Capítulo 4

Comer, caminar, dormir. Después del extraño encuentro que Thomas había tenido con Teresa y de la advertencia que esta le había hecho, se habían establecido una rutina de manera tácita. La ciudad estaba lejos, les tomaría probablemente un día más de camino el poder llegar.

Newt había dejado todo en manos de Minho, esta vez siquiera se había atrevido a acercarse a Thomas, no después del encuentro con la chica. Mantenía su distancia, contaba mentalmente los metros que le separaban del castaño. No podía verlo a la cara, y a Thomas poco parecía importarle el detalle. El chico estaba muchísimo más sumido en su mundo, en su silencio, en su soledad. Nadie pasaba por alto el hecho, pero tampoco, no era como si aquello pudiese importunar. Después de todo ¿Qué podía importar?

El calor del desierto, la escasez de alimento. Aquello era lo que terminaba por inundar la mente del rubio, era lo que le hacía pensar de manera rápida sin detenerse a examinar la plopus que se guardaba desde lo que había visto en aquella choza. Si bien, Minho en algún momento se había acercado a él para corroborar las palabras de Thomas, Newt se había limitado a mirarle de mala gana y a asentir ante lo que decía.

No quería hablar, no necesitaba hablar. Quería mantener eso dentro, enterrado, fuera del alcance de sus pensamientos, no quería repasarlo, no como cuando sucedió en el área, solo quería dar un paso hacia adelante y cortar todo de tajo.

Cuando el cielo sobre sus cabezas se tiñó de gris y las nubes comenzaron a bramar a la distancia, terminaron por acelerar el paso. La ciudad no podía estar lejos, ya no a ese punto. Estaban cansados, al borde de sus propios límites. Durante aquellas últimas horas nadie dijo nada, Newt se limitó a caminar justo atrás de donde yacía Minho, como si este acomodara su paso para él, acortando distancias, echándole una mirada de vez en cuando.
Newt no podía evitar maldecirse un poco hacia sus adentros, odiando al asiático por conocerlo tan bien, por tratar de mantenerse ahí aun cuando no lo había solicitado. De todas las cosas que podían suceder por aquel instante, probablemente la que menos necesitaba era pasar un momento de maricas con su amigo.

Detuvieron su andar cuando un viejo apareció en su camino, aunque Thomas fue quien terminó por tomar la iniciativa, la breve charla no acabó más que en un tétrico escenario que nadie quiso comentar. El aire se tornaba cada vez más denso, la arena les obstruía la visión, si tenían que llegar a la ciudad, tenían que hacerlo ya.

El primer destello sobre la arena le hizo casi saltar en su lugar. Un trueno sonó en la lejanía y Newt supo que aquello había sido la campana de salida. Sus pies se movieron por mera inercia y echó a correr el largo trecho que tenía por delante: Thomas, tenía que hallar a Thomas. Sus pardos viajaron a su alrededor, distinguió un par de figuras conocidas, a Aris, lo que quedaba de Winston. Los rayos comenzaron a aterrizar en todas direcciones, el sonido desapareció de un momento a otro. Se desesperó cuando dejó de escuchar, cuando no pudo siquiera saber si estaba gritando o si lo hacían los demás. Distinguió a Minho adelante, tomando el mando, guiando al resto de los habitantes. Recuperó el aire y maldijo su cojera. Un nuevo rayo cayó cercano a él, haciéndole tropezar en consecuencia para acabar de rodillas sobre la arena. Sintió la superficie irregular sobre sus palmas y alzó la mirada para observar el horrible escenario que le rodeaba por aquel instante: los habitantes corriendo, rayos cayendo sin patrón aparente, calcinando a más de uno en su camino.
Fueron unas manos sobre su cintura las que le pusieron de pie, logrando que sus pardos buscaran frenéticamente al dueño de la sensación que le embargó por aquel instante: Thomas. El castaño estaba ahí, junto a él, empujándole, echándole hacia adelante, obligándole a ganarle terreno a la tormenta que se cernía sobre sus cabezas.

Newt no quiso pensar, o mejor dicho, no le importó hacerlo. Podía notar la figura del larcho a su lado, podía notar a Minho no muy lejos de ellos. Por muy egoísta que sonara, aquello le llegó a parecer perfecto por aquel instante. No quería mirar hacia atrás, no cuando sabía que solo encontraría carmín y a la mitad de sus amigos muertos. Newt solo miraba a su lado, a Thomas. En un impulso de momento quiso extender la mano, asegurarse de que él estaba ahí, pero sus planes fracasaron al segundo que un rayo le cortó el camino y le obligó a separarse del ex corredor. La desesperación le embargó casi de inmediato. Se sintió tan pequeño, tan tonto, tan inútil. Continuó corriendo por puro acto de reflejo, observando el primer edificio que se alzaba a la distancia, marcando el sitio seguro que le esperaba al final, en la meta.

Tragó con dificultad, cerró los ojos, repasó el rostro con su antebrazo para limpiar la arena. Tropezó de nuevo cuando un rayo cayó cerca de su posición, lanzándole al piso, obligándole a tragar arena de por medio. Esta vez fueron las manos de Aris las que le ayudaron a recuperarse, a impulsarse hacia adelante. El instinto de supervivencia le embargó, recuperó el aire en sus pulmones y echó a correr los últimos metros que le separaban de la construcción. Cuando finalmente se halló en la penumbra del interior del lugar, no pudo evitar doblarse a la mitad en búsqueda de recuperar el aliento. Todo aquello se cortó al segundo que se irguió con prisa y trató de distinguir la figura familiar en el interior del edificio. Thomas no estaba, Thomas aún no había llegado.
Como si le hubiese faltado la razón por un instante, Newt volvió a aproximarse hacia la salida, sintiendo como una mano le tomaba del brazo y le impedía abandonar el edificio. Le dedicó una mirada de desaprobación a Sartén, quien tan solo le cuestionaba en silencio.

Si tenía que volver ahí afuera para buscar a Thomas, lo haría.

Debatió su mirada un par de segundos con la del ex cocinero, poco antes de deshacerse de su agarre dispuesto a abandonar el edificio, pero sus planes quedaron abandonados al segundo en que Thomas apareció en su campo de visión, cargando a rastras a Minho. Newt se precipitó para ayudarle. El olor a carne quemada inundó sus fosas nasales y no tuvo que ser un genio para adivinar lo que había sucedido con su amigo. Abrió los ojos con sorpresa y permitió que su mirada se trasladara de Minho a Thomas. Fue un rápido análisis en silencio, como si le escaneara con algún aparato que vagamente podía recordar en su memoria: pero el castaño estaba bien. Aquello le hizo sentir mal en muchos aspectos, empezando porque su asiático amigo parecía haber salido de una barbacoa humana.
Soltando un suspiro, abandonó sus ideas egoístas, dedicándose a observar el resto de la construcción en silencio. Cuando miró hacia afuera, pudo notar que la tormenta ya había comenzado a caer de manera tal, que llegó a pensar que el cielo se estaba quebrando y dejándose ir en el desierto. Bien, no le importó, no cuando la cabeza le punzaba y siquiera era capaz de escuchar sus propios pensamientos.

Buscando un lugar donde echarse, Newt finalmente dejó que el cansancio le consumiera. En algún punto fue capaz de notar como el resto de los habitantes se congregaba en un extraño montoncito humano, como si de unos cuantos gatitos recién nacidos se trataran y estuviesen buscando calor. Le restó importancia a la imagen y apoyó la espalda contra una destruida pared, bastante lejos del primer larcho, pero no lo suficiente para hacer notar que estaba evitando el contacto.
Hizo un repaso mental, contó las cabezas a su alrededor, recordó los nombres de los que vio perecer bajo los rayos de la tormenta. Un nudo se formó en su garganta y estuvo a punto de echarse a llorar en silencio. Había convivido dos años con todos esos larchos, los conocía, sabía sus nombres y ahora, no eran más que recuerdos en su memoria.

Newt no supo en qué momento se dejó vencer por el cansancio, pero cuando abrió los ojos, lo primero que pudo notar fue que la lluvia comenzaba a ceder en el exterior del lugar. La luz del sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte, bañando con un tenue resplandor el interior del destruido edificio. De nuevo volvió a hacer un repaso mental de los habitantes caídos: esta vez contó once cabezas, habían perdido a siete en el desierto y otros tres habían desaparecido sin dejar rastro.

Sintió el peso extra sobre sus hombros y se perdió en aquel pensamiento. No era solo caminar por el desierto, no era solo sobrevivir a una manada de cranks, era superar las adversidades del mundo que no recordaba, era tratar de pelear contra algo que no podía entender.

Sintió una arcada por aquel instante y volvió a cerrar los ojos. Cuando sus parpados se separaron, fue capaz de notar la mirada color miel perdiéndose en su figura: Thomas estaba despierto.

—¿Estás bien? —Newt pudo percibir la duda en el tono de voz del castaño, arrojándole directo al precipicio de su inseguridad, haciéndole olvidar que se hallaba peleando con su yo interno respecto a las muertes de sus compañeros.

—¿Bien? —quiso reír ante la pregunta. Después de todo lo sucedido el castaño solo podía preguntar aquello. Claro, si podía considerarse una victoria el estar vivo, probablemente la respuesta sería afirmativa. La cortina de silencio se dejó caer al segundo que los pasos de Thomas acortaron la distancia entre ellos. El calor del cuerpo ahora a su lado, le hizo casi saltar del susto. Los ojos color miel observándole en calma a la espera de una respuesta ante el cuestionamiento, le robaron una vez más las palabras—. Estamos vivos, eso es lo que importa.

El gesto que se dibujó en los labios del castaño casi le hizo dudar de su respuesta. Pudo notar como el menor elevaba la mano, como la deslizaba hasta su rodilla. Sintió la calidez de las yemas ajenas traspasando los raídos pantalones, dándole alivio con un pequeño masaje sobre su piel tostada. Era como si Thomas, su Thomas, estuviese ahí de nuevo, con él. Bastó aquello para que Newt sonriera y recuperara la calma. Necesitaba eso, necesitaba un gesto de parte del menor para volver a buscar la fuerza que aun desconocía que existía en él. Durante un largo minuto, el rubio deseó que aquello perdurara, que las miradas en silencio fueran eternas, que sus inseguridades murieran en la sonrisa que apenas y comenzaba a asomarse en el rostro lleno de arena del castaño. Cerró los ojos y un suspiro le robó el aliento. Fue en aquel momento en que finalmente percibió la mano de Thomas escalando por su pierna, buscando su propia diestra que descansaba sin fuerza sobre uno de sus muslos.

Cuando Newt abrió los ojos de nuevo, fue la mirada de confusión de Thomas la que le recibió. Era como si el menor dudara de sus acciones, como si aquel gesto entre ellos fuera tan anormal que se negara a continuar con ello. El rubio se limitó a apretar los labios y a tratar de complementar la acción, pero contrario a lo que su cerebro y su deseo dictaron, terminó por apartar la mano, como si el tacto de la piel del menor le hubiese quemado por aquel instante.
Parpadeó confundido y trató de recuperar el agarre perdido, pero de nueva cuenta, sus acciones solo quedaron en deseos. Sus músculos se tornaron rígidos, su cabeza giró hacia el otro lado. Se estaba obligando a evitar a Thomas. ¿Cómo era aquello posible?

Fue el suspiro a su lado el que finalmente rompió la tensión. Thomas se ponía de pie y caminaba hasta donde se hallaba Minho, quien apenas tiraba un grito extraño, producto de las heridas que portaba en la piel por aquel instante.
Newt quiso ponerse de pie, quiso seguir a Thomas y asegurarse de que su amigo se hallaba con bien, pero nuevamente su cuerpo dejó de responder, obligándole a quedarse anclado a ese lugar. Era como si por momentos perdiera la movilidad, como si el deseo de estar con Thomas activara una palanca que le impidiese acercarse a él. Apretó los labios, quiso hablar, pero se encontró con el cese de su voz. La desesperación quiso hacer mella en sus pensamientos, la sola idea de pensarse condicionado le comenzó a enloquecer lentamente. Eso no podía estar pasando, él no quería alejarse de Thomas, no al menos hasta ese grado. Le parecía estúpido el tomar de base lo que había acontecido para olvidar el laberinto. No, aunque Thomas parecía haber olvidado todo el sentimiento que ambos consumaron en el pasado, no pretendía alejarse de él. Newt sabía que aun podía permanecer ahí, para el castaño, como un amigo. Él quería ayudarle a seguirse manteniendo de pie, unido. Si le odiaba, si ahora quería a Teresa, eso no tenía por qué afectar sus convicciones. Él tenía que empujar a Thomas hacia adelante.

Arrugó el entrecejo y un gemido ahogado de desesperación hizo acto de presencia en sus labios. Sus miembros le respondieron una vez más, se obligó a ponerse de pie y a estar a nada de dirigir sus pasos hacia Thomas, pero la fue la voz sobre sus cabezas la que le hizo frenar de lleno sus acciones al preciso instante en que un crank caía de manera literal, de los pisos superiores, extendiendo los brazos y esperando aplausos por la acrobacia recién efectuada.

—Me llamo Jorge, y yo soy el crank que manda en este lugar.

Newt se había quedado rezagado con el resto del grupo. Después de la pequeña exhibición de estupidez por parte de Minho al desafiar al crank, Thomas se las había ingeniado para persuadirlo y concederles más tiempo. Tras aquel discurso, ambos —Thomas y Jorge—, habían desaparecido por un largo pasillo, dejándole a él y a los habitantes a la merced del resto del grupo de cranks, quienes les amenazaban con armas tan oxidadas, que Newt pensaba que si alguna cosa de esas les atravesaba, morirían de una infección antes de que de alguna herida.
Se mantuvo de pie, rígido, justo a un lado del asiático. Observó con detenimiento a su alrededor, todos parecían estar sucios, pero no consumidos. Esos cranks no se parecían en nada a los que él recordaba haber visto en la base de C.R.U.E.L. Apartó esos pensamientos de su cabeza cuando una chica sumamente llamativa apareció en su campo de visión. Era bonita, tenía el cabello largo, brilloso, como si las tormentas de arena no hubiesen pasado nunca a través de ella.

La castaña solo le sonrió y arqueó una ceja en complemento al gesto. Newt se limitó a desviar la mirada y a volver a analizar el pasillo por el que Thomas había desaparecido minutos atrás.

—No va a morirse, Newt, no es tan garlopo —la voz de Minho le hizo volver la mirada hacia él. Aunque el asiático tenía medio gesto de dolor dibujado en el rostro, la broma continuaba asomando en el medio de sus rasgados ojos.

—Estamos rodeados y amenazan nuestras vidas, te juro que no estoy pensando si a Tommy se lo larchan ahí adentro —mentira, Newt destilaba preocupación en el medio de cada palabra que soltaba, y Minho no había hecho más que reír ante ese hecho tan evidente.

—Estás pensando en él veintitrés horas de las veinticuatro del día. La hora restante solo pareces plopus de vaca ausente. ¿Quieres dejar de tratar de mentirme? —arqueando una ceja, el asiático finalmente había extendido la sonrisa en su rostro, como si con aquella plática estuviese tratando de cortar la tensión que se alzaba en el ambiente. Después de todo, solo era en tono confidencial, solo eran ellos dos, ignorando al resto del grupo que se encontraba a unos cuantos metros de donde estaban.

—¿Quieren dejar de susurrarse cosas como un par de enamorados? O bueno, quizá quieran gritarlo para que el resto de nosotros lo escuchemos y tengamos más motivos para matarles —fue uno de los cranks en las líneas enemigas el que llamó la atención de Newt, haciéndole callar al acto y olvidar la plopus que iba a soltarle a Minho a modo de respuesta.

Daba igual. Lo que menos quería pensar en ese instante, era que su vida pendía de un hilo y que él solo estaba atento al segundo en que Thomas regresara con bien. Realmente no sabía en qué punto había sucedido aquello, ignoraba cuando había dejado de lado las acciones de Thomas y los efectos que producían en él. Quería pasar por alto el vacío en su pecho, el recuerdo de todo lo que había acontecido entre ambos. Se obligaba a centrarse en mantenerse con vida, en tratar de hacer lo mismo con el castaño y si le era posible, con Minho y el resto de los habitantes. Quería perder la esencia de sus deseos, desajenarse de los sentimientos devastadores que consumían su sistema tan solo para concentrarse en mantener al resto de pie. Quizá el tatuaje en su nuca no estaba equivocado, quizá él realmente era ese nexo entre Thomas, Minho y el resto de los habitantes. Quizá solo debía ser un peón, el que les impulsara a salir con vida de aquel lugar. El pensamiento le tranquilizó. Tenía algo más en lo que enfocarse, podía olvidar las acciones tan extrañas del castaño.

Cerró los ojos y se volvió a perder en la idea, poco antes de finalmente escuchar como Thomas y el otro crank arribaban en la habitación.
Los pardos de Newt se centraron rápidamente en el par. Las palabras se dejaron ir cuando el crank tomó el mando del asunto. Lo siguiente que escuchó fue que les darían de comer, pero que a Minho le cortarían un dedo de cada mano. El aliento le abandonó por aquel instante, casi por mero acto de inercia, regresó su mirada hacia el asiático, quien observaba a Jorge como si aquello que acababa de soltar, no fuese algo más que una broma. Fueron las manos de Newt sobre los brazos de su amigo lo que logró frenar otro acto de estupidez por parte de este.

—Shank, no —no tenía palabras, Newt estaba tan confundido como el resto de los habitantes, pero sabía de antemano que si Minho atacaba al crank de nombre Jorge, todo acabaría por irse a la plopus antes de que siquiera tuviesen una oportunidad.

Los músculos de Minho se tensaron debajo de sus yemas. Newt hundió sus dedos en la piel del mayor como acto de reflejo, esperando que los ánimos de su amigo mermaran con aquel simple movimiento. Fueron los ojos del asiático viajando del crank hasta el rubio, lo que realmente logró frenar sus acciones. Minho le cuestionaba en silencio, como si realmente Newt tuviese la culpa de mantenerlo ahí sin poder partirle la cara a golpes al otro. Pero el rubio comprendía a la perfección la situación y no hacía más que negar con suma suavidad ante las acciones de su amigo.
Cuando el pecho de Minho finalmente se relajó, Newt suavizó su agarre.

Bajo las instrucciones de Jorge, el resto de los cranks terminó por retirarse, ante el firme aviso de volverse a reunir en unas cuantas horas en un lugar que hasta ese momento Newt, daba por desconocido. Realmente no prestaba atención, no cuando tenía que controlar a la bestia interior que crecía en la personalidad del asiático y que a cada segundo, amenazaba con dejarlos sin oportunidades.

—No voy a matarlo, no ahora —Minho pareció leerle el pensamiento, solicitándole de muda manera que le soltase de una buena vez. Newt solo negó ante aquello, notando como la bonita chica tomaba lugar a unos cuantos pasos de donde ambos se encontraban.

—¿En serio? Hazle algo y veremos quien muere primero —la castaña cogió la palabra, jugueteando con una pequeña navaja entre sus delgadas manos.

Newt quiso pasar por alto ese detalle. Realmente no tenía ganas de seguir discutiendo en silencio con su amigo. A ese punto solo pensaba en comida y en continuar adelante, con vida, si es que aquello podía llegar a ser posible. Apartó el agarre que hasta ese momento había mantenido en uno de los brazos de Minho y observó a Thomas en silencio. El castaño parecía tomar nota de la escena que se suscitaba frente a él, como si realmente no estuviese dispuesto a participar en ella. Newt cerró los ojos una vez más y dejó ir un suspiro fuera de sus labios.

—¿Tú eres el líder? —de nuevo la dulce voz de la chica cortó el silencio instaurado en el lugar. Los pardos de Newt se abrieron y toda su atención se centró en la plática que Brenda tenía con Thomas por aquel segundo.

—No, es el tipo al que acabas de amenazar.

—¿En serio? Yo habría jurado que tú eres el líder. Tienes más aspecto de líder —la chica sonrió y Thomas pareció perder el hilo de la conversación cuando desvió la mirada ¿Apenado? Newt se mantuvo en silencio, observando la escena como si aquello estuviese suscitándose en una pantalla y él solo estuviese sentado en una butaca lejana.

—¿Gracias? Yo también te hubiera señalado a ti y a no a Jorge —la pena se pintó en el rostro del castaño por aquel instante. Un leve tono carmín amenazó con invadir sus mejillas. Y Newt, Newt solo estaba anclado al piso, como si tratara de no prestar atención a lo que sucedía a un metro de su posición.

Y entonces, sucedió.

Brenda ignoró todo a su alrededor, poniéndose de puntitas y dejando un beso en la mejilla de Thomas.

—Me gustas.

Thomas tragó saliva con dificultad. Algo dentro de Newt se activó en ese instante. Recordaba esa mirada, recordaba esos gestos, esa tensión, esa incomodidad. Recordaba cuando Thomas se ponía rojo hasta las orejas, recordaba perfectamente esas expresiones porque hacía mucho tiempo, Thomas se las había dedicado a él. Y ahora, el problema, era que se las dedicaba a esa crank. 

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