57: "No fue mi intención hacerles eso"

Luna

Al final no me morí.

Sé que suena loco, yo tampoco puedo creer que fingí mi muerte y que me haya salido bien, pero todo tiene una explicación.

Desde que me pegaron el tiro Phoenix sabía que era obra de mi abuela, eso le dejó en claro una cosa: ella no pararía hasta verme muerta.

Así que le dio lo que tanto quería, mi muerte.

Al primero que informaron sobre mi estado fue a él. Le dijeron que la cirugía había ido de maravilla y que el riesgo a que muera era casi nulo, solo que la recuperación iba a ser difícil. El Pelado al escuchar eso puso manos a la obra y en diez minutos realizó un plan para poder acabar con mi abuela de una vez por todas.

Le pagó a los doctores y a cada persona que sabía que yo iba a seguir viviendo felizmente luego de eso para que no digan nada y lo ayuden con mi recuperación. También para que lo ayuden a fingir mi muerte.

Mientras hacían todo eso yo seguía inconsciente, así que no me enteré de nada hasta que desperté un día después es un viejo cobertizo.

Cuando Phoenix me contó su idea lo único que pude decirle fue:

—¡¿Te has vuelto loco?!

—Es nuestra única opción. Contigo muerta tu abuela dejará de atacarte y podré conseguir pruebas de todo lo que ha estado haciendo desde la cárcel, también podría conseguir lo necesario para acabar con ese estúpido negocio de humanos y así le pondríamos fin a todo.

—Phoenix, no pienso hacer esto. Dios, no quiero ni pensar cómo debe de estar Sol, Marte, absolutamente cada persona que le importo. ¡¿Cómo se te ocurre hacer algo así?!

—Escucha, es hacer esto o que dañen a más personas. Ya nos ha demostrado que no tiene miedo alguno de tocar a Sol, ¿quieres que le vuelva a suceder algo malo? —suspiro ante sus palabras—. Entiendo que no quieras esto, créeme cuando te digo que yo tampoco lo deseo, pero jamás podrás tener una vida tranquila si tu abuela sigue atacándote.

—Vale, pero necesito contarle esto a Sol.

—No.

—Phoenix...

—Necesito que vean a Sol lo más destrozada posible para que puedan creer que estás muerta. Es muy arriesgado que alguien cercano tuyo lo sepa, nos podrían en riesgo.

No quiero hacerle esto a Sol. Ella quedará destruida, tal vez su bulimia vuelva y deban internarla de nuevo. Necesito avisarle, pero en parte Phoenix tiene razón. Si alguien cercano a mí se entera podrían darse cuenta muy facilmente que sigo viva, en especial si esa persona es Sol. 

No estoy de acuerdo con esta idea, pero no veo otra opción. Aparte, ya me dieron por muerta.

—¿Quiénes saben de esta idea estúpida? —le pregunto con malhumor.

—Tú, Urano, los doctores que te ayudarán en tu tratamiento y yo. Nadie más necesita saberlo.

—¿Y cuánto durará? No pienso estar un año aquí encerrada hasta que consigas todas las pruebas.

—Solo me faltan algunas, si todo va bien solo estarás aquí una semana.

Fueron dos semanas horribles.

Para empezar, no pude pararme de la camilla hasta tres días después y apenas podía caminar por el dolor. Cada vez que movía un musculo era como si me clavaran cuatro cuchillos.

Phoenix casi ni estuvo conmigo, fue Urano el que me ayudó en todo.  Él me cocinaba, me consolaba cuando lloraba sin parar y me apoya a seguir. También hizo algo que me levantó el ánimo y que enfadó a Phoenix.

Luego de estar una semana en ese horrible cobertizo, escuché pisadas desde la escalera y apareció Leo con Urano.

—No puede ser—fue lo único que dijo el chico.

—Phoenix te va a matar, Urano.

—Leo prometió quedarse aquí contigo encerrado hasta que sea seguro salir—me explica—. Es que, él en serio estaba mal y siento que tú necesitas compañia. 

Leo me abrazó tan fuerte que me puse a llorar porque me apretó la herida, eso en realidad fue la excusa, lloré porque estaba tan feliz de verlo, necesitaba a mi mejor amigo. 

Aprovecho su presencia para acribillarlo con preguntas, Urano no me contaba mucho.

—¿Cómo está Sol? ¿La has visto?

Lo vi dudar antes de hablar, pensando mejor que decirme.

—Ella no se ha levantado de la cama.

Me partía el corazón hacerle eso a Sol. Sabía que le iba a afectar mucho y tenía miedo de que ella vuelva a intentar suicidarse o que la internaran.

Necesitaba decirle que estaba bien, que iba a volver y todo seguiría igual, pero Phoenix no me dejaba.

Hizo la rabieta de su vida cuando vio a Leo, pero luego se calmó cuando le dijimos que se iba a quedar conmigo en ese cobertizo. Aun así, eso no lo convenció del todo.

No paraba de pensar en Marte y en cada uno de mis amigos. Lo mal que se debían sentir, pero fueron mi motivación para sanar.

Leo me ayudó a caminar, también vimos películas y rompimos algunas cosas del cobertizo por jugar a la pelota, cosa que hizo que un punto se me abriera.

Luego de dos semanas y media Phoenix apareció con una sonrisa en su rostro y dijo:

—Ya puedes salir.

Casi me largo a llorar, pero me aguanté las ganas.

Ya había terminado todo. Ni siquiera me importaban los detalles, solo que por fin pudimos terminar con lo que papá empezó.

Mi abuela ya no me molestaría, podría regresar con Sol y mis amigos. Podía ser libre otra vez.

Antes de salir, Leo abrió una botella de champagne y bebieron, yo me conformé con el agua, ya que por el medicamento no puedo beber. 

Luego con el Pelado nos sentamos en un parque a comer algo, antes de ir a ver a Sol quería hablar con él, ya que en esas dos semanas no había podido decirle mucho, él estaba muy ocupado y solo iba por las noches, cuando yo estaba dormida.

—Sabes, siento que papá por fin podrá descansar en paz—le digo jugando con mis fideos chinos.

—Sí, así es.

—Estaría muy orgulloso de ti—Phoenix suelta una risita—. En serio, fuiste su mejor amigo, casi hermano, estaría muy feliz de saber que lograste destronar a su madre y que cuidas de mí.

—También estaría muy orgulloso si viera la mujer en la que te convertiste. Él y tú madre. Me alegra a verte conocido, Luna.

Abozo una sonrisa. No suelo dar muestras de cariño, pero en ese momento no me importa.

Me cansé de hacerme la dura y la fría, casi me muero y jamás le dije lo que en serio pensaba, solo que me fastidiaba.

Lo abrazo fuertemente, él parece sorprenderse, pero me devuelve el abrazo con el mismo cariño.

—Te quiero, Phoenix.

—¿Y ahora que bicho te pico? —se ríe.

—Lo digo en serio, bobo. Es que, si no fuera porque te conocí jamás hubiera sabido que se siente tener un padre. Gracias.

Se sorprende por mis palabras, tengo miedo de haberlo incomodado o que no se sienta igual. Mis dudas se esfuman cuando me deja un beso en la cabeza.

—Y tú me diste la oportunidad de ser padre otra vez, creo que estamos a mano.

Limpio mi nariz al mismo tiempo que me alejo con lágrimas. Él lo nota y las limpia con el puño de su pulóver.

Luego de eso fui a ver a Sol.

Me imaginé que ella se sorprendería y de seguro que me golpearía, yo hubiera hecho lo mismo, pero jamás pensé que se desmayaría.

Le pedí ayuda a Phoenix para llevar a su departamento. En el camino me crucé a Mercurio, quien más o menos también se desmaya, pero a diferencia de Sol supo comportarse.

Al principio no creía que era yo, cuando lo creyó empezó a hacerme muchas preguntas y le prometí que le respondería todas. En ese momento solo quería cuidar a Sol, así que le pedí su ayuda.

Estuvo una hora inconsciente, donde Mercurio me contó todo lo que había sucedido.

No comió por una semana, no se levantaba de la cama y no hablaba. Fue recién aquel ese día que se animó a levantarse, bañarse e ir a su centro de ayuda. Me dio la sensación de que evitaba decirme algo cuando compartia miraditas con Phoenix, pero no dije nada al respecto.

También me dijo que empezó a comer, pero muy compulsivamente. Su psiquiatra la ayudaba y la acompañó siempre, pero aun así fue muy difícil para ella.

Me partió el corazón escuchar todo eso, más que nada porque todo sucedió por mi culpa. Por querer descubrir mi pasado hice que todas las personas a mi alrededor sufran. Si pudiera volver el tiempo a atrás evitaría todo esto.

—En fin, todo eso pasó en dos semanas—le termino de contar a mis amigos.

Los llamé a todos. A los seis mosqueteros y a la banda. Todos mis seres queridos están en el departamento de Sol con la boca abierta.

—Sé que les hice pasar unas semanas de mierda, en serio no quise eso. Lamento haberles mentido.

Todos parecen estar procesando lo que les conté, excepto Leo y Sol, quienes ya habían oído la historia y ahora están comiendo churros mientras el primero abraza a la rubia. Me gusta la amistad que tienen.

La primera en hablar es Marte, quien se levanta del sofá y se acerca a mí con lágrimas.

—En serio que te detesto por haberme mentido de esa manera—me dice—, pero no sabes los feliz que estoy de que aun estés conmigo.

Se tira sobre mí abrazándome, en serio necesitaba el abrazo de mi hermana.

En seguida siento otros brazos y los rulos de Saturno en mi brazo. Cuando nos separamos las tres nos reímos. Cuanto las amo.

Siento que alguien me abraza por atrás, pronto descubro que es Libra por su cabello lila.

—Si vuelves a hacer algo así juro que te mueres de verdad porque pienso matarte—me dice llorando.

—Ya, prometo no hacerlo. Y ¿cómo es eso que me querían hacer un funeral? —miro a Venus y Mercurio seriamente.

Ellos dos alzan las manos, inocentes, y empiezan con sus excusas.

—Queríamos darte un adiós—explica Venus—. Ay, vamos. No puedes enojarte.

—Claro que sí. Había dejado bien en claro que nada de funerales.

—Te dije—se escucha la voz de Marte.

—Perdón por querer ser buenos amigos—se defiende Mercurio—. Dejemos de pelear y ven aquí.

El chico me abraza fuertemente, Venus también, solo que no es tan grande como Mercurio así que queda medio abajo, de igual forma eso no lo detiene.

Luego de abrazarnos fuertemente me dirijo donde están los chicos de la banda, Aquila no tarda en tirarme al piso de un abrazo.

—¡Estoy tan feliz de verte viva! —exclama—. Necesito festejar nuestra victoria como se debe. Los cinco juntos.

Lyra no tarda en aparecer y abrazarme también. Canis lo hace cuando logro levantarme. Me regala una sonrisa y un beso en la frente.

—No sé si Leo te ha contado, pero nos han llamado para un montón de recitales y festivales, aún no hemos aceptado nada por tu perdida, pero cuando vayamos a New York tendremos mucho por hacer—me cuenta Lyra.

—Ya me muero por subirme al escenario otra vez—le respondo.

—Oooye, Luuna. Me parece que te olvidaste de saludar a alguien—escucho a Sol.

Me doy vuelta para verla, está con Julieth en brazos.

La gata salta al verme y corre hacia mí, yo me tiro al suelo para abrazarla fuertemente y darle muchos besos.

Julieth maúlla, se aferra a mí y ronronea. Estoy tan feliz de verla, en serio la extrañaba. 

Nos quedamos un rato más hablando, todos me molestan y me insultan por fingir mi muerte, y Julieth no se aleja de mí por nada del mundo. Los chicos de la banda son los primeros en ir se, con excepción de Leo que se queda a molestar. Lo hacen sin antes decirme que hay que reunirnos y pasear por Milán.

Luego Saturno se va junto con Libra y Mercurio a su departamento a comer algo, Marte y Venus se despiden diciendo que mañana deben levantarse temprano. Solo quedamos Leo, Sol y yo en el departamento.

Julieth se niega a soltarme, así que ando con la gata aferrada a mi remera.

—Bueno, nadie te golpeó—me dice Leo. Él se sienta al lado de Sol en el sillón.

—Tú no viste los cachetazos que me dio Sol.

—Te los merecías, aunque estoy muy feliz de que todo haya sido un engaño y no la realidad.

Me siento a su lado. Le doy un beso en los labios y sonrío sobre ellos, pronto sentimos un brazo. Descubro que es Leo abrazándonos.

—No sabes cuánto me agradas, Solcito.

—Oye, soy la única que le dice así.

—Luna—me regala Sol.

—¿Qué? Es la verdad.

—No seas así.

—Eso, no seas así—le da la razón Leo.

Suspiro, cansada de su amistad. Me gusta, pero siempre se la ingenian para fastidiarme.

Ellos se quedan hablando varias horas, yo juego con Julieth y la beso mucho. Quiero recuperar el tiempo perdido.

Se hace de madrugada y Leo se digna a ir se a su hotel a descansar, aunque ya informó que mañana vendrá a molestar de nuevo por aquí.

Como son las tres de la mañana preparo un té junto a Sol.

—Mira, tengo nuevos sabores—me dice la rubia sacando su caja de té—. Manzanilla con miel. Jengibre y manzana. Mango, durazno y naranja. Miel.

Le doy un abrazo de la cintura. Dejo un beso en su mejilla, cierro los ojos y con la mano tanteo los tés hasta que elijo uno.

Me tocó el de Manzanilla con Miel.

—Elijé uno para mí también—me pide.

Hago lo mismo y caso un té. Tocó el de mango, durazno y naranja.

Sol salta de la alegría porque es su favorito, por esa acción derrama el agua caliente y se quema el dedo. Me rio de ella y le doy besitos en su mano para que se le pase.

Luego cada una prepara su té. Miro las mil cucharadas de azúcar que le pone Sol.

—Algún día te agarrará diabetes—le digo.

—A mí el azúcar me hace bien, soy de presión baja.

—Eso no es así. Consumirlo en gran cantidad es malo.

—Claro que no.

—Que sí.

—No.

—Sí.

—No, Luna.

—Sí, Sol.

—Ay, ya. Consumiré cuanta azúcar quiera hasta explotar.

—Bueno, cuando andes con inyecciones no digas que nadie te lo advirtió—le digo tomando un sorbo de mi té y yendo al cuarto.

Ella me grita, pero no le entiendo muy bien.

Me tiro en su cama, rápidamente viene Chispi a atacarme. Juego con ella un rato hasta que se entretiene con otra cosa.

Empiezo a tomar mi té al mismo tiempo que Sol aparece con su taza y con Irina siguiéndole el paso. Ella deja la taza en su mesita de noche y se tira boca abajo abrazándome. Le regalo caricias en su cabeza y en beso, sé que a ella le gusta mucho que haga eso.

—Oye,—me acuerdo de algo muy importante—¿Qué pasó con ese diseñador que te propuso ir a trabajar con él?

—No lo sé. Jamás respondí su último email. 

—¿Y qué mierda esperas?

—No sé. Ya no estoy tan entusisasmada con ir. Es decir, si quiero, pero ahora prefiero estar contigo y nada más.

—Sol, por favor, no desaproveches una oportunidad así. Podrías hacerte muy famosa por trabajara su lado y aprender mucho más. Escríbele e inténtalo.

Parece dudar un poco, hasta que se levanta y agarra su computadora. Se sienta nuevamente a mi lado con ella, noto que sigue teniendo ese fondo de unicornios que tanto le gusta. Abre su correo electrónico y lo relata.

—¿Crees que así está bien? —me pregunta.

—Está perfecto—le dejo un beso en su mejilla—. Me alegra que te esté pasando esto, Sol. Y lamento que te hayas demorado en contestar por mí.

—No te disculpes por eso. Pienso tomarme un tiempo antes de irme a trabajar con él, para poder enfocarme en mi salud mental. Siento que primero debo ocuparme de eso.

Estoy en un debate interno de preguntarle o no como la pasó en estas semanas. Ella no me ha hablado mucho de eso, me dio a entender que la pasó muy mal, pero jamás me contó los detalles, solo los sé por Mercurio.

No quiero presionarla a decir nada, pero necesito saberlo. Sé que no me querrá decir mucho para no ponerme triste y eso me importa muy poco. Si la ha estado pasando mal ha sido por mi culpa, quiero ayudarla.

—Oye—llamo su atención—, quería preguntarte una cosa.

—Dime.

—¿Cómo la has pasado estas semanas? Quiero saber como te haz sentido.

Intento preguntárselo con cauntela, para no presionarla. 

Se queda unos segundos pensando, ojalá podiera leer su mente para saber en qué. Suspira y dice:

—Pues, no han sido las mejores semanas de la vida—suela una risita—. Yo...me he sentido horrible, si hay que ser directo—siento una punzada en el estómago—. No te preocupes. 

—Cuéntamelo—le pido.

—Ya pasó, Luna. Y...

—Sol, por favor. Si no te sientes incómoda me gustaría que me cuentes. 

Se relame los labios, pensando si hacerlo o no. 

—Bueno—empieza—, ha sido duro. Al princio no pude levantarme de la cama, intentaba hacerlo, me repetia a mi misma que a ti te dolería verme así y que debía intentralo, pero simplemente no podía. No encontraba las fuerzas para lograrlo. No hacía nada, solo me quedaba acostado llorando, a veces mirando un punto fijo y recordando buenos momentos o situaciones donde todo sale realmente bien.

Trago saliva. Recuerdo que cuando se mudó a Australia estaba casi de la misma manera.

—Luego de una semana me levanté de la cama. Recuerdo que Mercurio estaba realmente feliz, yo solo había ido a buscar un vaso de agua y volví a acostarme, pero él estaba estallando de la alegría. Poco a poco fui intentándolo y empezé a comer más y a vomitar—Sol baja la cabeza a vergonzada, le agarro la mano para apoyarla—. Iba tan bien.

—Sol, las recaidas existen. Todo estará bien, lograste hacerlo una vez lo harás dos.

—No lo hice muchas veces, creo que solo dos. Comía hasta sentirme llena, pero jamás me sentí así, solo sentía culpa y luego vomitaba—ella se sorba la nariz—. Y luego llegaste tú. Y estoy confunida ¿sabes? Porque hasta ayer estab destruida y ahora estoy mucho mejor, me siento como antes y no sé si eso esta bien. Si realmente estoy bien. Por eso quiero enfocarme en mi salud mental antes de ir a trabajar con el diseñador.

—Me parece totalmente perfecto. Sabes que estoy aquí ¿sí? Siempre estaré.

—Hay una cosa más—empieza a estrugarse los dedos, nerviosa—. Cuando me enteré que habías muerto en serio estuve muy mal, fue como si se me cayera todo el mundo abajo. Y...—suspira, ahora no me está mirando a la cara—fui al techo del hospital a...la casi lo hago. 

Casi se tira.

Casi termina con su vida por mí culpa.

Una lágrima baja lentamente por mi ojo. Ahora mismo me odio más que nadie. 

—No me tiré como notarás, Phoenix llegó a tiempo y me convencio de que no lo hiciera. Pero, si admito que en ese momento no vi otra salida, no sabía si podría vivir sin que estes a mi lado y me daba miedo intentarlo. Cuando pasaron unos días y recordé ese momento agradecí intentamente a Phoenix por haber llegado. Porque me di cuenta que no quería acabar con mi vida, yo quería seguir intentándolo por más de que doliera. Agradezco no haberlo hecho y no lo digo porque ahora sé que estas vivas, lo dije hasta cuando pensaba que estabas muerta. Yo quiero seguir luchando.

Mi vista se nubla por las lágrimas. El sentimiento de culpa me invade, esa presión en el pecho que te hace sentir que te estás ahogando está atacando el mío.

Casi la pierdo y todo por mi culpa.

—Lo siento. Lo siento. Lo siento—lloro en su hombro—. No quería ocasionar eso. Por favor perdóname.

Lleva su mano a mi cabeza dándome caricias en ella, luego me da un bezo en ese lugar intentando que me tranquilice.

—Nada de esto es tu culpa.

—Casi te tiras de un edificio por mí culpa. Recaíste por mi culpa. Todo esto es mi culpa, que no te hayas levantado de la cama lo es. Todo lo es.

—No vuelvas a decir eso. Nada de todo esto es tu culpa. La única culpable es tu abuela y gracias a ti pudieron detenerla. 

—Pero, ¿a qué costo? Casi te pierdo en el proceso.

—Pero no me perdiste ni lo harás. Podrán pasar más de dos mil años y yo siempre estaré a tu lado. Jamás te abandonaré. Siempre seremos tú y yo. No importa que pase en el camino, si tenemos que separarnos o finjir nuestra muerte para sobrevivir, sea donde sea y cuando sea siempre estaremos juntas. Eres el amor de mi vida, Luna. Amabas sabemos que merecemos estar juntas y lucharemos por eso. Lo hice desde que te dije que te amaba por primera vez y lo haré hasta que me toque morir, siempre voy a luchar por nuestro amor. 

—Eres lo mejor que me pasó en mi vida—le digo.

Me enderezo para enfrentarla. Descanzo mi frente en la suya, siento su calor. Una mano sube hasta su nuca para acariciarla. Esas mariposas que sentí la primera vez que le dije Ridícula aun revolotean por mi cuerpo, y el sentimiento del primer beso sigue vigente cada vez que nuestros labios se unen.

Sonrio sobre sus labios.

—Tú y yo...

Sol agarra mi mano.

—Siempre.

.

.

.

.

.

🐞 Nota de la autora 🐞

Hooola

Ese final me hizo llorar 😭💙

Aquí vemos como Luna fingió su muerte. Ella también la pasó muy mal 💙🌙

El lunes publicaré el último capítulo.

A pesar de que me pone un poco triste el final de esta historia estoy emociona por empezar la nueva 💜

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💐 ¿Preparados para el final? 💐

🌺 ¿Les gusta esta historia? 🌺

🌷 Sus pronósticos para el final 🌷

Los veo el lunes ❤💫


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