~Te encontraré junto a mí de nuevo~


Subió al cielo, navegando por entre las tierras celestiales que lo llevarían hacia su hogar. Tenía tanto para contar, después de lo sucedido que anhelaba pronto descansar un poco después de tanta lucha.

Llegó hasta la entrada, una puerta amplia de labrado hierro dorado donde un grupo de ángeles se concentraban, ansiosos como él, de verlo regresar. Allí, era el límite entre el cielo de los vivos y el rincón escondido de ellos, donde sólo los que poseían la misma esencia de inmortalidad característica, podrían ser admitidos para pasar.

La sonrisa empezó a ampliar su rostro de felicidad, intentando cruzar el pórtico con rapidez.

Una fuerza sobrenatural lo arrojó a una pequeña distancia del suelo, haciendo sorprender a más de uno por lo ocurrido.

La gente estuvieron a punto de salir hacia afuera para acudir en su ayuda, pero alguien quien se interpuso en el medio los detuvo.

Una criatura alta, de armadura blanca, mirada fría y ojos casi transparentes aterrizó frente al ángel, arrojando aire con sus amplias alas y lo señaló acusadoramente sin tapujos.

-¡Tú ya no eres de los nuestros! -Exclamó. El otro parándose, le cuestionó.

-¡Eso no es verdad! Aún soy parte de ustedes, yo sólo...

-¡Silencio! -Ordenó. -Perdiste tu inmortalidad que te fue entregada por Dios y por eso ahora ya no puedes entrar.

Desenvainando su arma, una gran espada de cristal con terminaciones en plata en su empuñadura, le asestó con la parte sin filo al muchacho, empujándolo nuevamente hacia la puerta.

Tal y como había dicho, el ángel fue rebotado por el campo de fuerza, impidiéndole pasar.

Los espectadores ahogaron su asombro murmurando suposiciones, mientras que el muchacho de alas negras fue alzado firmemente del cuello sin poder explicar lo que había sucedido.

-Desde el primer momento en el que te fuiste detrás de ese demonio, has corrompido tu alma al abismo.

Amenazante, con sus ojos relampagueando en ira, lo volvió a arrojar al suelo, dando media vuelta para entrar.

- Ya no serás bienvenido jamás en nuestra tierra.

Sus demás compañeros observaban con desprecio la escena, retirándose de igual forma sin atreverse a decirle nada.

Tosiendo, deslizó una mano por su garganta adolorida sin determinarse a querer mirarlosirse.Apretando los puños con fuerza, se levantó del suelo para elevar sus alas, alejándose de allí en silencio.

No hay nada peor que ser abandonado a merced de cualquiera por un error que podemos cometer. Dolía más que cualquier herida física que pudiese haber sentido e incluso horas largas de vuelo que vagó por la tierra intentando despejar su mente.Cuando sintió que ya no podía más, aterrizó en una playa desolada, cuando la custodia de la luna y las estrellas se hacían presentes en el cielo. El mar negro reflejaba su lamentable estado, con los hombros caídos, el cabello desordenado, sus alas sucias y la armadura todavía hecha jirones en algunas partes por la antigua pelea.

Bajo sus conceptos, ya no era un ángel respetable, del cual habría que enorgullecerse, y todo propósito por lo cual alguna vez vivió lo había perdido.

Miró el agua, bailoteando suavemente unas olas por el frágil viento que se mecía. La humedad y el aroma salado impregnaban con cada avance hacia su profundidad, donde poco a poco sentía recorrerlo casi completo. El agua era fría, tan diferente a su cálido tacto, pero ya no quería sentir, sólo por ahora quería dormir por un buen tiempo..

~

"El ángel del corazón dormido

Susurra sus anhelos en un suspiro

Mantiene distante aquellas penas aquejantes

Que la triste luna le brindo con sus iluminadas partes.

Pobre ángel de las alas negras

Pareció perderse entre cumbres de tierra

Navegando alto por mares oscuros

Buscando su razón de ser en este cruel mundo.

Emilie terminó de escribir la corta poesía en su cuaderno, y depositó la lapicera sobre el escritorio.

Eran las dos de la mañana, todavía no se podía dormir. Había pasado una semana después de su fantástico encuentro con un ángel, sintiendo la emoción demasiado latente como para que el cansancio le invadiese rápidamente.

Tres días después del acontecimiento partió nuevamente hacia el extranjero para continuar con sus estudios, encontrándose ahora en su pequeño cuarto del departamento que alquilaba.

Una cama con sábanas rosadas, algunos dibujos colgando en las paredes blancas, un estante de madera cubierta de libros, su placard con la ropa, el escritorio con algunos cuadernos y la silla donde estaba sentada era lo único que había.

Se estiró para mirar por la ventana abierta, donde el viento penetraba ligeramente. El cielo oscuro era iluminado por pequeños puntos blancos a lo lejos, junto a una gran curva que parecía una sonrisa. No había ni una nube y el reloj ya marcaban las dos y media.

El insomnio no dejaba de acompañarle, por pensar constantemente en aquel extraño guerrero, pues por sus vestimentas y las pruebas de una batalla liberada, supuso que lo era, cuando lo encontró.

Una larga pluma negra empezó a sobresalir ligeramente sobre su pecho, atada a una cinta oscura de pequeño grosor. La utilizaba como collar sin quitársela bajo ninguna circunstancia como su más grande tesoro, evitando dejarla a la vista de cualquier persona, debido a su extraña forma. Tenía miedo de que alguien se la quitase, por lo que la usaba siempre debajo la ropa.

La observó, sonriendo un poco, volviéndose a recostar. Pensando nuevamente, el sueño le entró rápido, quedando profundamente dormida.

Esa misma noche, en un callejón sin salida, un grupo de personas se reunían paulatinamente en silencio. Encapuchados para no reconocerles el rostro, entraban sigilosamente de a uno, hasta que formaron una suma total de seis integrantes.

-¿Ya han llegado todos? -Preguntó uno de ellos. Otro negó con la cabeza y siguieron esperando.

Un séptimo integrante llegó bajando suavemente entre ambos edificios. Sus alas rozaban el suelo. La blancura de sus plumas destellaba un bello brillo que los demás admiraron embelesados. Se quitó la capucha de la cabeza, revelando unos castaños cabellos caerle hasta casi los hombros y un rostro blanquecino de mirada congelante como si fuese hielo.

Serio como estaba, contó a cada uno y habló.

-Estamos reunidos por un propósito en común. -Comenzó- Por algún motivo que llegamos a desconocer, nuestro mejor guardián ha caído bajo las tinieblas del demonio, abandonándonos.

Los demás asintiendo se miraron unos a otros, escuchando con atención.

-Debido a este incidente, nosotros, sus antiguos compañeros, hemos de analizar sus pasos para evitar tropiezos a futuro.

-¿Pero cómo encontrar el motivo de su deserción si ya fue desterrado?-Interrumpió uno de ellos. Algunos le dieron la razón

-Si investigamos los últimos lugares donde se desarrolló el enfrentamiento, claramente hallaremos la respuesta -Mantuvo el silencio pensativo por un rato- Nos separaremos en dos grupos, uno volverá al cielo, donde ocurrió la batalla y el otro se quedará aquí, en la tierra donde finalmente demonio y guerrero, cayeron.

Terminados los detalles de la misión, cuatro ángeles cubrieron sus cabezas con las capuchas y alzando sus alas en vuelo, despegaron hacia el cielo nocturno. El resto, unos tres integrantes, incluyendo al jefe, esperaron hasta que desaparecieran, para iniciar.

-No hay demasiado tiempo y acapararemos mejor terreno si también nos separamos.Iré sólo, ustedes vayan en conjunto –

Les ordenó. Asintiendo silenciosamente, los ángeles también se perdieron en la negrura de la noche, dejando completamente solo al mayor.

Cuando el enorme reloj marcaron las cuatro de la mañana, marchó dando inicio él mismo su misión entre las penumbras.

~

En el paraíso, cuatro criaturas aladas aterrizaron sobre el umbral de una enorme puerta, que cruzaron sigilosamente cuando la noche estaba presente, sumiendo profundamente a cada integrante de la ciudad.

Sus estructuras alzadas de diferentes materiales que se asimilaban al mármol o al yeso, se entremezclaban en edificios para diversos usos, que se adornaban con diversas esculturas o columnas altas llenas de dibujos.

Las nubes, algodonadas al tacto, parecían extensas olas negras de agua en movimiento hasta más allá de sus percepciones.

Buscaron por un buen rato, atentamente a cada paso sin que nadie los notase perono hallaron nada.

El único rastro que existía eran las manchas de sangre ya secas, alrededor de un boquete hacia abajo donde la tierra de los humanos comenzaba muy cerca de la entrada principal de su ciudad.

Pensaron inmediatamente en retornar, más consideraron esperar hasta el amanecer para expresar sus informes.

Hasta entonces, siguieron mirando el agujero, y uno de ellos curiosos, metió la cabeza dentro.

-¿Y si nos largamos desde aquí? –

Preguntó. Los otros dos aceptando, le siguieron el paso y se metieron. Laabertura, los dirigió exactamente hacia el lugar donde los combatientes cayeron, sin embargo nuevamente no habían rastros de nada.

~

La muchacha despertó sobresaltada, sintiendo que una sombra oscura le atrapaba. La luz tenue de la lámpara de dormir todavía seguía encendida, y en su reloj digital marcaban las cuatro y cuarto de la mañana.

La pluma palpitaba en su pecho agitado por el susto, consolándola levemente de su sueño.

Todo estaba tranquilo, sin ningún cambio pero al parecer había algo que le inquietaba.

Abrió la ventana hacia afuera, y una ventisca fuerte arrastró parte de su melena enredada. De reojo podría haber jurado que vio pasar volando a alguien, aunque creyó que aún se encontraba lo suficientemente dormida como para creérselo, hasta que atraído por la misma fuerza, el dije la jaló tan fuerte que casi la tiró de su piso.

-¡Ah! No! -Se la oyó gritar aterrada, aferrándose de la ventana. Debajo habían varios metros de profundidad que podrían terminar por matarla si no se sostenía.

Cuando alzó la mirada, intentando luchar contra la confusa atracción, se encontró con los ojos más claros que vio en su vida, develando una congelada seriedad que no hacía más que cubrir su obsesión hacia algo que no supo entender, con órdenes irrefutables.

Flotando, en sus emplumadas alas color marfil, contemplaba fijamente a la muchacha con cierto aire de sorpresa, al sentirse penetrado por su hechizante poder.

Bajo aquella aparente fragilidad supuso que ocultaría un gran don del cual no parecía consciente. Sus pensamientos se distrajeron en cuanto también sintió la pluma oculta en su bolsillo izquierdo removerse a toda prisa.

La tomó con cuidado para echarla hacia atrás, logrando advertir el adorno atado en una cinta, que se deslizaba por el cuello de la chica.

Frunció el ceño, volviendo a su gesto frío.

-Tú...Humana...¿De dónde conseguiste eso? -

Bajando su vista hacia el objeto, rápidamente lo escondió nuevamente entre su ropa, sosteniéndolo con una mano y negó con su cabeza.

La tomó fuerte de su brazo para que no escapara, exigiendo con cierta brutalidad una respuesta.

Por la presión que sufría, ella le contó al ángel casi todo lo sucedido; El encuentro con el guerrero herido, el demonio tirado en el suelo y luego la curación que sufrió, consiguiendo la pluma en aquel momento como promesa para volver a verla. A pesar del riesgo que correría, algo en su interior le decía que omitiera ciertos detalles, tal como los de la muerte del muchacho y el ser quien lo revivió.

Con un extraño silencio, pareció encajar algunas piezas de aquella situación y sin decirle nada la tomó entre sus brazos, alzando el vuelo.

Unos momentos antes del amanecer, el resto de los ángeles aterrizaron en el punto de encuentro acordado anteriormente, para desvelar sus informes. El mar entablaba nuevamente colores cálidos, y las aves salían a realizar sus primeros vuelos del día.

Los chicos, parecían extrañados al ver a una muchacha tendida en la fría arena, sostenida por su compañero más grande quien la observaba con gran desprecio. La sentó y él se quedó detrás suyo sin soltarla.

-Antes que nada, sus informes –Les dijo.

Sin oponerse, cada grupo contó lo que investigó; El conjunto de la tierra dijeron no haber encontrado nada fuera de lugar, ni tampoco cualquier índice de batalla donde podrían haber finalizado el encuentro o incluso alguna pista que pudiera indicarles lo que pasó. Sin embargo quienes se encargaron de investigar el cielo explicaron no haber hallado nada arriba, más que el hueco de donde cayeron, y decidiendo seguir el rastro hasta abajo, lograron suponer encontrar el lugar de batalla pero sin ningún resultado extra.

Un buen rato de silencio se mantuvo, rompiéndose a veces por los forcejeos de la muchacha por querer escapar. Tenía algunos moretones por la fuerza que imponía el hombre, y por más que hiciese lo posible, no encontraba forma alguna de zafarse, cada vez que lo hacía, él salía volando y volvía a atraparla.

Ninguno de los presentes se animaba a preguntar porque ella estaba allí.

Parándose, la soltó de su agarre sin dejar de vigilarla y se dirigió a sus compañeros.

-He aquí presente, la razón de nuestro problema, el pecado de la lujuria que se llevó la pura inmortalidad de nuestro compañero-

Empujándola hacia el frente, la dejó que el resto le contemplara mejor y se dieran cuenta de la larga pluma negra que se removía desesperadamente sobre su cuello.

Era la prueba definitiva para saber que tuvo contacto con un ángel, porque sin el consentimiento de su dueño, la pluma jamás se quedaría en manos de otro.

-¡No puedo creerlo, Sebas en verdad nos traicionó!-

La ira estalló en uno de ellos, y de a poco también en los demás.

-¡Humanos pecaminosos! ¡Ellos siempre nos han llevado a la ruina!

-¿Pero qué podremos hacer ahora? ¡Esto es el colmo!

El mayor con su mirada gélida, mezclada en ira, alzó su mano señalando a la muchacha y exclamó con furia.

-¿Saben lo que debemos hacer ahora hermanos míos? -Todos le prestaron atención, incluyendo ella- Debemos destruir al pecado antes de que se siga plagando. ¡Es la única forma de vengar a nuestro hermano perdido!

Desenvainando la espada cristalina de su funda, apuntando a la chica nuevamente con ella. Los gritos de sus compañeros alentaban la hazaña, formando una ronda a su alrededor para evitar que escapara.

Su rostro caían lágrimas de miedo, temblando el cuerpo entero. Intentó levantarse, huyendo hacia un costado donde no habían podido cerrar y uno de ellos la empujó otra vez hacia el centro.

Jalándola de los cabellos el ángel hizo que se arrodillara en el suelo, mientras que con su otra mano sostenía el arma. El miedo inundaba sus ojos y en los de él ya no había piedad por nadie.

Para sus adentros rogó a la pluma que su ángel le rescatara, pues era su última esperanza para escapar.

-En el nombre de Dios, voy aexpiarte de tus pecados, triste mortal.

Cuando cerró los ojos para recibir el impacto fatal, el filo del arma chocó contra otra diferente, tirando la espada a unos cuantos metros lejos.

Impactados, el resto del grupo quienes observaban no esperó volver a ver aparecer al ángel caído, revelarse ante su hermano.

-¡No voy a dejar que lo hagasSachiel! –Le dijo y con la punta amenazó al cuello del muchacho.

-Has perdido el juicio Sebas, desde el primer momento –

Contestó sin inmutarse, y le dedicó una mirada de profundo desprecio. Ella se aliviaba de tenerlo cerca, aunque el amenazante ser continuaba sosteniéndola con fuerza.

-¡Mientes! Ella es la razón de todos tus males, del pecado que has cometido y por eso lo perdiste todo –Exclamó.

-¡No es verdad! Ustedes han malentendido las cosas, ella no ha hecho nada malo!

-Tú eres el que está corrompido y yo voy a terminar con tu mal para que puedas volver a casa.

En un ágil movimiento volvió a recuperar la espada de vidrio iridiscente reposada en el suelo y enfrentó a la del chico, empujándolo con una estocada. Ambas armas empuñadas danzaron grácilmente con los movimientos de sus dueños, arañando de vez en cuando el cuerpo del otro.

Parecía una batalla interminable, de la cual ninguno salía airoso.

A un costado la muchacha los miraba con cierto temor mientras que los demás seres alados hacían lo mismo, sin animarse a querer interrumpir la pelea.

Alzaron sus alas atacándose con fuertes ventiscas y el vaivén de sus armas hasta que de pronto el de plumas marfiles, viró rápidamente en picada hacia abajo, en dirección de la humana.

Emilie aterrada intentó huir como si fuese un pequeño animal huyendo de un pájaro carroñero y se vio atrapada por los cuerpos del resto de los ángeles que le impedían pasar.

-¡Se los suplico! ¡No dejen que me atrape!

Todos hicieron oídos sordos, y antes de darse cuenta, el ángel cayó desmayado en el suelo por un golpe en la nuca.

Cuando Sebas logró desmayar a su oponente, ya era demasiado tarde. Emilie tenía clavada la espada en el pecho, bañándola en carmín con la mirada perdida. Del susto se había desmayado.

Tomándola en brazos, así de la misma forma que ella una vez hizo, le acarició la mejilla contemplando su delicado rostro dormido. Con cada minuto que pasaba el hueco en su interior se formaba más grande y su impotencia mucho más intolerable.

Su poder, o el de cualquier otro presente, resultaría insuficiente para sanarla pues el tiempo no alcanzaría para sanarla.

El poco aliento que le quedaba, dejó de salir, muriendo inevitablemente.

Los ángeles observaban al muchacho llorar en silencio sin comprender del todo el porqué de tanta emoción. ¿Qué tenía de importante una humana? O mejor dicho ¿Qué le hacía sentir para actuar así? Ellos vivieron para pelear por sus causas pero sin embargo cada uno les resultaba igual al otro.

Uno de ellos se acercó para verlo y le puso una mano en su hombro en forma de consuelo.

-Sebas...-Le llamó- En verdad quisiera entenderlo hermano, pero no logro comprenderlo. -¿Qué tiene de diferente? Si como cualquier otro humano, en algún momento ha de fallecer. Nosotros somos inmortales y sin embargo nunca hemos visto tal determinación en tu alma por ningún otro ni por un igual.

Mirándolos por primera vez, esbozó una sonrisa de resignación porque su voluntad completa se había quebrado. Ahora que la había perdido sí sintió que el resto del mundo le había abandonado, y lo que le hiciesen o dijesen no le interesaba.

- Ella con tan sólo un instante se había vuelto todo para mí. No le importó mi origen, ni lo que pasó con aquel demonio y se quedó a mi lado calmando mi terrible sufrimiento que aquel engendro ocasionó cuando quitó mi inmortalidad con su veneno.

Volvió a contemplarla descansar entre sus brazos como si realmente nada le atormentase, y apretó su mano.

- Sus delicadas y humildes acciones eran tan sinceras que nunca sentí algo tan diferente. Les juro que fui egoísta por primera vez en mi vida y desee permanecer un instante más con ella y se me concedió. Más creo haber cometido el error en pensar nuevamente en mi familia y la abandoné con una promesa de la cual ya no sirve de nada porque está muerta.

El remordimiento cruzaba en el corazón de los ángeles al escuchar el relato. Avergonzados, agacharon la cabeza sin poder elegir las palabras adecuadas y la rabia hacia ellos mismos los amenazó.

Se dejaron llevar por la ira, sin poder contemplar nunca los verdaderos motivos del porqué todo esto ocurrió.

Ya era tarde para arrepentirse. Ellos mismos la mataron. Sus manos estaban manchadas de sangre inocente.

-En verdad lo lamentamos hermano, nos dejamos llevar...Nosotros...- Sus palabras eran poco. Quisieron cambiar las cosas de alguna manera, tendría que haber una forma, pero todo era en vano.

Una bola de luz se acercó a los presentes, flotando hasta llegar al lado del guerrero y su muchacha. Tomó la forma de un ser alto a quien no se le veía mucho su aspecto ante tanta luminiscencia y tocando el pecho de la chica, sanó la herida mortal que le afectaba.

Inmediatamente despertando, se sentó sobresaltada, observando a su alrededor y recordó lo sucedido. En teoría había muerto, el ser parado esbozó una sonrisa y desapareció sin dejar rastro.

El ángel la cubrió con sus emplumadas alas oscuras, repartiendo un beso en su frente de alivio. Ella le miró ruborizada, contemplándolo sin saber exactamente qué hacer.

Sebas sonrió a la chica rozando con sus dedos la mejilla, amando esos ojos azules que abrieron cada puerta de sus secretos.

-Mi humana traviesa, eres lo mejor que me ha pasado y no te dejaré otra vez. –Le confesó.

-Te amaré por siempre, aún si mi inmortalidad he de volver a perder por ti- Y Rompió la distancia entre sus labios abrazándola con fuerza.

Se fundieron en ese beso, demostrándose el amor mutuo que ellos tanto anhelaron en sus corazones olvidando al resto del mundo.

El grupo estaba conmovido, sin embargo necesitaban interrumpir para saber que exactamente hacer con la vida del muchacho pero el ángel mayor, quien despertó, negó con la cabeza, haciendo un ademán de retirada.

Alzando el vuelo, desapareciendo entre las nubes reflexionando; Aquel amor tan puro todavía no lo comprenderían, pero resultó ser más fuerte que cualquier arma que existiese en el mundo. Ya no era asunto de ellos interponerse, porque sus destinos estaban unidos eternamente.

"Y sólo el amor pudo curarlos

Como el arma más fuerte que haya existido.

Sin remordimientos ni contemplaciones

Donde sus sentimientos pudieron más que cualquier otra injuria

Que el mal haya destruido."

Cerró el libro que escribió durante largos tiempos sus páginas, satisfecho por su trabajo. Lo tenía desde sus inicios como recuento de los jóvenes que llegó a unirlos en sagrado matrimonio por superar las diferentes pruebas unidos.

Con cada nuevo párrafo el ser cubierto de luminiscencia sentía que su sacrificio de ser encarcelado por aquellos enamorados hacia varios siglos atrás valió la pena, porque eso fue parte del plan para poder demostrar luego que el amor podía con todo, incluso más allá de la muerte.

~Fin~

Roccii Corbalán.

Gracias a todos quienes hayan querido leer mi historia y especialmente a aquellos quienes me dieron su gran apoyo para poder continuarla. Saben lo que me cuesta, y por ello me fue muy importante que estuviesen a mi lado en ese momento ♥

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