Capítulo 10
Newt se quedó quieto observando la escena que se suscitaba no muy lejos de donde se encontraba: Thomas peleando contra el sujeto que amenazaba con matar a Brenda. Todo había sucedido demasiado rápido, todos estaban cansados de las pruebas y del programa que el mismo C.R.U.E.L. les había impuesto, quizá había sido por ello que el castaño había reaccionado de aquella forma protegiendo a Brenda con uñas y dientes. Solo era cuestión de salvar una vida más, tal cual lo había prometido. Daba igual, porque al final, había funcionado, y la última directriz que había llegado a ellos simplemente, había sido la de relajarse.
El Berg era enorme y hasta donde había escuchado, en el lugar había baños, comedores e incluso, un ala de atención médica. Sonaba bien, sonaba exactamente igual al lugar en el que habían estado poco antes de ser arrojados al calor del desierto. Por él estaba perfecto, podían ponerle una prueba más y estaba seguro que no le sorprendería: con ellos, ya nada era predecible.
Quizá era por ello que simplemente había caminado lejos de la cubierta del Berg, internándose en la nave en busca del dichoso baño que el tal David había mencionado. Escuchó los pasos a su lado, sabía que no era el único.
No le importó compartir el baño con diez larchos más, no le importó tener que pasar de cubículo en cubículo para ser inspeccionado por los tipos de las batas y trajes de doctor. No le importó, al final solo estaba ahí porque suponía, que ese era el Refugio, y que algo tenía que pasar. Probablemente la clave estaba en que a él, le habían mandado al final de la sección, con un par de tipos mejor vestidos que se dedicaron a curar sus heridas y tratarlo con más cuidado de lo que trataron a los demás. Newt no prestó atención al detalle, no cuando estaba cansado y simplemente deseaba olvidarse del tema.
Caminar al comedor, coger pizza y rememorar aquel día en que pensó que finalmente todo había acabado. Era un terrible deja vú, como todos los que no paraban de seguirlo y recordarle que las cosas seguían tan jodidas como siempre.
—¿Podemos hablar? —Minho se había posicionado a su lado, en la diestra sostenía un pedazo de pizza, mientras que la izquierda estaba envuelta en una enorme venda de color blanco que parecía limitar su movilidad.
Newt le observó fijamente por unos segundos poco antes de finalmente regresar su atención al pedazo de pizza que comía, moviendo la cabeza de manera distraída mientras cerraba los ojos por un par de segundos.
—Shuck, sé que fui un pendejo allá atrás, Newt —Minho hizo una pausa al tiempo que observaba los gestos ausentes del rubio, desconociendo la nula atención que su compañero tenía para con él—. Sé que esas mamadas que haces con Thomas son exclusivamente de ustedes.
—Hacía —corrigió.
—¿Perdón?
—Te perdono. Pero la palabra correcta es hacía —Newt continuó distraído, absorto en la aceituna negra que sobresalía del pedazo de pizza.
—No soy un fuco oportunista, Newt, solo eso. Somos amigos por encima de todo —el asiático hizo una pausa poco antes de sentir como la mirada chocolate del menor se clavaba en él, examinándole en silencio, exigiéndole saber de qué iba todo ello.
—Somos amigos, Minho, no sé qué otra mamada quieres escuchar de mí. No me voy a acostar contigo. Tienes veinte shanks mujeres para elegir, deja de jugar al marica conmigo —tras aquello simplemente regresó su atención a la pizza, totalmente ajeno de la mirada que el asiático le estaba dedicando por aquel instante.
El ex corredor hizo un repaso mental de todas las ocasiones en las que había peleado con Newt, o de las veces en que había larchado las cosas con él en el área, pero por más memoria que hiciera, no podía evocar ni una sola vez en la que el rubio se hubiese comportado de aquella manera.
Parpadeó ligeramente confundido, Newt se mostraba ido, se llevaba la diestra a la rubia melena y rascaba constantemente la coronilla, evitando a toda costa su mirada. Sus palabras habían estado teñidas de desdén y tal parecía, que poco importaba el impacto que estas hubiesen tenido. De alguna manera u otra trató de culpar al larcho castaño por la actitud de su amigo, pero tan solo de pensar en semejante escenario, las tripas se le revolvían. Minho no sabía cómo se lidiaba con una situación como aquella, pero probablemente, la actitud de Newt le daba una buena pista sobre ello.
—Te veré después, cabeza de pescado —una sonrisa se asomó por los labios del asiático, pero Newt no reparó en ello.
Tras aquello el tiempo transcurrió relativamente lento. Los pardos de Newt memorizaron las caras que se sentaron en el lugar, no reconoció más que a Sartén y a Aris platicando en una esquina. Brenda y Jorge habían desaparecido desde hacía tiempo, y eso, era un detalle en el que nadie había reparado.
Teresa se había sumido en una extraña actitud, casi quieta, dura, como piedra. De vez en cuando podía verla cerca de Thomas, como si esta buscara la oportunidad de dirigirle la palabra de manera sutil, pero el castaño frenaba todo intento de ello, apartándose, hablando con cualquier otra persona que estuviese cerca.
Quizá Thomas no mentía después de todo.
A ese punto, Newt sabía que poco podía importar el laberinto, y que lo que había sucedido en el desierto, pasaba a formar parte del pasado, solo eso. Quizá había sido por ello que simplemente había buscado en diván más alejado del concurrido centro del área, recostándose y cerrando los ojos casi de manera inmediata.
Necesitaba dormir, estaba sumamente cansado, agotado. Los ruidos a su alrededor comenzaron a desvanecerse, a hacerse nulos, hasta que el silencio le embargó lentamente y por completo.
Por primera vez, algo extraño sucedió. Recordó la mirada de Thomas, y no la mirada que había conocido en el Laberinto, sino algo que ni siquiera podía nombrar. Era como si se hubiese activado un pequeño botón en su sistema, liberando una imagen fugaz que se desvanecía tan rápido como llegaba. Durante un momento deseó entender a que se debía ello, pero de inmediato supo que era inútil rasgar la pared: cuanto más lo intentaba, el abismo en su cabeza no hacía más que extenderse.
Abrió los ojos de repente cuando el momento de relajación se desvaneció. A su lado pudo percibir el calor de otro cuerpo que dormitaba muy quedamente: Thomas.
Los pardos de Newt recorrieron la figura de su shank favorito: tenía una muda de ropa nueva, sus cabellos estaban regados por toda su blanca frente, tenía los labios entreabiertos y murmuraba algo ininteligible entre sueños. Las comisuras del rubio se elevaron por unos segundos, pero terminaron por descender al tiempo en que los mieles se abrieron de manera abrupta, dejando en evidencia el momento de ensoñación que estaba teniendo con el castaño.
—Habían más de mil lugares más para dormir —había un toque de fastidio fingido, una muestra se indiferencia. Parecía que el Newt del desierto había vuelto para hacer frente a las mamadas que aún tenía por delante.
—Pero este siempre será mi favorito —murmuró el castaño al tiempo que estiraba las manos y terminaba por pasar uno de sus brazos por sobre los hombros del rubio—. Haciéndote rabiar hasta la médula por cosas como estas.
—¿Intentas hacer méritos, Tommy? —con una ceja elevada, el rubio finalmente había desviado la mirada, terminando por relajar sus músculos mera consecuencia de todo ello—. Bonito sistema, pero sinceramente, esa es cosa de shanks enamoradas.
—No importa cuando me tome, Newt —las palabras que habían brotado dulces y despreocupadas en algún momento, ahora se tornaban firmes y acompañaban a un par de ojos color miel que escrutaban el porte que de momento mostraba—. No voy a ...
—¿Dejar que C.R.U.E.L. arruine lo que tenemos? La frase es aburrida, Tommy. Inventa otra mamada menos romántica —el rubio simplemente rodó los ojos, terminando por llevarse la diestra al mentón para repasar el nulo vello facial que poseía.
—¿Qué tengo que hacer para que creas en mí? —la súplica se dejó ir antes de que Thomas fuera consciente siquiera de sus palabras, a ese punto, la desesperación manaba de cada poro de su cuerpo y cada pensamiento estaba enfocado en la persona que se hallaba justo a su lado, negándole cualquier oportunidad que hubiese pensado que tenía de redimirse.
—Shank, no tienes que hacer nada —Newt hizo una pausa, al tiempo que giraba la cabeza y finalmente elevaba las comisuras, dedicándole una hermosa y sincera sonrisa el castaño que yacía a su lado—. Yo creo en ti. Desde que llegaste al laberinto, yo creí en ti, y sé que tú eres especial, Tommy. Así que deja de preguntarme mamadas, ¿quieres?
—Newt, no es eso de lo que estoy hablando —esta vez la mano del castaño abandonó los hombros del más alto, terminando por viajar de manera vertiginosa hasta el mentón de este—. No sé cuántas veces voy a tener que pedir perdón por todas las mamadas que hice en el desierto, por todas las veces que fui un total pendejo y ...
Las palabras de Thomas cesaron de manera abrupta al segundo que los labios de Newt cayeron sobre los suyos. Fue un beso casto, superficial, casi efímero. No había deseo oculto, no había una doble intención, solo era Newt expresando el sentimiento abrasador que continuaba devorándole por dentro, ese mismo que el menor se había encargado de casi extinguir durante los últimos días.
—No es cuestión de pedir perdón, pedazo de shank vomitado —Newt hizo una pausa, manteniendo una nula distancia entre las bocas de ambos. Añoraba ese sabor que los besos de Thomas tenían, añoraba el calor que la piel del menor le proporcionaba: añoraba cada mínima parte del shank estúpido que tenía frente a él.
—¿Enton...?
—¿Hasta cuándo vas a aprender a no interrumpir, miertero? —con ambas cejas arrugas, el rubio finalmente apartó el tacto de Thomas, terminando por apoyar una vez más la espalda contra el respaldo del pequeño diván—. Todo lo que hiciste en el desierto, Teresa, Brenda y esas mamadas —movió la mano como si tratara de restarle importancia al asunto—. Shuck, ni todas esas fucas larchadas cambian lo que te dije ese día en el área.
Los ojos de Thomas se abrieron expectantes, confundidos, quizá, hasta esperanzados.
—¿Estás diciendo que nosotros...?
—Estoy diciendo que no me retracto de mis palabras, Tommy, que estas mamadas siguen comiéndome la cabeza —esta vez elevó la diestra hasta la larga melena dorada, enterrando un par de dedos en esta para rascar con suavidad una zona al azar dentro de esta.
—Newt, en serio, no sabes lo feliz que me hace que...
—No creo que me estés entendiendo, Tommy, no te confundas —Newt hizo otra pausa, esta vez apartando la mano de su cabeza, terminando por girarse levemente para poder clavar sus pardos en los mieles del menor—. Sigo sintiendo esas mamadas, Tommy, pero no quiero volver a estar contigo de esa manera.
FIN DEL LIBRO DOS.
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