Capitulo 43: El riesgo del infeliz

—Me resulta extraño que no vinieras hasta hace poco, digo, con eso de que tú y él luego...

—Amy, el hecho de que hayamos tenido sexo casual en repetidas veces no es que tengamos contacto continuo —Cruzada de brazos, la ardilla mantiene su voz átona—. Y en sí estoy molesta con él; te diría que me alegro por lo sucedido, se lo ganó por pendejo... pero suena muy cruel.

—Igualmente me lo acabas de decir —exclama dándole un manotazo muy al estilo de cualquier madre reprendiendo por comportamiento maleducado—. El que te moleste que él y yo no hayamos hablado de nuestras emociones no tiene por qué afectarte...tanto. La perjudicada aquí eres tú en realidad, porque nosotros podemos tomar las decisiones que creamos oportunas, pese a quien le pese.

—¡Ash rosita por favor! igual también podría estar molesta contigo —Su señalamiento es vital, pero la eriza no parece inmutarse—. Yo sé que tu camino en el amor no ha sido sencillo, pero no tienes por qué tenerle miedo...no...

—Sally...en serio, no quieras emparejarnos a la fuerza —Su exhalación interrumpe el discurso emocional que su amiga estuvo por decir—. A estas alturas él y yo...sabemos lo que sentimos uno del otro. No quiero terminar mal contigo por él y creo que tú tampoco quieres odiarnos así que...solo déjalo pasar.

No está convencida. Puede hacer una rabieta en pleno pasillo a los cuartos de hospital, pero solo por esa mañana, le da la razón a la pelirosa.

Girando sus ojos, acepta y cambia el tema sin mencionarlo más: —¿Cómo está? ¿Podemos verlo?

—Parece que va mejor —Camina por el pasillo con su pase en mano, ambas en realidad tienen—. No sé si los oficiales terminaron de...¿como se dice? ¿Interrogarlo?

—Tomarle declaración, supongo —Quedando a mitad de camino hacia la habitación del pelinegro, Sally ve como uno de los oficiales parece despedirse—. Mira, allí vienen.

Deteniéndose frente a ellas, uno de ellos exclama—. Buen día, ya nos retiramos, pueden continuar con sus visitas, lamentamos la tardanza.

—Disculpe, oficial, ¿Puede decirme cómo va a proceder todo este altercado? —Mirando al uniformado, el otro decide seguir haciendo anotaciones en su libreta sin alzar su vista para la rosada.

—Él ha decidido abogar por una indemnización, sin llegar a un juicio formal, ni por cargos. Pero igual, el delito precede como un intento de homicidio y será castigado como tal por la ley —Ambas chicas parecen no entender del todo por qué es que se está llevando acabo así todo ello, pero asienten como si lo supiesen—. En fin, si tienen algún detalle o algo que quieran añadir, será bienvenido en la comisaría.

—Muy bien, así será. Gracias por todo. —La ardilla los despide y parece guiarlos hacia el elevador en una plática más austera.

Rose gira para encontrar la habitación del veteado. Mira a través de la ventana de cristal y lo observa: está cabizbajo sobre la cama. Tampoco es como que pueda andar, ponerse en pie o hacer algo más...pero sus iris están apagados.

Ni siquiera pensó en tocar o poner en sobre aviso al erizo de su llegada. Con algo de nervios, ella ingresa lento; el cancel hace ruido por el vidrio delgado, pero no parece ser una señal suficiente para conturbar su inmovilidad visual.

—Hola, ¿Cómo te sientes? —pronuncia sin algarabía, notándose seria e interesada por él.

La respuesta tarda en llegar. Pero tras una exhalación inmediata, Shadow contesta: —Patidifuso.

—...¿Qué?

—Eh...estupefacto, sorprendido —Asintiendo con la vista perdida, la chica finge entenderle en su contestación—... ¿Estás segura que eres real y no he muerto y ahora eres...como mi ángel o algo de eso?

—¿Desde cuando crees en esas cosas? —Socarrona, desprende una mueca burlesca—. Pensé que eras un hombre de "ciencia" y de "hechos comprobables", ya sabes, bien leído. —No quiere reír por su herida, parece que la acción de tomar o liberar aire demasiado rápido o brusco le causan suplicio y molestia.

—Soy solo un prostituto, Amy, no soy nada más que eso. —Llega a la silla donde estuvo pasando la noche. Apenas se sienta, Shadow intenta reincorporarse un poco sobre la cama y las sabanas pero Amy no se lo permite, no quiere que vuelva a abrirse su herida.

—Shadow, dijeron los policías que no presentaste cargos, ¿Por qué? Hasta donde estoy enterada de todo esto...alguien intentó matarte ayer —Con las orejas cabizbajas, Amy mira de soslayo al joven azabache esperando una explicación más clara. No recibe contestación venidera así que, prosigue—...¿Hay algo de lo que jamás me enteré? O es que esto tiene...tiene que ver con tu trabajo.

—Cómo te lo acabo de mencionar, soy solo un prostituto, así que tarde que temprano podría ocurrir algo como esto.

-Flashback-

Pasadas las 4 de la tarde, el joven de vetas rojas no recibe ninguna llamada del jefe con alguna aclaración o explicación del por qué no pudo ir por la mañana a entregar cuentas. Le ha dejado un mensaje de texto, pero tal parece el peludo tiene ocupaciones más interesantes que atender a uno de los empleados que le llena los bolsillos.

Aunque sí recibe un mensaje estando en la calle: es de un chico verde, el cual tenía bastante atravesado en sus pensamientos después de unas semanas caóticas en el antro.

Por un momento planea ignorarlo. Es solo un saludo como si deseara iniciar la charla, pero para Shadow es una perdida de tiempo. ¿Cómo se imaginó que ese erizo era un gran compañero? Todo cambió de forma repentina en un par de noches, no cabe duda.

Otra vibración en su pierna hacen que vuelva a sacar el móvil mientras anda por la ciudad. Esta vez, el mensaje que le envia Scourge es más extenso, y sin abrirlo, lo despliega en la barra de notificaciones:

"Sé que no deseas hablarme, pero esto tiene que ver con trabajo: el antro está cerrado, el jefe mandó una lista de clientes y pidió que siguieramos trabajando nosotros mientras podamos. Estoy también con Tiverius y Steel"

Deteniendo su andar, un nuevo mensaje llega: este es de Tiverius, parece que le ha enviado una ubicación acompañado de un pequeño texto:

"El antro está cerrado. Tenemos lista de clientes, ven aquí, Scourge tiene el contacto directo con el jefe"

Para bien o para mal, tenía que tomar la decisión de continuar o que le llamaran la atención después...no tuvo que pensar mucho.

Fueron alrededor de 15 minutos de trayecto a un paso calmoso. Esa bola de zoomorfos no podía ser más discreta quedándose en un sitio público de banquillos alado de un paso que daba al parque, con atuendos y pintas nada "normales"

—Al señor bonito se le hizo de noche para llegar...—Alargando su burla, el pelimarron menea su cabeza sin moverse de su lugar, parece cómoda esa banca de metal.

—¿No pudieron encontrar otro lugar público donde llamaran más la atención? —Sin inmutarse, Steel se jacta sin perder la mirada en una joven de falda que pasó delante suyo. Shadow tuerce los ojos y prosigue—. Dense prisa que tengo cosas que hacer.

—Ey, si yo era el problema, podías pedirme que te mandara los números por PDF —Rascando su pecho, todo su cuerpo color musgo está recargado sobre el cuernudo, casi recostados en la banca—; pero si repetíamos clientes, lo que iba a suceder es que iban llegar las broncas luego.

—Cosa que no te cuesta, ¿verdad, bastardo? —Lanzando un papelito, el peliblanco acierta a la cara de Scourge con esa indirecta de por medio y se libra una riña infantil enseguida: el erizo verde se levanta con estrépito y se abalanza sobre Steel como un luchador grecorromano.

—Mientras estos críos juegan, ¿Quieres ver cómo está esto? —adopta una postura encorvada pero de mayor interés sobre el asiento. Teclea su teléfono y Shadow asiente ante su compañero híbrido—. Ya mandé el archivo al chat —Él observa su teléfono tras la oración. Recargado al poste aledaño, mete zoom con los dedos a la pantalla por no alcanzar a vislumbrar bien todas las letras y números—. Es una división de columnas: a la izquierda está el nombre, luego viene su contacto y por delante están las tarifas. También esos recuadros que ves son como "citas" que ya tuvo. Hay unos que no tienen y otros que sí. La idea del jefe es que le demos prioridad a los faltantes.

—No pensé que ese cabron tuviera tanta clientela para este servicio —No es solo una página, son tres, y parece sorprender ello al azabache—. Cómo sea, espero que no pretenda que el día de hoy cumplamos la mitad de la lista.

—Para nada, al final nos ha dado material y decidiremos si queremos hacer unas cuantas o no —Ambos giran sus cabezas por los lloriqueos de Steel, distrayéndoles. Parece que ha perdido la pelea—. A él solo le importa que le demos su tajada y ya —Dando un estirón sobre su lugar, arquea su espalda y se pone de pie con un bostezo, dirigiéndose al otro par—. A ver, dejen de estar jugando y decidamos esto pronto.

—Pues a mi dejenme a los hombres, sí traigo ganitas de jugar con salchichas —Alborotando aún más su cabellera, Steel retuerce su lengua y empuja por delante a Scourge.

Dividámonos el resto una hoja cada quién, y omitamos los nombres masculinos que esos ya los pidió el gay este.

—¿Pero sí vienen la misma cantidad en cada hoja, Tiverius? —Dando una vista rápida desde su celular, Scourge no parece convencido de esa propuesta—. Se supone que tenemos que concentrarnos en los nuevos, y no vienen la misma cantidad en cada página, vienen revueltos.

—Bah! si no importa cuántos hagamos o tengamos qué visitar nada más vayan avisando en el chat grupal de la modalidad cuáles ya están cubiertos, al fin que si vienen numerados —Los mamíferos asienten convencidos de la propuesta de Shadow—. Y que cada quien escoja una hoja para que de momento no repitamos.

—Elijo la última hoja, los nombres de las chicas suenan sexys ~ —Ni corto ni mucho menos perezoso, Scourge toma dicha delantera. Tiverius le mira con picardía por entenderle.

—Yo estoy bien con la primera, así que, ¿Está bien la segunda para ti, Shadow? —El nombrado asiente sin ánimo, mientras el erizo cuernudo parece alegrarse de la resolución a la que se llegó—. Bien, ahora vayamonos todos a la mierda.

—Oigan, esa tipa de la segunda hoja, ¿En verdad paga eso? —Curiosos por la pregunta del peliblanco, todos van y observan la página dicha por él y se van a la columna de remuneración—. ¿Debe de ser un error, no creen?

—¡Santa madre de todas las putas! Qué perra suerte traes, Shadow ~ —Brindándole un codazo, Tiverius denota envidia pero juego en su frase.

Uh...asi que ella es... Yo en tu lugar evitaría visitarla —Mas que una advertencia, había un recelo peculiar en la voz de Scourge—. Podrá ser tentadora la cifra pero esa mujer...

—¿Pero esa mujer, qué? —cuestionando al peliverde, parece evitar querer continuar con la charla. Shadow insiste—. Vamos, ahora no me digas que te has arrepentido.

—Mejor si la visitas hoy, me dices qué tal te va, no vayas a creer que te estoy reteniendo por venganza o algo de eso.

—Claro que cosas buenas de tí no me espero para nada —Una bulla amiguera envuelve su ambiente—. Hagamos de cuenta que no dijiste nada para evitar complicaciones.

—Shadow, ¿No me disculparas por lo que pasó ese día? —Dandole la espalda, el azabache parece estar listo para marcharse—. Parece ser que el que guarda rencor eres tú, hasta yo lo he olvidado.

—Por favor, con tremenda cicatriz que tienes por encima de tu nariz no creo que se te vaya a olvidar —Socarron, aquello libera en el erizo verde un gruñido poco amistoso—. Ya lo dejamos claro ese día. No volveré a amenazarte con eso porque ya lo sabes...mantén tu línea, yo también me mantengo en la mía.

Con esa despedida, Shadow les levanta la mano al otro par que, manteniéndose al margen de lo anterior, se despiden con mayor naturalidad y cordialidad.

Su trabajo apenas iba a iniciar.

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El sitio era de departamentos. Unos bastante costosos o retacados, como quiera verse. Desde que llegó a la zona lo percibió, la persona capaz de dar una cifra de tales ceros, solo podía ser alguien con poder y prestigio.

No dejaba de sentir una sensación melancólica pero turbia. Había texteado con ella para saber la posibilidad de una visita. Ella aceptó pero tardó en confirmar, igualmente ya no iría marcha atrás, no sí está a punto de tocar su puerta.

No logra ni timbrar cuando la puerta se abre con calma. No hay un sonido o rechinido común, solo una campana que parece avisar el retiro del seguro.

—¿Diga?

—Eh...¿Señorita Leila? —Asustado por su nombramiento, está desconfiado de saber que aquella adulta mayor ha sido la "afortunada"

—Oh ya veo, permíteme —La puerta se cierra frente a sus narices. Sin duda, eran comportamientos inusuales.

Que más da. Son riquillos.

El perno vuelve a girar y con efusividad, una gata grisacea le da recibimiento—¡SANTO CIELO! ¿¡Quien te dejó tirado allí!? Entra, ¡Entra! —La felina le toma la mano, jalándolo al departamento con efusividad.

El piso por fuera era engañoso, pero nada que ver con el interior: toda la planta era espaciosa. Los muebles combinaban con el techo café, y la alfombra color crema que descansa sobre el recibidor y la sala arman un ambiente minimalista reconfortante. De los muebles no habría más que decir, al igual que de los cuadros, bastante raros.

—Lamento hacerte esperar, tenía visitas molestas pero ya ¡Se han ido! tenemos toda la noche para nosotros ~ —Un ronroneo es expulsado por parte de ella, mientras camina aún con él atravesando hasta la recamara.

—Me alegro, admito que me sentía impaciente por conocerte —Agiliza pronto su habla, su modo, su rol. Intentando ignorar toda advertencia o mala palabra que pudo sentir cuando llegó y no sabía si estaba correcto o no acudir tan pronto—. ¿Estás de acuerdo en que esto sea directo como lo acordamos en el chat?

—¡Por supuesto que sí, bombón! —Deteniéndose frente a la cama, la gata rodea con su cola las piernas del erizo, manteniendo dicho roce a la par de repegarse a su pecho—. Tengo jacuzzi, ¿Te gustaría hacerlo en el awüita? ~

—No pensé que a las felinas les gustara darse un chapuzón —<Sus ojos verdes son lindos...> Siempre busca algo en lo qué poder realizar cumplidos, incluso si, el cliente es el primero en mantener contacto, él responde de igual forma con la misma intensidad o hasta superior—. Pero si es así, quiero ver qué tanto puede jugar esa linda cola conmigo~

La felino se ruboriza, abalanzando sus garras sobre su espalda. No importa que su efusividad le tiren a la cama, en ese instante, ella parece ir directo a servir el plato fuerte.

Se baja los tirantes del vestido, se sube a la cadera del vetas rojas y lo besa, deseando que él le quite la lencería. No es como que no sepa hacerlo, tiene bastante práctica.

—Oye, Leí, ¿dejé por acá mis...? —Con la puerta abierta, detrás de ellos aparece un felino rayado de mayor tamaño, quien no ve nada hasta encender la luz completa de la recamara—...¿¡QUE ESTÁS HACIENDO!?

Al instante, la nombrada felina se baja con impactado y termina por caer de la cama. Shadow evidentemente no conoce la voz ni al tigre, pero si a ella le ha asustado su llegada, a él también.

—Amor esto...esto no es lo que piensas...—Se pone de pie con trémula, acomodando como puede su ropa con una mano y con l otra no dejando que el de rayas entre del todo—...pe-pero si...¡Ya habías salido de la casa!

<Maldita sea...> Pudo entender de tajo el por qué esa cifra, el por qué la supuesta advertencia de Scourge...pero es que él tiene demasiada mala suerte.

Allí más que nunca, tuvo mucha mala suerte.

—¡Eres una puta gata cualquiera! —Azotando el mueble, el marido lo derriba y con ello, todos los retratos y jarrones encima de él—. Eliza tenía razón cuando me lo contó una vez, ¿¡Pero fuiste capaz de seguir metiendote con el mismo cabron!?

Shadow no iba a quedarse a formar parte de la disputa parental, no si todo ha cobrado un intensidad poco habitual. Intentando disimular, se baja de la cama y busca una salida, pero parece que ese par están tapando la única viable.

—¡VEN AQUI! —Siente un jalón terrible de sus púas traceras. Es tal la acción, que lo arrastra sin problemas de su cabeza por parte de la habitación—. ¡Eres el primero que las va a pagar!

—¡Déjalo! ¡Déjalo, no lo lastimes, Enzo! —grita Leila aterrorizada, metiéndose entre ambos, intentando hacer que lo suelte—. ¡Haz lo que quieras conmigo pero a él no lo lastimes!

Logra zafarse con ayuda de sus manos, mientras ella golpeó sus dedos con uno de los marcos de las fotos rotas que yacen en el suelo.

—Todavia lo defiendes, no cabe duda de que este es el hijo de puta del que me habló Eliza...¡Tenía que haberle creído a ella! —Le suelta un manotazo que la aparta instantáneamente del camino.

Shadow se arrastra hasta llegar al marco de la recamara, apenas y lo sujeta se intenta poner de pie sintiendo una fuerte migraña por el jalón anterior. En cuanto lo hace, con la mayor agilidad posible por supervivencia sale al pasillo, pero aquel corpulento tigre también es ágil y astuto.

Una vez más intentando detenerle, subiendose a su espalda la peligris fracasa. Pues él la aparta con rapidez, no queriendo que su amante se vaya y altamente iracundo, toma un cristal del suelo.

El erizo no puede abrir la puerta tan fácil, nota que el seguro es especial por tratarse de un departamento con alarma; la golpea, y llama con euforia por ayuda, esperando que su ronca voz sea suficiente para alertar a algún vecino. Sin embargo, no esperó que tal escándalo hiciese enojar a un más a ese tal Enzo, lo suficiente como para encontrarselo por su espalda sin posibilidad a defenderse de la apuñalada que le brindó con el vidrio que había sujetado previamente. Fue tal la fuerza que usó como para salir lastimada también él de su palma.

Totalmente desesperado y con dolor, Shadow tomó lo que encontró en los muebles aledaños y lo utiliza para golpear al de rayas negras. Almenos, le permite separarlo y dejarlo aturdido en el piso por unos segundos, para que no continue encajándole tal objeto punzocortante.

La gata entró en pánico, sonó la alarma de su departamento para alertar también a la policía como si se tratase de un robo. Pasando por encima de su esposo abre el perno y mira al erizo azabache sujetándose el abdomen, empapada su mano y ahora su piso de sangre. Vuelve a gritar y a no saber qué más hacer, porsupuesto que quiere auxiliarlo pero, para toda la situación, la mejor forma de auxiliarlo es dejándolo escaparse a otro lugar.

Shadow no puede correr, por desgracia el dolor es tremendo y ver la sangre derramar por su mano a la vez que sentir como se humedece toda su área inferior le ponen pálido. Apenas llega al ascensor, presiona todos los botones esperando se abran las puertas de una maldita vez. Gira para asegurarse que ese tipo no lo persigue, y tal parece que corre con suerte, almenos por ese único momento.

Entra al ascensor aventándose en cuanto se abren las puertas. Se repega con dolencia y agotamiento al fondo de las paredes metálicas y deja que la vida decida su destino. En realidad siente que es el final, que ha sido un momento de pánico que le ha tocado vivir como misión cumplida en el plano terrenal de su trabajo...saca su teléfono y textea con el primero que encuentra en su bandeja, y a su vez, uno de los pocos chicos de su trabajo con el que tiene algo de confianza, mandando su ubicación y pidiendo que llame a una ambulancia.

No iba a llegar a la calle solo, y mucho menos conciente podría pedir ayuda a recepción o a un vecino del edificio. No recuerda como es que salió del elevador, o tan siquiera en qué momento pudo presionar y hacer que llegara hasta la planta baja, lo último que notó y recuerda con cierta claridad, es que en las puertas de aquella zona recidencial ya habían policías ingresando, y que muy probablemente, uno de ellos le ayudó antes de que perdiera el conocimiento.

-Fin del Flashback-

—¡Definitivamente tenías que presentar cargos!

—¿Crees de verdad que...de algo iba a servir? —tomando aire, cierra sus ojos dejando pasar el dolor sobre su herida—. Yo soy el que las tiene de perder. Mi "trabajo" no es...bueno para la sociedad, y porsupuesto que no voy a dar detalles a la policía para ser juzgado y castigado socialmente hablando. Lo único que quiero es estar en paz, así que entre más rápido pongamos fin a esto más pronto estaré... intentaré estar bien.

—Tu no estás bien. De ninguno modo lo estás, y físicamente ahora menos —Sin mirarle, parece que él no quiere prestarle atención, pero en su posición, no puede evadirla mucho—. Por la noche balbuceaste mi nombre, y el nombre de alguien más que no pude entender pero...—interesado por aquello, gira hacia el costado donde se haya para poner atención—, no sé cuáles sean tus fantasmas y tus traumas, pero... si yo soy uno de ellos...no quiero seguir merodeando en tu cabeza ¿Ok? —Oir ello con pesar de parte de ella le sorprende, tanto como para abrir sus ojos más frente a ella—. Solo quiero que estés bien y si...si te estoy perjudicando de algún modo quiero saberlo para tomar acciones que te beneficien.

—No eres un fantasma ni un trauma para mí —Poniendo una de sus manos sobre el vendaje, parece hacer Shadow un sobreesfuerzo gigante para continuar—. Eres...eres todo lo contrario. Y yo no puedo aceptar el que...el que seas tan gentil y buena conmigo cuando siento que no lo merezco.

—Ya te lo dije, te lo dije en el edificio y te lo digo nuevamente aquí: nosotros nos merecemos lo mejor. Y si yo no soy lo mejor o lo suficiente para ti está bien, no pasa nada. Para mí...tu si eres lo mejor.

—...eres más que lo mejor, Rose. Eres...eres todo —Su voz se va, y volviendo a respirar, comienza a cerrarse su garganta—. Y,-y yo no te puedo ofrecer nada, porque no soy nada...—Mordiendo sus labios, su voz se entrecorta y lleva su mano a la cara, tapándose los ojos—. No tengo nada. No tengo un buen trabajo, n-no tengo un buen hogar, ni si-siquiera tengo una buena estabilidad emocional y tú t-te has dado cuenta...todo este maldito tiempo...—Volviendo a tragar sus lágrimas, decide girar su cabeza al lado contrario para no tener ningún contacto visual. La pelirosa se da cuenta y, dolorida de lo que ve y oye, toma su mano, conmovida por la confesion—. N-no quiero que me veas llorar, m-me da mucho vergüenza.

—Está bien, Shadow. Está...bien...—Siente una empatía tremenda que le asfixia el corazón. Lo único que desea en ese momento, es poder arrancarle lo que le causa daño con una simple mano.

Se recuesta un poco sobre él, del lado contrario a su lesión. Juguetea un poco con sus dedos, sin tampoco verse encimosa. Su posición en L no es del todo cómoda, pero para ella lo es.

Y aún más, si tras unos segundos oyendo un par de olisqueos y la máquina de signos, empieza a sentir como el azabache rasca su cabeza y entrelaza sus dedos una y otra vez con sus mechones, como si aquella acción le llevara a relajarse.

Lo único que se necesita aveces, es mantenerse en silencio dentro de la tormenta, pero permaneciendo juntos.

—¿Po-por qué te quedaste conmigo?

—...porque me lo pediste. Y yo quería hacerlo, no quería dejarte solo en esto.

—Rose...

—Solo descansa, ¿Ok? —Alzando su torso, vuelve a mirarle, aún conserva algunas lágrimas en sus ojos—. No te preocupes por nada más. Tienes que mejorar.

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