Capítulo 4: Manteniendo la esperanza.

Llovía.

Recuerdo que llovía, y mi alma sufría.

No sabía si al ver ese rostro tan hermoso, ese rostro del que me enamoré perdidamente, iba a volver a confundirme y a hacerme daño.

Más de lo que ya hizo.

Luego de la llamada, manejé a mi departamento y me encerré para tomar mis botellas que tenía como sustento. Por si algo como esto pasaba. No sabía que fuese tan tarde, yo siempre creí que al mes del accidente, ella despertaría, pero no; pasaron los meses y los días. Junto con ellos, mi corazón dolía y aprendí a ocultar ese dolor que tanto tenía.

Aprendí a convivir con el dolor. Y fue soportable. Hasta ahora.

Quedé sentado con mis piernas apoyadas en mi pecho. Una botella de Vodka me acompañaba a mi lado. No sabía que estaba haciendo.

Ella me transmitía un dolor tan inmenso. Ese dolor como si fuese una espinilla en tu dedo, y no te lo puedes sacar. Y se va metiendo más y más en tu piel. Y no puedes más que hacer, que culpar al causante del dolor.

Amanda era la causante de mi dolor.

Tragué saliva sintiendo el gusto tan amargo en mi boca. Escuché el cerrojo y como se abría y cerraba la puerta de entrada. Aún así, me quedé en mi lugar. Sin saber que hacer.

Teo apenas se enteró que su única hermana y compañera de la vida, había despertado, fue con ella. Y como me hubiese gustado haber tenido la valentía de haber ido a verla. A ver esos ojos tan hermosos que me tienen cautivos, aún sin haberlos visto por meses.

Pero así era Amanda. Te tenía tan cautivo, sin ella quererlo. Sin ella saber que estas tan cautivo por su sonrisa y su carisma.

Escuché el sonido de los tacones de Kate. Y sin querer, la comparé con Mandy. Y supe que eran tan distintas como el agua y el aceite. Como una aguja y un alfiler.

Como un corazón roto y el otro perdido.

Ignoré a Kate. No era la persona que quería que estuviese conmigo en estos momentos.

Y ahí supe, que a pesar de todos los intentos de olvidar a la persona que tanto amé, siempre aparecía para hacerme cambiar de idea.

Escuché la exclamación que hizo Kate al verme tirado en el suelo con una botella de alcohol a mi lado.

-Nick.-murmuró dejando su bolso color rosa claro, en la silla de la habitación. Caminó unos cuantos pasos y se agachó a mi altura.- ¿Qué ha sucedido?- preguntó.

No contesté. No tenía la fuerza necesaria para abrir mi boca y decirle a la persona que tenía frente a mi, que Mandy había despertado.

No a Kate.

-Nick - volvió a decir. Colocó una mano en mi hombro y me dió una leve sacudida. Sin embargo, seguí sin abrir mis labios.- Nick, me estas asustado. Dime que ha pasado. ¿Tengo que llamar a Teo? Él siempre sabe que hacer.-murmuraba por lo bajo. De todas maneras la escuchaba, pero tenía miedo de como iban a evolucionar las cosas.

Eres un cobarde. Asume lo que has echo y dile a la pobre chica, la verdad de todo.

Separé mis labios para decirle que había sucedido. Pero ninguna palabra salió.

-Yo...Ella...-tartamudee. Tomé aire y luego tiré la bomba. -Kate - dije mirando a sus ojos. Vi como de aliviaba y sus ojos se tranquilizaban al oírme hablar.

-Gracias al cielo...-susurró.

-Kate.-apreté su mano suavemente.-Mandy ha despertado.-vi como sus ojos caían rendidos. Y sentí una opresión en mi pecho.

Ya le había dicho todo lo que tenía que decirle. Ahora tenía que esperar su reacción.

***

Mandy

Esa sensación de tener ese nudo en la garganta y de no poder detener las lagrimas que caen por si solas.

Abrí mis ojos con dolor inmenso en cada párpado. Me dolía todo, mi cuerpo estaba tenso, mis manos me ardían y era imposible moverlas.

Gemi de dolor al mover accidentalmente mi cuello. Parpadee rápidamente para acostumbrarme a la luz. Por un momento, pensé que estaba en el cielo, pero no tenía ni la menor idea de como era estar allá arriba. Pero el coro de ángeles, que siempre pensé que te recibiría en el más allá, no estaba ni estaría, porque no estaba en el cielo. Sorprendentemente estaba en el hospital.

Recuerdo que a la media hora de despertar, una enfermera regordeta, con algunas canas, me sonrió al verme con los ojos abiertos.

-Bienvenida, Mandy.-dijo observando el monitor. Sentí un cosquilleo al escuchar mi nombre.- ¿Cómo te sientes?-murmuró anotando algo en una libreta.

Traté de tragar saliva, pero me dolía hasta la muerte.

-Bien.-Mentí. En realidad me dolía todo, y sabía que eso era lo de menos. Y esa era la mentira más creíble, y ahí es donde te das cuenta cuanto te conocen, porque si la enfermera me conociera, hubiese sabido que estaba mintiendo.

Ella sonrió y cerró la libreta. La colocó bajo su brazo derecho.

-Me alegra, enseguida vendrá su doctor encargado.-al terminar de decir eso, se retiró de la habitación.

Eso había sido hace dos horas. Ahora estaba sentada observando a un chico que había entrado como un lunático para abrazarme y empezar a llorar como una magdalena.

Recuerdo que lo abracé, aún adolorida, no sabía porque lloraba. Él se separó de mi y acarició mi mejilla. Sonrío negando incrédulo con su cabeza.

-Aún no creo que estés aquí, Mandy.-murmuró. Sonreí incómoda separándome de él.

-Lo siento.-Dije incómoda a causa de su mirada cristalizada.-...Pero ¿Quién eres?-Su mirada se tensó y me observó confundido.

Hizo una mueca con sus labios, negaba rápidamente con su cabeza.

No estaba entendiendo nada de lo que pasaba. Pero...¿Quién era él y porque me abrazaba de una manera que significaba que no me había visto hace mucho tiempo?

-Mandy.-dijo tocando su pecho con sus manos.-Soy yo, Teo. Tu hermano favorito.-blanqueo sus ojos y río entre lágrimas.-Bueno, soy tu único hermano y eso me hace ser tu favorito. Pero ese no es el caso, Mandy. ¡Soy Teo!

Negué con mi cabeza lamentando no reconocer a ese chico.

-Lo lamento...-susurré.

El doctor entró a la habitación con una sonrisa, pero desapareció rápidamente al ver el rostro del chico que tenía enfrente.

-Oh, veo que tienes visitas, Amanda. -El chico que se supone que es mi hermano, giró su cuerpo para observar al doctor.  Se levantó de la cama y observé como tragaba saliva nervioso. -Señor...

-Mateo. Su hermano.-contestó haciendo una mueca con sus labios.

-Bien. -el doctor encargado apretó sus labios y le indicó que saliera de la habitación para poder conversar en privado.

Y ahí supe que no todo estaba bien.

Apreté mis labios girando mi cabeza para observar la lluvia. Las gotas caían de a una y quise pasar mis manos por ellas, aunque yo estuviese adentro y no podría tocarlas.

Estaba desconcertada. Y no sabía que hacer.

Una lágrima rodó por mi mejilla. No recordaba nada. No recordaba que había pasado y porque estaba aquí.

No recordaba quien era.

Un sollozo se escapó de mi labios. No era lindo no saber quiénes son las personas que te ven con un poco de alivio en sus ojos.

No era para nada lindo....

***

Si quieren que le dedique un capítulo, puedes comentarlo en los comentarios.

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