Capítulo 13: La cápsula del tiempo de Todoroki
Ésta era la primera vez que Izuku pisaba una casa tradicional japonesa. Él se había criado en un apartamento del centro rodeado por más edificios altos. Su mejor amigo, Bakugo Katsuki, se crió no muy lejos de su zona, aunque al menos, su familia tenía una casa de dos pisos con un pequeño jardín. Aun así, a ambos les sorprendía el hogar de los Todoroki.
La primera reacción de Izuku al bajar del vehículo fue abrir la boca ante el asombro. El jardín era inmenso, desde donde se encontraba, frente a la puerta principal de entrada al edificio, no era capaz de ver la puerta de la propiedad por la que habían entrado.
Tras él, un hombre trajeado y con gafas de sol se subía al vehículo para llevárselo seguramente al garaje. Izuku, sin embargo, se quedó junto a Bakugo esperando a que él diera el primer paso. Un par de hombres trajeados aguardaban de pie, cada uno a un lado de la puerta principal. ¡Era un cliente importante! Y a Izuku no le cupo duda alguna de que era un alto cargo entre una de las familias de la mafia. La seguridad del lugar era simplemente abrumadora. No les perdían ojo de encima incluso sabiendo que Bakugo era uno de los encargados en la seguridad de su cliente.
Sacando su cartera, Bakugo se identificó frente a los hombres de la puerta antes de firmar en una hoja su nombre y la hora a la que entraba en la propiedad. Izuku le imitó. Supuso que eran las normas obligatorias para todo el mundo. Pese a ello, Midoriya mantuvo el silencio hasta que se encontraron a solas en el pasillo.
— Hay mucha seguridad.
— Yo puse la norma de identificarse de nuevo al acceso del edificio.
— Es una buena norma para tener controladas las visitas. Supongo que nadie trataría de atentar contra él si puedes asegurar sobre qué hora fue el atentado y quién estaba con tu cliente en ese momento.
— Sí. Pero eso nos obliga también a nosotros a identificarnos.
— Lo entiendo. No puedes fiarte tampoco de los guardaespaldas, aunque si sucediese algo y no fueran ellos, podrías saber quién estaba de guardia.
— Te presentaré a Todoroki y haremos turnos para protegerle. Mañana empiezas tú.
— Me parece bien.
Bakugo echó la mirada atrás para observar las facciones de su amigo. Sin duda alguna, estaba acostumbrado a que los padres probasen primero sus servicios antes de dejarle al cargo de niños más pequeños. Pese a ello, conociendo a Izuku como Bakugo lo hacía, estaba completamente convencido de que, en poco tiempo, Todoroki quedaría conforme con su forma de trabajar y le asignaría la protección de su hija.
A medida que avanzaban silenciosamente por el pasillo, los latidos del corazón de Izuku se intensificaban. Conocía a Kacchan desde la infancia, pero nunca jamás, le había visto tener una relación seria, ni siquiera enamorarse. Él tampoco le confesaría algo semejante, pero estaba completamente seguro de que durante el instituto, ese chico se enamoró y ese alguien... debía ser el chico que vivía en esa casa. Sentía mucha curiosidad por conocer a la única persona que había conseguido llegar hasta el corazón de su amigo.
Su compañero se detuvo frente a una puerta abierta y golpeó con los nudillos un par de veces con una suavidad inusual en él. Izuku, algo retrasado, no podía ver el interior, pero sí escuchaba a una niña pequeña como si estuviera jugando con alguien; seguramente su padre.
— Adelante.
Era la primera vez que Izuku escuchaba esa voz, pero le resultó casi enigmática. Su tono era tranquilo y apacible, su sonido muy varonil y algo grave: era una voz hermosa. Al menos a Izuku se lo pareció.
— Quería presentarte a tu nuevo guardaespaldas: Izuku Midoriya.
Con un movimiento de sus dedos, Bakugo le indicó a su amigo que se acercase más a la puerta. Izuku le obedeció y entonces, al girar, se quedó absorto. ¡Conocía a ese chico! Bueno... no conocerlo de haber hablado con él, pero le reconocía del instituto. Dos años más pequeño que ellos. Recordaba que, de regreso a casa, cuando Bakugo y él iban juntos, solía quejarse de ese chico por algo relacionado a las clases de kendo.
Izuku sonrió. Si tuvieron una relación en el pasado, Bakugo la camufló perfectamente. Jamás hubiera imaginado que esos dos hubieran podido tener algún tipo de relación sentimental. Bakugo no cambió en absoluto sus rutinas. Seguía yendo al instituto con él y también le esperaba para regresar juntos a casa. Nunca vio a ambos juntos excepto en la clase de kendo, a la cual, Izuku no asistía.
En cuanto la mirada de cliente y nuevo guardaespaldas hizo contacto, Izuku realizó una reverencia que fue imitada por el chico frente a él de sencillo kimono blanco.
— Soy Izuku Midoriya. Mucho gusto.
— Todoroki, Shoto – susurró el chico con esa apacible voz que contrastaba tanto con Bakugo –. Es un placer conocerle. Bakugo me ha comentado que sois amigos de la infancia.
— Así es.
— Gracias por aceptar el trabajo pese a lo precipitado que ha sido toda esta situación. Supongo que quedo en tus manos.
— Voy a dar lo mejor de mí. No se arrepentirá de haberme contratado. Se lo aseguro.
Izuku se incorporó de nuevo. Miró la sutil sonrisa del chico, su extraño cabello y sus exóticos ojos. Era un chico tanto enigmático como altamente atractivo. Empezaba a entender el motivo por el que su amigo se fijó en él pese a que su carácter era demasiado dispar. Izuku sonrió con sutileza. ¡Sí! Bakugo gritaba mucho, decía palabras malsonante, odiaba las muestras de afecto y trataba de hacerse el duro, pero ese chico frente a él parecía muy diferente. Venía de una familia poderosa, apenas elevaba su tono de voz más de lo necesario para ser escuchado, esperaba pacientemente y con cortesía a que los demás terminasen su conversación antes de entrar en la misma, no decía palabrotas... ¡era como si complementase a Bakugo!
La niña observaba la escena con cautela. No se separaba de su padre y eso era algo que llamaba la atención de Izuku. Sin duda alguna, seguía atemorizada por algo: la muerte de su madre. Bakugo se lo había contado.
Izuku se agachó para quedar a su altura pese a la distancia que les separaba y frente a que la niña trató de esconderse tras el cuerpo de su padre sentado en el tatami. Miraba de reojo con atención los gestos del nuevo guardaespaldas. La inocente pero sincera sonrisa de Izuku sacó los colores en las mejillas de la pequeña.
— Hola – susurró con una suave voz para no intimidarla – me llamo Izuku, pero puedes llamarme Deku. ¿Me dices cómo te llamas?
Con una mirada rápida a su padre como si le pidiera permiso para hablar y un gesto dulce que Shoto le devolvió para animarla a hacerlo, la niña habló sin soltar sus dedos del kimono de su padre.
— Katsumi – susurró.
— Katsumi – se sorprendió al inicio Deku al escuchar el nombre, lo que le hizo mirar de reojo a Bakugo. El nombre era realmente parecido al de su amigo. No le cabía duda de que esos dos habían tenido algo más que una simple rivalidad de kendo en el instituto –. ¡Qué hermoso nombre! – sonrió Deku inocentemente, consiguiendo que la niña sonriera y se calmase.
***
Tan sólo eran las ocho de la mañana, pero ya que Izuku iba a estar hoy entretenido con la seguridad de Shoto, Bakugo supo que era su oportunidad para descubrir qué estaba ocurriendo.
El primer día que llevaron a la niña en coche al colegio, el comportamiento de Shoto fue extremadamente raro. Durante sus cuatro años de relación, nunca le vio llorar, pero al verle derramar lágrimas el otro día le había afectado más de lo que le gustaría aceptar. Los siguientes días... Shoto ya no volvió a pronunciar palabra al respecto en sus trayectos juntos hasta el colegio.
¿Por qué rompió con él cuando era evidente que le dolía recordar esa etapa de su vida? Bakugo estaba seguro de que aún le amaba, pero no podía entender lo que estaba ocurriendo. Siempre creyó que Shoto había dejado de amarle, pero...
Frunció el ceño y guardando el teléfono en el bolsillo de su chaqueta, agarró la bolsa con las herramientas y salió del cuarto. Izuku le saludó desde el otro lado del pasillo donde custodiaba la sala donde Shoto jugaba con su hija. Elevó la mano a forma de despedida mientras se giraba para irse y caminó en silencio por los pasillos para alejarse. Tenía que ir a un sitio, a uno muy especial al que no había acudido en años, pero podría aclararle algunas dudas.
Si Shoto iba a seguir negándose a contarle lo que ocurría, entonces... él debería investigar por su cuenta.
En la puerta principal, firmó su salida en la hoja y se dirigió al garaje. Su coche estaba allí junto al del resto de las personas que trabajaban en la casa de los Todoroki. Abrió la puerta trasera, dejó la bolsa y se dispuso a ir al asiento del conductor. Una vez dentro, arrancó y poniendo su brazo sobre el respaldo del asiento del copiloto, echó marcha atrás mirando por el espejo interior hasta poder maniobrar. En cuanto tuvo el coche de frente, salió de la propiedad.
El tráfico a esas horas de fin de semana era bastante fluido por la circunvalación, sin embargo, al entrar hacia el centro de la ciudad, se volvió mucho más lento. En estos casos, Bakugo echaba de menos la moto para moverse con mayor rapidez.
Cuando detuvo el vehículo en su destino, lo primero que sus ojos leyeron fue el gran cartel de su antiguo instituto: Kanto International Senior High School.
Ese instituto tenía una de las matrículas más caras de Tokio, pero era bien sabido que su calidad a la hora de facilitar el aprendizaje de otros idiomas era excepcional. No todos los comentarios eran positivos sobre ese instituto, pero la realidad era que Bakugo fue muy a gusto a él. Allí conoció a Shoto Todoroki, allí se enamoró y allí... guardaron su cápsula del tiempo.
Las puertas estaban abiertas, seguramente por el mantenimiento de los jardines y algunos profesores que seguirían poniendo al día los trabajos acumulados o haciendo juntas. Ignoró todo a su alrededor y se dirigió al único lugar que le importaba dentro del recinto.
En el patio trasero, frente al dojo de kendo, junto a un muro de piedra, la fuente de siete grifos con forma de animal seguía intacta. A su lado, Bakugo se arrodilló para apartar una de las grandes piedras que formaban parte del muro y sacar de dentro, una pequeña caja metálica no más grande que la palma de su mano.
Todavía recordaba con cierta felicidad cuando iniciaron ese proyecto. Todos los meses dejaban un papelito con sus deseos o sus sueños. Shoto le prohibió mentir. En esa caja, quedarían encerrados durante años sus pensamientos. La idea era volver al cabo de veinte años y ver cuántos de esos sueños se habían cumplido en su etapa adulta. Todavía quedaban más de diez años para abrirlas, pero... Bakugo no podía esperar tanto.
Miró la caja. Tenía el candado puesto y evidentemente, nadie la había tocado ni encontrado. Era la de Shoto. La suya la tiró hace años por un barranco por lo enfadado que estaba con Shoto cuando rompieron. Al pensar en ello, no pudo evitar preguntarse si seguiría allí o algún animal se la habría llevado. Miró el candado de la caja de Todoroki. No se sabía su combinación pero intentó con un par de números. Ninguno fue acertado. Resopló.
Arrastró la bolsa de su lado para acercarla más y sacó una pequeña cizalla para romper el candado. No fue complicado, pero esperaba que Shoto nunca se enterase de lo que había hecho pese a que, en realidad, el día que regresase allí y viera su caja abierta, sabría que alguien había husmeado en su interior. Estaba claro que se la iba a cargar ese día, pero por ahora, Bakugo mantendría el secreto.
Abrió la caja y los papeles perfectamente doblados cayeron al suelo. Cuarenta y ocho papeles, los cuarenta y ocho meses que estuvieron juntos haciendo esa actividad.
Tomó uno de ellos y lo abrió pese a que sus dedos temblaban por los nervios. ¿Cuál fue el sueño de Shoto Todoroki a sus dieciséis años? Los latidos de su corazón se aceleraron, las palmas de sus manos sudaban y finalmente, abrió los ojos. Leyó. Sólo había una frase, una maldita frase que provocó que sus manos, soltasen el papel de inmediato ante la sorpresa. Ese papel, se mezcló junto al resto.
"Permanecer al lado de Bakugo Katsuki por siempre".
¡No podía ser! ¿Por qué pediría algo como eso? Ya salían juntos y les iba bien, no debería haber ocurrido nada en su vida a menos... que Shoto ya supiera de antemano que esa relación no iría a ningún lado. Al salir del shock, agarró otro papel de los que seguían doblados y lo abrió con rapidez creyendo que quizá, ese sólo había sido un deseo infantil, como si simplemente hubiera deseado que su amor jamás se terminase.
"Permanecer al lado de Bakugo Katsuki por siempre".
La misma frase. Abrió otro papel, y otro más... una y otra vez, su único deseo siempre fue estar a su lado. Cuando quiso darse cuenta, unas gotas mojaron el último papel que tenía en sus manos: lloraba. ¡Era un bastardo idiota que tras tantos años, aún conseguía hacerle llorar!
— ¡Maldita sea, Shoto! – dio un puñetazo contra el suelo al darse cuenta de lo estúpido que había sido.
A su mente, sólo llegaban los recuerdos de su sonrisa. Durante toda su relación, Shoto fingía que todo iba bien pese a saber que eso no duraría. Él rezaba por permanecer juntos, él escribía una y otra vez lo único que deseaba con toda su alma y que jamás se haría realidad por sus circunstancias. Él ocultó quién era en un intento de buscar unos años de felicidad con la persona a la que amaba.
— ¡Eres un puto imbécil! – se quejó Bakugo para sí mismo, aunque en realidad... el insulto ni siquiera iba dirigido a Shoto, sino a él mismo por no haberse dado cuenta de lo que Shoto ocultó durante esos cuatro años.
Sonrió con arrogancia. Él que siempre se jactó de "conocer a Shoto Todoroki", hoy se daba cuenta, que en realidad, durante esos cuatro años, por muy bien que quisiera conocerle, Shoto consiguió ocultarle su origen. ¿Shoto tuvo actitudes raras en esos cuatro años? ¡Pues sí! Claro que las tuvo pero él fue un idiota que no investigó del tema creyendo que sería alguna tontería.
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