Capítulo 11: El preescolar
Si era capaz de obviar los trapos sucios que a veces pasaban ante sus ojos, Bakugo pensaba que era una familia bastante normal. Todo el fin de semana, tal y como Shoto le prometió, no se movió de la casa y tampoco hoy parecía dispuesto a hacerlo. ¡Un trabajo fácil! Eso fue lo que Shoto le prometió y exceptuando el día del velatorio, hasta ahora lo había cumplido.
No se había movido de casa, ni se había puesto trajes. Ataviado con su kimono blanco y sin hacer esfuerzos, procuraba que sus heridas sanasen. Pese a que Bakugo pensaba que esa casa era un lugar seguro con todos los guardias que revisaban cámaras y al personal que entraba a trabajar o de visita, tampoco bajaba la guardia. Lo peor que podía hacer en su trabajo era confiarse.
De pie junto a la puerta del salón, Bakugo observaba la tierna escena familiar. Él no era el único guardia allí, todos estaban a cierta distancia de la pequeña mesa del salón donde Shoto y su hija desayunaban arrodillados sobre los cojines encima del tatami.
Bakugo observó la sutil sonrisa de Shoto. Hacía años que no la veía, pero seguía tan hermosa como escasa. Ese chico apenas sonreía, pero cuando lo hacía, por pequeña que fuera la mueca que reflejase, conseguía iluminar la estancia. No podía negarlo, seguía sintiendo algo por él.
Fue su primer novio y para ser sincero consigo mismo, pese a todos los rollos que tuvo posteriormente, fue su único amor de verdad. No había vuelto a sentir por nadie lo mismo que una vez sintió por Shoto.
Ver la sonrisa de Shoto en ese momento, mientras miraba embelesado a su hija tomarse el tazón de leche, era una imagen que le causaba a la vez que ternura, algo de celos. Esa vida pudo ser de ambos... pudieron haber adoptado a un niño, pudieron ser felices juntos, pero...
— Katsu... – Bakugo se giró al instante y miró a Shoto creyendo que le llamaba a él. Shoto siempre usó ese apodo con él mientras duró su relación – despacio, no vayas a atragantarte.
Evidentemente, no iba dirigido a él. Shoto seguía mirando a su hija. "Katsumi", tenían un nombre tan parecidos ambos que Bakugo a veces solía confundirse.
Vestida con el uniforme del preescolar de un colegio cercano, Bakugo observaba a la niña comerse un bollo antes de volver a su desayuno. Hoy tenía clase y quizá por ese hecho, era por el que Shoto parecía estar tan tenso y preocupado.
En Japón era obligatorio que todos los estudiantes debían ir andando a los colegios. Tan sólo por fuerza mayor, como cuando iban escayolados, permitían que les llevasen en coches. Por eso mismo, la normativa les mandaba matricularse en los colegios más cercanos a su residencia, sin opción a elegir una institución a menos que fuera un privado.
— Papá... ¿Vas a acompañarme al colegio? – preguntó la niña con cierta seriedad.
Shoto se paralizó. El primer día que Bakugo habló con él en el hospital, éste le había confesado que llevarla al colegio era algo que su mujer solía realizar puesto que él se marchaba al trabajo. Ahora que su esposa no estaba, alguien debía llevar a la niña.
— Me encantaría llevarte, Katsu – sonrió Shoto antes de acercar su mano al cabello de la pequeña y frotar las coletas mal hechas – pero... no puedo salir de casa todavía.
La niña pareció desanimarse al instante. Lo de su madre había sido un duro golpe para la familia y se notaba que esa ausencia había hecho que la niña se acercase todavía más a su padre por miedo a perderle también. Bakugo tragó la saliva. Que Shoto saliera no era una buena idea, pero permitir que ambos se entristecieran era otra de las cosas que le destrozaba.
— Voy a llamar al tío para que venga a por ti – sonrió Shoto.
— Vale.
La voz de Katsumi sonó triste y melancólica. Desde luego, no era eso lo que esperaba. Ella quería ir sí o sí con su padre.
— ¿Puedo hacer una sugerencia? – preguntó Bakugo al ver la escena. Shoto se giró entonces hacia su guardaespaldas personal pese a que el resto de guardias les observaron algo sorprendidos por la confianza de Bakugo al meterse en un tema personal.
— Sí, claro – sonrió Shoto –. ¿Cuál es tu sugerencia?
— Si llamas al colegio y comentas que vas a llevar a la niña en coche por temas de salud, no te lo impedirán y podría acercaros yo en el coche.
— ¿Estás seguro de eso? – preguntó Shoto –. Me dijiste que no saliera de casa...
— Tomaré precauciones, pero tenías razón en algo, no puedes cambiar todos tus hábitos por esto y sé que si no vas, estarás todavía más preocupado porque no sabrás si han podido querer hacerle algo a tu hija para herirte a ti, así que prefiero que te quedes tranquilo.
— Llamaré ahora mismo al colegio. Bakugo... gracias.
Por alguna razón, escuchar esa palabra salir de Shoto le hizo sonrojarse ligeramente. Tan sólo era una medida provisional, porque en cuanto Shoto pudiera volver a caminar, el colegio no le dejaría llevar a la niña en coche y entonces, no le quedaría más remedio a Bakugo que negarle a Shoto la posibilidad de acompañarla. Al menos si no atrapaban al tirador de su atentado o a la persona que quería verle muerto.
***
Bakugo regresó al vehículo en cuanto acompañó a la pequeña desde la puerta del coche hasta la del colegio, asegurándose de que todo estaba bien con ella. Desde la puerta del copiloto, Shoto observaba con una triste sonrisa. Bakugo habría sido un gran padre y le habría gustado tanto formar una familia con él, pero... las cosas jamás saldrían como él deseaba. Estaba atrapado en esa vida mafiosa, una vida controlada por su padre y los problemas que acarreaba. Nunca quiso involucrar a Bakugo en todo ello, pero allí estaba. Su hermano tenía razón. Mantener a salvo a Bakugo era ahora su prioridad y para ello, nadie podría enterarse jamás de sus sentimientos por él.
Al regresar al coche, Bakugo entró con rapidez frotándose las manos. Hacía frío y su gesto hizo que Shoto sonriera para pesar de Bakugo. Verle sonreír era demasiado atrayente para Bakugo.
— Hecho – susurró Bakugo antes de lanzar su aliento cálido sobre sus manos en un intento por calentarse.
— Gracias.
— Ya, no hay de qué. Te vi la mirada cuando le decías que no podrías acompañarla. Se te notaba afligido.
— Supongo que sí – agachó la cabeza Shoto hacia sus piernas –. Aun así, no tenías por qué haberlo hecho, pero...
— Creo que quien te disparó debe pensar que estarás unos días en tu casa y dudo que vigilen tu casa constantemente. Seguramente ni sabrá que estás aquí en el colegio de tu hija, pero sí pueden saber que tu hija seguirá viniendo a clases, así que, en parte, también prefería asegurarme personalmente de que todo estaba bien.
— Te lo agradezco.
— Pero sabes que esto no funcionará siempre. Llegará un momento donde tus heridas sanarán y el colegio te impedirá traerla en vehículo.
— Lo sé.
— Creo que deberías empezar a pensar en la posibilidad de ponerle un guardaespaldas.
— También lo he estado pensando.
Bakugo observó el rostro preocupado de Shoto. Estaba claro que le había dado vueltas a ese tema en su cabeza.
— Me gustaría... que fueras tú – sugirió Shoto.
— Yo no puedo serlo, Todoroki. Soy tu guardaespaldas y...
— Por eso mismo. Sé cómo trabajas y eres de mi plena confianza. No dejaría a mi hija con un guardaespaldas nuevo, tiene que ser alguien que conozca y, sobre todo, que haya estado a mi servicio, si lo he probado y sé que es bueno... entonces...
— No he trabajado nunca con niños, Todoroki, y además, proteger a tu hija implicaría que no podría protegerte a ti.
— Tengo otros guardaespaldas y... ella me preocupa más que yo. Que fueras tú me quitaría un gran peso de encima.
— No puedo aceptar, Todoroki.
— Piénsalo al menos, por favor.
— Lo pensaré si me respondes con total honestidad a una duda que lleva rondando mi cabeza desde que nos reencontramos – susurró Bakugo.
— Tú dirás.
— Katsumi – susurró el nombre de su hija –. ¿Por qué elegisteis ese nombre? Se parece al mío y...
Shoto dudó ante la pregunta de Bakugo. Él quería honestidad completa y era cierto que siempre había sido sincero con ese chico, pero desde que Dabi le había insistido en que era mejor mentirle para mantenerle a salvo, las dudas le asaltaron.
— Cuando Nagisa me dijo que estaba embarazada, me alegré, pero... – Shoto se detuvo, no podía decirle que jamás dejó de pensar en él – supongo que viniste a mi mente en ese instante y... siempre me había gustado tu nombre. Le comenté a Nagisa la posibilidad de ponerle Katsuki si era niño y Katsumi si era niña por un antiguo compañero mío del instituto, un muy buen amigo al que jamás podría volver a ver por la vida que yo llevaba. Ella aceptó. Le gustó el nombre, igual que a mí – sonrió Shoto con tristeza.
Bakugo se quedó absorto ante sus palabras. No esperaba que fuera a ser tan sincero, pero sonrió al darse cuenta de que poco había cambiado desde el instituto. Algo más feliz al saber que Shoto pensó en él al poner el nombre de su hija, de la persona a la que más amaba en ese momento, llevó su mano a la llave y le dio al contacto para arrancar el vehículo.
— ¿Por qué lo hiciste, Todoroki? ¿Por qué rompiste conmigo?
Aquella pregunta salió tan repentina que ambos se sorprendieron. Sólo era un pensamiento para Bakugo, pero cuando quiso darse cuenta y desvió sus ojos hacia Shoto, éste le miraba tan sorprendido como él lo estaba. Se le había escapado. Se maldijo mentalmente, porque no podía evitar ser así con Shoto, no podía dejar de ser directo con él.
— Yo... – agachó el rostro una vez más Shoto antes de sacar su brazo herido del cabestrillo, entrelazar sus dedos y apretar sus manos como si pensase en una excusa. ¡Lo hacía! Bakugo conocía bien a Shoto y sus gestos como para saber que estaba recordando ese momento y tratando de pensar en algo que decirle – yo... dejé de sentir algo por ti, lo siento.
— ¿Por qué me mientes?
Shoto abrió los ojos ante la sorpresa y eso fue otra prueba para Bakugo de que le mentía. Ponerse cabizbajo era una y la segunda... cómo dilataba sus pupilas cuando ahora le miraba tras haber soltado una mentira.
— No solías mentirme, pero cuando lo hacías... siempre te descubría. Puedes controlar tus expresiones, pero no tus gestos. Tu cuerpo te delata. Quizá consigas engañar a los demás, pero no a mí, Shoto.
¡Le acababa de llamar por su nombre! Y eso provocó que Shoto se sonrojase ligeramente. Su corazón palpitó con mayor fuerza y entonces, supo que jamás podría engañar a Bakugo. En cuatro años, ese chico le había calado hasta el fondo.
— ¿Por qué tienes que conocerme tan bien? – susurró Shoto con tristeza antes de apoyar la cabeza contra el cristal de la ventanilla.
— ¿Por qué me mientes?
— No me hagas contarte la verdad, por favor. No quiero... que te pase nada malo. Dejemos el tema, por favor. Es más seguro para ti no involucrarte en mi vida.
— ¿Me querías? – preguntó Bakugo – el día que rompiste conmigo... ¿Aún me querías?
— Bakugo, por favor. Deja de preguntar.
¡Era un sí! Bakugo abrió los ojos al darse cuenta de ello. Ese chico escondía algo y no quería hablar del tema, pero estaba completamente seguro por sus gestos y la forma en que apretaba sus dedos entrelazados entre sus piernas, de que estaba sufriendo. Prefirió dejar el tema.
— Vale. Da igual. Supongo que ya no importa.
— No... ya no importa – susurró Shoto con una voz de rendición.
¿Qué ocurrió en el pasado? Bakugo ahora estaba seguro de que algo había ocurrido. Quería averiguar por qué shoto rompió con él, quería llegar al fondo del asunto, pero no podía seguir insistiéndole a ese chico.
Completamente afligido, Shoto se lamentaba en silencio. Era imposible mentirle a Bakugo. Lo podía intentar mil veces, y mil veces, Bakugo descubriría que le mentía. Le conocía demasiado bien y tenía un instinto de policía demasiado fuerte y desarrollado. ¡Era imposible mantener mentiras con él! Lo único que podía hacer era suplicarle que no indagase, y aun así... Bakugo no era de los que se quedaban quietos cuando tenía dudas. Si investigaba... si descubrían que mantuvieron una relación... le matarían.
— Maldición – susurró Shoto antes de que una lágrima resbalase de sus ojos. Bakugo se quedó helado al ver en el reflejo de la ventanilla la lágrima que el chico trataba de camuflar.
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