15: "Dopamina (parte I)
Luna
—Por favor no te preocupes—me dice Sol a través del celular—. Solo fue un ataque de pánico.
—Sí, y es por eso que me preocupo—le digo—. ¿Duró mucho? ¿Fue cómo los que tenías antes o fue un poco más tranquilo?
—No lo sé, Luna. Por favor no te alteres. Ya estoy bien.
Sol jamás tiene ataques de pánicos. Antes los tenía muy frecuentemente, pero luego se calmaron. Me preocupa que estén regresando y que ella no sepa cómo afrontarlos o algo así.
—¿Segura de que lo estás?—le pregunto.
—Sí, lo estoy. Solo es que estoy con todo esto del centro de ayuda, la universidad, mi tío. Creo que se me mezcló todo. Pero ahora estoy mejor.
—Me alegra escucharlo—le digo.
—¿Puedo hablarte más tarde? Es que quiero descansar, fue un día un poco largo— me dice ella.
—Claro, descansa.
Ella corta la llamada y yo tomo un largo suspiro.
Odio no poder estar ahí para ella. Odio no poder cuidarla. Sol dice que lo hago de igual manera por más de la distancia, pero no es lo mismo.
Y la conozco, sé que ella debe de estar ocultándome cosas para que pueda concentrarme con esto de mis padres y es algo que odio. Puedo concentrarme en eso y estar al tanto de la vida de Sol sin ningún problema, sé que ella cree que puede llegar a ser mucho para mí, pero no es así.
Tal vez cree eso porque desde ya hace 2 semanas que tengo el número y no me he animado a llamar, no es cobardía, o miedo. O bueno, si lo es a quién engaño esto me supera.
Ahora entiendo porque no quiere agobiarme con más cosas.
—Luna—la voz de Lyra interrumpe mis pensamientos—. Lamento molestarte, pero necesitamos ensayar—me dice—. Lamento si interrumpí tu llamada.
—Está bien, ya la había terminado—le digo y voy donde están los chicos ensayando.
Son buena gente. Canis fuma yerba y Aquila es un poco fastidiosa, pero no dejan de agradarme.
Creí que no podría adaptarme a trabajar con un grupo de personas, siempre fui muy independiente. Pero me he adaptado bien y ahora son mis amigos.
—Bueno hay que decidir que canción cantaremos en la primera ronda—dice Aquila.
El concurso tiene tres rondas y aun no tenemos nada para la primera ronda, la cual es dentro de unos meses.
—Mmm, no lo sé, hay varias—dice Lyra.
—Saben—digo llamando la atención de todos—, antes de decidir una canción podríamos primero pensar en que queremos transmitir. Sino seremos una banda sin sentido si solo elegimos una canción que nos gusta y ya.
—Concuerdo con la chiflada—dice Leo—. Hay que pensar en que queremos transmitir con todo esto.
Los cinco nos quedamos pensando en algo, pero a nadie se le ocurre nada bueno.
—¿Qué tal algo con el abuso infantil? —sugiere Aquila.
—Es un buen tema, pero la verdad no sé si me identifico con algo así. Jamás viví algo como eso, perdona si tú sí—le digo.
—Pienso igual que Luna—me apoya Leo.
—¿Por qué formaron esta banda o cómo se conocieron?—les pregunto.
—Bueno cuando éramos niños muchos se burlaban de nosotros por ser callados—me cuenta Leo.
—Sí, ahora no lo somos tanto, pero en su momento ninguno podía decir una palabra en público—afirma Aquila.
—Ya, entonces sufrieron bullying.
—Sí, así nos conocimos. Éramos los únicos sin un grupo de amigos—me dice Lyra, quien está al lado de Canis.
Él solo asiente con la cabeza todo lo que dicen los chicos.
—Bueno yo también sufrí bullying. No por ser callada, más bien porque era pobre, me menospreciaban cada vez que podían—les digo—. Podríamos hacerlo algo sobre la igualdad. Que abarque cualquier cosa que sea discriminación como la homofobia, el racismo, machismo, entre otras cosas.
—Me parece una gran idea—dice Canis con voz tranquila.
Creo que es la tercera vez que lo escucho hablar en 4 semanas ¿Me pregunto por qué será tan callado? Tal vez le cueste socializar.
No seas estúpida, Luna, te acaban de decir que son una banda de tímidos.
—A mí también me parece una buena idea— dice Leo.
—Okey, entonces podemos hablar de esos temas—dice Aquila—. Vayan pensando canciones relacionadas a eso, yo ya tengo que ir me al trabajo.
—Igual—dice Lyra agarrando su mochila—, adiós.
Leo, Canis, y yo nos despedimos de ellas y nos quedamos los tres solos.
—Supongo que tendré que cerrar todo—Leo se levanta suspirando—. Espérenme aquí, iré a buscar las llaves.
Cannis está fumando mientras yo lo observo. La verdad es que soy fan de su pelo blanco y de sus anteojos redondos. Voy a robárselos.
—¿Qué fumas?—le pregunto y él me observa con una mirada relajada.
—Marihuana—me responde—¿Quieres?
Debería decir que no, pero la tentación me gana voy a admitirlo.
Es solo un cigarrillo.
Cannis me pasa el cigarrillo y yo me dedico a fumar. Nunca fui muy fan de la marihuana, la probé una sola vez y ya, no me gusta fumar este tipo de cosas.
—Okey—Leo aparece jugando con unas llaves—. Luna, tenemos que ir nos—él me ve fumando y se detiene en seco— ¿Qué haces fumando marihuana?
—Cannis me dio—le digo y él mira a Cannis.
—Okey, no me meteré en tus decisiones— dice Leo.
—Si pensabas hacerlo te iba a ir muy mal.
—Pero no le des más marihuana, Cannis—le advierte al chico.
Cannis solo lo mira relajadamente y luego se va. Yo, por otro lado, paso por al lado de Leo y le tiro todo el humo.
—Agh, sal de aquí—dice Leo asqueado.
—¿No te gusta la marihuana?—le pregunto.
—¿A quién le gusta? Es horrible. Y no tendrías que andar por ahí fumando cualquier cosa, drogarse está mal—me dice y luego le grita a Cannis—¡¿Escuchaste Cannis?! ¡Metete a un puto centro de rehabilitación!
Cannis aparece nuevamente y lo ve con la misma tranquilidad de siempre.
—Te quiero, hermano, pero debes de dejar esa mierda.
—Yo también te quiero—le dice Canis—, pero vete a la mierda.
Cannis se va y Leo solo suspira. Yo miro la escena mientras fumo.
I-n-c-o-m-o-d-o
—¿Por qué te importa tanto que se drogue? —le pregunto curiosa.
—Porque es mi mejor amigo y no quiero que se meta en esa mierda.
—Pues lo veo muy metido ya.
—Ya vamos—dice con fastidio.
Leo y yo nos vamos del garaje y nos dirigimos a mi casa.
.・✫・゜・。.
Me arrepiento de haber invitado a Leo a comer a mi casa, pero él insistió tanto que no pude decile que no.
—¿Quieres dejar de tocar todo lo que ves?— le digo ya harta.
—Que amarga eres, solo quiero ver. Tienes muchos cuadros.
—Me gusta tener fotos de las personas que quiero—le digo.
Estoy acostada en el sofá mientras él recorre toda la cocina. Me tiene harta.
—¿Esos son tus papás?—me pregunta señalando la foto con mis padres.
—Así es.
—Se parecen a ti.
—Lo sé—le digo—¿Qué quieres comer o qué quieres hacer?
—Buuueno, se me ocurrió la gran idea de que podrías llamar a esa señora que estás intentando llamar hace ya dos semanas, Luna—me dice con una sonrisa.
—¿Cómo sabes que no la he llamado?
—Es bastante obvio, estás muerta de miedo. Se te nota.
—No estoy muerta de miedo, solo no la he llamado porque no he tenido tiempo.
—Bueno ahora no estamos haciendo nada, puedes llamarla—me dice él.
Para comprobar de que no tengo miedo saco mi celular y busco para marcar al número. Cuando ya está listo para llamar me quedo mirándolo un rato pensativa.
Tiene razón, estoy muerta de miedo.
Bajo el celular y él me mira con una sonrisa de boca cerrada.
—Te odio—le digo seriamente.
—¿Me odias por hacerte ver la realidad de las cosas, Luna?—pronuncia esas palabras llevándose una mano al pecho.
—Sí, por eso mismo. Hace dos semanas estaba tan decidida a hacerlo, a empezar a tomar riegos y todo eso y ahora estoy muerta de miedo, otra vez.
—No es fácil, Luna. No solo puedes decirlo y ya, cuesta hacerlo. Cuesta conseguir la valentía para afrontar los miedos—Leo se sienta a mi lado y me agarra la rodilla—. Y es por eso que estoy aquí hoy. Voy a ayudarte a conseguir esa valentía.
—¿Cómo? ¿Leyéndome frases alentadoras? —me burlo y él me saca el dedo del medio.
—He estado investigando, y resulta que la dopamina que tenemos determina nuestra valentía. Lo leí en un artículo de internet. Así que hoy, mi querida amiga de cabello azul, vamos a aumentar tu dopamina así te animas a llamar a esa mujer—me dice él caminando de un lado al otro, yo solo lo miro harta de sus tonterías.
—No solo con dopamina vas a lograr que llame a esa mujer, se requiere más cosas. Además, ¿qué piensas hacer? ¿drogarme?
—No, la dopamina es una de las moléculas de la felicidad. Está presente en varias áreas del cerebro y se produce de manera natural, pero nosotros podemos hacer que aumente y tal vez así puedas animarte.
Que chico tan pesado.
—¿Todo esto te lo inventaste tú solito?—le pregunto y él me dice que sí con emoción.
—No puedes negarte, ya te lo advierto. Así que ahora vamos a realizar un par de ejercicios para que tu dopamina aumente— me dice sacando un papelito.
Mátenme.
—Okey, el primer ejercicio es fácil. Solo tienes que escuchar tu canción favorita. Yo también escucharé la mía, así que trae unos auriculares y disfrutemos de la música.
Así estamos por un largo rato escuchando música. También me hace hacer yoga y ahora estamos en su auto yendo a no sé dónde.
Su auto es como el de Indiana Jones, así que todo el viento da a mi cara mientras Leo tararea una canción.
Voy a admitirlo, esto es divertido, pero no se lo pienso decir a Leo ni loca.
—Oye—llama mi atención—, dicen que el placer aumenta de dopamina. Si quieres te dejo un rato sola y llamas a tu novia...
—Si sigues esa oración te corto los testículos—le digo cortándolo y él me mira asustado.
Leo sigue cantando canciones mientras miro el paisaje y disfruto el viento que golpea mi cara. Hasta que llegamos a un lugar y Leo me dice que lo siga.
Es como un bosque en medio de la carretera, no lo sé. La verdad esta situación daría miedo, ya que parece que él me está llevando a un lugar para matarme y enterrarme. Pero es Leo, es demasiado estúpido para hacer eso.
—¿Sabes nadar?—me pregunta.
—No—le respondo.
Él me guía por un sendero en medio de los arboles hasta que llegamos a una especie de acantilado no tan alto. Abajo hay un lago y hay unos troncos al rededor de una fogata.
—Siempre vengo a este acantilado, de pequeño me tiraba siempre. Ahora solo vengo a pasar el rato.
—Ya, ¿y por qué me traes aquí? ¿se supone que esto aumentará mi dopamina?
—No el lugar en sí, pero si lo que voy a hacer—me dice él y yo lo miro extrañada.
En ese momento siento como me empuja y como caigo por acantilado.
Todo pasa muy rápido. El viento es fuerte y lo único que veo es mi cabello delante de mis ojos. Hasta que siento un gran frío y caigo al agua fuertemente. Me desespero porque no sé nadar y siento como si me estuviera ahogando. Tragué muchísima agua y me entró también por la nariz. En ese momento siento como alguien me agarra y me lleva a la superficie.
Esa persona me carga en sus brazos y siento el viento frío de la superficie. Yo solo me agarro fuertemente de sus hombros y no puedo parar de toser.
Leo me deja sentada en la oriya mientras sigo tosiendo con lágrimas en los ojos.
—¿Estás bien?—me pregunta, pero yo no le respondo.
Siento como mi nariz arde al igual que mi garganta. También, estoy un poco mareada.
—Tranquila, ya pasó. Ya estás bien—me dice acariciando mi espalda.
Giro mi cabeza para mirarlo y en ese momento le pego un puñetazo lo más fuerte que puedo en la nariz. Aunque, no sé si logré hacerlo tan fuerte, me siento un poco débil.
—¡¿QUÉ MIERDA TE PASA?!—le pregunto enojada.
—¡Auch! Creí que dolería menos—me dice él agarrándose la nariz, la cual sangra.
—¡CASI ME MATAS!—le grito lo más que puedo, aunque cada vez que hablo empiezo a toser de nuevo.
—Lo sé, no fue mi intención, es decir, el tirarte del acantilado, sí, el casi matarte no. Mira, tú lo dijiste necesitas más que dopamina para animarte a llamarla y la mejor manera de tomar riesgos es viviéndolos. Por eso te tiré del acantilado, necesitaba que tomarás un riego.
—¡NO!—le grito enojada—¡Yo no tomé ningún riesgo, tú me pusiste en riesgo! ¡Son cosas distintas!
Empiezo a toser fuertemente y Leo me mira ceñudo.
—Mierda, parece que se te está saliendo el diablo—me dice y yo lo miro de mala manera.
Mi corazón late rápido y no puedo respirar muy bien, sumándole a eso que no puedo parar de toser y mi garganta raspa, y mi nariz arde.
—Okey, tranquila—me dice Leo acercándose. Él pone en mis hombros su chaqueta la cual me queda enorme y me abraza de atrás—¿Quieres agua?—me pregunto y lo miro mal—. No lo digo en forma de broma.
Estamos un rato ahí hasta que mi tos se calma. Leo me pasa una toalla y me tapa con una manta y su campera.
—Lamento haberte tirado por el acantilado_me dice él sinceramente— ¿Te sientes lista para llamar a esa señora?—niego con la cabez—. Bueno, tendremos que trabajar más.
Por favor, no.
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Maratón: 1/2 🗽🐈⬛🎸🎼
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