Capítulo 8

Se mantuvieron inmóviles, anclando los pies a la arena debajo de sus zapatos. La pelinegra se aproximaba a ellos al tiempo que otras chicas —brotadas de la nada— le secundaban.
Newt dio dos pasos hacia atrás tan solo para descubrir que a ese punto, ya se hallaban rodeados por el grupo de singulares damas. Apretó los labios y le dedicó una rápida mirada a Minho, quien por aquel instante, estaba observando a Thomas y a Teresa de manera alternada.
Fue como si de un momento a otro le hicieran recordar un detalle que había vuelto a pasar por alto: los tatuajes. El de Tommy señalaba su cruel destino, uno que probablemente estaba a punto de cumplir.

Todos los músculos del cuerpo del rubio terminaron por tensarse, al tiempo que Teresa detenía su andar y observaba a todos con cara de pocos amigos. La amenaza llegó en consecuencia. La chica no se andaba por las ramas, su tono de voz era firme, neutro, no podía percibir ni una sola emoción en ella. ¿Acaso era la misma larcha que le fulminaba en el laberinto con ese par de ojos azulados?

—Thomas, entreguen al sujeto llamado Thomas —la chica finalmente habló, terminando por dejar a los ahí presentes sumidos en un mutismo inimaginable. ¿Acaso no sabía quién era su larcho favorito?

—¿Qué demonios te sucede, Teresa? ¿A qué...? —el rubio no finalizó la frase, no cuando la lanza que empuñaba la chica acabó por ser dirigida a su posición, terminando por hacerle flaquear en el último instante.

—Cállate —no fue una orden, no fue una amenaza. El tono neutro de la chica permanecía, logrando que el rubio se petrificara en su lugar, observando como Teresa retomaba su andar y comenzaba a husmear entre los ahí presentes.

Los ojos pardos del mayor continuaron su camino, se detuvieron solo cuando la mujer así lo hizo, al tiempo que aquel par de ojos azules se perdían en la figura del castaño que la observaba totalmente desubicado.

—¿Tú eres Thomas? —la pregunta se dejó ir al aire al tiempo que la pelinegra volvía a apuntar la lanza contra el muchacho que le observaba debajo de un velo de total confusión.

—Teresa tú sabes quién... —las palabras quedaron a la mitad cuando el filo del arma de la chica cortó la mejilla del castaño, haciéndole reprimir un breve gemido de dolor.

Newt pareció moverse por inercia. Sus piernas reaccionaron antes de que su cerebro lo hiciera, haciéndole olvidar que estaban rodeados de un singular grupo de chicas armadas. Probablemente había dado solo un par de pasos cuando el primer golpe se dejó ir. La explosión de dolor se desató en su espalda haciéndole flaquear, casi caer al piso de rodillas, pero las manos que le sujetaron de las axilas le impidieron llegar hasta la arena.
El asiático pareció reaccionar tras aquello, tensándose por completo, estando a punto de tirarse encima del par de mujeres que sostenían a Newt por aquel instante, pero de nuevo fue la voz de Teresa la que logró que los ahí presentes se anclaran a sus lugares.

—¡Qué nadie se mueva! Nos llevaremos a este, y si alguien intenta impedirlo —hizo una pausa, sus pequeñas cejas se arrugaron al tiempo que alternaba la mirada entre el rubio sometido y el castaño que tenía frente a ella—. Supongo que no tengo que terminar la frase ¿cierto? —de nuevo no había emoción en su porte, solo era Teresa, seca, llana, sin parecer ella.

El segundo golpe cayó sobre Thomas tras aquello. El castaño se precipitó hacia el piso, llevándose la diestra a la nuca, completamente mareado debido a ello.
De nuevo Newt reaccionó, su ser entero luchó contra el agarre de las chicas: era imposible quedarse de brazos cruzados cuando lastimaban a Tommy frente a él. El escozor en la base del cráneo le hizo flaquear, atolondrarse. Un lastimero gemido brotó de sus labios y siquiera fue capaz de procesar lo que Teresa había soltado por aquel instante.
Cuando alzó la mirada pudo notar como otras larchas tomaban a Thomas, colocándole un saco en la cabeza, cortando el escaso enlace que los pardos habían logrado con los mieles. Newt de nuevo lo intentó, sus piernas parecieron cobrar fuerzas, pero esta vez, fue un firme agarre conocido el que acabó por frenarlo completemente: Minho.

¿En qué segundo había abandonado los brazos del par de mujeres para ahora estar siendo retenido por el asiático? Estaba ligeramente mareado, no sabía definir si era el calor o el más reciente golpe, pero a ese punto lo único que le quedaba claro es que no podría evitar que se llevaran a Thomas.

—Teresa, no me hagas esto... —la voz de Thomas se dejó ir en el medio del mutismo de los ahí presentes. A ese punto las chicas ya habían comenzado a envolver a Thomas dentro de un enorme costal, con la clara intención de arrastrarlo por la extensión desértica del lugar.

La pelinegra le dirigió una última mirada a las chicas que yacían cerca de ella. La morena que sostenía otra lanza similar asintió, antes de finalmente empuñar el arma y dirigir el mango de madera al rubio que yacía en los brazos del asiático. Newt cerró los ojos durante un instante, pero el golpe no llegó, lo único que percibió por aquel segundo, fue el chillido ahogado que brotó de los labios de su amigo: Minho había recibido el castigo de Thomas por él.

—Evidentemente, no te interesa lo que suceda contigo, pero si con tus amigos. ¿Estamos claros? Nadie se mueve de su lugar, nadie hace o dice algo hasta que nos hallemos lejos ¿entienden? —los ojos azules de la mujer recorrían a los ahí presentes, tratando de buscar algún otro atisbo de rebeldía entre ellos, pero a ese punto, todo había quedado suficientemente claro—. Perfecto.

No hubo más tras aquello. Las chicas comenzaron a tirar del enorme saco en el que habían introducido a Thomas, alejándose en consecuencia del grupo menos numeroso.

Newt se quedó quieto, observando en silencio, apretando los dientes al tiempo que hundía los dedos sobre el antebrazo de su amigo: impotente, sin poder hacer o decir algo.
Cerró los ojos durante un largo rato, sintiendo la respiración del asiático contra su espalda. Los pasos cesaron, las voces a su alrededor comenzaron a elevarse, hubieron murmuros de confusión, de miedo. El rubio abrió los ojos cuando el agarre del mayor se desvaneció, dejándole libre de un momento a otro.

—Vamos a encontrarlo —musitó el asiático al tiempo que se llevaba la diestra hasta la herida abierta que ostentaba en la mejilla—. Cuando llegue el momento, vamos a encontrarlo.

Newt le observó en silencio por un instante, como si realmente estuviese considerando el creer las palabras del otro, pero el tatuaje que el castaño tenía en la nuca era claro, conciso: iban a matarlo. ¿Acaso Minho no podía recordar ese simple detalle?

—¿Cuándo es ese momento, shank? ¿Cuándo la crank loca lo mate? ¿Es ese el momento? —con las cejas casi rubias arqueadas, el menor le observó con desaprobación, quizá hasta con desesperación.

Minho simplemente ladeó el rostro confundido, ¿cómo era posible que Newt continuara pensando de aquella manera acerca de Thomas? Apretó los labios y negó con suma suavidad. De verdad que el castaño era un imbécil.

—Cuando tengamos armas, Newt. ¿Crees que vamos a correr detrás de un grupo de niñas locas que tienen arcos y lanzas con las manos desnudas? Yo creo que no. No planeo perder a Thomas en esta estupidez, pero no planeo arriesgarte a ti por él —Minho hizo una pausa, como si acabara de analizar lo que recientemente había dicho, carraspeando en consecuencia—. Ni a nadie.

Newt le observó perplejo, confundido. Aunque le costara asimilar las palabras del asiático, tenía toda la razón. Era una tontería y una calamidad el pensar enfrentar al grupo B con las manos desnudas. Aquello simplemente le hizo soltar un suspiro al tiempo que se llevaba la diestra a la nuca. Le dolía la maldita cabeza.

Habían parado cerca del lugar por el que habían logrado ver que se llevaron a Thomas. Un par de rocas hacían sombra suficiente, dándoles cobijo del sofocante calor de la tarde. Por la noche continuarían su camino y la búsqueda del castaño, pero de momento, debían dormir.

Newt se había quedado lejos, al cobijo de un pedrusco que daba sombra suficiente para permitirle descansar, aunque ese no fuera realmente el objetivo. Simplemente se mantenía ahí, con los ojos cerrados tratando inútilmente dormir algo más de la hora que se dejó vencer poco antes: pero aquello parecía una tarea imposible.
Todo lo que rodeaba a Teresa, a C.R.U.E.L., a Thomas, era confuso, nada tenía sentido. Trataba de unir cabos, de entender la actitud de la chica, de comprender por qué debían coger a Thomas de aquella manera. El shank estaba perdido por ella ¿qué no era así? ¿Y ahora pasaba eso? Probablemente debía dejar de preocuparse por Thomas y pensar más en él.

—Comienzo a pensar que eres una especie de zombie-crank —la voz de Minho le sacó de sus pensamientos, haciendo que abriese los ojos para fijar su atención en él—. Duermes poco y estás siempre activo, ¿seguro que no eres un vampiro? ¿O una criatura de ese tipo?

—Soy un crank, pero no tengo sueño. Eso es todo, ¿algún problema? —la sonrisa se asomó por los labios del rubio al tiempo que este ladeaba el rostro y daba un escaso brinco sobre su lugar, notando la casi nula distancia que Minho había dejado entre ambos por aquel instante.

—Sí. Te necesito activo, no voy a andar arrastrando a un shank inútil por el resto del camino.

—Esta plática me suena familiar. ¿No tienes otra manera de hacerme hablar, cabeza de pescado? —el rubio rodó los ojos y volvió a sonreír, terminando por llevarse la diestra hasta las hebras doradas para acomodar un par de estas detrás de sus orejas.

—Si no tuviera que amenazarte todo el tiempo, probablemente sí, pero por ahora, me las tengo que ingeniar con lo que hay —Minho alzó los hombros despreocupado, golpeando con suavidad uno de estos contra el menor. Hubo un silencio tras aquello, ambos se miraron con cierto atisbo de incomodidad.

—Gracias —fue un susurro, una cosa de nada. Minho simplemente le observó curioso, arrugando ambas cejas con la confusión asomándose en sus facciones—. Por recibir el golpe —aclaró el menor, logrando arrancar otra risa seca por parte del shank a su lado.

—¿En serio? ¿Solo un gracias? Shank, me arriesgué a que me partieran los huevos por ti, eso vale más que un simple gracias —Newt le observó incrédulo, apretando los labios al tiempo que desviaba la mirada.

—Lo siento, no hay nada que yo tenga que pueda ofrecerte. ¿Quieres una roca? Esa la tengo a la mano —, el rubio elevó la diestra, como si estuviese tratando de restarle importancia a sus propias palabras.

Minho no habló. Se quedó en silencio justo a su lado. Fue el áspero tacto de las yemas del asiático sobre su barbilla, lo que le hizo abrir los ojos de más, ladear el rostro y observar a su amigo en consecuencia.

—Tienes lo que quiero justo aquí.

No hubo más palabras tras aquello. El beso llegó en consecuencia. Newt se quedó quieto, laxo, ausente. El sabor estalló en su boca al segundo que sus labios se separaron y permitieron la entrada de la lengua del mayor. Thomas sabía dulce, varonil, y Minho, Minho sabía distinto, no podía definirlo. Cerró los ojos y finalmente permitió el dejarse ir en el gesto. Ladeó el rostro y disfrutó de ser tratado de aquella manera una vez más.
Su cuerpo se estremeció cuando los dedos del asiático se posaron en su cabello, obligándole a mantenerse ahí, a corresponder los pequeños besos que Minho no dejaba de proporcionarle por aquel instante.

Cuando se separaron, el calor ya estaba inundando las mejillas del rubio, logrando que el asiático ahogara una corta risa en consecuencia.

—Min, yo no... —las palabras de Newt se cortaron ante un nuevo beso, dejándole desarmado, indefenso ante él.

No estaba traicionando a Thomas, Thomas había dejado en claro que quería a Teresa. ¿Entonces por qué los besos de Minho le quemaban de esa manera? Frenó en seco ante ello, apartándose, ladeando el rostro para evitar que el asiático volviera a sumirle en la dulce sensación que sus besos producían en él.

—Deja de hacer mamadas, shank —el sarcasmo brotó forzado, Newt siquiera se había atrevido a mirar al mayor de nueva cuenta, sabiendo de antemano que el sabor de sus labios seguía presente en él.

—Nunca he hecho una mamada, Newt, no soy marica —hizo una pausa antes de acomodar los brazos detrás de su nuca, completamente relajado, como si no acabara de besar al rubio apenas unos momentos atrás—. Pero puedo hacer una excepción. ¿No lo prefieres al revés?

El golpe llegó en consecuencia, logrando que Minho riera casi al instante. La acción no era con afán de lastimarlo, simplemente, de callarlo, y eso lo pudo percibir al segundo exacto en que el codo del menor se alejó su estómago.

—La llamarada te fundió el fuco cerebro, larcho inútil —el rubio se limitó a rodar los ojos, a tratar de zanjar el tema ahí. No había más que decir. La atmósfera incomoda que se había creado entre ellos había desaparecido, de alguna manera aquello llegaba a ser tan confuso como relajante: Minho le estaba haciendo reír de manera sincera, sin tener que fingir absolutamente nada.

—Cállate, cerebro de plopus, quiero dormir —a ese punto, Minho había cerrado los ojos, apoyando la coronilla contra la inestable superficie que se alzaba justo detrás de ellos.

Newt solo le observó en silencio y secundó la posición, cerrando los ojos, dejándose vencer finalmente por el cansancio.

Cuando la anoche arribó, optaron por continuar con el camino. Los minutos se volvieron, horas, las horas parecían eternas. Sabían que el grupo B había tomado algún camino por las montañas, pero a ese punto no estaban seguros de que tan lejos se hallaban de ellos por aquel momento. La premisa de salvar a Thomas seguía presente, las armas improvisadas probablemente, les daban un poco más de seguridad de la que quisieran admitir, pero no la suficiente como para saber que podrían salvar al castaño de... lo que sea que tramaran aquellas shanks.

Minho se mantenía al frente, guiando al grupo, seguido de Newt. El silencio se había instalado en el singular grupo, la duda continuaba pululando en el aire. No fue sino hasta que distinguieron un par de figuras que se aproximaban a ellos, que finalmente optaron por detenerse: se trataba del grupo B.

La chica morena que lideraba la formación se aproximó en son de paz, elevando ambas manos al aire, como si ofreciera tregua momentánea. Bastó aquello para que Minho le permitiese acercarse y hablar.
Harriet, el nombre de la chica era Harriet. A grandes rasgos, la chica contó absolutamente todo lo que había acontecido en las montañas, desde el momento en que se habían llevado a Thomas, hasta que este había desaparecido de su vista en compañía de Teresa.
Teresa, de nuevo ella.

Newt sintió que su estómago se revolvió en consecuencia. La larcha podía haber amenazado con matar a Tommy —o a él—, pero el castaño seguía confiando tan ciegamente en ella... Apretó los dientes, se apartó del par de shanks y deseó tomar aire.
El cielo sobre sus cabezas comenzaba a prepararse, a augurar que lo peor probablemente, aún estaba por llegar. Las nubes grises se amontonaban, dándoles un descanso de los primeros rayos del astro rey.

—Vamos a continuar con ellas, es nuestra única oportunidad... —Minho había aparecido de la nada, logrando que el rubio diera un mínimo salto en su lugar.

—¿Vamos a abandonar a nuestro larchito enamorado con su diosa del amor? —cuestionó el rubio al tiempo que elevaba ambas cejas con expectación, tratando de sonar indiferente, inmune a la áspera sensación que la sola mención alusiva a Thomas causaba en él.

—Newt, tenemos solo un par de horas para llegar ¿crees acaso que no lo he considerado? Trataremos de hacer lo posible por investigar las cercanías, pero es imposible subir la montaña y bajar a tiempo para...

—¡Shuck! ¿Te estás rindiendo tan fácil, shank? —los pardos de Newt se clavaron en los iris del asiático reclamando una respuesta que sabría que no obtendría.

Aquello bastó para que el coreano apretara los labios y terminara por extender ambas manos directo hacia los hombros del más bajo.

—¿Quieres comenzar a pensar con claridad, Newt? —los ojos del rubio se abrieron en consecuencia, al tiempo que Minho le observaba con firmeza, apretando la mandíbula hasta casi hacerla tronar—. Thomas es mi amigo tanto como el tuyo —mentira— pero no voy a arriesgar a nadie más, no voy a arriesgarte más ¿lo entiendes? ¡No voy a permitir que andes dando tu pellejo por el fuco shank que no hace más que pensar en la traidora!

Newt le observó herido, logrando que Minho reparara en su error casi al instante. No demoró absolutamente nada más en soltar los delgados hombros del menor, terminando por hundir los dedos de su diestra sobre su propio cabello, que por aquel momento, yacía sumido en una terrible capa de arena y mugre.

—Un beso no te da derecho sobre mí, Minho —la voz de Newt brotó en un susurro casi apagado, había una escasa sonrisa asomándose en sus comisuras caídas, denotando la contrariedad de sentimientos experimentaba por aquel instante.

—Nada me da derecho sobre ti —aclaró el asiático, tras sonreír con ironía, tratando de calmarse, de hablar con claridad—. No eres un algo, eres un alguien —esta vez se había llevado la mano al rostro, apartando todo el rastro de arena que ya se había pegado a su piel—. Newt...

—¿Entonces qué quieres, shank? ¿Qué corra hacia a ti? ¿Qué nos besemos y olvidemos de estamos en un fuco desierto? —la dulce ironía se pintaba en sus labios. Estaba contrariado, enojado por partes iguales. Estaba harto de tener que ignorar la situación, de tener que fingir, de tener que mantenerse unido para que los demás lo estuvieran, ¿acaso nadie podía observar lo roto que ya estaba por aquel instante?

—¡Basta de tantas mamadas, shank! —Newt pareció reaccionar, apartarse, retroceder apenas un paso ante las palabras de Minho. No entendía por qué estaba actuando así, no entendía por qué seguía poniendo el bienestar de alguien que simplemente, le había hecho a un lado—. Piensa en ti por una miertera vez en tu vida ¿quieres? —las manos de Minho volvieron a aterrizar sobre los hombros de Newt, quien a ese punto, había terminado por anclarse de nuevo al piso, por observar petrificado al larcho que estaba a nula distancia de él.

El aroma varonil de Minho llegó en consecuencia: sudor, arena, él. Recordó el vago sabor de una fruta a la cual no podía poner nombre, había también un tenue aroma a café y algo más que tampoco podía definir.
El tiempo se detuvo alrededor de ambos al segundo exacto en que los labios de Minho volvieron a dejarse ir sobre los de Newt. La espalda del rubio colisionó contra la roca cercana, logrando arrancar un suave gemido que quebró el beso por unos instantes, poco antes de que sus brazos terminaran en el cuello del más alto,  sucumbiendo lentamente ante él. 

Thomas lo había roto y Minho trataba de unirlo de nuevo, y él, él se había negado a dejarse a llevar ante ello... Hasta ese instante.

[ ... ]

Solo estaba fingiendo.

Debía hacerte sentir verdaderamente traicionado.

¿Funcionó, no?

Las palabras de Teresa continuaban dándole vueltas en la cabeza. Hacía rato que habían abandonado aquel extraño lugar en el medio de las montañas, el lugar donde Teresa había besado a Aris, el lugar donde había creído que moriría.
Estar en aquel diminuto espacio logró que en algún punto perdiera toda la esperanza que albergaba en su ser. Si el plan era que odiara a Teresa, realmente había funcionado. No podía sentirse peor después de eso, más aún cuando la barrera se había venido abajo, haciéndole recordar absolutamente todo.

En algún punto, se llegó a sentir asqueado consigo mismo. Había sido un pésimo compañero, un pésimo amigo, un pésimo líder, un pésimo novio.
Sí. Newt y él eran algo antes de que abriese los ojos por aquella mañana pensando solamente en Teresa. Recordó los besos, recordó cada trozo de memoria perdida en su mente. Lo vio ahí, parado en el medio del desierto cuando abandonaba la construcción donde se había besado con Teresa, un detalle en el que ni siquiera había reparado en ese instante. Se suponía que no había nadie cuando el corrió de regreso al grupo.
Recordó cuando hablaba animadamente con Brenda, recordó las miradas, recordó el semblante de su pareja. De su Newt. Recordó el túnel, recordó lo desesperado que el rubio se mostró por alcanzarlo. ¿Por qué no había reparado antes en esos detalles? Era como si su cuerpo hubiese ignorado deliberadamente todo lo que ocurría a su alrededor, tan solo para centrarse en Brenda, en Teresa. Como si su función solo hubiese sido aquella.

El recuerdo más reciente lo desarmó por completo, casi le hizo llorar tan solo de evocarlo. Recordó perfectamente cuando hirió a Newt, cuando eligió a Teresa por encima de él. Por un largo rato trató de comprender la razón por la qué había dicho aquello, pero se encontró contra una gruesa pared que no le permitió ver más allá. Lo había dicho porque sí, lo había dicho para alejar a Newt de él, como si ese hubiese sido el objetivo de todo. ¿Por qué no había pensado en nada de ello antes? Era como si saliera de un letargo, de un modo automático en el que había sido sumido solo así, sin más.

Se llevó ambas manos al cabello, exasperado ante el cúmulo de recuerdos que parecía haber pasado por alto. Había perdido a Newt, había hecho todo lo posible para alejarlo y solo hasta ese instante, se había dado cuenta de ello.

Recordó los cuerpos colgados en el comedor, recordó los cranks que aparecieron y desaparecieron de la nada. C.R.U.E.L. jugaba con su mente, C.R.U.E.L. podía hacerles ver lo que ellos quisieran, C.R.U.E.L. tenía un plan y todos eran parte de él.

Apretó los labios al segundo en que escuchó la voz de Aris, advirtiendo que sus amigos se encontraban cerca, que no demorarían demasiado en alcanzarlos.
Thomas se detuvo en seco, parpadeando confundido ante las palabras del chico. Sus mieles viajaron de la figura de Teresa y Aris, hasta la base de la montaña, el lugar donde se suponía, se encontraban ambos grupos.
La realidad le golpeó de un instante a otro cuando su mirada se detuvo en seco, reparando en la escena que Newt y Minho protagonizaban por aquel instante.
Un beso, Minho estaba besando a Newt.

Notas finales: se llama karma, Thomas, okno. No tengo nada más que decir. Me fuí.

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