Capítulo 2: Obra insólita
—Sólo procura no hacerlo tan fuerte, el clítoris es una zona muy sensible.
—Bien, como si lo fuera a volver a hacer... —refunfuña Amy levantándose del sitio, bajando sus pies y acomodando su ropa interior.
Su vida no podía ser más mierda y llena de percances.
Durante la noche, antes de irse a dormir y al recibir un mensaje de Sally que decía "ten unos lindos sueños húmedos" quiso volver a intentar eso, ese acto de tocarse y frotarse ahora más concentrada.
Pero las cosas fueron de la mierda.
"Completamente a oscuras en la habitación pensé en volver a hacerlo; no quería darme por vencida aunque mis ganas se hallaran por los suelos, pero así fue. Empecé una vez más a tocarme y cerré los ojos para mayor concentración. No es como que pudiera pensar en alguien guapo o que me gustara porque nada ni nadie me atrae, pero por más que me masajeara no conseguí nada.
Fue tanta mi frustración que lo hice más rápido y con mayor fuerza gritando un agresivo "¿Por qué?" hasta que un ardor me hizo parar y erguirme con molestia. Observar mis bragas con unas gotitas de sangre me asombró —¿Qué mierda? —Resignada y muy encabronada, me volví a acostar sin importarme morir ahí.
Que bien sabemos, no iba a pasar eso por haberme "rozado" e irritado el pinche clítoris"
No fue algo grave ni del otro mundo, pero no por ello no le iba a dar importancia. Eso explica su visita al ginecólogo.
Un par de pomadas y nada de masturbación por una semana fueron las indicaciones, «Ni pienso tocarme para ir al baño» continua pensando la eriza saliendo de la clínica y, compra ese medicamento. No pierde más tiempo y se va a su trabajo, ya tiene una hora de retraso pero para ello estaban avisados tanto su jefe como sus compañeros que una emergencia médica la había de retrasar.
Una vez llega y cruza las puertas giratorias, Sally es la primera en sentirse abrumada por saber qué ocurrió.
—Amy, ¿Todo bien?
—Te diré, Sally, pero al rato platicamos, ¿Ok? —Advierte con cortesía la eriza—. Necesito respirar por un momento...
Sin pero ni queja acepta su amiga regresando a su sitio de trabajo. La eriza toma aire de forma tranquila e inicia sacando múltiples facturas de un folder.
El cielo está encapotado y el aire atrae tormenta para la noche.
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—Que mala pasada tuviste.
—Ni me digas, menos voy a volver a intentarlo.
—No, no, Amy, es que...debes aprender cómo y eso... —interrumpe con alarma la negatividad de su amiga sin verse alterada—. Tengo la idea perfecta para que puedas empezar e intentar otra vez.
—Ay, Sally, ya lo has dicho, ¿Empezar otra vez? ¿en serio? —La cara completamente abrumada y fastidiada de Amy habla por si sola.
—Yo sé que se está volviendo un fastidio pero mirate, en serio date cuenta de como estás actualmente, ¡Ya no eres para nada la misma!
—¿Cómo voy a ser la misma si antes sentía que era la falta de interacción? —Poco a poco esa hostilidad vuelve a emerger de ella. Sally no puede evitar angustiarse—. ¡Estoy acabada! ¡No soy feliz sabiendo que no quiero saber nada de intimidad ni de relaciones!
—¡Por eso estás así! —Aguarda la marrón controlándose, no va a discutir en plena sala de descanso del trabajo—. Rosita...por favor, no te pongas a la defensiva si yo... solamente quiero que estés bien.
¿Estar bien? Qué fácil suena decir y argumentar más que actuar. Los ojos jade se agachan al pequeño recipiente de comida sellado, no lo ha tocado para nada, y no lo tocará.
Un suspiro más, rutinario, sale de sus labios y con la cabeza agachada se levanta sin decir algo Rose; no termina la conversación y prefiere huir de un comentario que, bien puede ser, otra vez, hostil.
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La jornada termina y el fin de semana ya ha llegado. Siendo jueves, y a pesar de que el viernes es medio tiempo, el jefe ha decidido mandarle ese día a la eriza por notar desgraciada hostilidad que produce en el sitio.
Así es, Amy ha estado tan enfurecida durante toda la semana que ese coraje lo ha desquitado un par de veces con secretarias y, el día de hoy, con el jefe, mencionando un par de palabras algo fuertes...¿Perderá el trabajo? Que va, no hace falta perder algo que ni ella misma aceptó en algún momento como suyo.
Ya no tiene ánimos de seguir trabajando.
Ni mucho menos de seguir adelante con su vida.
La contestadora de su departamento tiene un par de mensajes de vos del número que le causa fastidio y no, no es de Sally, sino de su terapeuta. Las sesiones las ha descuidado, las actividades claro que las ha escrito porque siente que esa libreta se ha vuelto un par de oídos; redacta palabras incompletas, palabras que no son suficientes para representar el sentimiento impregnado en sufrimientos corporales y mentales.
Sus descripciones se volvieron un extraño amigo, aquél que no tiene boca ni oídos pero regala su cuerpo para imitar las cicatrices sobre él.
"¿Y es así como se siente la depresión? No pensé que pudiera tener algo como esto además de mi problema... Sí, un estúpido problema, no un condición ni un carácter; la asexualidad se volvió un maldito cáncer para mí vida. ¿Qué le doy mucha importancia? ¿En serio así es? ¿¡Cómo pretendo vivir y disfrutar de lo que me brinda la vida si no logro sentir intimidad con alguien ajeno a mí!?
¡Odio mi vida y mi asexualidad!"
Esa ansiedad vuelve de golpe. La pluma es azotada en la mesa de centro y, sentada en el sillón, agacha su cuerpo hasta sus rodillas cubriéndose el rostro, tiritando un poco por los nervios, por las terribles preguntas que le golpean cual aguacero en las sienes.
El cielo está oscuro, y las gotas empiezan a golpear el cristal en señal de chubasco.
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Se aproxima la media noche. Las gotas todavía golpean los techos y terrazas de la ciudad. Quisiera estar ocupada, distraerse de algo o manejando un poco de trabajo para que su cerebro hiciera cuentas, pero eso no está sucediendo. Posiblemente, debe de distraerse o dormirse ya para que la ansiedad no vuelva a controlarla.
El timbre corto de su celular suena. La eriza con pereza estira la mano hacia el sillón y toma el aparato con torpeza hasta que, resopla por ver quien le está jodiendo ahora la noche:
—Hola Sally... ¿Qué pasa? —expulsa desganada, casi al borde de colgar.
—¡Amy! ¿Ya estás dormida? ¿Te desperté?
—No...estoy muriendo en desesperación, ¿Sólo para eso me has llamado?
—Qué genio, mujer. Te llamé porque...bueno, espero que no te molesten las visitas.
—¿Piensas venir? ¿A estás horas? —Una preocupación invade su voz y le influyen para que se levante del sillón a caminar por la sala—. Está lloviendo y no es...no es "necesario" y lo sabes...
—Mira yo sé que me preocupo mucho por ti pero, ¡Vamos! Por favor no me mates, en serio, quiero que le des un significado y un propósito bueno a todo. Intenta realmente ser positiva, ¿Sí? —Vaya que le era calante.
Suspira afirmando lo que dice; Cuelga y, realmente no era nada erróneo ni malo que sus amigos le apoyaran y mostrarán preocupación, pero bajo los efectos desanimados ella simplemente no controla su ánimo ni sus decisiones más que con el sentir.
Se puede confundir ese tocar con la lluvia, pero el sonido hueco repetirse por unos segundo hace oír que se trata de visita. Amy deja el teléfono en la mesa de centro y sorprendida por la velocidad de Sally abre sin problemas.
Pero su cuerpo se paraliza al notar que, definitivamente esa persona fuera de su puerta no es Sally.
—¿Y tú eres...? —habla desconfiada pero directa, sin quitarle la vista de encima.
—Sally me mandó contigo; digamos que me contrató para...
Refunfuña con descaro, interrumpiendo —Maldita Sally hija de puta...
—De acuerdo, sería bueno que eso lo arreglaras con ella —Una sonrisa descarada se marca en su rostro algo empapado por la lluvia—. Por mi parte, debo cumplir con mi trabajo.
—Maldita sea... —Vuelve a musitar barriendo con los ojos al erizo—. Pasa y yo...yo me quitaré la ropa.
—Ey, espera —Dicho invitado llama y cruza la puerta cerrándola tras de si con un fuerte empuje—. Creo que yo soy quien debe de empezar a prepararse.
—Parece que mi amiga no te ha hablado de mi problema, ¿cierto?
—Para mi eso no es un problema.
Está perpleja, azorada por notar la confianza del desconocido y sus "agallas" para empezar a darle unas aparentes palabras de aliento.
Muy extrañas y en el momento menos inesperado.
—Yo a ti te no conozco bien —Drasticamente, Amy cambia de tema, quedándose quieta frente al erizo en medio del pasillo—. ¿Shadow, verdad? Eres ese prostituto que se ha revolcado con todas mis amigas en las fiestas del antro al que suelen ir.
—Pero que despectivo ha sonado eso —Se queja pero muestra gracia, parece que se divierte con las circunstancias—. Sí, Soy Shadow, y no es como que tu amiga Sally esté pagando unos centavos por mí.
—¿Te interesa hacer bien tu trabajo? ¡Pues mira! —Corre a su bolsa y saca la cantidad que tiene entre su cartera sin siquiera revisarla—. ¿Cuanto te ha dado ella? yo te doy el doble para que te largues de mi departamento sin cogerme.
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