El beso
51
El beso fue... Extenso. Es que Odiseo estaba con las hormonas hasta el punto máximo, y además había deseado besar a Fatima desde el momento en el que él le dijo "Hola" y ella lo miró con indiferencia. Recordó en ese beso, la primera vez que la vió.
Todo en ella era sencillo.
Tenía un pelo hermoso, un color castaño claro que en el sol se veía dorado, era extraño, pero eso lo hacía bonito. Aunque nunca dejaba que su cabello deslumbrara, ya que lo recogía en una cola baja, dejando sólo sus dos mechones delanteros.
Era alta, medía un metro setenta, pero algunas veces, cuando se sentía insegura, se encorbaba. Era delgada, aunque comiera demasiado no engordaba, si bien para muchos era una bendición, para Fatima era un castigo, porque Fatima era bastante flaca, imagínense medía un metro setenta y pesaba cincuenta kilos.
Nunca se arreglaba, no le interesaba resaltar en lo absoluto.
Pero tenía una sonrisa, que bonita. Ella en un principio había tenido ortodoncias, antes tenía los dientes muy feos, pero después de las ortodoncias, sus dientes se emparejaron y su sonrisa se convirtió en una sonrisa perfecta.
Pero lo que mas lo enamoro fueron sus ojos. Eso era una de las pocas cosas que no eran sencillas de ella. Aunque no los delineara, o aplicara rimmel, seguían siendo tan llamativos, tan interesantes. Cuando miraba sus ojos sentía que podía volver a respirar.
Nunca había visto unos ojos tan hermosos. Eran grandes, pero no excesivamente, tenían pestañas infinitas, y su mirada era penetrante, pero dulce a la vez y su ceja enmarcaba sus ojos almendrados. Sus ojos lo transportaba a un mundo paralelo dónde todo era color verde.
Al tener sus ojos en su mente, las veces que rieron juntos, las veces que observó sus labios deseando besarlos, las veces que se preguntaba como podía haberse enamorado de una chica tan simple, las veces que le hablaba por whatssap tirandole indirectas para conquistarla, las veces que se contuvo por las burlas de sus compañeros, las veces que le dijo hermosa, las veces que simplemente la observaba sin que ella supiera, las veces que se quedó despierto diez minutos antes de dormir pensando en como poder llamar su atención, las veces que imaginó como serían el sabor de sus labios.
Y ahora se estaba cumpliendo. Y al pensar en todo lo que anheló tenerla y ahora estaba acá, hizo que sintiera un impulso de besarla con mas profundidad, mas alborotado, mas telenovela de la tarde. Tenía todo eso guardado y lo dejó llevar. Su beso
-no es mentira-duró quince minutos, solamente paraban para respirar. Se notaba que se tenían ganas desde hace tiempo.
Después de que se agotaron de besarse, se miraron. Notaron que sus bocas estaban inchadas y rojas, y que sus pupilas ocupaban casi todo su iris. Podían ver que sus bellos estaban erizados, que sus respiraciones eran agitadas, que sus sonrisas eran inmensas y que sobre todo estaban tan felices.
-Mira a Fatima ¿quién hubiera dicho que la santurrona chapara tan bien?-dijo jodiendo.
-Como cagás el clima vos ¿no?
-Calláte. Sé que me amas-sonreía torcido, él sabía el poder de su sonrisa. Y obviamente Fatima al verla sintió derretirse, pero no faqueó y pudo sostener las ganas de besarlo de nuevo.
-Ja! Ponele-ella colocó el mechón que enmarcaba su rostro en la oreja.
Pasaron diez segundos infinitos en los que ninguno habló, permanecieron; ella mirando sus pies, y él mirando como ella miraba sus pies.
-Me gustas.
-Vos también me gustas.
-¿Y qué hacemos?
-¿Con qué?
-Con esto.
-Nada. Sólo besame otra vez y ya.
Y así lo hizo.
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