. Mañana de madrugada antes de que salga el sol tienes que ayudarme con un asunto importante.
— ¿En serio? – preguntó Izuku completamente perdido de la conversación. No sabía nada en referencia a que Bakugo necesitase ayuda con algo.
— Pues no te quejes tanto y ven aquí ahora mismo a ayudarme. Te voy pasando la vajilla y tú la secas – le ordenó su madre.
— Ni hablar.
— ¡Bakugo Katsuki, ven aquí ahora mismo y ponte a ayudarme! – ordenó su madre con un tono de voz tan autoritario que hizo que Bakugo obedeciera al instante.
— Voy a salir a avisar a Todoroki de que es hora de acostarse.
— Llévale una taza de té caliente antes. Le ayudará a dormir mejor – sonrió la madre de Katsuki con una sonrisa que pocas veces había visto Bakugo. Estaba claro que a su madre le gustaba y hasta tenía un cierto toque sobreprotector con ese chico. Seguramente el bocazas de Deku le había contado su triste historia sobre la pérdida de su mujer. Bakugo entornó los ojos pero no dijo nada.
Izuku sirvió de la humeante tetera que estaba al fuego, un par de tazas, una para Todoroki y otra para él. Al salir a la terraza, pidió permiso para sentarse en el balancín a su lado y Shoto se lo concedió.
— Toma, Mitsuki me ha dado esto para ti. Dice que te ayudará a conciliar el sueño.
— Gracias – susurró Shoto.
— Se ha quedado dormida. Supongo que estaba muy cansada del viaje – sonrió Izuku al ver a la niña dormida con la cabeza apoyada sobre las piernas de su padre mientras éste, con su mano buena, acariciaba su espalda con suavidad y su cabello.
— Sí. Ha sido un largo viaje para ella.
Viendo la tranquilidad de aquel lugar y, sobre todo, las estrellas que en Tokio eran imposibles de ver por la contaminación lumínica, Izuku dio un sorbo a su té.
— Así que... ¿Bakugo y tú...?
Izuku escupió el té al instante al escuchar esas palabras. No sonaban como un reclamo, ni siquiera había sonado enfadado ni celoso, simplemente, era el tono calmado habitual de Shoto pese a que sentía cierto toque de tristeza.
— No, no, no, claro que no... él y yo no tenemos nada de eso que puedas estar imaginándote.
— ¿De verdad? – preguntó Shoto mirando a Izuku. Éste sintió una presión extraña, algo que, por algún motivo, le impidió mentirle.
— Sólo fue... un error de una noche en realidad – se sinceró Izuku –. Para serte sincero, Kacchan me gustaba cuando era bastante más joven y ése fue uno de los motivos por los que me mudé a Tokio a vivir con mi padre. Él quería huir de esta isla a toda costa y yo no soportaba la idea de no volver a tenerle cerca, pero... él nunca me vio de la misma forma y yo jamás le confesé todo esto.
Por un instante, moviendo sus dedos sobre el vaso de barro del té humeante, Izuku miró el contenido de éste tratando de recordar aquellos momentos, un pasado del que tampoco se sentía del todo orgulloso.
— Quizá me equivoque, pero... creo que Bakugo y tú tuvisteis un pasado en común, y no puedo asegurarlo, también sé que ninguno de los dos me lo va a admitir si fue así o no por el miedo a tu familia y las repercusiones, da lo mismo. La noche de aquel error... – pensó Izuku tratando de recordar todo – Bakugo bebía en solitario en un bar y yo hacía unas semanas que había vuelto de Afganistán. Yo quería un trago para no tener que regresar a mi casa solitaria y volver a rememorar malos tiempos, todo lo que vi allí y... Bakugo estaba allí, diciendo y asegurando que había olvidado ese gran amor que tuvo en su adolescencia aunque yo sentía que no era cierto – sonrió Izuku con tristeza.
— Y os acostasteis – susurró Shoto al entender por dónde iba la conversación.
— Supongo que fue el alcohol y los asuntos no resueltos de ambos lo que nos llevó a esa situación. A la mañana siguiente, ambos supimos al instante que era un gran error, pero... – se sonrojó Izuku al recordar aquello –. ¡Dios! Su madre vino de improviso aquella mañana para darle una sorpresa a su hijo. Visitaba Tokio y... cuando abrió la puerta, nos pilló medio desnudos en el sofá. ¡Ni siquiera sabía dónde meterme! ¡Fue horrible! Desde entonces su madre piensa... que él y yo... bueno, que podríamos tener algo, pero no tiene nada que ver. Sólo somos buenos amigos, nada más. Lamento que hayas tenido que enterarte de todo esto así, Todoroki, pero entre él y yo, te aseguro que no hay na...
— Está bien – susurró –. En realidad, él y yo jamás podremos estar juntos. Tú mismo lo has dicho, ¿un policía en mi familia? – sonrió Shoto – sería un desastre. Sabes tan bien como yo lo que ocurriría con él y no estoy dispuesto a ponerle en peligro, así que... si puede ser feliz a tu lado, está bien.
¡Dolor! Fue lo que Izuku sintió en ese chico, un profundo dolor que pese a que le dijera esas palabras, estaba claro que no podía librarse de esos sentimientos por Bakugo por mucho que quisiera verle feliz. A él le dolía demasiado.
— Pero, Todoroki, te estoy diciendo que entre él y yo...
— Lo sé, no hay nada. No lo hay ahora pero... tenéis una conexión muy fuerte y creo que ambos podríais llegar a sentir algo el uno por el otro. Yo no puedo darle algo así. Así que... si surgiera algo, sólo prométeme que le harás feliz. Por favor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top