Capítulo 11

La acera estaba medio vacía, con una que otra hoja que caía de algún árbol cercano, los rayos del sol veraniego chocaban en el asfalto, anunciando el inicio de la tarde, cuando la gente almorzaba en familia, salía a pasear o simplemente tomaba una siesta.

Un paisaje hermoso sin duda. Le hacia recordar las tardes cuando su madre preparaba el almuerzo mientras les contaba alguna anécdota de su infancia con su hermano.

Divertido, y de alguna manera nostálgico.

En fin, era tiempo de levantarse, se había quedado frente a la ventana mirando afuera, quién sabe cuanto tiempo.

Y tenía hambre, así que bajaría a ver si estaba el almuerzo. Se encontraba feliz, con el presentimiento de que ese sería un buen día.

Salió de su habitación, y bien al abrir la puerta lo golpeó un aroma, un sabroso aroma, como si en la cocina se estuviera preparando una de las mejores comidas que alguna vez haya probado.

O tal vez sólo era porque realmente tenía hambre. Una de dos.

Era un buen día.

Bajaba las escaleras y el aroma se hacía un poco más fuerte, pero no era hostigante; camino a la cocina, y pudo ver que en la mesa habían unas cuantas especias, una lata de salsa de tomate abierta, algunos trozos de verduras, pero a pesar de ello la vandeja donde los había cortado estaba intacta, un paquete de carne al cual le quedaba poco de su contenido y una olla en la estufa, donde de seguro acabaron todos aquellos ingredientes, y provenía aquel olor.

Su madre estaba ahí, tarareando una melodia de una canción que desconocía, como si la estuviera creando a medida que hacía la comida.

Siempre le gustó como era la cocina, no por el hecho de cocinar, pues eso no se le da tan bien como él quisiera, le gustaría hacerlo como su madre sabía hacerlo, siempre bien, siempre delicioso.

El gustaba esta parte de la casa por cómo se veía, solo tenía dos ventanas que daban al patio trasero que no era muy grande, haciendo que la luz se filtrara, no tanta como para iluminar todo el lugar, pero si la sufiente como para evitar que el lugar fuera sofocante y caliente; habían dos estanterías para los platos, su madre tenía la costumbre de tener vajilla simple, no le gustaba la vajilla de vidrio, pues él cuando pequeño siempre la rompía, pero en un gabinete había un juego de vajilla de porcelana (un regalo de su abuela) que guardaban solo para ocaciones especiales.

–¡Oh! cariño no te ví– hablo su madre sacándolo de su ensoñación. Ella había volteado y vaya susto que se dio al ver a su hijo parado en medio de la entrada de la cocina, sin siquiera mover un solo músculo. –¿necesitas algo?– dijo con voz tranquila, siempre tranquila.

–Este... no– caminaba de a poco entrando en la cocina, deteniéndose al las de la mesa jugando con lo que era un envoltorio de alguna especie. –sólo baje a estar en la sala y te ví aqui– Era lo más creíble, le abochobornaba un poco decir que sólo había salido por la exquisitez que se apoderó de su nariz; sin embargo, su estómago no se sentía igual, al hacer un ligero, pero audible rugido, haciendo que soltara una risa nerviosa.

Bueno, tal vez no siempre podía salirse con la suya.

Ella solto una pequeña risa
-¿a la sala eh? Bueno, me imagino que ese sofá calmara tu estómago mejor que este estofado.

Espera ¿estofado? Eso sonaba bien, bastante bien de hecho ¿sala? ¿Qué sala? La cocina era lo mejor, definitivamente.
-Tal vez quedarme aqui no sería tan malo.
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de su madre. Como le gustaba verla sonreír, le hacía sentirse tranquilo.

En fin, comida, por eso bajó en un principio.

Se acercó a la mesa y se sentó en una de las sillas, y observó a su madre vigilar la olla, que ahora sabía que tenía estofado, vaya que era un buen día, eso era bueno, esperaba que su padre no regresará a casa pronto.

Su hermana estaba arriba, mientras pasaba frente a la puerta de su cuarto, pudo escuchar el leve sonido de música y movimiento, seguramente ella estaba bailando; una pequeña sonrisa se formó en su rostro ante la idea, su hermanita siempre bailaba de una manera un poco graciosa, inventando pasos divertidos, como si el único objetivo de su baile fuese reír y no bailar, a ella siempre le había gustado hacerlo reír, no dudaba en pensar que esos pasos los creaba sólo para que los viera él.

Estaba tan ensimismado en su propio mundo, que no se dío cuenta cuando un plato con estofado fue puesto frente a él.

-Podría jurar que caerás de cara en el tazón, yuu.

La sorpresa lo sobresalta y, casi, hace que realmente caiga de bruces en el plato.

Y otra risa, vaya, que más rojo no podría estar.

Su madre se sirvió su propio plato, y el de su hermana, que tendría que ir a llamar.

Fue al pie de las escaleras y grito para que bajara, su madre lo reprendió con la mirada por gritar muy alto; si escucho como su hermana se caía al suelo, probablemente por el susto, no lo iba a mensionar, tal vez después sólo para molestarla.

Cuando ella al fin bajo, no pudo contener su risa al verla sobarse el costado, por lo cual se ganó un leve golpe en el brazo. Ja, valió la pena.

Al estar todos en el comedor la comida pudo empezar, no sin que su hermana cobrará venganza, dándole pequeñas patadas bajo la mesa, los cual él de manera justa y como buen hermano que era, devolvía.

Era agradable.

Cuando terminaron de comer, él limpiaba la mesa, su hermana se encargaba de los platos, y su madre guardaba lo que quedaba del estofado en alguna parte del refrigerador. Eran ya las dos.

-Mamá-. Llamó su hermana
-mmh.
-¿Solías..? Se detuvo por un momento, como si ordenase lo que está apuntó de decir, su madre, por otro lado, seguía ordenando lo último de la cocina, dándole su tiempo para pensar.

Continuó
-¿Solías tener este tipo de días con el tío?

Oh, eso era. No hablaban mucho de él.

Hace años, su tío solía vivir en el pueblo. Tiene algunos recuerdos de él jugando con ellos, llevándolos a su casa para pasar el rato cuando su padre parecía no estar de humor para soportarlos. No tiene muy claros los detalles, pero un día el se mudó, a otra ciudad no muy lejos de ahí. Por trabajo supone, no está muy seguro.

A veces el llamaría, preguntaría como están y cada uno tendría la oreja pegada al celular por un buen tiempo. Pero no habían visitas, no desde hace un tiempo.

No estaban enojados con él por irse, pero a veces extrañar duele.

-Si, a veces- empezó a contar, con una mirada de ensoñación .
-Recuerdo que con Guren solíamos salir al patio antes de la comida, el se acostaba en el pasto y tomaba el sol, yo solía recoger flores o hojas y se las ponía en la cara, solo para ver si así al fin se levantaba- soltó un resoplido alegre- una vez se durmió y le puse un antifaz, casi salta al techo porque creyó que se había quedado ciego, recuerdo que corrió llamado a mamá y chocó contra la puerta dos veces.

Se rieron de la imagen de su pobre tío tan desesperado por ver.




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Adivinen quién volvió entre los muertos.

Si les gustó el capítulo voten y comenten, eso me gustaría mucho.

Si encuentran algo error ortográfico o gramatical no duden en decirme y lo arreglaré ☺️

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