Capítulo 2
Sus ojos pardos quedaron fijos en la figura que yacía frente al espejo. Se había quitado la sencilla camisa de tela para dejar al descubierto su pecho, ladeando su torso ligeramente para poder ser capaz de leer el tatuaje en su nuca.
El Nexo. La palabra se repetía una y otra vez en su mente, tratando de hallar una explicación a lo que ello significaba. Momentos atrás, Aris les había confesado que vivió prácticamente en una versión opuesta a su laberinto, donde en lugar de larchos mierteros había chicas, chicas que se suponía, estaban por ahí, en algún lugar. Todo había sido prácticamente un reflejo de su vivencia, incluso había habido una chica que era la versión de Thomas, la única diferencia era que ella había muerto, tal cual había sucedido con Chuck.
Apretó los labios en una fina línea y bajó la mirada al tiempo que sus manos se apoyaban en la orilla del lavamanos. Una escasa sonrisa se fugó de sus labios al segundo que fue capaz de notar el lugar donde estaba. Una noche atrás, Thomas había estado ahí con él, en ese mismo y preciso lugar. Era irónico pensar que justo en ese momento el castaño pareciera solo pensar en Teresa, buscándola hasta por debajo de los jodidos colchones de cada garlopa cama del lugar.
Aunque los cuerpos habían desparecido y los cranks parecían haberse esfumado, continuaban encerrados en ese jodido lugar de tres habitaciones. Ya habían intentado romper las cerraduras de las puertas que suponían, daban al exterior. Pero todos los experimentos de escape terminaron con la misma conclusión: estaban encerrados ahí, solo porque sí.
No necesitaba ser un genio para saber que solo tenían que esperar. Tal cual como había sucedido la primera vez que llegaron al laberinto, las respuestas comenzarían a llegar cuando ellos así lo quisieran.
Un suspiro y sus tripas volvieron a rugir de manera insistente. Acabó por inclinarse nuevamente sobre el lavamanos para abrir la llave y beberse tanta agua como le fue posible. Un día, llevaban un día con las ventanas cerradas por paredes de ladrillos y sin nada más que agua para mantenerse vivos. Todos los habitantes se habían resignado a vagar sin rumbo fijo por el complejo, sin atreverse a hablar, solo estaban ahí... Como si se negaran a aceptar que la espera era incierta.
Apretó los parpados nuevamente al tiempo que cerraba la llave del lavamanos. Con la prenda ligeramente arrugada que tenía de lado, terminó por secarse la cara. Cuando sus ojos volvieron a fijarse en la figura que se reflejaba en el cristal, quiso reír al instante. Las marcas de los besos seguían ahí, las uñas de Thomas seguían marcadas en su piel y ahora eran más notorias que nunca, probablemente mera consecuencia de la lenta recuperación de su sistema gracias a la falta de alimentos. Rodó los ojos y bufó bajito, terminando por volver a colocarse la sencilla prenda de ropa para finalmente, poder abandonar el baño.
Sus ojos pasearon rápidamente entre las figuras de sus amigos, cortando su recorrido al tiempo que halló a su habitante favorito echado en una de las camas: dándole la espalda a todos.
Caminó lentamente en la dirección en que se hallaba el menor, odiando terriblemente la cojera que ahora parecía ser más evidente que nunca. No dolía, pero ahora era tan incómoda que siquiera la podía disimular. Soltó un suspiro ahogado en un vano intento de abandonar el pensamiento al tiempo que sus pasos finalmente se detenían justo a un lado de donde yacía Thomas aún echado, durmiendo.
—Tommy... —un suave murmuro brotó de sus labios al tiempo que terminaba por inclinarse en la dirección del castaño, completamente dispuesto a despertarle para poder saciar la duda que no le había permitido estar tranquilo desde muchísimas horas atrás.
Pero la intención del rubio se vio truncada al segundo que el menor se aferró a la almohada que sostenía, separando los labios únicamente para pronunciar un nombre: Teresa.
Los ojos de Newt volvieron a abrirse de par en par, dejando que su diestra quedara suspendida en el aire, justo a la mitad del camino que existía entre su persona y el cuerpo del menor. Un nudo se instaló en su garganta al instante, obligándole a apartarse y a poner la mejor cara de fingida tranquilidad que se pudo ingeniar.
—¿Viste a un crank? —la voz de Minho le llegó en el preciso instante que el aire pareció faltarle, logrando que la mente del rubio volviese a aterrizar en la realidad.
—No, solo tu miertera cara —. Con media sonrisa en los labios, el rubio había terminado por suavizar sus facciones, optando por pasar de largo a su amigo al tiempo que se dirigía al exterior de la habitación. Necesitaba establecer distancia entre Thomas y él, necesitaba acomodar sus pensamientos y dejar de pensar cosas que no tenían ni el más mínimo sentido.
Necesitaba estar solo.
Cuando volvió a abrir los ojos, el dulce aroma de la comida ya había inundado la habitación. Pestañeó en una rápida sucesión de movimientos al tiempo que trataba de desperezarse. En algún punto del último día, se había terminado por echar contra una de las paredes del comedor, rindiéndose ante el cansancio y durmiendo durante un lapso de tiempo que siquiera fue capaz de calcular.
La cabeza le palpitaba y solo era capaz de escuchar el sonido de los demás habitantes tragando como enajenados. Un suave quejido brotó de sus labios cuando finalmente optó por hacer el primer intento de ponerse de pie, llegando a la rápida conclusión de que la miertera posición le había jodido la espalda y que no tenía siquiera la fuerza de moverse por aquel momento.
—Teniendo tantas camas y te da por dormirte ahí —. La voz de Minho le hizo abrir los ojos de nueva cuenta, terminando por extender la diestra para coger la mano que el otro le ofrecía. De un simple jalón, el asiático había terminado por poner de pie a su amigo, sonriendo ampliamente mientras le señalaba el singular festín que se alzaba en las mesas del comedor.
Claro, si, todo perfecto, salvo por el extraño sujeto que había detrás de un escritorio, leyendo de manera tan ridículamente pacífica, que Newt llegó a preguntarse si algo de aquello estaba sucediendo realmente.
—Apareció con la comida y no ha soltado ni una miertera cosa. Además tiene cara de espanto, creo que los cranks se miraban muchísimo mejor —. Rodando los ojos, el ex corredor había terminado por golpear el costado del rubio con uno de sus codos, tratando de sacar una mínima sonrisa del rostro de su amigo: nada.
—Hay comida, agua y un sujeto leyendo. Creo que es el paraíso —. La voz de Newt brotó en un suave murmuro, al tiempo que finalmente este se decidía a caminar hasta la mesa de metal, terminando por coger una de las manzanas que descansaban sobre la misma.
Cuando dio el primer bocado a la dulce fruta, sus papilas bailaron de gusto. Aunque quiso devorarse la manzana de una, optó solamente por comer despacio, siendo espectador de cómo algunos de los habitantes se vomitaban en las esquinas del lugar. Vale, ni siquiera eso era suficiente para arrancarle el apetito.
—Shuck, iré a despertar a nuestro novato favorito. Se le va a disparar el cerebro con tanta comida —. Minho no dejaba de sonreír y Newt siquiera se había detenido a prestar atención al detalle, probablemente solo asumía que se debía a que ya no estaban en un miertero lugar sin bocado alguno.
—Reúne a los habitantes. Yo iré por él —. Terminando el bocado que tenía por aquel instante, el rubio finalmente había optado por coger otro par de manzanas de la mesa de los alimentos. La sonrisa en los labios de Minho había terminado por ensancharse, al tiempo que este le dedicaba esa mirada de complicidad que solo arrancó furia de los ojos pardos del muchacho.
Le quedaba claro que su amigo había estado en primera fila la gran mayoría de las veces que había terminado por liarse con Thomas, pero justo en ese instante siquiera tenía la más mínima intención de pensar en eso.
Con pasos lentos volvió a adentrarse en una de las habitaciones del complejo, aquella donde recordaba haber visto al castaño echado por al menos las últimas veinticuatro horas. Apenas atravesó el marco de la puerta, fue capaz de distinguir el pequeño ovillo que yacía sobre una de las desarregladas camas, haciéndole tirar un suspiro al aire al tiempo que se aproximaba rengueando hasta la orilla de esta.
Sus ojos se pasearon durante unos momentos sobre el laxo cuerpo del chico, forzándose a morderse el labio inferior al tiempo que un nuevo nudo se instaló en su garganta. No había hablado con Thomas las últimos setenta y dos horas, no se habían visto ni tocado, no habían hecho... nada. Era como si el castaño hubiese alzado una barrera a su alrededor, donde el maldito letrero de no acercarse, descansaba en todas y cada una de las mierteras paredes de la misma.
—Tommy... —de nuevo hizo el intento de aproximar su diestra hasta uno de los hombros del castaño, pero una vez más su acción murió en el aire. Era como si ya no supiese como acercarse a él. Deseaba volver a besarlo, volver a abrazarlo, deseaba volver a estar en el medio de su no sé qué con él; pero la inseguridad asaltaba su sistema y le hacía actuar de aquella manera—. Tommy... Despierta.
El castaño se removió contra la almohada, terminando por girar su cuerpo y abrir muy lentamente los ojos. La mirada color miel se perdió durante unos breves instantes en sus pardos. Fue un cruce mínimo, efímero. Thomas ladeó el rostro casi al instante, como si aquel simple gesto lo hubiese puesto completamente incómodo.
Algo volvió a romperse dentro del rubio en aquel momento.
—Shank, levántate —una sonrisa que no supo exactamente de donde surgió, había terminado por adornar las comisuras curvas del mayor, al tiempo que estiraba la izquierda y le ofrecía una manzana de color verde al menor.
—¿De dónde...? —los confusos ojos de Thomas pasearon de la fruta hacia la figura de Newt, quien simplemente había optado por mantener aquella sonrisa al tiempo que juntaba las cejas y observaba al chico.
—¿Por qué no te callas y comes? —arrugando aún el entrecejo, el rubio había terminado por desviar la mirada al tiempo que dejaba que un pequeño suspiro se fugara de sus labios por aquel instante.
Quería hablar con él. Quería preguntarle por qué miertera cosa había establecido una distancia abismal entre ellos desde que habían amanecido en aquel lugar, desde que... Se había obsesionado con Teresa. La respuesta había llegado sola por aquel momento y el rubio terminó por odiarse tan solo de imaginarlo.
—Tranquilo, Tommy. Si te lo tragas de una vas a acabar vomitando, justo como los demás larchos en el comedor —. Hizo otra pausa, pero la atención de Thomas se había mantenido únicamente en la fruta entre sus manos, como si Newt no estuviese ahí, con él.
A ese punto, el rubio sabía que las cosas se habían jodido y no entendía la razón.
—Shuck, esto es absolutamente delicioso —. Acabando el bocado que tenía por aquel instante, el castaño había terminado por alzar la mirada y soltar un pequeño suspiro de satisfacción al aire. Los pardos del rubio se mantuvieron fijos en aquella singular figura, como si estuviese tratando de memorizar la expresión de paz que embargaba el rostro de Thomas, esa expresión que probablemente ya no sería capaz de contemplar en un futuro después de ello—. ¿De dónde vino todo esto?
—Estaban en la sala común... Junto con algo más —. No pudo agregar lo del sujeto leyendo un libro, eso era tan irreal que probablemente Thomas tendría que verlo con sus propios ojos—. Tommy ¿Está todo bien?
—¿Bien? Shank, está perfecto. Esta cosa es un manjar —una segunda manzana ya estaba desapareciendo en la boca medio llena del menor, mientras este parecía contener los suspiros de gozo que la simple acción causaba en él.
—Tommy, estoy hablando de... —las palabras murieron en sus labios. No pudo continuar la frase. Todo su cuerpo entró en tensión total al tiempo que se obligaba a bajar la mirada, evitando completar cualquier miertera palabra que hubiese querido brotar de sus labios por aquel instante.
Algo no iba bien, algo estaba actuando por él, pero Thomas siquiera parecía notarlo.
—¿Hay más comida afuera? —fue una pregunta inocente. El castaño todavía estaba sonriendo mientras terminaba el bocado que tenía de momento.
Newt solo asintió. De nuevo su cuerpo se movió sin su consentimiento. Thomas pareció no notarlo, simplemente había terminado por deslizarse fuera de la cama, calzándose en menos de un minuto para posteriormente, abandonar la habitación.
Más tarde aquella noche, todos los habitantes habían ocupado las literas en la primera y más amplia habitación. Newt había terminado por relegarse y compartir la litera con Sartén, mientras que Minho lo había hecho con Thomas. Un simple gesto que lograba romperlo en un sentido que no lograba dimensionar. Eran cosas banales, pequeñas, pero que comenzaban a causar mínimos agujeros en la tela de su temple, haciendo que la duda comenzara a ganar campo en su mente.
La Rata había dicho que todo aquello se trataba de una prueba más, que las cosas que habían visto hasta ese momento no eran del todo ciertas. También había mencionado el desierto, algo de la Fase Dos y por supuesto: que todos estaban contagiados de la Llamarada. El nombre de aquella cosa le hizo temblar ligeramente. Recordó los rostros de los cranks contra los barrotes y durante un segundo, se imaginó estando justo ahí, siendo uno de ellos. Si tenía miedo, debía ocultarlo.
Se forzó a cerrar los ojos una vez más al tiempo que se acomodaba sobre la cama. Tenía unas pocas horas para dormir antes de que la mañana arribara, y con ella, el inicio de la siguiente prueba de C.R.U.E.L.
Desierto, ciento sesenta kilómetros, el refugio. Sonaba sencillo, sonaba práctico, sonaba como una mierda más. Terminó por soltar un suspiro al aire ante de reparar en el suave y acompasado sonido de la respiración de algunos de los habitantes. ¿Cómo era posible que lograran conciliar el sueño en aquella situación?
Quiso bajarse de la litera y volver a mirar hacia la cama de a un lado, aquella donde suponía estaba Thomas, durmiendo. Él parecía estar bien, parecía estable y resignado ante lo que les deparaba el día siguiente, era como si los papeles se hubiesen intercambiado en algún punto, dejándole tomar el lugar del larcho inseguro y miertero que solía ser de Tommy. Apretó los labios una vez más, esperando poder contener la carcajada que quiso soltar por aquel instante.
Se sentía patético. Él no era así. ¿Cómo había permitido que la garlopa cosa llegara hasta ese punto?
Daba igual, tenía que dar igual. Si Thomas estaba ahora enganchado con la chica estaba bien. No tenía por qué importarle, el chico era libre de hacer lo que viniera en gana, más aún cuando estaban en el medio de esa situación. Apretó los parpados y se mordió con fuerza el labio inferior.
El corazón le martilleaba el pecho de manera insistente mientras sentía como el nudo se formaba en su garganta, amenazando con mandar a la mierda la poca cordura que poseía. Tiene que dar igual. Él solo tenía la obligación de mantenerse de pie y hacerlo caminar, de mantenerlos unidos, de ser su nexo. Solo eso y nada más.
Repitiéndose aquellas palabras como si de un mantra se tratara, permitió que el cansancio comenzara a instalarse en su cuerpo, antes de finalmente, terminar por deslizarse lentamente hacia la tranquilizadora inconsciencia.
Diez minutos antes de las seis, todos los habitantes estaban listos frente al lugar donde se suponía, aparecería la maldita Trans-plana, o esa miertera cosa que los llevaría a la siguiente fase de pruebas.
Su diestra estaba firmemente aferrada al morral improvisado que había hecho la noche anterior, aquel que estaba hecho con sábanas y que, de momento, contenía todos los víveres que Sartén gustosamente, se había encargado de racionalizar.
Thomas estaba a su lado, con aquel par de ojos color miel fijos en la pared invisible frente a ellos, esperando al igual que el resto de los habitantes. De nuevo la necesidad de cruzar palabras con él terminó por abordarle, pero la idea sonó demasiado estúpida, aún para él. Estaban a punto de meterse en quien sabe qué, y él estaba deseando aclarar las cosas con el castaño.
No tenían nombre para lo que existía entre ellos, a ese punto siquiera sabía si aún continuaba existiendo ese algo entre ellos. Era como si el menor hubiese decidido terminar con la garlopa cosa, cortar de raíz todo lo que habían construido ¿Y todo para qué? ¿Quizá estaba vengándose por el modo en que él le había tratado tantas veces en el laberinto? Eso sonaba aún más estúpido. Thomas no era así.
Cerró los ojos durante un segundo, escuchando el estúpido discurso que Minho estaba soltando por aquel instante, advirtiendo que si quien hubiese cambiado de opinión la pasaría muy mal. Ah, el asiático definitivamente tenía una manera sumamente peculiar de incentivar a los demás. Debían darle un jodido premio.
El grito de uno de los habitantes rezumbó en la habitación, al tiempo que la pared invisible se esfumaba en una nube y dejaba ver un horrendo cuadrado de color gris: la Trans-plana. El rubio se quedó quieto durante un momento, tratando de grabarse la imagen de aquella extraña cosa, como si de algo le resultara familiar. Al menos no tuvo demasiado tiempo para perder, no cuando Minho atravesó aquella cosa y ordenó a Thomas ser el último en seguirlo. Bueno, la tarea del larchito solo era ocuparse de que todos atravesaran aquella cosa: sencillo.
Uno a uno, los habitantes terminaron por atravesar el muro gris, hasta que en la habitación solo quedaron ellos dos. Tenían cinco minutos y probablemente, ya habían transcurrido tres.
—Tommy... —de nuevo la frase murió en sus labios, y esta vez no existía ese algo extraño tensando sus músculos, esta vez solo era la inseguridad instalándose en sus entrañas y haciéndole dudar hasta del aire que respiraba—. Te veo del otro lado.
No hubo más tras aquello, la única respuesta que había recibido por parte del castaño fue una sonrisa, una seca y simple sonrisa. No tenía siquiera que pensarlo: Thomas no estaba siendo sincero.
Con el corazón estrujándose contra su pecho, el rubio finalmente se permitió renguear por aquella cosa, siendo recibido al acto por una oscuridad absoluta. Fue capaz de escuchar voces al tiempo que extendía una de sus manos para tratar de aferrarse a algo, lo que fuera. Sus dedos se movieron con ansiedad cuando pudo percibir el frío de la pared que halló a uno de sus costados. Una extraña tranquilidad le abordó de momento, terminando por dar apenas un par de pasos hacia adelante: fueron dos, los contó, y después, sintió como un cuerpo conocido acababa impactado contra el propio, haciéndole saber, que el menor había atravesado la jodida cosa a tiempo. Durante un breve segundo deseó extender la mano y asegurarse de que Thomas estaba ahí, pero este se había terminado por alejar tan rápidamente de él, que la idea murió en su pensamiento ante de siquiera ser concretada.
—Shank... —estuvo a punto de hacerlo, estuvo a punto de traicionar su orgullo y aprovechar la densa oscuridad que les rodeaba, pero el gritillo frustrado del asiático le detuvo justo a tiempo.
—¿Thomas? ¿Eres tú? ¿Estás aquí adentro?
—Sí, yo fui el último en pasar. ¿Están todos? —el menor había trastabillado hacia atrás, como si realmente se hallara incómodo ante la cercanía del rubio.
La idea asaltó los pensamientos de Newt de repente: ¿Le habría cogido coraje? ¿Asco? Fue entonces que agradeció a la oscuridad. No sabía siquiera como se miraba por aquel instante, comenzaba a caminar lentamente hacia el desastre emocional y siquiera era capaz de detenerse.
—¡Dos! —la voz de Thomas surgió de la nada, sacándole de sus pensamientos y haciéndole volver a la realidad de manera obligada. Se estaban contando, y el probablemente ni siquiera había notado ese detalle, al menos no hasta ese momento.
—Diecinueve —soltó sin pensar, escuchando como el chico nuevo era quien gritaba el veinte, para poco después, ser capaz de escuchar el tono aliviado en la voz de Minho.
Estaban todos, estaban completos y en menos de un minuto, ya se hallaban perfectamente coordinados, caminando hacia donde suponía, era el frente.
La oscuridad a su alrededor era sumamente molesta, le hacía preguntarse si realmente tenía los ojos abiertos, o si simplemente estaba caminando mientras jugaba a fingirse ciego. Soltó un suave suspiro al tiempo que sus dedos se curvaron sobre la pared, no pudiendo percibir de una sola forma de la misma. Para ser una jodida prueba, C.R.U.E.L. se las había ingeniado para iniciarla de lo más bonito posible.
Apretó el paso cuando pudo sentir que el chico delante de él se separaba un poquito, dándole el espacio que tan vitalmente necesitaba.
La respiración de Thomas era audible a sus espaldas, el jodido silencio del lugar no ayudaba en absolutamente nada. Cerró los ojos durante dos segundos y terminó por abrirlos al instante que pudo sentir unos dedos rozando los suyos.
—Lo siento —la voz de Thomas sonó apenas audible, al tiempo que este se echaba un par de pasos hacia atrás y volvía a marcar, lo que seguramente, era distancia segura entre ellos.
¿Era posible que ese algo en su interior continuara rompiéndose? Newt ya no conocía la respuesta a ese punto. Necesitaba que el castaño hablara con él, necesitaba que le mandara a la plopus de manera formal para poder detener el suicidio de sus pensamientos. Necesitaba un final, no podía seguir viviendo en el medio de la incertidumbre, sin saber qué era lo que había hecho mal.
—Tommy... —de nuevo quiso romper el voto de silencio que su orgullo dictaba, pero esta vez no fue Minho, esta vez fue una voz que apenas y pudo escucharse en el medio de las pisadas y respiraciones agitadas. Nadie pudo decir qué era lo que aquel sujeto había soltado, y aunque se mantuvieron en silencio para intentar captar alguna palabra, parecía tarea imposible.
Al paso de los segundos, la voz logró alcanzar claridad, hasta el punto en que todos los ahí presentes fueron capaces de entender lo que el hombre estaba soltando por aquel instante: Tienen una sola oportunidad. Regresen en este instante y no serán rebanados.
Newt volvió a parpadear, un movimiento inútil si consideraba que no podía ver aún nada a su alrededor. Fue capaz de escuchar la voz de Minho soltando que debían apresurarse, que aquello probablemente era solo otra garlopa prueba. Bien, se estaban luciendo, tenía que admitirlo. Un leve temblor abordó su cuerpo y no pudo evitar mirar hacia atrás, o al menos intentar distinguir el sonido que provenía de donde suponía, estaba Thomas. La desacompasada respiración del chico le llegó en menos de un instante, obligándole a parar dos segundos para acortar los pasos que existían entre ellos.
El cuerpo de Thomas chocó contra su espalda en aquel instante, haciéndole retomar el paso casi por mera inercia, pero sabiendo que ahora tenía a Thomas lo suficientemente cerca como para asegurarse que estuviera con bien.
—To... —el grito ahogado en el medio de la fila volvió a robarle la palabra. Su mirada se movió de manera frenética, aunque un esfuerzo totalmente inútil, meramente instintivo.
El larcho gritaba como si le estuviesen haciendo algo sumamente jodido. Apretó la mandíbula y fue capaz de capturar el segundo en que los pies de Thomas se apresuraron, despegándose de la fila y por ende de su lado, para poder ser capaz de alcanzar el punto exacto en que los gritos se habían desvanecido.
Todos se alteraron en menos de un instante, y él casi fue capaz de escuchar el pequeño sonido ahogado que brotó de los labios del castaño, ese que ya se había grabado de memoria y que solo denotaba confusión en su persona favorita.
—¿Qué? —Minho tomó la palabra, totalmente desesperado por saber qué era lo que Thomas había hallado en el piso donde se suponía, debía estar uno de los larchos que los acompañaban.
—Su cabeza no era una cabeza. Era como una... gran... bola de metal. No sé güey pero eso fue lo que toqué. Como si su miertera cabeza hubiese sido devorada... ¡por una gran esfera de metal! —Thomas habló rápido, nervioso, Newt apenas y pudo captar sus palabras, más aún cuando escuchó aquella cosa a su lado, tintinando y deteniéndose en la pared que yacía a su lado.
El olor metálico inundó sus fosas nasales. Conocía ese olor. Una mueca de asco hizo acto de presencia en sus facciones al tiempo que terminaba por inclinarse para tratar de palpar qué era aquella cosa:
—Está aquí. Yo escuché que rodaba hacía acá... Y está toda húmeda y pegajosa, como si estuviera cubierta de sangre —. Sangre. El color se le fue de la cara por aquel instante. Volvió a extender las manos casi por mero instinto en un vano intento para aferrarse a la pared y de paso, asegurarse de que él estuviese bien. Aferró la bolsa de agua como pudo mientras un par de sus dedos bailaban en el aire: Thomas estaba demasiado lejos por ese instante.
No hubo más, no cuando Minho ordenó que debían irse de ahí, que debían correr. A él le parecía una idea estupenda, salvo por el hecho de que Thomas se había apartado de su lado y de momento, había perdido todo rastro de él.
Recordó la desesperación que sintió en el laberinto, recordó cada miertero segundo que pasó deseando saber porqué lo habían enviado a ese lugar. La ansiedad hizo escala en su sistema peleando de fiera manera con su orgullo, y aunque pareció perder la batalla campal que se desató en su mente, acabó por correr, olvidando durante un minuto, la razón por la que seguía deseando salir con vida de ahí.
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