🔸1🔸

Elsa

Era una tarde hermosa y fresca, reinaba una tranquilidad muy poco común, de esas que solo te provocaba recostarte en tu cama, preparar algunas botanas y descansar mientras ves una películas. Como plus extra, estar entre los brazos de esa persona que tanto amas. Sí, sé que suena demasiado cursi, pero así me sentía, tontamente enamorada.

—¡Kenneth! —exclamé en tono de divertida advertencia— ¿Qué haces?

Nos encontrábamos en mi departamento viendo películas, uno de los pocos momentos que teníamos a solas, sin sus amigos bulliciosos, sin presiones y distracciones de ningún tipo. Solo él y yo.

—Yo nada —susurraba a mi oído, lamiendo con suavidad la piel de mi cuello— ¿Y tú?

Me abrazaba con fuerza por la cintura, pegándome cada vez más a su cuerpo sintiendo su calor. Me había levantado solo a rellenar nuestros vasos de refresco, pero al parecer se le había ocurrido una idea un tanto diferente.

—No te hagas —dije con voz entrecortada mientras me giraba, quedando frente a frente—, reconozco tus oscuras intensiones.

Me pasaba por algunos centímetros de altura, por lo que me tocaba levantarme en punta de pie para poder alcanzar su rostro y rodear su cuello con mis brazos.

—Quien te oye diría que soy perverso —contestó con fingida indignación—, y yo solo quiero darte cariñitos.

Esparcía pequeños y suaves besos a lo largo de mis mejillas, bajando una vez más a mi cuello mordiendo con suavidad. El cosquilleo que aquello producía en mí me embriagaba por completo, dejándome llevar por todas esas sensaciones. Sabía cómo excitarme, conocía mis puntos débiles usándolos a su favor y yo, por obvias razones, no me negaba.

—Tu cariñito salvaje, ¿No? —susurré, enredando mis dedos entre su cabello, ladeando la cabeza para darle más acceso a mi cuello.

—Si ese es el que quieres —susurró, dando un suave beso en mis labios— ¿Quién soy para negártelo?

—Ay pobrecito, lo estoy...

Con un suave grito de sorpresa, interrumpí mis propias palabras. Kenneth me llevaba cargada entre sus brazos rumbo a mi habitación, su mirada pícara llena de deseo delataba sus intenciones.

—¿Y la película? —pregunté entre risas— Apenas va por la mitad, tiempo récord.

—¿Y si mejor hacemos una? —su tono seductor y burlesco me hizo estremecer.

—¡Pervertido! —exclamé de la misma manera.

Reforcé el agarre de mis brazos alrededor de su cuello para acercar mi rostro al de él, sintiendo su respiración agitada y cálida sobre mis labios, con mi mirada fija en sus ojos mientras mordía mi labio, tentándolo.

—¡Calumnias tuyas!

Llegamos por fin a mi habitación, la semioscuridad y el silencio del lugar sirvieron como detonante final. Sus labios atraparon los míos con fiereza, haciéndome suspirar con solo el contacto de su boca sobre la mía. La calidez de su lengua me saboreaba como si fuese lo más delicioso que haya probado, acelerando nuestras respiraciones llenas de deseo.

Me dejó sobre la cama con suavidad permaneciendo sobre mí, besándome sin cansancio ni pausa cada vez con más intensidad. Mis manos viajaron de su cabello, bajando por su cuello sintiendo cada parte de su cuerpo. Recorrí su torso hasta llegar a la pretina de su pantalón, sabiendo mis intenciones apoyó aún más su pelvis contra la mía, sintiendo la dureza de su erección. Lo sentí sonreír con malicia sobre mis labios, por lo que cambié el rumbo de mis manos metiéndolas por debajo de su camisa. Me encantaba sentir la suavidad de su piel, lo terso de sus músculos, en especial, sentirlo estremecerse con mis caricias.

Su boca volvió atacó la sensible piel de mi cuello, esta vez con más pasión y fuerza que antes. Sus besos dejaban un reguero de humedad no solo allí, todo un remolino de sensaciones recorría mi cuerpo haciéndome gemir. Con tortuosa lentitud fui subiendo su camisa, acariciando su torso haciéndolo suspirar. Retire aquella prenda de un tirón, tomando su rostro entre mis manos para devorar nuestras bocas con más lentitud esta vez, deleitándome con el sabor y suavidad de su lengua. En un movimiento rápido intercambié posiciones, sentada sobre él haciendo leves movimientos sobre su pelvis, mientras sus manos acariciaban mi cintura.

—Eres preciosa —susurró con voz grave—, no sabes cuánto me encantas.

Lentamente, fui subiendo mi blusa hasta sacarla por completo. De la misma manera, fui bajando uno a uno los tirantes de mi brasier para después desabrocharlo sin quitarlo por completo.

—Pero eres mala... —se quejó dando un apretón en mi cintura— diabólicamente sexy.

Una risa de satisfacción escapó de mis labios, era divertido hacerlo esperar un poco, el deseo aumentaba y la experiencia se hacía más deliciosa, salvaje.

—Pero te encanta —susurré, acercando mi rostro al suyo mientras dejaba caer el brasier.

—¡Me fascina!

Sus manos acariciaban mi espalda desnuda, mientras con besos lentos me desnudaba el alma. Con suavidad y sin separar nuestros labios, giró sobre mí regresando a la posición inicial. Tomó mis manos colocándolas sobre mi cabeza, su boca recorría desde la comisura de mis labios hasta mi cuello, dejando pequeñas mordidas y lamidas a su paso. Rozó mis brazos con sus dedos siguiendo el camino hacia mis senos, pellizcó con delicadeza mis pezones hasta endurecerlos, dándole paso a su boca para realizar la misma acción.

Sus dientes rozaban y jalaban sin mucha fuerza mi pezón derecho, succionaba deliciosamente y con su lengua trazaba círculos lamiendo a su gusto. Se sentía bien, la excitación aumentaba con cada movimiento y caricia. Sus manos tomaron rumbo hacia mi pantalón, mientras su boca no daba tregua a mis senos, lamiendo y mordiendo uno por uno. Poco a poco fue bajando por mi abdomen, deteniéndose en mi ombligo dando pequeñas lamidas y mordiscos en ese punto.

—No hagas eso —me quejé entre risas—, me da cosquillas.

—Le quitas lo divertido a la vida —replicó irguiéndose sobre mí.

Retiró mis pantalones con mis bragas junto a ello, quedando desnuda ante su mirada lasciva. Hizo los mismo con su ropa para estar en igual condiciones, se arrodilló frente a mí y me tomó por los muslos acercándome más a él. Sus manos recorrían mis piernas, subían a mi abdomen y volvían a bajar hasta mi entrepierna acariciando con sutileza mi clítoris. Un gemido salió de mi boca.

Su sonrisa malévolamente seductora me encantaba, todo de él me seducía. Sus ojos claros color avellana, sus labios suaves y deliciosos, sus brazos fuertes, su espalda ancha y cabello sedoso. Dos años de relación no eran demasiado, pero lo significaban todo para mí. Él lo era todo en mi vida.

Repitió aquel mismo proceso con sus labios, besando y lamiendo mis muslos hasta mi abdomen, bajando por mi pelvis hasta la cara interna de mis piernas. Primero la derecha luego la izquierda, de abajo hasta arriba sin llegar al punto medio, donde deseaba casi con desespero que llegara.

—¿Quién... es el malvado ahora? —indagué entre suspiros.

—Solo me divierto... —susurró, dando finalmente una gran lamida a toda la extensión de mi vagina.

Una tras otra, lenta y tortuosamente delicadas caricias de su lengua en mi entrada, deteniéndose en mi punto de declive. Separó mis pliegues para centrarse en él, succionándolo y jalándolo entre sus labios. Mis gemidos eran cada vez más incontrolables, pero no le daba importancia a quien pudiese escuchar. Mis manos se dirigieron a su cabeza, agarrando su cabello presionándolo más sobre mi intimidad.

—¡Kenn! —susurraba entre gemidos.

Lamió y besó todo a su alrededor, para después ir subiendo hasta llegar a mi boca, donde lo recibí con un beso cargado de pasión y deseo. Sentí mis propios jugos en su boca, mordí con cierta fuerza su labio mientras se acomodaba entre mis piernas. Entendiendo el mensaje, las flexioné a cada lado de su cadera hasta abrazarlo con ellas. Su miembro duro y erecto, se paseaba por mi entraba buscando la forma de entrar.

Con suavidad y ternura, fue internándose hasta lo más profundo que su miembro le permitía llegar. Despacio, empezó un vaivén de arremetidas sin dejar de besar mis labios, amortiguando cada gemido.

—Se siente tan bien estar dentro de ti —susurró sobre mis labios.

Se irguió tomando mis piernas a cada lado, abriéndolas hasta donde podía soportar. Entraba y salía de mí con suavidad, acariciando mi abdomen y piernas con cariño. Y poco a poco, fue aumentando la intensidad. Sus estocadas se volvieron fuertes, rudas, su estilo salvaje que tanto me enloquecía. Una lágrima de placer escapó recorriendo mi rostro, mientras de mi boca salían fuertes gemidos que no lograba retener. Tapé mi boca con mis manos para mitigar el sonido, siendo retiradas inmediatamente por él. Las sostenía a cada lado de mi cabeza, medio erguido sobre mí sin bajar la intensidad de sus arremetidas.

—No te reprimas... —decía entrecortadamente— me encantan tus gemidos, déjame oírte.

—¡Sí! —exclamé entre gemidos.

Sus estocadas continuaron, su torso brillante por el sudor era acariciado por mis manos, cuyas uñas se clavaban en su piel por la intensidad de las sensaciones. Su boca busco la mía, besándome con desesperación. Me alzó sobre su cuerpo, quedando sentado en la cama y yo sobre él. Esta vez era yo quien tenía el control, moviéndome en círculos con deliciosa lentitud mientras escuchaba sus suaves jadeos.

Me acomodé para tener más libertad de movimiento, abrazada a su cuello y sus brazos alrededor de mi cintura. Poco a poco mis movimientos se convirtieron en saltos, sus besos en mordidas sobre mi cuello, y sus suspiros en gemidos.

Una vez más me recostó en la cama, esta vez girándome para quedar a cuatro patas. Una palmada suave en mi glúteo me sorprendió, para luego besar y lamer el mismo lugar. Doloroso y placentero a la vez. Con una fuerte estocada, me embistió dejándome sin respiración. El placer era grande, sus movimientos rápidos y certeros, llegando aún más adentro en esta nueva posición.

Una fuerte sensación se fue acumulando en mi bajo vientre, indicándome que el orgasmo estaba a punto de llegar.

—¡Kenn...! —murmuré entre gemidos— Sí... me... vengo.

—Somos dos... —contestó con dificultad.

Sus movimientos se hicieron aún más intensos y más profundos, hasta que ninguno de los dos aguantó más. Me vine con un gran gemido ahogado por las sábanas y espasmos musculares, sintiendo como casi en seguida él se corría dentro de mí. Una cálida sensación me llenó, mis piernas se sentían pesadas y temblorosas. Kenneth salió de mí dejándose caer a mi lado, sudoroso y agitado.

—Ven aquí, cosita rica —murmuró atrayéndome hacia su cuerpo—, quiero mi arruchis.

Deje salir una suave risa, solo él era capaz de ser tan tierno después de una sesión de sexo intenso. Esa y muchas cosas más, eran las que me hacían amarlo de esta manera.

Dejamos que nuestros cuerpos reposaran un poco entre besos, caricias y risas, para después ducharnos y continuar la película que dejamos a medias.

—¿Salimos un rato? —sugerí— Tengo hambre.

—Tus deseos son ordenes —aceptó con una tierna sonrisa en su rostro— ¿A dónde quiere ir mi cosita sabrosa?

—Quiero comida china —contesté con un puchero, acurrucándome en sus brazos.

—Comida china será —dijo y me besó, tierna y dulcemente.

Dejamos todo ordenado antes de salir, el vivir sola me había convertido en algo obsesiva por el orden. Fuimos al centro comercial más cercano, conversamos de nuestros planes más próximos; su trabajo y el regreso a mis clases en la universidad, el poco tiempo que nos quedaba para pasarla juntos en completa calma y paz.

—¿Pudiste matricular sin problemas? —preguntó mientras nos sentábamos en la mesa más alejada de la entrada.

—Ojalá sea posible algún día —comenté con desgana—, ni siquiera Ana pudo, con todo y su idea de madrugar para entrar a los servidores de «primera».

—Pobrecita, por lo menos tenía esperanzas —se burló—, no como otras.

—Soy realista y consiente de la mala calidad de la página de la universidad, que es diferente —aclaré con firmeza—. Pero si, algo así. De todos modos, todo su esfuerzo fue en valde, esta mañana salió el nuevo calendario académico y nuestra facultad quedó de ultima en matriculas. Por allá dentro de una semana.

—La universidad no los quiere, en definitiva —se lamentó con sarcasmo.

—Me caes mal, ¿Sabes? —dije de la misma forma.

—Te acabo de caer y muy bien, ¿Sabes? —susurró con mirada pícara.

—Y además eres un odioso —le reñí entre risas.

Seguimos charlando y riendo hasta que nuestras ordenes llegaron, el solo olor de la comida me hacía agua la boca. Pasta y pollo agridulce para mí, y arroz con pollo teriyaki para él, además de dos órdenes de rollos primavera, mis favoritos. Comimos sin dejar de charlar y reírnos, de los mejores momentos que paso a su lado.

Hasta aquí todo bien, todo lindo y maravilloso. Pero, no siempre ha sido así. Kenneth es un hombre algo posesivo, muy celoso y sobreprotector. Muchas de nuestras discusiones se han dado por celos irracionales de su parte, con sospechas infundadas en personas con las cuales jamás he pasado de un saludo cordial. Ana siempre me ha dicho que no es una relación sana, y que podría llegar a ser tóxica. Pero, aunque sé que tiene algo de razón, momentos como estos me hacen ver que, dentro de toda esa oscuridad de celos, hay un chico tierno y cariñoso. ¿Por qué opacar todo lo maravilloso con eso?

Una llamada interrumpe nuestra conversación, el nombre de mi hermana, Annabelle, brillaba en la pantalla de mi celular.

—Es Ann, déjame ver que quiere, no tardo —le dije, levantándome de la mesa rumbo al baño para hablar con más calma.

—Acá te espero —contestó.

Un tono antes de caerse la llamada contesto.

—¿Qué...

—Necesito ayuda urgente con esto... —dijo casi a gritos.

—Hola hermanita, como estas, tiempo sin saber de ti —dije llena de sarcasmo imitando su voz—, yo estoy muy bien, gracias por preocuparte.

—Lo siento, pero esto me tiene al borde de la locura —se lamentó—, sino me ayudas me muero de un infarto, y si no pasa me mato.

—Deja de exagerar y dime que sucede —exigí.

Un taller de química, ese era todo el alboroto de Annabelle.

—Mira niña —le reñí—, si vuelves a llamarme con ese tono de alarma solo para decirme pendejadas así, olvida que te ayudaré. ¿Entendido?

Un par de segundos de silencio del otro lado de la línea me hizo dudar, no creía haberme pasado con mis palabras como para herirla.

—Pero... ¿sí me ayudarás? —preguntó como si nada.

—Pequeña... sí, está bien —acepté a regañadientes—, más luego paso por allá.

—Gracias —exclamó emocionada— ¿Me traes algo?

—Hasta luego —colgué.

Con un suspiro regresé sobre mis pasos, Kenneth estaba en su puesto de espaldas a mí hablando por teléfono. Decidí esperar un poco, darle su espacio tal cual me dio el mío. Estaba por regresarme al baño cuando escuché algo extraño, reía con ese tono grueso y bajo, de la misma forma en que suele hacerlo cuando está tratando de seducirme. No estoy paranoica, lo conozco demasiado bien como para saber identificar ese tipo de cosas; miradas, sonrisas y hasta el tono de voz.

—No es mucho tiempo, solo un par de horas —decía en voz medio baja—, se paciente.

Hizo una pausa, escuchando a quien sea este del otro lado. Me debatía entre seguir escuchando o irme, pero mi curiosidad fue más grande.

—Claro que no, sabes que no es así —exclamó con seducción, y eso empezaba a asustarme—, de verdad te quiero, me encanta verte y besarte, pero estoy trabajando...

Y con eso, mi mundo empezó a desmoronarse.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top