─── TRES. un matrimonio cancelado
La chica más solitaria de la ciudad fue comprada por un gran precio.
─── The Tradition
capítulo tres: un matrimonio cancelado
Daella se levantó de su cama más temprano que nunca. Tenía que llegar a los lugares de entrenamiento para evitar una disputa entre Jacaerys y Aemond. Para nadie era un misterio el odio que tenía Aemond contra todos los Targaryens, menos sus hermanas Daella y Helaena.
La peliblanca se puso su vestido negro con mangas largas, un cuello en V largo junto a unos bordados en rojo de dragones; justo como los colores de su casa, y bajó corriendo las escaleras. Al llegar al comedor, se sorprendió de ver a todos reuniones como una familia ¿feliz?
—Buen día familia.—dijo ella haciendo una reverencia, dispuesta a sentarse donde siempre cuando se fijó en su padre en la cabeza de la mesa.—¿Padre?
El rey Viserys levantó la mirada y esbozó una gran sonrisa al ver a su hija menor en la puerta. Viserys sintió como el salón se iluminaba de repente ante la presencia de su hija menor. Nadie podía negar el amor que ambos tenían. Ella era su segunda hija favorita, después de Rhaenyra.
Daella no dudó en acercarse a su padre. Mientras caminaba sentía la mirada de todos sobre ella cosa que le sorprendió. Al centro pudo ver a Jacaerys, y no pudo evitar darle una pequeña sonrisa antes de llegar donde su padre.
—Te extrañé un montón.—le dijo en un susurro antes de dejar un beso en su frente.
Viserys sonrió ante el gesto.—Yo te extrañé más, mi hermosa Daella. Por favor, toma asiento a mi lado.
Daella sonrió y acató su orden. Observó la cara de sus parientes y los miró confundida. ¿Tenía algo en la cara?
Miró a Aegon, quien estaba a un lado de ella y le susurró: —¿Por qué todos me miran?
—Estás usando los colores de la casa Targaryen.—susurró él mirándola con obviedad.
Daella frunció su ceño confundida, hasta que vio a todos sus hermanos y a su madre con trajes verdes. Sus hermanos usaban trajes verdes muy oscuros, pero eran verdes al fin y al cabo.
Mierda, pensó para sus adentros.
Colocó su palma en su mejilla mientras se recostaba sobre ella viendo a los demás desayunar en silencio. Había regresado la intensidad de la cena de anoche.
—¿No comes, querida?—preguntó el rey.
Daella sonrió levemente.—No gracias, padre. No tengo apetito tan temprano.—mintió la menor pero nadie se pudo dar cuenta.—Mejor cuéntame, ¿cómo va tu estructura? ¿Ya la pudiste terminar?
—Ah, aún me faltan pequeños detalles.—confesó el rey.—Espero que puedas ayudarme a terminarlo.
—Estaría más que complacida con la idea.
—¿Sabes? Ayer le comentaba a Rhaenyra que, quizás pudieras tratar de tomar uno de los dragones que tenemos disponibles en Dragonstone.—comenzó a decir el rey.—¿Aún te atrae la idea de tener uno?
Daella tembló ligeramente ante la idea de tener uno, pero solo Jacaerys se dio cuenta de ello.
—Creo que llevo bastante tiempo sin uno que, por el momento, no me atrae la idea.—contestó ella.—Además, no lo veo necesario. Estoy bien en tierra.
—Te puede servir para algún día de guerra.—dijo Aemond con una sonrisa sadista.
—¿Qué guerra?—dijo Daella confundida hasta que unió los cables y se sentó derecha en su asiento tratando de evitar el tema.
Helaena miró su plato aburrida.—Yo no me preocuparía. El dragón ganará la guerra antes de ser anunciada.
Todos miraron a Helaena confundidos, pero dejaron de lado su comentario.
Aemond miró a su sobrino mayor y sonrió de lado.—¿Emocionado por nuestra pelea, sobrino?
Daella rodó los ojos mientras Jacaerys sonreía por igual.—Claro que sí, tío. Después de todo, tengo la mejor de las suertes de mi lado.—dijo mirando a la menor de la casa.
La peliblanca miró a Jace con sus ojos semiabiertos.
—¿Huh? ¿Es eso cierto, hermanita?—preguntó Aemond algo molesto.
Daella dudó antes de responder. Quería que la tierra se la comiera viva en ese momento. —Él me pidió mi favor, así que se lo daré.—confesó la menor mientras tomaba una uva y se la llevaba a la boca.
Aemond trató de ocultar su molestia y se tragó su orgullo.—Bien, de todos modos no es que su suerte sea de las mejores.
Daella abrió los ojos y le tiró una uva a la cabeza. —Mi suerte es la mejor de todos. Verás como Jacaerys te ganará en esta estúpida pelea y querrás pedir mi suerte siempre.
—¡Daella!—le reprendió la reina al ver su actitud.—Así no se comporta una princesa.
Princesa una mierda, pensó la peliblanca.
Daella se sentó derecha en su asiento sin disculparse con su hermano. Jacaerys sonrió, adorando la reacción de su tía en cada momento.
El rey, para evitar otro caos, cambió de tema.
—¿Y qué te parece la propuesta de tu compromiso, querida?
Daella no pudo evitar rodar los ojos ante el hecho pero, para su dicha, nadie la observó.
—Es una interesante propuesta por parte de la reina.—comentó forzando una sonrisa.—Lastima que la casa Velaryon no podrá participar.
—¿Y eso por qué?—se cuestionó el rey.
Daemon se apresuró a responder.—Nuestros hijos estarán comprometidos con mis hijas a finales de la próxima luna.
El rey frunció su ceño.—No creo que eso deba de ser un impedimento. Siempre puede participar, así como lo hará Aemond por la casa Targaryen.—comentó el rey, aunque sonaba más como una orden.—Lástima que la reina nunca aceptó la propuesta de comprometer a Jacaerys con Daella.
Daella soltó el tenedor que tenía en manos y miró a Jacaerys, quien hace tiempo la estaba viendo. Sus corazones latiendo más rápido que nunca, con una mirada llena de confusión. Ambos no pudieron evitar decir al mismo tiempo:
—¿Iba a estar comprometida con Jacaerys?
—¿Iba a estar comprometido con Daella?
Ambos sostuvieron sus miradas unos segundos, afectados por la confesión del rey. Sintieron un escalofrío recorrer su columna vertebral después de sus palabras pero no querían demostrar cuánto les había afectado.
Daella miró a su madre confundida.—¿Y qué pasó?
La reina hizo una mueca, como si el tema no fuese de su agrado.—No lo vi como una buena oportunidad para ti. Hay mejores lores con los cuales te puedes comprometer.
Rhaenyra soltó una risa sarcástica mientras tomaba su jugo. Como si sus hijos fueran mejores que los míos, pensó la heredera.
—¿Qué? ¿No era conveniente casarme con el futuro heredero al trono?—preguntó estupefacta la menor.
—No iba a dejar que te casaras con tu sobrino.—dijo la reina.
Daella abrió la boca sorprendida.—Aegon y Helaena están casados y son hermanos.—comenzó a decir ella sin creer lo que ella estaba diciendo. —¿Qué tiene de malo un matrimonio entre tía y sobrino? Mira a Rhaenyra y Daemon. Se ven bien juntos.—señaló la menor a la pareja.
Daemon sonrió altanero ante el ejemplo mientras la princesa casi se ahoga con su bebida. Lucerys por otro lado estaba disfrutando de todo esto.
—¿Y por qué te importa tanto el tema, hermanita?—preguntó Aemond cansado.—¿Acaso te gusta nuestro sobrino?
Aegon sonrió de lado también.—Yo creo que a Jace le gusta nuestra hermanita que se alteró por igual.
Daella abrió la boca ante su pregunta.—Claro que no.—se adelantó la menor. Jace la miró al decir aquello, ignorando el sonido de su corazón romperse en mil pedazos.—Pero sin duda era una mejor oferta que este torneo por mi mano como si fuese un maldito premio que ganar.
Todos miraron a la princesa estupefactos mientras Daella se quería morir. Su segundo día y ya la había cagado. La reina la miraba furiosa. Ella evitó su mirada. Sabía que en cualquier momento la iba a mandar al manicomio de donde salió.
—¿Entonces no quieres el torneo, hija?—dijo el rey tras unos segundos de silencio.
La menor miró a su padre y supo que no podía mentirle.—No quiero casarme así, padre. No quiero ser un premio que esos hombres puedan pelear por ganar. No soy un objeto.—Luego de un suspiro, continuó.—Quiero pensar que no lo soy.
—Las invitaciones fueron enviadas y la mayoría de los lores están acá. No podemos cancelar.—declaró la reina.
Viserys asintió ante ese dato pero se quedó pensando.
—Bien, lo que podemos hacer es que el ganador tendrá la oportunidad de comprometerse contigo.—la menor lo miró confundida.—Ahí tendrán un mes para conocerse. Si todo sale bien y das tu aprobación, podrán casarse, de lo contrario, podrás anular el compromiso.—Daella miró a su padre con agradecimiento.—Ahora querida, no te puedo prometer un matrimonio basado en el amor. A veces las personas deben de hacerlo por puro estatus. Pero espero que puedas encontrar cariño y confort en tu futura relación.
Daella asintió ante la propuesta.—Gracias, padre.—le sonrió ella agradecida.—Lamento mi comportamiento anterior.
Viserys sonrió enternecido.—Hacía falta tu carácter fuerte en esta mesa.—La menor miró nuevamente a su padre, agradecida de tenerlo con vida. Era el único que, verdaderamente, se preocupaba por ella.—Ahora, vamos al patio de entrenamiento. Creo que hay una pelea por ver.
La familia completa comenzó a caminar entusiasmados al patio de entrenamiento. Daella se atrasó quedando justo al lado de su sobrino.
—¿Estás loco? No puedes competir contra Aemond.—le pidió ella tratando de ver si podía hacerle desistir de esta pelea.
Jacaerys rodó los ojos cansado.—¿Por qué? ¿No me crees lo suficiente hombre como para pelear contra él?
Daella le agarró del brazo y lo detuvo en el medio del pasillo.—No es eso. Yo nunca pensaría eso de ti, Jace. Es solo que, ... —ella tomó un suspiro antes de seguir.—Aemond es muy rencoroso y nunca mide su fuerza. ¿Y qué si te lastima?
Él arqueó una ceja y se inclinó ligeramente más cerca de su rostro; una sonrisa apareció en su rostro mientras hablaba en voz baja y suave.—Pues espero que estés ahí para curar mis heridas, querida.—dijo Jace con un tono burlón.
Daella sintió como su ritmo cardíaco iba a un millón de millas por minuto ahora, por lo cerca que estaban el uno del otro, y le resultaba casi imposible calmarse.
—¡Daella!—gritó alguien tras ellos. Ambos se separaron y ella sonrió al ver a su hermana Helaena correr hacia ella.—Ven, madre quiere que nos sentemos junto a ella.
La menor observó a Jacaerys con media sonrisa.—Nos vemos en el patio, mi príncipe.
—Estaré esperando su favor, mi princesa.—dijo él haciendo una leve reverencia antes de caminar en dirección a los vestidores.
Daella caminó hasta donde su hermana y le siguió el paso, aún nerviosa por los próximos acontecimientos. Seguro que Aemond no desaprovechará la oportunidad para ser cruel contra Jace.
Ambas Targaryen se sentaron al lado de su madre, mirando el patio de entrenamiento. Daella, por un lado, estaba que se comía todas las uñas del nerviosismo, mientras Helaena estaba tranquila, acariciando una de sus lagartijas.
—Por favor dime que Jacaerys saldrá de esta.—le suplicó a su hermana la menor.—Dime de tus cosas de brujas o lo que sea que eres.
Helaena soltó una pequeña risa.—No soy una bruja, Daella.—Se mantuvo en silencio un momento pero, luego de unos segundos, volvió a decir.— Pero no te sé decir. Aunque si debes de confiar más en Jacaerys. Ha cambiado desde que te fuiste.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, es más fuerte.—comenzó a decir su hermana.—Está más alto, es más ágil, tiene mejores estrategias de combate, casi puede vencer a Daemon en el campo de batalla, ...
Daella miró a su hermana confundida. ¿Su Jacaerys es así?
—No lo creo. ¡¿Jacaerys?! ¿El primogénito de Rhaenyra? ¿El castaño de hermosos rizos?—comenzó a murmurar a su hermana.
Helaena sonrió levemente.—¿El amor de tu vida? Si, ese mismo.
Daella abrió los ojos.—No-no es el amor de mi vida.—tartamudeó ella.
—Ajá. Si eso te hace dormir en la noche.
La menor rodó los ojos.—En serio. Solo es que, ...—se quedó sin hablar.
Sabía que Jace no era el amor de su vida. Solo lo quería, así como quería a Lucerys, a sus hermanos, o al menos eso quería pensar ella.
Miró al frente esperando que algo mágico pasara, o que un dragón se llegara para evitar ver esta pelea cuando se fijó en cómo su hermana la miraba con obviedad.—¡¿Qué?!
—¿Segura que no sientes nada por él?
—Helaena, te dije que no. Él es mi sobrino y lo quiero como tal.—finalizó el tema la menor.
Daella miró como Jacaerys estaba saliendo de los vestidores con un traje más liviano y sonrió levemente antes de bajar las escaleras y verle de frente.
—¿Seguro que sabes pelear?—le preguntó ella preocupada aún.
—No tan bien como algunos de estos muchachos —dijo divertido, tratando de asustarla—. Probablemente podrías vencerme si lo intentaras.—bromeó, sonriendo.
Daella lo golpeó en el hombro.—No es divertido, Jacaerys. Dime que lo cancele y lo haré.
Él la miró unos segundos. Su voz fue un poco más seria cuando habló de nuevo—. Estará todo bien, Dae. Todo depende de lo bien que puedas manejar una espada.
Ella lo miró acelerada ante esa declaración y no pudo evitar sentir como su corazón dio un salto al escuchar ese apodo salir de sus labios. ¿Hace cuánto que no escuchaba ese lindo nombre?
—¿Si sabes manejar una espada?—preguntó tratando de mantener la calma.
—No.—dijo con seriedad. Al ver la cara asustada de su tía no pudo evitar largar una carcajada.—Tranquila, estaré bien. Además, tendré tu favor de mi lado.
Daella rodó los ojos mientras sacaba su pañuelo y se lo tendía.—No mueras o te lastimes, por favor.—le pidió ella.
—¿Y perderme el privilegio de que me cures las heridas?—comentó divertido el mayor.
Pero para ella no fue divertido. Él notó su falta de respuesta y decidió que era necesario un enfoque diferente. Dio un pequeño paso hacia ella, de modo que estuvo casi pecho contra pecho. No fue intencional, pero su mano tomó la de ella que le tendía el pañuelo y lo acercó a sus labios, dejando un casto beso en ellos.—Prometo ganar por ti, linda Dae.
Ambos empezaron a sentir como sus corazones iban más rápido de lo normal y pensaron que podría salirse de su pecho por la forma en que latía. Jace tragó saliva, tratando de recuperar la compostura por un momento, antes de volver a hablar.
—Te veo en breve.—dijo antes de colocarse su casco y caminar al centro del lugar de entrenamiento, donde Aemond lo estaba esperando.
Daella comenzó a caminar a donde estaba su familia, considerando que este sería un buen momento para creer en uno de los tantos dioses que existen y rezarle eternamente porque Jacaerys ganara.
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