55: "Por favor, no te alejes de nuevo"
Leo
Ella no puede morir.
No. No.
Aun no entiendo en que momento pasamos de estar festejando nuestra victoria a estar rezando para que Luna no muera. Todo fue tan rápido.
Mis manos tiemblan mientras lágrimas caen de mis ojos e intento no imaginar lo peor. Que estará bien y mañana irá al trabajo a fastidiarme como hace siempre, pero está también esa gran parte de mí que tiene miedo de que eso no pase.
No quiero que muera. No quiero perder a la única persona en la que sé que puedo confiar. No quiero perder a mi mejor amiga.
Escucho como la puerta del baño se abre, me limpio las lágrimas inútilmente. Mi tío me mira con una pequeña sonrisa de preocupación. Se acerca y deja su mano en mi hombro.
—Estaba preocupado. No sabía dónde estabas.
—Sí...yo, no lo sé. Necesita privacidad.
Mi tío me ve con su semblante de preocupación y me deja un apretón en el hombro.
—Leo, ella estará bien. Intenta tranquilizarte.
—Es que no puedo—aprieto mi mandíbula—. No puedo tranquilizarme a sabiendas de que mi mejor amiga está en un quirófano luchando por su vida. ¿Qué pasará si no lo logra? No quiero perderla.
—No la perderás. Estamos hablando de Luna, la persona más terca que existe, le peleará a la muerte hasta que se rinda—suelto un risita—. Tranquilo, hijo. No hay que pensar en negativo, visualiza lo positivo.
—¿Cómo está Sol? ¿La has visto?
—Sí. Su brazo está bien, no le pasó nada grave, pero claramente no está para nada animada. No sonríe, casi no habla. Está muy afectada.
—Ella saltó hacia Luna para que la bala le diera. Es...si eso no es amor no sé qué es.
—Sol es muy valiente. Ambas lo son y todo esto resultará bien, ya lo verás.
Se escucha nuevamente la puerta del baño, Phoenix entra frotándose los ojos. Él también ha llorado bastante, pero no quiere que los demás lo vean.
—¿Sabes más información sobre lo que pasó? —le pregunta Urano.
—Fue su abuela, de eso no hay duda—le responde—. No puedo hacer nada aquí. Ya detuvieron al tirador, solo falta que su abuela caiga, pero algo me quedó claro y es que no parará hasta tener muerta a Luna.
—Esa vieja—se me ocurren mil insultos hacia ella, pero no expreso ninguno porque sé que no me harán sentir mejor.
En este momento, lo único que puede lograr eso es que Luna salga de ese quirófano como nueva y vuelva a quejarse de mí.
Phoenix se queda en silencio mirando a la nada y Urano le agarra la mano.
—Leo, ¿puedes ir afuera un segundo? Necesito hablar con Phoenix.
Asiento con la cabeza y me dirijo a la puerta del baño abriéndola.
Iré con los de la banda. Los pobres también están muy afectados y necesitarán apoyo.
Todos estamos en una misma sala. La hermana de Luna, quien llora abraza de Venus. Unos amigos de Sol, creo que se llaman Libra y Saturno. Él chico, si no estoy equivocado, está con Sol en una habitación. En otro lado está la banda.
Absolutamente todos estamos con los ojos llorosos y sin decir mucho al respecto.
Me siento al lado de Aquila, quien está llorando, le paso un brazo alrededor de su cuello y la abrazo mientras lloriquea.
—No me esperaba este final para el concurso—comenta Lyra con la mirada perdida.
—Creo que nadie se lo espero.
—¿Lo doctores dijeron algo nuevo? —pregunto.
—No. Solo que su estado es muy delicado—responde Canis.
Miro a mi alrededor y veo a las amigas de Luna abrazándose mientras sueltan un par de lágrimas. Sol no parece estar por aquí. Creo que está en una habitación.
Me gustaría verla para abrazarla. Si yo me siento fatal no quiero ni saber lo que debe de sentir ella.
Sol
La doctora me da recomendaciones, pero no escucho ninguna. Mi cabeza no está disponible este momento para retener información, Mercurio está a mi lado asintiendo.
Solo llevaré una venda. La herida no es tan profunda y estaré bien dentro de una semana o dos. Aunque preferiría mil veces que este balazo le haya dado a Luna y a mí el de ella. Ahora está luchando por su vida y yo no puedo parar de pensar en eso.
Me siento perdida y aturdida. Solo quiero salir ya de este lugar con Luna a mi lado.
Al terminar de dar las recomendaciones caminamos hasta donde están los demás, me siento al lado de Saturno. Ella me agarra la mano y me convence que todo estará bien, aunque parece más palabras de aliento para ella que para mí.
Mercurio intento hacer lo mismo y en el medio de su discurso empezó a llorar. Yo aún no he derramado una lágrima desde que llegué al hospital. Me niego a hacerlo.
Me niego a pensar que este es el final y ya está.
Ella se recuperará. Va estar bien y seremos felices. Eso quiero creer.
Escucho como Marte me llama, a su lado está el cirujano de Luna. Me acerco rápidamente y escucho lo que tenga para decir.
—Logramos reparar el daño hecho, pero aún está en una situación muy delicada. Aun corre peligro, pero más mínimo. Lo más probable es que sobreviva—nos dice él señor.
—¿Podemos verla? —pregunta Marte.
—Si quieren pueden pasar de a uno.
Marte me mira, la animo a que pase ella primero. Me discute un poco, pero yo le refuto todo y finalmente se va con Luna.
Decido sentarme en suelo con la espalda en la pared mientras los demás buscan para comer.
Escondo mi cabeza entre mis piernas y me abrazo a mí misma. Creyendo que son sus brazos y no los míos los que me envuelven. Creyendo que todo esto solo es una pesadilla y pronto despertaré a su lado con ella sana y salva.
Escucho pisadas, levanto la mirada encontrándome con Leo.
—¿Puedo sentarme a tu lado? —asiento con la cabeza. Él hace lo que dijo.
No decimos nada por unos minutos, Leo lloriquea y yo miro sus converses negras. Hasta que rompe el silencio.
—¿Cómo está tu brazo? —me pregunta señalándolo.
No le respondo en seguida. Primero veo la venda y vuelvo a sus zapatillas.
—Casi no me duele. Me dieron algo para el dolor, solo me quedará una cicatriz.
—Me alegra. Al menos no todo son malas noticias.
No sé qué decirle. Mis ánimos no me permiten hablar, pero tampoco me puedo quedar muda ante él.
—Te felicito por el concurso—le digo mientras juego con mis anillos—. En serio se merecían ese premio.
—Sí, aunque ahora mismo todo esto sabe muy amargo. Yo...ni siquiera pude ir a ayudar a Luna cuando escuché el disparo, salí corriendo junto con Canis y mi tío.
—Hiciste bien. No soportaría tener a dos personas mal heridas a causa de ello.
Se queda unos segundos callado, frotándose las manos nerviosamente y soltando suspiro. Peina su cabello celeste hacia atrás y me dice:
—Lo que hiciste fue muy valiente.
Lo miro confundida.
—¿Qué cosa?
—Intentar recibir la bala por Luna.
Oh, eso.
—Fallé rotundamente, como verás.
—¿Y? Estuviste dispuesta a dar tu vida por ella. Cuando se despierte Luna se enojará contigo y de seguro te gritará por ello—suelto una risita.
Sí, ella haría eso.
—La verdad es que repetiría ese momento y cambiaría de lugar con ella. Debí correr más rápido. Siempre debí correr más rápido—apretujo mis dedos.
—Ni si quiera intentes culparte por esto. Tal vez si no hubieras corrido a Luna le hubieran dando dos balas y creo que ni siquiera estaríamos rezando para su recuperación, pero gracias a ti solo le dio una. Que ella esté así no es para nada tu culpa.
Tomo un suspiro e intento alejar las ganas de llorar en mis ojos. Le agarro la mano a Leo, él me la sujeta fuertemente.
—Tal vez Luna no te lo diga nunca y siempre se queje de ti, pero eres una de las personas más importantes de su vida. Más de una vez se ha referido a ti como su media naranja. No sé qué pasará luego que salgamos de aquí, pero...
—Saldremos con Luna a nuestro lado y la torturaremos el resto de su recuperación, esa tonta no se librará de nosotros tan fácil—suelto una carcajada bastante sonora ante ese comentario, Leo hace lo mismo agarrándome de la mano.
Estamos un rato así, riéndonos de recuerdos y maldades que pensamos a hacerle a Luna cuando se despierte.
A lo lejos veo a Marte dirigiéndose a nosotros con los ojos rojos.
Me levanto casi al instante, Leo sigue mi movimiento y esperamos las palabras de Marte.
—Ya puedes ir a verla, si quieres—me dice Marte, llorando.
—¿Estás bien?
—Sí, solo que es feo verla así.
Aprieto mis labios. Acerco a Marte a mí para abrazarla fuertemente y recordarle que estará bien. Ella solo de dedica a asentir con la cabeza.
La dejo con Leo y me dirijo al cuarto de Luna con los nervios a flor de piel. No la he visto desde el teatro, de seguro ahora está mucho mejor ¿no? Dentro de poco despertará y ya no tendremos que preocuparnos.
Llego a la habitación y me quedo mirando al suelo unos segundos. Luego levanto la cabeza.
Veo a Luna. Está tendida en la cama. Inconsciente. Hay máquinas a su alrededor y muchas de ellas hacen ruidos. A su lado están sus pertenencias y una silla para los visitantes.
Me acerco a su cama y me empiezan a picar los ojos, pero contengo el llanto.
Agarro su mano delicadamente y saco su anillo de mi bolsillo. El anillo que le regalé por su cumpleaños. Cuando ambas solo éramos dos crías con miedo a enamorarse.
La miro nerviosamente con la caja en la mano.
¿Qué tal si no le gusta o piensa que le voy a pedir matrimonio? Tengo miedo, pero me mostraré segura como ella hace.
Me acerco a ella con una sonrisa y en respuesta ella hace lo mismo.
—Sabes, por ser que te conozco hace relativamente poco siento que te conozco hace mil años y te convertiste en una persona muy importante para mí—me atrevo a decirle.
—Sí, yo siento lo mismo—me responde.
Tomo un suspiro.
—Así que toma tu regalo.
Veo como está un tiempo descifrando como se abre la caja y la mira confusa, hasta que la abre y ve los anillos que le regalé.
—Por si no lo sabes, esas son las piedras natales de cada una, la tuya es la azul la cual es...
—Es una aguamarina y la tuya es la amarilla, la cual es un topacio—me interrumpe y se me forma una sonrisa.
—Sí, eso mismo. Como sé que te gustan los cristales pensé que yo puedo tener la tuya y tú la mía, o viceversa, como tú quieras.
Desde ese día no nos sacamos estos anillos.
Deslizo el anillo por su dedo y se me escapa una lágrima, luego de esta vienen muchas más y así está que veo borroso.
—Por favor—le digo con el labio tembloroso—, no me dejes. Por favor, Luna, no me abandones. Si quieres dejaré de decirte gruñonsito o dejaré de ser tan ridícula, pero no me dejes sola.
Me siento en una silla a mi lado y me tiro en su pecho abrazándola fuertemente para que nadie nos separe.
Escucho los latidos de su corazón mientras lágrimas caen y me sostengo a la idea de que ella se mejorará. Que pronto estará diciéndome ridícula otra vez y despidiéndonos en un aeropuerto, tal vez. Al otro día la videollamaré y nos contaremos todo lo que hicimos en el día.
—Por favor, Luna. No te mueras, esto no puede terminar así. Debemos estar juntas, debemos cumplir nuestros sueños, no puedes simplemente irte cuando todo lo que siempre soñamos se está cumpliendo.
Lo único que escucho es su corazón palpitar y su respiración con el respirador.
Me enderezo un poco y dejo un beso en su mejilla. Estoy mucho rato así. Llorando en su pecho y diciéndole cosas que sé que la animarían.
En un momento creo que me quedo dormida, porque siento unas caricias en mi espalda y luego como intentan separarme de Luna delicadamente. Al abrir los ojos veo unas manos delgadas y a Phoenix detrás de mí.
—Lo siento, no quise despertarte—se disculpa—, solo acomodarte para que estuvieras más cómoda.
Me enderezo en la silla y siento como mi espalda duele. La postura en la que estaba no era muy favorable.
—Está bien. Yo...ni siquiera me percaté de que estaba dormida. ¿Pasó mucho tiempo?
—No tanto. Solo una hora.
Me levanto estirándome y frotando mis ojos. Phoenix se acerca a la camilla de Luna y veo todos los aparatos que hay a su alrededor, les presta mucho atención.
—¿Los entiendes? —le pregunto.
—Algo. Estudié un poco de medicina.
Se forma un silencio entre los dos. No necesariamente incómodo, Phoenix ve muy atentamente las máquinas mientras yo me quedo ahí parada como una tonta a su lado.
Veo a Luna y vuelve mi presión en el pecho.
—Iré con los demás—le aviso.
—Puedes quedarte, si quieres. No me quedaré mucho rato, solo quería ver cómo estaba—se da vuelta a verme—. Puedo conseguirte una camilla si estás muy cansada y dormir.
—No. No. Estoy completamente bien, solo...no lo sé.
Phoenix asiente con la cabeza y lleva sus manos a la cintura. Nuevamente silencio.
—Gracias por cuidar a Luna—digo luego de un rato.
—Se lo prometí a su padre, no podía no hacerlo. Además, es buena chica, un tanto pesada, pero buena al final.
—Ella te ve como un padre—Phoenix suelta una risita de boca cerrada.
—Te matará si se entera que me dijiste eso—me asegura y dirige su mirada a Luna—. Sí, yo la considero como mi hija—vuelve a mirarme y tuerce la cabeza—. Estás muy pálida, más de lo normal. Sería mejor que vayas a comer algo para reponer energía, o Luna despertará, te verá como un zombi y te regañará por no comer.
—No tengo hambre y...
—Sol, ve a comer algo, por favor—me lo dice tan firme que no dudo en contradecirlo.
Asiento con la cabeza y me despido para dirigirme a la cafetería. La verdad es que, si tengo hambre, pero siento que lo que coma lo vomitaré, aun así, me pido dos sándwiches tostados junto a un jugo de naranja.
En el camino me encuentro a Perseo, quien vino a visitarme y me acompaña a comer afuera.
El viento fresco golpea mi cara y me siento mucho mejor al probar un bocado del sándwich, hasta ese momento no me di cuenta que estaba por desmayarme.
Ya es de noche y nos sentamos en un banco que está delante de un árbol muy grande.
—Así que—rompo el silencio—, así te sentías cuando no pudiste salvar a tu madre.
El chico me ve, primero sorprendido y luego con una mueca triste. Lleva su mano a mi rodilla y me dice:
—Lamento tanto que te sientas así, Sol. Aún hay esperanzas ¿Qué dijeron los doctores?
—Que está delicada—muerdo el sándwich y sigo hablando cuando lo trago—, pero que está mejor. Puede sobrevivir.
—No son malas noticias. Hay que tener esperanza.
Suelto un suspiro y tomo un sorbo de mi jugo. En serio necesitaba comer, ahora quiero más de estos sándwiches.
—Tauro preguntó por ti. Quiere saber cómo estás.
—Dile que cuando tenga ánimos lo llamaré, ahora solo quiero comer y nada más. No me siento muy animada.
Perseo respeta aquello. Se queda en silencio a mi lado mientras devoro el sándwich rápidamente y tomo jugo. Para que no se aburra, intento preguntarle algo.
—¿Cómo está Andrómeda? —le pregunto.
—Está bien. Dentro de poco iremos de vacaciones con su familia. Ella quería disculparse contigo, pero las circunstancias no son las mejores ahora.
—Dile que, cuando quiera puede venir a ver desfiles de moda en mi casa.
—Le pasaré ese mensaje.
Hablamos de cosas triviales, nada sobre Luna, y admiramos el hermoso árbol que está al frente nuestro.
Escucho como el celular de Perseo vibra y el chico lo saca de su bolsillo para ver quien le escribe.
—Mierda. Mi hermana me necesita en casa.
—Pues ve.
—No quiero dejarte sola. Además, debe de ser una tontería.
—Todos mis amigos están adentro. Estaré bien.
Antes de ir se me da un fuerte abrazo y me recuerda que siempre que lo necesite lo llame. Cuando se va me dirijo nuevamente al hospital, el olor a farmacéutico inunda mis fosas nasales en seguida.
Me dirijo a los bancos donde están mis amigos. Mercurio y Libra discutiendo, Saturno está a su lado agarrándose la cabeza, y Venus y Marte están abrazados. Yo me siento al lado de Saturno.
—Sol—me llama Mercurio—, con Libra estábamos hablando sobre el funeral de Luna. Ella quiere poner flores violetas y yo azules, ¿tú cuál crees?
—A Luna también le gusta el violeta—agrega Libra.
—Sí, pero su cabello es azul. Su color es el azul, no me vengas con flores violetas. Guárdalas para tu funeral.
—Luna ni siquiera quiere un funeral, chicos. Ella siempre me dijo que odia todas esas cosas—les dice Marte.
—Pero, debemos hacerle uno. Tenemos que darle un último adiós.
—Podemos hacer algo entre nosotros—sugiere Marte.
—Dios mío, ¿pueden dejar de hablar de esto como si fuera seguro que ella morirá? —se queja Saturno—. Basta de hablar de funerales, flores y toda la banda de estupideces que están saliendo de su boca, no necesitamos discutir nada de eso, ¿verdad, Sol?
—A mí déjenme tranquila, por favor—les pido cerrando los ojos.
Todos se callan, yo me mantengo con los ojos cerrados y mi cabeza apoyada en el puño de mi mano. No quiero dormir, pero si descansar un momento y estar en paz.
Creo que pasa una hora en donde Mercurio y Libra siguen discutiendo, Saturno me habla de cosas para despejarme y Marte se aferra a Venus todo lo que puede.
No nos llegan noticias de Luna por un largo rato hasta que llega su médico.
Y es en este momento donde siento que mi mundo se desmorona por completo.
Apenas escucho todo lo que dice antes de aquellas palabras que quedan en mi cabeza repitiéndose.
—Lo siento tanto. Ella falleció.
El mundo deja de funcionar unos segundos y todo queda en pausa. Como si aquellas palabras lo hubieran detenido.
No.
A penas le doy atención a mi entorno, solo escucho el llanto de Marte.
—No. No, Dijo que estaría bien...que...no por favor—lloriquea Marte tirándose al suelo—. ¡Ella no, por favor!
A mi lado está Saturno con su labio temblando y lágrimas cayendo sobre sus mejillas.
Ella murió. Luna murió.
—Vaya, sí que te ves ridícula.
Escucho una voz calmada decirme aquellas palabras, así que dirijo mi mirada al origen de ellas.
—Disculpa, ¿y tú quién eres?
Perdí al amor de mi vida. A la persona que más amaba y siempre me sacaba una sonrisa.
Perdí a mi Luna.
—Oye, ¿Cómo es tu apellido? —me sobre salto al escuchar aquellas palabras y la veo.
A la chica de la subasta. La que me insultó y me llamó ridícula. Está sentada en el lavamanos fumando un cigarrillo y lleva un saco muy lindo.
Ella en si es muy...atractiva.
—¿Eres del tipo de personas que hacen una pregunta sin ningún contexto?
—Sí hay un contexto—expulsa el humo de su cigarrillo—, no recuerdo tu apellido.
—Es Shining.
—¿Qué?
—Mi apellido es Shining.
—¿Te llamas Sol Shining?
—Sí.
Aboza una sonrisa.
—Y yo que pensé que no podías ser más ridícula.
Mis piernas apenas pueden mantenerme parada. Quedo totalmente paralizada por la noticia y solo veo a mi alrededor con la vista nublada.
Jamás volveré a ver esa sonrisa y su cabello azul. Sentir sus besos y caricias.
Esta vez si la perdí para siempre.
Estamos un largo rato besándonos. Cuando me separo veo sus ojos azules brillosos y la corona de flores que le hice.
Está tendida en el suelo lleno de pétalos de flores de color amarillo, azul y violeta. Se ve tan hermosa con sus hoyuelos y sus mejillas sonrojadas.
Luna es mi novia.
—Creo que ahora puedo decir que eres mi novia—le digo con una sonrisa y luego dejo un beso efímero en sus labios.
—Y yo puedo decir que Sol Ridícula Shining es mi novia—ella me impulsa hacia el costado haciendo que ahora esté tendida en el suelo y ella arriba mío.
—Te amo—lo suelto sin rodeos.
—Yo también te amo. Dios, te amo tanto.
Luna murió. El amor de mi vida murió.
Sin pensarlo camino por los pasillos del hospital. Negando con la cabeza mientras lágrimas caen sin cesar por mis mejillas.
No quiero que sea verdad. No quiero una vida sin ella. Sin su sonrisa. Sin sus típicos comentarios de amor-odio. Sin sus besos. Sin sus caricias en mi cabeza. Sin sus ojos azules. Sin su amor.
Me doy cuenta que llego a la terraza del hospital cuando el viento frio choca mis mejillas húmedas. Casi en automático me dirijo hacia el borde del edificio.
Cierro mis ojos apretando mis labios. Llevo mi mano al corazón, si alguna vez estuvo roto y se recuperó ahora simplemente no existe.
Perdí a Luna.
Siento un nudo en mi garganta que no me deja respirar.
Pueden existir muchos dolores, aun así, el más doloroso será el del corazón roto, porque no hay cura para un corazón que esté muriendo, aun más si aquella persona que lo cuidó siempre ya se fue.
Luna se fue. Ella murió llevándose una gran parte de mi corazón, no hay amor que lo cure, solo el de ella, y ya se fue.
Miro hacia abajo, las personas se ven como hormigas y los autos no dejan de pasar por la calle creando un tráfico horrible.
Solo un paso y...
—Sol—escucho la voz de Phoenix—. ¿Qué haces?
No me doy vuelta a verlo, solo dejo que las lágrimas salgan de mi interior. Ya no hay razón para mantenerlas ahí.
—Ella...murió.
Decirlo en voz alta hace que suelte más lágrimas. Lo hace más real, no quiero que lo sea. Quiero que aparezca y me diga que esto es una broma, que jamás murió y seguiremos estando juntas como siempre.
Que nos casaremos y tendremos millones de gatitos. Hace un rato esa realidad sonaba cercana, ahora imposible.
—Sol, por favor, ven aquí—dice con voz temblorosa. Está nervioso, o tal vez muy triste por la perdida de Luna.
No le respondo, solo miro el horizonte con lágrimas. Pensando en lo que perdí, en todo lo que luchamos para poder estar juntas para que luego, de un día para el otro, todo cambiara de repente. Para que todos nuestros sueños se destruyeran en una milésima de segundos.
¿Por qué el destino nos unió sabiendo como terminaría nuestra historia? ¿Por qué no pudo terminar de otra manera? La amaba y ella a mí, dimos todo por la otra, ¿acaso eso no alcanza?
—Sol—vuelve a repetir.
—La perdí—me voz se quiebra—. Se fue para siempre. Ya no podré abrazarla y decirle cuanto la amo. No podré casarme con ella y tener una casa con mil gatos como siempre soñamos. Perdí a la mujer que amaba.
—No lo hagas, por favor—me suplica.
—¿Hacer qué?
—Tú y yo sabemos muy bien qué.
Tal vez no lo sé muy bien, no en este momento. No soy del todo consciente de donde estoy parada, pero sé que si doy un paso el dolor desaparecerá, tal vez.
—Es que...
—Piensa en Luna—me dice.
—Siempre lo hago.
—Entonces sabrás bien que no querría esto. Haz luchado, ella ha estado a tú lado no dejes que todos estos años sean en vano. Luna quisiera que siguieras luchando, desearía que lo intentarás. No lo hagas, no des ese paso. Por favor, ven conmigo y aléjate de la cornisa.
—¿Qué pasaría si lo hago?
—Luna te odiaría.
Me odiaría...sin duda que lo haría.
Se odiaría a ella misma porque sabría que lo hago por su muerte, no quiero que ella se odie, pero ya no existe. Luna murió.
Me doy vuelta para enfrentar a Phoenix, tengo la vista nublada, pero noto su semblante de preocupación y sus brazos extendidos hacia mí, rogando para que no de un paso.
No lo hagas, ella no quisiera eso para ti.
—Luna se fue—lloriqueo—. N-no sé si quiero hacerlo. No quiero una vida donde no esté ella.
—Y ella no quisiera una vida donde tú hayas tomado esta decisión. Sé que es doloroso perder ese pilar importante en tu vida, duele que todo se desmorone y dolerá aun más volver a construir todo, pero vale la pena intentarlo.
—No quiero construir nada si no está a mi lado.
—Sol, te prometo que todo estará bien. Esto...solo confía en mí. Todo estará bien.
Todo estaba bien cuando estaba a mi lado. Sonreír no era difícil y la palabra amar tomaba sentido cuando sellábamos nuestros labios. No sé si pueda lograrlo sin que esté a mi lado, siempre lo estuvo, me da miedo que ya no esté.
La extraño. La quiero conmigo.
—Por favor, ven conmigo.
¿Y si no lo logro? ¿Y si no puedo lograrlo sin ella? ¿No sería más fácil terminar esto de una vez?
Dudo poder recuperarme de esto alguna vez en mi vida, perdí parte de mi alma al escuchar esas palabras y no podré recurarla. Jamás voy a poder recuperarme de esto.
—Sol...
Pero ella querría que lo intentara como siempre. Me alentaría a que lo siguiera intentando, lo hizo desde la primera vez que nos conocimos y hasta el día de mi muerte. Luna quería una sola cosa: Que sea feliz. Y yo quería ser feliz a su lado. No sé bien cual es el concepto de felicidad sin Luna, porque ella era mi felicidad.
—Sol, ven aquí. No es lo que piensas, yo...Simplemente confía cuando te digo que todo estará bien. Luna no quisiera que hagas esto, todos tus amigos les destrozaría el alma si lo hicieras, tu madre lloraría por esto y tu padre no podría descansar en paz. Sé que decirte que confíes es difícil, pero en serio te lo digo. Todo estará bien. Ven aquí, dame la mano y vamos a casa a descansar.
Me lo quedo viendo. Mi mente está aturdida, pero sabe bien una cosa: no quiero hacer sentir mal a las personas que amo.
Debo intentarlo, puede que esté rota, pero Luna me enseñó una cosa: a jamás rendirme. A intentarlo por más que duela. A correr los obstáculos del camino y seguir caminando.
No quiero decepcionarla.
Extiendo mi mano en dirección a la de Phoenix, parece calmarse un poco al ver que lo hago.
Mis dedos aun no llegan a tocar los suyos cuando pasa un pájaro por mi cara haciendo que me tambaleé hacia atrás.
Solo siento la briza, hasta que un agarre fuerte me agarra un brazo y tira de mí hacia la otra dirección.
Ambos caemos al suelo, abrazados. Apenas reacciono a la situación, al abrir los ojos de nuevo estoy abrazada a él.
—Por Dios. ¿Estás bien?
—No.
Empiezo a llorar sin parar agarrada a su pecho.
Acabo de perder al amor de mi vida.
.
.
.
.
.
🌙 Nota de la autora 🌙
Ahora sí que no sé que decir.
Perdimos a Lunita 🌙😭💙
Y casi perdemos a Sol ☀
Gracias Phoenix por aparecer 💙
Hoy no tengo palabras, tampoco preguntas. Estoy igual de destrozada que Sol.
Los veo el Lunes 😭💙
(Aun quedan tres capítulos)
Adiós 🌙💙
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