11: "3:00 AM, la hora perfecta para videollamar"

Mercurio

—¿Estás segura de que te sientes bien o quieres que te lleve al hospital? —le pregunto a Sol, quien se acaba de despertar.

Hoy se desmayó en la escuela y se golpeó la cabeza con una barra de metal. Casi me da un infarto cuando Luna me llamó y la vi tirada con la cabeza sangrando, me alegra que no sea nada grave y que estará bien.

—Estoy bien, solo un poco cansada—me dice mientras se frota la cara.

—Te traje una barrita de cereal y agua así recuperas energía, dentro de poco haré la cena.

Ella agarra la barrita y la come recostada en mi cama. Le cuento lo que dijo la doctora y como fue bien la situación, ya que ella no se acuerda mucho.

—¿Luna te llamó?

—Sí, vino corriendo y me quitó la bufanda. Al principio no entendía, pero luego te vi y empecé a preocuparme—le cuento.

—Tranquilo, solo fue un desmayo. Ahora estoy mejor.

Me alegra que lo esté, no sé qué hubiera hecho si en serio le pasaba algo malo.

—Oye, ¿qué tal si te das una ducha? Te cambias de ropa y le escribes a Luna, ya que me dijo que te diga que le escribas cuando despiertes de tu siesta.

—Sí, claro.

Se levanta de la cama, la ayudo por más de que no lo necesite, tengo miedo de que se mareé o se caiga, por suerte no pasa eso y puede ir a la ducha sin problema alguno.

Mientras se baña decido ir abajo y preparar la cena, tenía pensado cocinar me exquisito guiso, el cual le encanta a Venus.

Hablando de él, es raro que no haya aparecido aun, de seguro debe de estar en camino.

Saco todos los materiales mientras pienso en Libra. La pasé tan bien en nuestra cita el otro día, jamás creí que sería tan divertida una cena en el cementerio.

Aunque recuerdo todo lo que me contó sobre Draco y me dan ganas de vomitar.

¿Quién podría hacerle algo así a una chica de quince años?

Ese ser humano simplemente da asco.

Ojalá hubiera conocido a Libra en ese tiempo, la hubiera llevado al hospital donde trabaja mamá que es más limpio y podría conseguirle para comer todos los budines de chocolate que ella quisiera.

Me alegra que esté bien luego de eso y que ya no esté con ese imbécil. Lo odio, lo quiero matar.

No, Mercurio. Como dice mamá, afuera las malas vibras.

Escucho el timbre de la casa cuando estoy revolviendo la salsa.

Ahí está mi zanahoria favorita.

Abro la puerta de la casa con una sonrisa, Venus me pasa de largo a toda velocidad como si no existiera.

—También estoy feliz de verte—le grito cuando está llegando las escaleras.

—¡¿Dónde está?! —el chico sube corriendo las escaleras, no tarda en encontrar a Sol y gritarle: — ¡Aaah, mi bebé está viva! Qué alivio.

Quiero ir con ellos, pero debo de seguir revolviendo la salsa o sino me quedará fea.

Agh, estúpida salsa.

Voy arriba revolviendo la salsa, me encuentro a los dos chicos platicando sentados en la cama de Sol.

—De igual manera, te golpeaste la cabeza te pudiste haber lastimado peor—le dice Venus.

—Pero estoy bien.

—Y vas a estar mejor cuando pruebes mi exquisito guiso—hago mi aparición—. Por cierto, Sol, me debes una bufanda, cariño.

—Lo sé, mañana te iré a comprar otra—me promete, apenada.

—Ay, no es necesario. Solo bromeaba. Las manchas de sangre no quedan nada mal en la bufanda, si tengo que ser sincero.

Ella se ríe, me alegra que esté bien.

Sol insiste en ayudarnos a hacer la cena, Venus y yo le decimos que mejor se quede en la cama a descansar, ella nos contradice diciendo que ya descansó mucho y quiere mover las piernas.

Como no se veía mal decidí dejar que venga a cocinar, con la condición de que, si le dolía algo, lo más mínimo, me diría e iría de vuelta al cuarto.

Ella se queda dándole de comer a su gatita Irina, por suerte no es un demonio como el gato de Luna.

Se escucha el timbre de la casa y Sol va a abrir, me quedo solo con Venus pasándome los condimentos.

—Oye, Mercurio...

—¿Qué pasa?

—Quería preguntarte si estás enojado conmigo o algo así—me pregunta cabizbajo, yo lo miro desconcertado.

—¿Qué? No. ¿Por qué piensas eso?

—Es que desde que no besamos estás un poco lejano, pensé que te habías enojado o algo así.

Tiene razón. Desde que pasó eso del beso he estado evitando un poco a Venus. Solo hablamos bien cuando está Sol presente, cuando estamos solos es un poco incómodo.

—No estoy enojado, solo...simplemente he estado con muchas cosas. Tranquilo, no pasa nada.

—Es que yo...

—Ustedes dos...

Me doy vuelta confundido cuando escucho la voz de Luna. ¿En qué momento apareció?

—¿Qué están haciendo que no están cuidando de ella? —nos pregunta, seria.

Aaaw, está preocupada. Que ternurita.

Te llega a escuchar decir eso y te manda a volar como un pajarito.

—Ella se siente bien y, además, estoy haciendo mi fabuloso guiso—le explico con una sonrisa.

—Ya, tranquilízate, Luna. Estoy mejor.

—Créeme, Luna, que si ella no estaría bien no la dejaría divagar por la casa—le dice Venus.

—Tú cállate, zanahoria—le responde, luego se gira hacia Sol—. ¿Segura que estás bien?

Con Venus compartimos una mirada de ternura.

Shippeamos a Sol con Luna. No sabemos si alguna de las dos está enamorada de la otra, pero hacen tan linda pareja.

Luna con su malhumor y Sol con su alegría. Y como Luna se preocupa por ella, simplemente las veo y me dan ataques de ternura. Son muy lindas.

—Que síí.

—Okey—le responde.

—¿Te quedas a comer? —le pregunta Sol, entusiasmada.

—Okey. ¿Julieth se puede quedar?

Entro en pánico.

—NOO—grito para que entiendan bien. Claramente, no lo hacen.

—Ay, por favor. No quieres al gato aquí, pero sí a tu amigo, quien te pegó con una sartén.

—Tiene su punto—le da la razón Venus.

¿Cómo pueden querer a ese gato rabioso aquí? ¡¿Qué no me ven la cara?! La tengo llena de rasguños.

—Tú cállate.

—El gato también se puede quedar, Luna.

¡NOOOO! ¡¿POR QUÉ?! ¡NO QUIERO, LE TENGO MIEDO A ESE ENGENDRO DEL DIABLO!

Muy machito por suerte.

Conciencia, no me vengas con esas cosas ahora.

—Puede conocer a Irina, ella está aquí.

Julieth entra por la ventana. La muy desgraciada pasa por mi lado, la miro con desprecio y temor.

Al rato se pone a jugar con Irina, Sol y Luna se van a un living, y me quedo cocinando con Venus.

Libra

Estoy jugando Roblox con Brisa.

Le conté todo lo de mi cita con Mercurio, estoy esperando a que me diga algo, pero no parece querer decir algo al respecto.

—¿Sigues pensando que me está utilizando? —le pregunto.

—Sí, y que se está esforzando demasiado.

Esta chica en serio es terca.

¿Cómo puede pensar que Mercurio solo quiere follar? Me hizo una cena en el cementerio, me compró chocolates y me contó cosas privadas sobre él. Alguien que solo quiere coger ya se hubiera buscado a otra.

—¿En serio le contaste lo de Draco? Se lo va a contar a los demás, Libra—me dice.

—Claro que no. Confío en él y no me haría eso. De seguro iremos juntos al partido que habrá la semana que viene, estaba pensando en que podría besarlo.

Escucho como suspira y teclea.

—¿Conoces el código de amigas? El de no meterse con los ex y mucho menos con los que le hicieron daño.

—Tú me dijiste desde el primer momento que si quería podía intentar algo con él porque folla de maravilla, pero si te molesta me gustaría que me lo digas y lo aparto.

—No me molesta eso. Es que no quiero que te lastime.

—No lo hará. Él no me lastimaría.

Hay silencio entre nosotras. Siempre que hablamos de Mercurio discutimos un poco, por eso siempre evito el tema. Quería contarle sobre la cita porque estaba emocionada y volví muy feliz a mi casa, pero ahora estoy desanimada.

—Mañana mi mamá hará espagueti, ¿quieres venir? —le pregunto cambiando de tema.

—Sí, claro. Oye, te debo dejar, mañana tengo un examen y debo levantarme temprano a estudiar. Adiós.

Ella cuelga la llamada, tomo un suspiro y sigo jugando mi juego para entretenerme.

Cuando pasan unos veinte minutos decido ir a la cocina en busca de agua, al llegar a dicho lugar me encuentro a mi mamá llegando a casa.

—Hola, mami. ¿Cómo te fue en tu cita? —le pregunto sacando hielos.

—Bastante bien. ¿Qué haces aun despierta? Son las tres de la mañana.

—Estaba jugando con Brisa—le sonrío, ella me ve con desaprobación.

Odia que me quede despierta hasta tarde, porque luego tengo sueño todo el día y la llaman de la escuela porque me estuve durmiendo en clases, pero para mí es simplemente difícil acostarme y dormir, solo lo logro cuando tengo sueño y a la noche jamás tengo sueño.

—Ve a dormir que mañana tienes que levantarte temprano.

—Deja que coma algo dulce y lo haga. ¿Qué hay en el...?

Miro a mi mamá con la boca abierta, ella a mí con una sonrisa.

Saco el pote de dulce de leche de la heladera, se lo muestro y le pregunto:

—¿Cómo?

—Una vieja amiga viajó a Argentina y me trajo eso de regalo. Te pido por favor que no te lo comas en una noche.

Desde que tengo nueve años no como esta maravilla de invento. Mi amor hacia el dulce de leche supera cualquier cosa, es que ¿Cómo no amarlo? Es tan rico. De pequeña siempre me comía una cucharada antes de dormir, mi mamá siempre me regañaba, pero no me arrepentía de nada.

Lo destapo y saco una cucharada grande del pote. Lo miro con tanto amor, luego lo llevo a mi boca y lo saboreo.

Cómo extrañaba esta explosión de sabor.

—No sabes cuánto te extrañé—acaricio y miro la cuchara de dulce de leche con amor—. La vida nos alejó, pero ahora estamos juntos de nuevo y yo no puedo ser más feliz, mi querido dulce de leche.

—Libra, ¿le estás hablando a la cuchara? —mi mamá me ve ceñuda.

—A las tres de la mañana empiezan mis delirios.

Junto con mi querida cuchara y un vaso de agua con hielo voy de nuevo a mi cuarto. Ahí veo a Linda tendida en mi cama como si fuera suya.

—Oye—agarro el hurón—. ¿Quién te dijo que tú puedes dormir aquí? —le digo con voz tierna—. Tu camita está haya, pero tal vez hoy te deje dormir aquí, si no me meas la cama otra vez.

Dejo de molestar al hurón y me acuesto a su lado comiendo el dulce de leche y jugando con ella. Al rato se duerme y yo me aburro.

Voy a mi estantería a ver si tengo algún libro para leer, pero ya me leí absolutamente todos y no tengo ganas de releérmelos como por octava vez.

Podría leer de nuevo Hamlet, jamás me cansaré de ese libro.

Escucho el tono de llamada de mi celular. ¿Qué psicópata me llama a esta hora?

Agarro y veo el nombre de Mercurio.

Oh, ese psicópata.

Me acuesto en la cama y lo atiendo, es una video llamada, así que apunto mi celular en otra dirección así no salgo.

—¿Por qué me llamas a las tres de la mañana? —le pregunto directamente.

—Estaba aburrido y algo me decía que tú ibas a estar despierta. ¿Por qué no sales en la pantalla?

—Preferiría no salir, así que confórmate con ver mi techo medio caído.

—Es un lindo techo. Mira el mío.

Da vuelta su cámara y veo su techo. Es blanco y tiene algunos dibujos en negro. No es un techo feo, supera el mío.

—¿Tú hiciste los dibujos?

—Nop, el mejor amigo de mi mamá los hizo antes de que nazca, es un gran pintor.

—Ya veo. El mío es de madera, así que no puedo dibujarle nada, pero tiene otras decoraciones. Mira, te presento a mi amiga Gibby, la araña. Vive conmigo hace ya un mes.

Enfoco la horrible araña que hay en la esquina de mi pared, por la pantalla veo que Mercurio se asquea y me río.

Pobre Gibby, no es tan fea.

—¿No te da miedo dormir con esa araña ahí? Mira si baja y se te posa en la cara mientras duermes.

—Na, tengo a un animal salvaje que me cuida—le digo y enfoco a Linda, quien está durmiendo arriba de mi pierna—. A ella.

—¿También tienes a una rata?

—No le digas rata. Es mi hurón, se llama Linda. No sé qué hace en mi cama, debería estar en la suya, pero la desgraciada se las ingenió para venir hasta aquí.

—Parece más simpática que la madre.

—Lo es—confirmo—. ¿Sabes por qué la llamé Linda? Porque es linda.

—Que haría el planeta sin tu originalidad, Libra—me rio de su comentario.

—Lo sé. Como verás atrás de Linda está mi pata—empiezo a mover el pie—. Mira que linda pata.

—La mía es más linda.

—Imposible.

Mercurio da vuelta la cámara y me muestra su pie. Pensé que sería más asqueroso, los pies del hombre suelen serlo, pero parece que Mercurio lo cuida.

—¿Te haces la pedicura o que mierda? ¿Por qué son tan perfectos?

—Los pies me suelen dar asco, así que cuido los míos. No me gusta que estén peludos, sucios o que las uñas estén largas.

—O sea, eres un delicado. Te entiendo, los pies suelen ser asquerosos. Los míos no son tan perfectos y limpios como los tuyos, peero, tengo las uñas pintadas eso le da puntos.

—Tienes un pie hermoso a pesar de todo, aunque deberías lavarlos porque están sucios. ¿Qué no tienes pantuflas?

—Sí, unas de zapitos, pero me gusta andar en pata—Mercurio empieza hacer como indio.

Tonto.

—A ver, te haré un tour por mi cuarto—me levanto de la cama—. Aquí está mi mesa de luz. Solo tiene mi velador, un peine roto, lentillas y ya. En los cajones solo tengo curitas y cosas de higiene. Luego, pasamos a mi escritorio con mi súper silla giratoria.

Empiezo a girar en la silla, Mercurio parece estar divirtiéndose con mis ocurrencias.

—Aquí tengo un millón de cuadernillos con apuntes, libros de la escuela, algunos resaltadores y lapiceras, otro velador, notas adhesivas. Muchas cosas de la escuela.

—Yo casi ni uso mi escritorio, digamos que no suelo sentarme a estudiar y esas cosas que debería de hacer.

—Te entiendo, da pereza. A ver, qué más tengo. Oh, un poster de Edward Cullen. ¿Te gusta crepúsculo?

—No, me aburre un poco y Bella me genera tanto estrés que me dan ganas de romper la televisión.

—Ya, no vamos a ver nunca crepúsculo en mi casa—sigo con el tour—. Aquí está mi puerta. La camita de Linda, este es como su mini hogar, adentro de su cajita tiene mantitas, comida, agua, algunos juguetes y su ropita.

—Me diste ganas de tener un hurón.

—Sería la mejor idea de tu vida, créeme. Luego, tenemos mi armario, donde vives tú.

—No me da gracia—me dice seriamente.

—Lo sé. Tranquilo, yo también estuve ahí alguna vez, pero ahora solo te encuentras tú y mi ropa. En fin, al lado de tu hogar tengo una ventana. Luego mi cama y nada más. Mi pieza es bastante aburrida.

—En mi opinión es divertida. ¿No te intimida Edward con esa mirada de vampiro sexy?

Miro el poster unos segundos.

—La verdad que no.

—¡Libra, ya vete a dormir!

—¿Es fue tu mamá? —pregunta el chico.

—Sí, no le gusta que esté despierta hasta tarde porque luego me duermo—Mercurio se rie—. Bueno, debo irme a dormir. Fue divertido videollamar, deberiamos hacerlo mas seguido.

—Me parece buena idea, podríamos hacer de esto una tradición.

—Buen plan, aunque mi mamá estará en completo desacuerdo. Bueno, adiós, Mercurio.

—Adiós, Libra. Descanza.

El chico corta la llamada mientras me corazón palpita como una estupida enamorada.

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✨Nota de la autora✨

Hoola, a todoooos 💖

Aquí tienen un nuevo capítulo bastante divertido. ¿Les gustaría que estos dos se sigan videollamando? 👀

Tal vez (si me da el tiempo) hoy también actualizaré Lei y otro capítulo de esta historia, pero no prometo nada. Lo que si haré es publicar un nuevo dibujo de Sol y Luna a mi perfil, así que si quieren pasar a verlo están completamente invitados 💘

Instagram: dell_h16

Los veo dentro de poco o mucho, aun no lo se. Los quiero y gracias por tomarse el tiempo de leer 💖

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