4. Guerra por el wi-fi
Sí dijera que no disfruté cada maldito segundo de ver a mí hermana llorar mientras mamá le daba la golpiza de su vida, estaría mintiendo, amo a Ellie y todo, no la cambiaría por nada, pero...¿Cómo se atrevió a usar un acto tan atroz en mí vida de esa forma? Además a mamá casi le da un paro cardíaco al enterarse de que me había ido sola, en la noche, con en millón de borrachos y pervertidos al acecho, fue una fortuna que ambas casas no estuvieran muy lejos. Claro está, que no me salve de ser castigada, ya que yo no tenía permiso de salir, pero...¿Quién le hace caso a los adultos en este siglo? Yo por lo menos no, aunque ella no me pudo culpar de a mucho, ya que sabe lo mucho que odió estar sola, más porque me recuerda ese día.
El día en que todo cambio.
El día en que me rompí.
No
El día en que me rompieron, el día en que casi me arrancan la inocencia, el día en que me obligaron a crecer.
Sacudí la cabeza, apartando esos pensamientos de mí, no quería deprimirme con algo así, menos ahora, ya que prácticamente tenía que hacer todo lo posible por no reír.
— ¡Pero mamá...!
— Pero nada, les recuerdo que YO les pague un mes de renta, puede que no sea mucho, pero eso me da el derecho de hacer esto, van a cuidar de Raquel y si me entero que volviste a llamarla de forma inapropiada...— mamá hace una pausa, antes de tomar a Ellie del cabello — ¡Te haré llorar, pedazo de burra!
Ellie asiente asustada y mamá la suelta del cabello, Mer y Mariana miran todo a la distancia, en sus respectivas habitaciones, como si temiera que después de Ellie fueran ellas las siguientes en ser golpeadas.
— Ahora bien, cariño.
Mamá se gira hacia mí, sonriendo de una forma bastante falsa, a veces me sorprende como mamá finge las emociones, sé que lo hace para protegernos, sé que en este momento ella desearía correr y esconderse bajo la cama, no tener que trabajar tanto y mucho menos bailar en un tubo cada noche, pero la economía actual es una pesadilla, ¿Alguien puede sacarme del país? Me interesaría irme.
— No quiero que te portes mal, seas sarcástica, mal hablada, exigente con la comida, desagradecida, desagradable, tampoco puedes manipular a las chicas para que hagan lo que tú quieras, tampoco vas a usar sus cosas sin permiso, no quiero que mientas, no quiero que pelees, tampoco que golpeé a alguien, mucho menos que las ataques, no quiero que te acuestes tarde y sobretodo no quiero que busques mis películas, ¿Entendido?
Me cruzó de brazos pero aún así sonrió y no de forma sarcástica, solo me parece tierno que mamá crea que tiene alguna clase de control sobre mí, aún piensa que puede ordenar algo y yo lo cumpliré, ¡Oh! ¡Cosita mi vida! Es tan ingenua que hasta a mí me da pena.
— Sí.
Ella me mirá enternecida, con sus ojos azules llenos de delineador, pestañina y purpurina.
— Oh...— ella extiende sus brazos invitándome a ellos — ven aquí, cariño — por primera vez en décadas (y eso que tengo 14 recien cumplidos) obedezco y la abrazo —, por favor, no causes problemas — ella se separa sin dejarme de ver — o sino tendré que empezar a considerar seriamente hacerte la lobotomía haber si así te calmas un poco. ¿Entendido?
La miré extrañada.
— Sabes que te pueden enviar a la cárcel por eso, ¿Verdad?
— Correré el riesgo.
Mamá toma su bolso y procede a caminar a la puerta.
— Bien, ¡Adiós, niñas! ¡Cuídense y nada de hacer cosas indebidas!
— ¿Con quién cree que está hablando, señora? Nosotras somos tremendo pan de Dios.
Mamá entre cierra los ojos.
— Sí ajá, porque las conozco niñas les advierto. Bueno, ¡Adiós!
Mamá sale del apartamento, dejándonos a las cuatro solas.
— ¿Y ahora qué? — pregunta Mariana, sentada en el sofá.
— Sigamos con nuestros planes — Mer se gira hacía mí —. Escucha, Raquel, Mariana se irá de intercambio durante un par de semanas, así que decidimos alquilar su habitación mientras eso sucede.
— También decidimos alquilar la cuarta habitación, por eso estaremos trasladando las cosas de Mariana y de la cuarta habitación a la casa de los padres de Mariana, así tendremos más espacio y no sólo eso: un ingreso monetario que nos servirá muchísimo.
— Empezaremos a trasladar las cosas de la cuarta habitación, así que estaremos afuera un par de horas, tranquila, no será mucho.
— Mientras tomamos las cajas y las llevamos al auto puedes decidir qué hacer.
— Ver una película, pedir una pizza o cualquier cosa que implique que te quedes aquí.
Asentí y casi a la vez las tres corrieron a la "antigua bodega" a empezar a empacarlo todo, para trasladarlo. Me dejé caer en la cama de Ellie, pensando en mamá: a diferencia de la mayoría de mamás ella era más relajada, tranquila y hasta cierto punto podía hablar lo que fuera con ella. Mamá es una stripper y no me importa, mucho menos me incomoda, mamá hace lo que tiene que hacer con tal de pagar la matrícula y el alquiler de Ellie, mamá hace lo necesario para que yo tenga todas las cosas lindas que tengo, mamá hace lo necesario para darme todo lo que quiero; aunque Ellie y yo no tengamos en mismo papá, mamá jamás hizo diferencia entre nosotras, si yo tenía algo, Ellie también tendría lo mismo, mamá ha hecho cualquier cosa por vernos feliz y aunque a veces se equivoque o simplemente no sepa qué hacer, sigue siendo una buena madre, aunque deja mucho que desear, es una madre soltera que hace lo que puede con lo que tiene, a veces incluso llega a exigirse demás.
Mamá tenía dos nombres, Carla, que fue el nombre que recibió al nacer y Jill, que era el nombre que le dieron en su trabajo, a pesar de tener 42 años mamá luce como de 30 o 27, es bonita, rubia y con un cuerpo que haría envidiar a cualquiera, a pesar de haber dado a luz dos veces se veía bastante bien, conservada. Quizás por eso era una de las más cotizadas.
— ¡Raquel! — Ellie está en la puerta, junto con sus dos mejores amigas o secuaces, como las llamo yo —. Ya volvemos, no le habrás la puerta a nadie sin nuestro permiso.
— Vale.
Me quedó un par de minutos mirando a la ventana, esperando, sólo esperando, ¿Qué estoy esperando? Ni yo lo sé, a veces eso es bueno, simplemente apagar el cerebro, apagar los espirales de pensamientos que siempre vuelven en bucle al mismo horrible pensamiento, a veces me da la paranoia de que en realidad nunca salí de allí, que me perdí y morí de hambre o quizás que todo lo que estoy viviendo es un delirio debido a la agonía de no comer por mucho tiempo y eso me consume. Genial, he vuelto a pensar, al menos no he pensado en...No, acabo de pensar en ello, ¿Qué tal mis paradojas? Quiero dejar de pensar para no pensar en ello, pero acabo pensando en las diversas soluciones que pudieron haber dicho día, más aún pensando en el resultado que pudo haber tenido, como consecuencia pienso de forma inconsciente en ello y finalmente pienso por completo en eso. ¿Entendieron? ¿No? Pues yo tampoco y no pienso repetirlo.
Me levanto y camino hacía la habitación de Mer, dejándome caer en su cama, la cual queda justo al lado de la ventana, abro las cortinas y observó el cielo, tan azul, tan blanco y tan contaminado, de pequeña antes de irme a dormir me imaginaba que volaba por la ciudad, surcando los cielos y los edificios, luego un día me imaginé que un avión me atropellaba y nunca lo volví hacer, ahora que lo pienso es un motivo muy tonto, pero tenía 6 años, nadie puede juzgarme, a esa edad todos somos retrasados. Sin embargo, al mirar hacia el patio de los vecinos, veo a Gerald sentado en el césped, pero él no está sólo, dos jóvenes de su edad están acompañándolo: uno en una silla de jardín y el otro de pie; Gerald señala repetidamente la pantalla de lo que parecía ser un ordenador. Wow, ¿Un ordenador? Deben tener mucho dinero como para tener algo así, parece ser uno carísimo, los había visto en la televisión, pero nada era comparado a verlos en persona, el ordenador que tenía era bueno, pero un vejestorio que el mismo Tutankamon había usado para buscar una buena ubicación para sus pirámides, aunque no estoy segura de si él construyó alguna, lo único que recuerdo de esa clase era que el maestro escupía como una cascada. Después de unos minutos, Gerald se levanta y se va junto el otro chico, dejando solo al que estaba sentado en la silla.
Lo observó unos instantes, parece estar bastante ocupado, como si dedujera algo. Finalmente el sonido de la puerta captó mí atención, me aparto, sin dejar de sentir algo extraño y camino hasta la puerta, la abro y...
— ¡Ah! — me sujeté el pecho espantada, sintiendo mí ritmo cardíaco volverse demente en mi pecho — ¡Mujer! ¿Qué diablos crees que haces?
Frente a mí había una figura femenina, completamente vestida de negro, con un vestido largo hasta los tobillos y mangas más abajo del codo, dejando poca piel al descubierto, incluso llevaba un velo negro espantoso sobre la cabeza. Respiré profundo, tratando de calmarme y no sonar tan grosera frente a la encarnación de la muerte.
— ¿Sí? ¿Puedo ayudarle?
Ella permanece con sus manos juntas, como si rezará.
— Mí nombre es Iduna — su voz es como la de una mujer joven, suave y azucarada — y le traje este pequeño regalo para agradecerle por darnos la clave para el entretenimiento de nuestro amo.
Ella extiende una canasta, al principio dudó en tomarla pero finalmente lo hago y al ver su contenido quedó perpleja: tres delicias culinarias que ni el Gato Dumas hubiera hecho están frente a mí y huele divino. La miró extrañada.
— ¿Por qué me das esto? ¿Quién eres?
Ella ni se inmuta.
— Como ya mencioné, mí nombre es Iduna y le traje esto en nombre del amo, como una muestra de agradecimiento.
Fruncí el ceño.
— ¿El "amo"?
— El joven Gerald.
— ¿Por qué lo llaman "amo?
— Porque lo es.
Ella ni siquiera titubeó al responder.
— No comprendo pero bueno...espera, ¿Por qué dijiste que envía esto?
— Lo hace como una muestra de agradecimiento por la clave, tardarán un poco en darnos uno propio, así que fue muy generoso de su parte compartir esa fuente de información, gracias.
Y ni me di cuenta en que momento empecé a sonreír para no llorar.
— ¿Clave de qué?
— Del WiFi, claro, fuiste muy cordial en hacerlo.
Mí sangre se congelo, ¿De qué habla está virgen María de la muerte?
— ¿Cómo dices que la obtuvieron?
— El amo dijo que usted se la había dado.
— En mí vida he cruzado palabra con tú "amo"
Y lo recordaría, no solo porque sus ojos me hacían temblar o sus labios me hacían querer morderle la cara, sino por su inexperiencia y su aparente inocencia. Aunque no podía ver el rostro de la mujer, supuse que tenía una mueca de confusión.
— Lo lamento, pero no se me permite estar tanto tiempo fuera del hogar, si me disculpa, mí señor me necesita — ella se giró para irse —. Cándido día.
Fue lo último que dijo antes de desaparecido por el pasillo.
Cierro la puerta y me recuesto brevemente sobre ella, ¿Qué acaba de suceder? Primero se me aparece la parca en persona, segundo veo al trío maravilla de al lado (¿o es al revés?), tercero resulta que tienen muchísimo dinero y cuarto aparentemente es hacker. Me recuesto sobre la puerta, pensando, hasta que escuchó algo.
Un gritó.
Caminó hacía la ventana y me sorprendo al ver a Gerald: a través de la ventana de su casa puedo ver claramente a ese muchacho, lleno de un líquido carmesí, parece hablar por teléfono y luce frenético, de su cabello descienden las gotas rojas, luego veo a dos hombres que se agachan y toman algo del suelo, finalmente una mujer cierra las cortinas, dejando todo a oscuras.
Me quedó pensando un minuto, antes de tomar mí teléfono, no sabía cómo se iba a producir el reclamo pero algo me decía que no todo iba a terminar bien, además de que la escena que acababa de presenciar no presagiaba nada bueno, así que debía tener un plan de respaldo, solo por si acaso.
— ¿Hola? Atlas hijo de las nalgas, venite pa' acá.
Lo escuché bufar desde el otro lado de la línea.
— Ya deja de ponerle a las personas nombres que no son, sólo dime Ander y ya.
— Okay, solo Ander y ya, vente para acá, ¿Sabes sobre páginas de necrofilia?
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