Capítulo 16: El chico incorrecto
Bakugo apoyó su antebrazo por encima de su cabeza contra el frío cristal y miró las luces que su compañero también observaba. Hoy la ciudad era un caos por las explosiones misteriosas que se habían producido en varios lugares. Si hubiera estado con la brigada de élite, Bakugo se encontraría hoy en la calle.
— Me enamoré del chico incorrecto – susurró con total sinceridad Bakugo, dejando atónito a Izuku.
La inocente sonrisa de Izuku cuando éste desvió sus ojos hacia él le hicieron sentir cierta comodidad a Bakugo. Pensó que al decir algo semejante, Izuku se reiría de él o incluso le daría la razón, pero su mejor amigo nunca era así. Él era de los que trataba de apoyar en cualquier situación. Tenía un corazón bondadoso.
— No creo que sea el chico incorrecto – susurró – es decir, es un buen chico. Sólo hay que verle, Bakugo. Protege a su hija, la adora, está preocupado por su familia... siente algo por ti, intenta protegerte a su manera de su familia, al menos no ha dicho nada de que os conocisteis o la relación que mantuvisteis y eso es, sin duda, porque no quiere que te ocurra nada malo. Tiene buen corazón y es atractivo, así que entiendo el motivo por el que te enamoraste de él. No es un chico incorrecto, pero sí lo son las circunstancias y su familia. Si él no hubiera pertenecido a la mafia, a día de hoy, todavía estaríais juntos, ¿o me equivoco? – sonrió Izuku intentando hacerle entender a su amigo que, en realidad, no era un "me enamoré", sino un presente, seguía enamorado de él.
— Supongo – se sonrojó Bakugo desviando la mirada de nuevo hacia la ventana.
— ¿Hacemos turnos? Supongo que debemos mantenerles vigilados en todo momento. Puedo empezar yo si tienes sueño.
— Yo he tenido el día libre, yo me ocupo de esta noche. Vete a descansar. Mañana va a ser un día largo.
— No discutiré eso contigo, estoy agotado. Voy por una manta y...
¿Manta? Esa palabra le hizo pensar a Bakugo que ese idiota iba a dormir allí en el salón al estar Shoto y su hija en la habitación de invitados.
— Serás idiota. No pensarás dormir aquí en el salón, ¿no?
— Pues... sí. ¿Dónde quieres que duerma?
— Vete a mi habitación. Yo no voy a dormir.
— Pero...
— Somos amigos de la infancia. No es la primera vez que duermes en mi cama, ¿o me equivoco?
— No – susurró algo sonrojado Izuku –. Vale, pues... buenas noches entonces. Si ocurre algo, avísame.
Bakugo, que había estado mirando fijamente a Izuku mientras hablaba con él, se dio cuenta al girarse gracias al reflejo cuando se giró hacia la ventana, de que sonreía. Sin duda, le había hecho gracia esa timidez habitual de su amigo. Incluso cuando de niños jugaban juntos y dormían juntos, ahora le daba vergüenza tener que tumbarse a dormir en su cama estando vacía como lo estaba. Izuku nunca cambiaría.
Pensando en eso mientras volvía a mirar las luces de la ciudad, se dio cuenta de algo todavía más importante. No sabía apenas nada de su vida en estos momentos. Desde que volvió de Afganistán y pese a haberle visitado un par de veces, no le preguntó por nada personal. Quizá hasta salía con alguien pero... él no era consciente de nada en su vida y lo estaba arrastrando de nuevo tras él en ese trabajo. Bakugo resopló. Tendría que hablar con su amigo y seriamente. No quería que alguien que le esperase en casa acabase pagando las consecuencias de todo esto, pese a que debía estar acostumbrado por el trabajo de Izuku.
Haciendo presión sobre su antebrazo apoyado en el cristal, se empujó hacia atrás para apartarse. Le tocaba vigilancia y por el rato que llevaba ahí fuera, estaba convencido de que Shoto ya debía haberse acoplado a la habitación. No le molestaría en ese instante o eso pensaba al menos.
Caminó hacia el cuarto de invitados y desde el pasillo, miró bajo la puerta para comprobar que la luz estaba apagada. Abrió la puerta suavemente intentando no hacer demasiado ruido. Era posible que Shoto aún estuviera despierto, no había pasado demasiado tiempo desde que le dejó allí con su hija, pero por otro lado, si estaba muy cansado... quizá sí había caído rendido.
Al acceder a la habitación, se dio cuenta de que todavía había algo de luz. Shoto no había cerrado las persianas y, por tanto, la tenue luz de la iluminación procedente de la ciudad se colaba permitiéndole ver lo suficiente y siendo tan suaves como para que no molestasen su sueño. Bakugo sonrió; Shoto odiaba dormir con todo cerrado. Todavía recordaba eso.
Sobre la cama, Shoto se había tumbado con la misma ropa con la que había salido de su casa sobre las mantas y su brazo sano abrazaba la cintura de su hija bien tapada bajo las mantas. Bakugo se acercó sigilosamente a ellos para cerciorarse de que todo estaba bien; Shoto dormía profundamente. Sin duda alguna, estaba agotado por todos los acontecimientos de hoy. Su hija ni siquiera se había despertado pese a los movimientos.
Bakugo se acercó a la cama. Le gustaría decir que era por comprobar que todo estaba bien, pero se mentiría a sí mismo. Hacía tantos años que no veía a Shoto que tenerle allí tan cerca le hacía cometer locuras. Sólo quería verle más de cerca. Hacía años que no le veía dormir... su rostro cambiaba. La gente creería que era una locura y, en parte, era cierto que Shoto solía tener el mismo semblante casi inexpresivo todo el tiempo, pero no era cierto. Cuando estaba despierto, su rostro se tensaba y algunos gestos de disgusto se reflejaban en cómo fruncía el entrecejo, pero cuando dormía... su rostro se relajaba por completo. Era un auténtico ángel.
¿Por qué todo era tan complicado? Tras haber visto la cápsula del tiempo de Shoto, sabiendo ahora que ese chico sólo deseaba estar con él, no podía odiarle. Sin embargo, sí odiaba las circunstancias de la vida que les mantenía alejados y no podía luchar contra ellas. No podía salvar a ese chico de su sufrimiento, jamás podría darle la libertad que tanto deseaba.
— Lo siento... Shoto – susurró Bakugo acuclillándose junto a la cama y observando la espalda del chico que se mantenía girado hacia su hija.
Por un momento, se vio tentando a acariciar su cabello. Lo echaba de menos. Sus finas hebras de dos colores jugando entre sus dedos como cuando eran sólo un par de adolescentes. Tras el sexo... cuando Shoto se dejaba caer en la cama a su lado, Bakugo siempre acababa acariciando su cabello o dejando que él reposase su cabeza sobre su pecho y se durmiera allí. Todo aquello era pasado. Detuvo su mano en el aire y se negó a acariciar su cabello por no despertarle ni darle falsas esperanzas. No podían estar juntos y por más que ambos lo deseasen... era una complicación dolorosa para su corazón. Era mejor mantenerse a distancia.
Con un resoplido de frustración, Bakugo se alejó de la cama y se sentó en el sillón de la otra pared. Allí iba a pasar la tortuosa noche, observando al chico al que amaba descansar y manteniéndoles a salvo.
***
Escuchar pequeños ruidos en el salón le hizo a Bakugo levantarse del sillón e ir hacia allí. Amanecía, podía verlo por la ventana. De pie y cerca de la puerta, echó un vistazo al reloj analógico de encima de una de las mesillas: las siete y media pasadas.
Bakugo salió del cuarto y se dirigió al salón. Allí estaba Deku y estaba terminando de preparar los desayunos. Una bolsa con armas, munición y chalecos estaba sobre la mesa.
— Has madrugado – susurró Bakugo por no despertar a Shoto y su hija.
— No podía dormir más. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.
— ¿En qué problemas estás pensando? – sonrió Bakugo sabiendo que serían trabas al plan original.
— ¿Cómo haremos para pasar las armas por el control del ferry? No permiten armas a bordo y lo sabes.
— Pensaba utilizar la placa – sonrió Bakugo.
— Ya no eres policía.
— Yo no, pero mis compañeros siguen en la brigada. Iba a llamarles y pedirles un favor si es que no tienen alguna misión.
— Tus compañeros estarán arreglando el problema que se ha creado en la ciudad.
— Por eso mismo, sabiendo que están ahí fuera, no creo que les siente mal desplazarse a un par de ellos hacia el ferry y hablar con los guardias de seguridad de allí para explicarles que llevamos a una persona bajo protección.
— Me parece un buen plan si ellos están de acuerdo.
Las tostadas saltaron de la tostadora en ese momento. Dejando que Izuku, ya menos preocupado del asunto, terminase de ocuparse del desayuno, Bakugo se acercó a la cristalera para revisar la situación de las calles mientras marcaba el número de su antiguo compañero y jefe de brigada: Mirio Togata.
Deku esperó pacientemente hasta que Bakugo dejó de hablar con sus compañeros. Por el tono de la conversación y la sonrisa, supuso que le harían el favor de pasarles al ferry, sin embargo, Izuku seguía teniendo ciertas dudas al respecto. Esperó a que colgase y se acercase de nuevo a la encimera de la cocina.
— ¿Nunca te has planteado regresar a la brigada? – preguntó Izuku.
— Pues... la verdad es que pretendía que éste fuera mi último trabajo, ahora no lo sé. Durante estos años, tras la lesión del hombro en aquella misión, tuve que dejar mi plaza para recuperarme. Me dijeron que volviera cuando estuviera recuperado, pero yo no creí que fuera a recuperarme de algo así. Para guardaespaldas, donde necesito menos precisión que en la élite, estaba bien, por eso inicié el trabajo en esto. Antes de aceptar el trabajo con Shoto, estaba planteándome tomar un trabajo más y tratar de hacer las pruebas de nuevo para regresar a mi equipo.
— Te diré una cosa, Kacchan... tu brazo lleva meses bien. Lo que pasa es que te da miedo fallar esa prueba y que no te permitieran volver a tu equipo. Creo que te falta creerte tú mismo que estás listo para regresar.
— Es posible, pero ahora... no puedo dejar a Shoto con todo este lío. Me gustaría resolverlo antes de hacer las pruebas y regresar a mi antigua vida. ¿Y tú qué? ¿Has pensado en algo? Sé que no quieres volver a ser soldado.
— La verdad es que no. Me gustaría dedicarme a mi campo, la medicina, pero también sé que no será fácil. Soy médico militar, estoy sujeto al reglamento militar. De todas formas, tampoco me desagrada ser guardaespaldas para adolescentes o niños. Es un trabajo duro pero agradecido.
— A ti siempre te han gustado los niños.
— Buenos días.
La voz de Shoto detuvo la conversación de ambos antes de ver cómo la pequeña Katsumi se soltaba de la mano de su padre y salía corriendo en dirección a Deku. Desde luego, él no le asustaba. Eso fue lo primero que pensó Bakugo.
— Ey, mira qué te he preparado, tostadas con una carita sonriente – sonrió Izuku tomando en brazos a la pequeña para enseñarle el plato que reposaba sobre la encimera. La niña sonrió enseguida abrazando a Izuku –. Voy a tomar eso como que te ha gustado el desayuno. Venga, vamos a la mesa, desayunamos todos juntos y luego nos iremos a un sitio precioso donde podrás correr por la hierba.
Izuku siempre pintaba las cosas de una forma muy positiva. Para Bakugo, la isla Niijima era una maldita prisión rodeada de agua, casi imposible de escapar de allí, pero él veía el paraíso de la tranquilidad absoluta. Un lugar donde nunca pasaba nada interesante y todo era rutinario. Una vida de absoluta calma.
El lugar se quedó en silencio a excepción de la risa de la pequeña por las cosquillas que Izuku le hacía mientras se la llevaba en brazos hacia la mesa del comedor para que desayunase. Shoto aprovechó el momento para acercarse a Bakugo y agarrar los platos y las tazas para llevarlas también a la mesa.
— ¿Dónde vamos? – preguntó Shoto.
— A la isla Niijima. Sólo serán unos días, Todoroki.
— No tengo inconveniente con eso – susurró Shoto –. Vosotros sois los guardaespaldas. Ya te dije que os haría caso en temas relacionados con la seguridad.
— Desayuna. Tomamos el ferry en una hora y media.
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