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Elsa

Habíamos planeado pasar nuestra última semana de vacaciones de la mejor manera posible, y ya estábamos a la mitad sin haber hecho casi nada. Nos divertimos muchísimo con Bianca en nuestra tarde de películas, también fue entretenido el salir de compras el día anterior a eso, pero no cuenta. Así que queríamos hacer algo más, Pero, ¿qué? Se me ocurrió escribirle a nuestra nueva amiga, Bianca, pero recordé su pequeño inconveniente y la cita de hoy, por lo que decidí esperar.

Me distraje con el quehacer, almuerzo y ordenar un poco más. Era algo que hacía todos los días, pero de todas maneras siempre me preguntaba: ¿Por qué todo está tan mugre si limpié apenas ayer? Preguntas que no dejan dormir.

(A) ¿Qué onda, peste?

Descansé un momento de mi ajetreado aseo, distrayéndome con aquel muy sutil y cariñoso saludó de mi mejor amiga.

(E) ¿Qué bicho te pica?

(A) El del aburrimiento total, ¿Me adoptarías por el resto de la semana en tu casa?

(E) ¿Traerás la comida que te tragas?

(A) Creo que mi cama se ve bien cómoda hoy.

(E) Y creo que yo cambiaré la cerradura de mi casa... por seguridad.

(A) NO TE ATREVAS.

(E) Como vivo solita sin nadie que me cuide...

Tenía flojera de hacer cualquier cosa, ir a visitarla implicaba un esfuerzo que no quería hacer y mucho menos con todo el aseo recién hecho. Pero había algo dentro de mí que me empujaba a cambiar de opinión, el aburrimiento máximo. Desventaja de vivir sola, y aun no me acostumbro. Continuamos hablando babosadas como es nuestra costumbre, cuando recuerdo su repentino cambio de actitud el día de películas con Bianca.

(E) Ahora sí, ¿Vas a decirme que te sucede?

(A) ¿Sobre qué?

(E) No te hagas, la tarde de películas. ¿Qué te estaba molestando? ¿Es con Bianca? A mí me agrada, está tratando de evitar que te mate por lo que hiciste, deberías amarla.

(A) Qué no es nada, loca. Y, por cierto, la reina de roma se acaba de asomar.

(E) ¿Quién?

(A) ¿A quién acabas de mencionar, tarada? Quiere que conozcamos a sus amigas y nos va a agregar a su grupo. ¿No te ha dicho nada?

(E) Pos no.

Era raro que no supiese de eso, y más todavía que quiera agregarnos a un grupo donde no conocemos a sus participantes, salvo ella misma.

(B) Hola cariño, estaba pensando en que sería buena idea que conocieran a mis amigas. Sé que se llevaran bien, tienen muchas cosas en común. ¿Qué tal si las agrego a nuestro grupo?

(E) Algo así escuché entre las malas lenguas.

(B) Siento no haberte avisado antes, ¿Te gusta la idea?

(E) ¿Estás segura de eso? Sabes que podemos ser medio atolondradas, en especial Ana.

(B) No te preocupes, hermosa. Ellas tampoco son del todo normales.

(E) Gracias por lo que me toca, pero sí, me gusta la idea.

(B) Yo solo repito lo que escucho, no me mates. Ya las agrego.

En efecto, a los 5 minutos ya estábamos saludando, aunque un poco incomodo, a dos chicas nuevas, tratando de aparentar que éramos personas psicológicamente cuerdas. Todo se fue al caño cuando mencionaron comida y cine en una misma frase, saliéndose de control hasta lo que no estaba en discusión. Carla y Sofía, las mejores amigas de Bianca, podría decir que caían bien, pero era muy pronto, ¿No? De todas formas, y por lo que va de conversación, Bianca tenía toda la razón. Tampoco son muy normales.

(B) A ver señoritas, necesito su atención. ¿Tienen planes para el resto de la semana?

(A) Nosotras no.

(C) Por este lado tampoco. ¿Tienes algo en mente?

(B) ¿Qué tal si salimos un rato? Una salida de reconocimiento, o algo así.

(E) Muy tentadora, pero ya por hoy no creo poder levantarme de aquí. ¿Se puede mañana?

(S) Digo lo mismo, debo pedir permiso con un día de anticipación o habría serias consecuencias.

(A) Esta mujer si me entiende, *¿Acaso será este mi ser amado? *

(E) *La tóxica ha entrado al chat* Repítelo y te creo.

(B) Como mediadora oficial de este grupo, me esforzaré por evitar una masacre así que, ¿Mañana a las 7 en el Karaoke Blue está bien?

(C) Perfecto, música a tope...

(S) Iré afinando mi garganta.

(A) Buen intento, pero eso no aplacara su ira.

(E) No se preocupen por mí, ya tengo a mi súper abogada estrella que haga los papeles del divorcio.

Era divertido y relajante hablar con ellas, sobre todo con Bianca. Así nos la pasamos el resto de la tarde, chachareando de cualquier cosa en el grupo y por separado mantenía una conversación con ella por chat privado. Desde ese día en clases de repostería, nuestras conversaciones se estaban haciendo más regulares, con mayor naturalidad y confianza, y eso me encantaba.

Al día siguiente las cosas estaban aún mejor, las risas con ellas eran imparables hasta doler el estómago. Me distraje tanto que se hizo medio día y no había terminado el aseo, mucho menos preparado el almuerzo. Y dos suaves toques a mi puerta llegaron para salvar mi estómago.

—Bi, mi abogada estrella —saludé muy jocosamente—. Como estás de linda hoy, ¿te hiciste algo nuevo?

—Si con eso crees que me vas a convencer para intervenir en sus problemas maritales... —decía con toda seriedad— estas en lo cierto, así evito un caso extra por homicidio.

—Tienes toda la razón, por eso te quiero —le di un suave abrazo y un beso en la mejilla—. Entra, estas en tu casa. ¿A qué debo la sorpresa?

Nos acomodamos en el sofá, dando gracias al cielo que fue lo primero que organicé esta vez, la sala.

—Bueno, supuse que al estar en medio de una guerra en el grupo con las chicas —me explicaba con cierta mirada divertida de reproche—, no habías tenido el «tiempo suficiente» para cocinar, ¿No?

—Tiempo que digamos tiempo... pues... —gesticulaba y reía como si hubiesen dicho algo absurdo— Uff... Nop. Pero estaba cinco segundos de empezar.

Con escepticismo solo me miraba fijo y con una sonrisa ladeada, después recorrió toda la sala detallando los rincones. ¿Qué vio? Casi nada; la escoba parqueada cerca al umbral justo donde la dejé antes de abrir, la puerta del patio abierta de par en par con ropa recién lavada tendida para secarse y un balde lleno de agua espumosa con la cual lavé la sala.

—¿Cinco segundos? —repitió entre risas.

—¿Para empezar a limpiar el cuarto? —murmuré— Pero es lo último... me parece.

Se reía a carcajadas de solo ver mi expresión apenada. No solía recibir muchas visitas a esta hora y quienes venían era ya de la familia, por lo que no me preocupaba mucho si estaba haciendo el aseo aún.

—Dime bruja, pero sabía que algo así pasaría —se burló— ¿Tienes hambre?

—¿Por? —interrogué ceñuda— ¿Qué hiciste?

—Nada —contestó con su gesto más inocente—, solo traje algo de comer.

De su bolso sacó un juego completo de portacomidas, en ellos había ensalada de verduras, pure de papa, pollo en salsa de champiñones y gelatina de frambuesa como postre.

—Recién hecho —continuó llena de emoción—, y no acepto un «me da pena» como respuesta.

—Tranqui, huele tan rico que esta vez pensaba robártelo —concluí.

Y así almorzamos juntas, hablando y riendo todo el día hasta por los codos. Vimos un par de películas y jugamos otro poco, escuchamos música e hicimos destres hasta que el sol empezó a ocultarse. Recordando nuestra salida del día, empezamos a prepararnos casi a la carrera. Nos dimos una ducha super rápida, entrando ella y luego yo, claro está. Y mientras nos maquillábamos, decidí resolver aquella duda que había estado rondando mi cabeza desde el día anterior.

—Bi, quería hacer una pregunta —fui tanteando el terreno con sumo cuidado—. Bueno, aun no nos conocemos del todo y eso, pero... es que me quedé un poco preocupada por tu visita de ayer.

—Sabes —me interrumpió con una suave risa—, creo que ya les tengo la suficiente confianza y empiezo a conocerlas muy bien. Son bastante extrovertidas, algo locas, muy cariñosas, pero extremadamente vengativas. Y por lo visto, les encanta el chisme.

—¡Ah! ¿Cómo se te ocurre? Nosotras no... —exclamé indignada— ¿Si digo que sí me contarás igual?

—¿Tengo de otra? —preguntó entre risas.

—Fíjate que no.

En resumidas cuentas y viendo que el tiempo se agotaba, me contó todo lo sucedido con la famosa Nancy. No fue del todo bien, pero lo importante es que ella se siente satisfecha con los resultados. Terminamos de maquillarnos y peinarnos, Bianca se veía despampanante con su cabello suelto y vestido azul. Por mi parte, una blusa de tirantes con un pequeño escote, un jean ajustado de tiro alto y un moño alto.

—Soy un desastre como mujer —lloriqueé—, ni maquillarme sé.

—Pero si te ves preciosa —exclamó—, ven, déjame... hacer...

Esparció y difuminó un poco de rubor en mis mejillas, corrigiendo el desastre que yo misma había hecho. Por lo general Ana se encargaba de esa parte, mientras yo la peinaba a ella. Pero en su ausencia, me tocaba experimentar por mi cuenta.

—Listo, ¿Mejor?

Me observé en el espejo a detalle, no hizo mucho, pero sí se notaban las diferencias.

—¿Me enseñas? —hice mi puchero manipulador.

—Me resultaste manipuladora, además —replicó con una sonrisita tierna.

—Y... ¿Funcionó? —insistí.

—Ahí vamos viendo.

Continué con mis quejas hasta que se hizo la hora, nos encontramos con la impuntual directo en su casa para llegar juntas. El Karaoke Blue era un lugar impresionante, de paredes iluminadas con lámparas de neón azul, morado y celeste. Era una gran sala con una pista de baile en el centro, y a su alrededor sofás semicirculares con mesas pequeñas. La luz no era tan brillante, pero si le daba un aire encantador al lugar. Música resonaba fuerte, pero no ensordecedora y al fondo una tarima, micrófono y un pequeño monitor para quienes se atrevían a cantar. Mantenían un equilibrio perfecto en todo, además de un excelente repertorio musical.

En una de las mesas, ya estaban las chicas esperándonos. Eran tal y como me las imaginé, hermosas y llenas de glamour. Carla es igual de bajita que Bianca y yo, pero de cuerpo delgado y sencillo. Su cabello se veía tan sedoso y liso, corto hasta los hombros y de color chocolate, combinaba con su piel trigueña. Tenía esos ojos cafés claros, lentes y braquets, que le daban un aire de niña inocente. En cambio, Sofía se veía mucho más coqueta. Mas o menos de la misma estatura de Ana, 170 cm al estilo pie grande. De cabellera larga y rubia, combinado con unos bisos rojos igual que sus labios. De piel blanca, ojos azules, cuerpo más exuberante y curvilíneo. Ambas eran el contraste perfecto, pero se complementaban mutuamente.

—Disculpen la tardanza —anunció Bianca—, alguien demostró merecer el apodo de «impuntual».

—Ni idea de quien será —se defendió Ana.

Charlamos por un buen rato, animando el ambiente entre nosotras y conociéndonos más. Porque está claro que, una cosa es conversar a través de una pantalla donde puedes aparentar ser quien quieras, y otra muy distinta es quien seas en realidad y como te compartes con las personas teniéndolas en frente.

—Creo que ya es hora de prender esto, ¿No? —sugirió Sofía— ¿Pedimos algo de tomar? Coctel, cerveza, ¿Qué quieren?

—Una smirnoff de manzana verde —dijo Bianca.

—Club Colombia si se puede —añadió Ana.

—Agüita —dije yo, y todas se quedaron viéndome como si un alienígena estuviese frente a ellas. Menos Ana que ya conoce mi desgracia— ¿Mejor una limonada?

—¿Estás bromeando? —se burló Carla.

—Eso quisiera, mi querida nueva amiga —repliqué con indignación—, pero no, es en serio. Permítanme contarles mi triste historia.

Pausada y exageradamente, les conté mi baja tolerancia al alcohol. Literal, era algo así como alérgica, con muy poca cantidad hacía desastres en mi sistema. Lo que llaman resaca, para mi es la muerte. Aún recordaba mi primera borrachera durante la fiesta de graduación que, aunque no fue accidental, sí fue la primera y peor de todas antes de declararme enemiga número uno de cualquier bebida embriagante.

—Se los juro, fue como medio vaso de cerveza y 5 minutos después estaba en otro planeta —les explicaba mientras ellas reían sin parar—. Todo me daba risa, no decía nada coherente, se me enredaba la lengua y veía caballitos de colores. Ya después de media hora en ese lamentable estado, todo se hizo negro para mí. No recuerdo nada más, aunque las evidencias dan para querer permanecer así.

—¿Qué hiciste? —interrogó con dificulta Carla sin poder parar de reír.

—Qué no hizo es la pregunta —intervino Ana.

—Y no quieren saber —añadí amenazante—, porque nadie dirá nada, si pretende seguir con vida.

Continuaron burlándose de mi desgracia con la ayuda de la traidora de mi mejor amiga, quien aprovechaba sus 5 minutos de fama solo para desquitarse de mí. Al parecer, nombrarla como «la impuntual» no era un apodo muy bonito para su «bella persona».

—¿Quién quiere cantar algo? —sugirió Sofía.

—Excelente idea, llego mi momento de burlarme —celebré.

—Elsa... —insistió Bianca— canta divino.

—¿What?

Sin más que decir, todas nos dirigimos a la tarima para empezar con nuestro espectáculo. Empecé yo por solicitud de mis únicas dos fans, quienes eligieron una estupenda canción para encender la noche.

«Me prometí esa noche no volverte a ver; Porque sé que no me convienes; Es que tus mentiras nunca las llegué a creer; Pero es que no sé lo que tienes»

Recordando la dulce voz de Aitana, recité aquellas estrofas suave y delicadamente. Era una de mis cantantes favoritas, no solo por su belleza sino por su gran voz y la letra de sus canciones. Poco a poco y a medida que cantábamos, el ambiente fue subiendo de temperatura. Tanto así, que algunos chicos se nos unieron al canto y empezamos a bailar. Cuando el alcohol empezó a hacerles efecto, las cosas se tornaron un poco románticas. Baladas de amor y desamor era lo que cantaban a todo pulmón, declaraciones de amor verdadero y algunas de traición. Todo un tutifruti de sentimientos, pero de verdad entretenido.

«Me enamoré de su sonrisa y no sé si ella lo sabe, y es que no sé cómo decirle que me cuesta alejarme. Me enamoré de su sonrisa, aunque su risa me mate, es que no sé cómo decírselo sin hacerle daño a nadie. Ella me tiene a mí en un jaque mate, si yo no me muevo puede que me delate. Si ya empezó la partida, es una guerra perdida, yo me muero en combate»

Cantaba Bianca muy emocionada, cerrando sus ojos dándole mayor sentimiento a aquellas palabras. Se veía curiosa al hacerlo, el modo en que las recitaba y el brillo en su mirada al mirarnos. Hermosa, más de lo que ya es.

Terminada aquella velada, muy cansadas y con las gargantas resecas, tomamos dos taxis para regresar a casa y descansar. Carla y Sofía, al vivir bastante cerca se fueron juntas. Y nosotras tres, en otro taxi, pasando primero por la casa de Ana y luego a la mía.

—Se me quedaron mis cosas en tu casa, ¿Puedo pasar? —preguntó entre susurros.

—Claro.

Entramos y buscamos sus pertenencias, ya estando lista solicitábamos un taxi mediante una aplicación. Sin embargo, ninguno se reportaba cerca o disponible. Media hora después de infructuosa espera, y sin ver ninguna señal de vida por fuera de la casa, decidimos que sería mejor se quedara a dormir. Volví a prestarle mi pijama, nos duchamos y desmaquillamos sintiendo todo el cansancio de tanto ajetreo esa noche.

—Son simpáticas tus amigas —comenté al estar ya acostadas, una al lado de la otra—, y tampoco son muy normales.

—Te lo dije, tienen mucho en común —se acomodó a medio lado, dirigiendo su mirada hacia mí—. Gracias, tus consejos me sirvieron mucho ayer.

—Fue un gusto —me acomodé de la misma forma—, los tuyos también fueron de ayuda.

El sueño no se había presenciado en un largo rato, por lo que solo conversábamos de temas triviales hasta que uno en particular surgió.

—¿Has tenido relaciones... con hombres? —indagué curiosa.

—No, jamás —contestó sin dudar—, y nunca me han llamado la atención. Bueno, hubo una vez que un chico me atrajo, pero fue más por su físico porque de verdad que era atractivo. Aunque, resulto ser trans y casi no le creo porque se veía natural. Fue uff... impresionante. De verdad me hizo creer que era hombre.

—¿Pero nunca...? —insistí.

—¿Sexo? No, nunca —añadió—. Sí me ha dado curiosidad e incluso intenté que me gustara un chico super genial que conocí, pero nunca se dio nada. No sé, no es lo mío. ¿Y tú? ¿Qué tal te ha ido con los hombres?

—Mmmm... bien, supongo —contesté algo dudosa—, en cuestión de relación, un asco total. Como ejemplo, el idiota de Kenneth, dos años desperdiciados para que él me engañara quien sabe con cuantas. Y, mi primer novio fue muy lindo, pero me usó. Era gay.

—¡Auch! Golpe bajo —se burló con gesto inocente—, y en el otro sentido.

—Chismosa, y pervertida, además —nos reímos—. Digamos que sé lo que es tener un orgasmo. Me encantaba y todo, pero tampoco puedo decir que ha sido lo más maravilloso. Solo he tenido una pareja sexual, y ya te imaginaras quien, así que no puedo hacer comparaciones.

—Y... ¿Estabas enamorada? —indagó con mayor curiosidad que antes, reflejándose en un brillo sutil en sus ojos.

—Por desgracia, sí —suspiré—, pero ya se me pasará, mientras menos sepa de él menos sentiré así que, supongo que está bien. Ahora tú, ¿Alguna vez te has enamorado?

Una suave carcajada salió de su boca, cerrando con fuerza los ojos por reflejo. Respiró profundo, y continuó hablando.

—Sólo una vez, pero cometí el error de elegir a una chica hetero. Recuerdo que me pegué una enculada con ella, pero horrorosa. Incluso la besé una vez, cuando le confesé mis sentimientos. Ella solo se dejó por el shock del momento, pero después me dijo que gustaba de un chico. Lloré como una magdalena por semanas, pero sirvió de algo.

—¿Para qué? —interrogué confundida.

—No volví a enamorarme —susurró.

—No creo que sea una solución, quieres volver a enamorarte, ¿no? —mi curiosidad iba cada vez en aumento— Tampoco vas a estar el resto de tu vida como una viejita amargada coleccionando cosas viejas, y criando gatitos.

—Sí, muy chistosa, pero sí quisiera —su expresión era de duda, pero sonaba confiada en sus palabras—. Aunque todo depende, si se va a repetir la historia no, pero si encuentro una chica... Como tú, sí.

—¿Como yo? —exclamé sorprendida.

—Sí, así de tierna, linda y medio loca —sonreía con picardía—. Pero no tú, claro, eres hetero recuerda.

—Ah sí. Ya me estaba ilusionando —bromeé siguiéndole el juego.

—Lo siento, pero no eres mi tipo —se burló, riendo cada vez más ruidosa.

—Me heriste, voy a llorar a un rincón —y me uní a la carcajada.

—No seas bebé —murmuró entrecortadamente por la risa.

—Señora, váyase a dormir, no más vea la hora son las 4 de la mañana, ¿Ese es el ejemplo que me está dando? —le reñí.

—Mira quien lo dice, la que está chachareando conmigo —expresaba con fingida indignación—, no haces mucho esfuerzo por terminar la conversación.

—Pos obvio, alguien tenía que decirlo.

—¿Ah sí?... —me pellizco los cachetes con suavidad, más como una caricia— Síguele...

Continuamos jugueteando y riendo, hasta que le sueño por fin regresó a nosotras.

—Descansa —susurró para luego besar mi frente con dulzura.

Se acomodó boca arriba para dormir, imitando luego yo sus movimientos. Fue raro, la verdad, pero sentí bonito cuando me besó y pellizco mis mejillas. Con Ana he tenido muy buenos momentos, pero esto había sido muy diferente en muchos aspectos. Aunque no sabía el cómo podría serlo, o de qué manera lo estaba siendo. ¿Qué tiene de diferente Bianca?

Me quedé profundamente dormida pensando en cómo las cosas se han dado tan rápido, hace solo una semana entrabamos a un curso donde todos eran desconocidos. Hoy, 6 días después, estaba considerándola como una gran amiga. Desperté a eso de las 11 de la mañana, y en la mesita de noche encontré una nota de Bianca.

Buenos días, preciosa, te veías tan tierna durmiendo que no quise despertarte. Gracias por dejarme dormir aquí, te dejé el desayuno listo. Tenía algunos pendientes, más luego te llamo a ver si ya estás viva. Besos.

—¿Cómo que viva? —repliqué entre risas.

Desayuné con calma, café espumoso con tortilla de huevo, pan tostado y frutas picadas. Organicé lo más que pude la cocina y me duché, quería salir un rato para no estresarme esperando el correo de la universidad. Además, ya era hora de visitar a mamá antes que lo hiciese ella misma y me regañara. Pero antes, por lo menos un mensaje para que sepa que estoy viva.

(E) Gracias por el desayuno, estaba delicioso. Espero te vaya bien en tus pendientes, besos.

Al llegar a casa de mamá, me recibe el mismísimo diablo con su cara larga y cuernos brillantes. Literal y sin exagerar, Annabelle estaba disfrazada de demonio, por lo que no dude en sacar varias fotos de ello y burlarme a todo pulmón. ¿Resultado? Un putazo de mi mamá de esos que me reinician el disco duro, porque el disfraz lo hizo ella y Annabelle solo fue su víctima modelo. A pesar de eso, no evitó que siguiera riéndome como foca epiléptica con retraso mental.

En la tarde, mi celular suena con una notificación y el alivio inunda mi cuerpo.

Sra. Odette Elsa María.

Cordial saludo.

Se le solicita dirigirse a la oficina de recursos humanos, el día lunes 4 de febrero a primera hora para firmar contrato y dar continuidad con su labor. En caso de no querer continuar con la labor de monitoria académica, favor pasar una carta dirigida al consejo académico exponiendo sus razones.

Buen día.

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