15.El bosque de los huesos
¿Estás llorando?
Awww...¡La zorrel se enamoró!
¡Déjenme!
Recuerda que no eres más que una cara bonita, Raquel.
Aún podía sentir las yemas de sus dedos clavados en mis mejillas.
Y eso querida mía...
El objeto filoso brillo con la luz de luna.
Puede cambiar en cualquier momento.
La fría humedad en donde me encuentro empieza a calarme los huesos, se filtra como una helada bruma, que entra en mis poros y congela hasta mis huesos, mis articulaciones crujen un poco, cuando mí cuerpo se hace un ovillo, en busca de preservar el poco calor que me queda, intento de acumular algo...algo que me pueda ayudar, no sé dónde estoy, pero sí como llegue.
Lo recuerdo bien.
Esa noche no había estrellas...
Ni luna.
Las pequeñas reinas bonitas de la escuela caminaban alegres por los pasillos, esculpiendo su aliento de vapor de canela, las había visto fumando esos cigarrillos electrónicos de distintos sabores en el baño en la mañana, asumí que por eso cambiaron sus miradas al verme, quizás estaban enojadas o asustadas de que revelará su secreto, pero estaba equivocada...¡Oh, vaya que lo estaba!
Ese día también, Larence, el chico más apuesto de la escuela me invitó a salir, ¡Estaba tan emocionada! ¡Iba a tener mí primera cita!
O eso creía...
Lo primero que hicimos fue ver una película de terror, de esas malas de cine independiente, las que usan demasiada sangre falsa y cuyo maquillaje es tan malo que hasta un pedazo de carne colocado en el rostro era más realista que ese maquillaje, nos reímos más que asustarnos. Luego fuimos por un helado, no fue hasta que el heladero hablo que note algo extraño.
— ¿Y qué helado va a querer su hermana pequeña?
— ¡Oh, ella no es mí hermana! — se rió Larence entre dientes.
Me quedé mirando esperando el helado, pensando, Larence ya tenía 17, estaba por cumplir 18, ¿Existía posibilidad de que le gustará una niña de 13 como yo? Pensé lo clásico de "Para el amor" no hay edad, pero allí cometí mí segunda error: no era amor; mí primer error fue haber aceptado salir con él.
Después del helado fuimos a caminar al bosque, al oscuro bosque en el centro de la ciudad, ese mismo famoso por tener un lago cuyas especies de peces son completamente desconocidas o no pertenecen a esta zona del país, además de que el bosque estaba poblado de una densa cantidad de arañas, algunas incluso venidas desde Australia, pero todo parecía estar bien, caminamos un poco más, pero de repente él se puso detrás de mí cubriendo mis ojos.
— ¿Eh? ¿¡Larence!? — pregunte al borde del pánico.
— Descuida, bonita, sólo quiero darte una sorpresa — él libero mis ojos, pero aún no podía ver nada, palpee algo similar a una venda en mis ojos —. Yo te voy a guiar, no debes temer.
Larence me tomó en sus brazos y me subió a lo que parecía ser una motocicleta, caí hacía el frente, a lo que supuse que era su espalda y me aferré a ella, el motor de la motocicleta sonó, dando a entender que empezaba a arrancar el viaje. Duramos un par de minutos en la moto, con el viento golpeando mí rostro, estaba algo incomoda y lo demostraba aferrandome a su espalda como si mí vida dependiera de ello, para mí lo hacía, ya que si me soltaba el suelo no tendría compasión, sin contar la infinidad de arañas e insectos sedientos de mí, además de que el suelo estaba convierto por rocas filosas y espinas, así que me aferraba a él con fuerza, como si mí intención fuera joderle la columna vertebral.
Ojalá se la hubiera partido.
Finalmente se detuvo, me quito las vendas y me guío por una zona del bosque que no conocía.
— Ten cuidado, las arañas están al acecho.
Esa fue la bati señal que necesitaba para escapar, pero quise quedarme, fui tan tonta como para desear quedarme, después de todo pensaba que le gustaba, que me quería, que me daría mí primer algo...pero no me dio nada más que un trauma asegurado.
— ¿¡Pero qué...!?
Grité al ver esa sombra peluda frente a mí.
Una araña del tamaño de mi mano se paró extrañamente ante nosotros con dos pares de gruesas y peludas piernas lanzadas al aire; podría haber parecido una tontería si no fuera por las mandíbulas vívidas y violentamente rojas que se exhiben pulsando furiosamente en nuestra dirección. Peor aún, la araña continuó moviéndose, balanceándose suavemente con sus quelíceros rosados latiendo casi obscenamente, acercándose infinitesimalmente con sus movimientos de lado a lado.
Me coloqué detrás de él y sin avisar salimos corriendo, con la extraña sensación de estar siendo vigilados por cientos de diminutos ojos. Corrimos hasta llegar al lago.
Estaba más oscuro de lo que esperaba debajo de los árboles. Había algunos puntos de muerte visible en los árboles, asfixiados y privados de luz solar bajo gruesas capas de telaraña envueltos alrededor de ellos, pero la mayor parte del bosque parecía saludable, apoyando simbióticamente a las poblaciones de arañas. Larence y yo encendimos los faros con bastante rapidez cuando la escasa luz de la luna no iluminaba lo suficiente nuestro camino, seguía sin saber que hacíamos allí.
— ¿Larence? Vámonos de aquí, ya...ya no quiero la sorpresa.
Pude escuchar su carcajeo en un eco profundo por el bosque.
— Vamos, Raquel, No tendrás miedo, ¿O sí?
Él me miró desafiante, demasiado, como si me retará.
— Eh... sí, ¿Viste el tamaño de esa cosa?
Él se burló.
— Es solo una araña.
— ¡Una araña que podría envenenarme!
— Relájate, Raquel, bien, tú ganas, te daré tú sorpresa, pero debes cerrar los ojos, ¿De acuerdo?
Asentí y cerré los ojos, pude sentirlo colocar sus manos en mis caderas y acercarse a mí, abrí mis ojos y vi como sus labios se acercaban a mí rostro, ¿Sería este el momento? ¿Sería este mí primer beso? Y...¡Boom!
Dos baldes de agua helada cayeron sobre mí, Larence me empujó haciéndome caer contra el charco de lodo que los mismos baldes habían provocado.
— Jajaja, ¿Enserio zorrel creyó que Larence la quería?
— Y vino maquillada a verlo.
— Pequeña perra ingenua.
— ¿Estás llorando?
— Awww...¡La zorrel se enamoró!
Todos ellos se burlaban con suma crueldad de mí, a la vez que tomaban fotos sin parar, temblé, no sólo por el frío sino por el dolor de las cortadas que me provocaron al caer, ellos sonreían, como si se vengaran de algo malo que hice, ese era el problema...¿Qué hice? ¿Qué fue lo que hice? Ni siquiera íbamos a las mismas clases, entonces...¿Qué fue lo que les hice?
Sin siquiera dejarme reaccionar se subieron a sus respectivos vehículos, no sin antes Larence tumbarme nuevamente al suelo con la motocicleta, al pasar bruscamente junto a mí, una de las ruedas se atascó en mí cadera haciéndola ceder, doblarse, el <<crack>> de mis huesos los hizo detener sus risas mientras yo caía disparada al suelo, con el charco rojo empezó a brotar, cubriendo mis ojos, todo volviéndose rojo, fue el dolor más ardiente y repentino de toda mí vida.
Creí que se asustarían y me llevarían a casa, pero no fue así.
Malditos cobardes.
— ¡Maldita sea, Larence!
— ¡La mataste!
— ¡Eso no era parte del plan!
— Ustedes la mataron...yo...yo soy inocente.
Todos corrieron como el clan de cobardes que eran, me dejaron sola, en una zona de bosque que no conocía.
El frío de la noche se centró en mis huesos, congelandose, haciendo imposible respirar, mí saliva se cristaliza en mí garganta, cortandolá desde adentro, mis pulmones están llenos de escarcha, de hielo, duele inclusivemente pensar.
En el día el calor era agobiante.
Es cada vez peor. Respiro con dificultad y me siento cada vez más letárgico. Esta habitación se siente como una sauna. Casi puedo ver las olas de calor rebotando por los arboles, volviéndose cada vez más intensas hasta que estoy literalmente cocinada vivo.
Tengo mucha sed.
Intenté beber del lago, pero de sólo ver la cantidad de peces y suciedad me di cuenta que sería imposible, no sin correr el riesgo de intoxicarme.
Intenté refugiarme en una cueva que encontré, tuve que arrastrarme o cojear hasta ella, pero los insectos literalmente se estaban dando un festín con mí sangre seca, tan jodidamente doloroso, podía sentirlos arrastrarse por mis heridas, dentro de mí piel, desgarrando mí carne, sus patitas eran como agujas, perforandolo todo.
Me siento tan débil.
Ni siquiera puedo mantenerme de pie, ni siquiera puedo escuchar, nada más que un eterno pitido en mí cabeza, puedo ver sombras moviéndose, tan lentamente que hasta cierto punto es invisible, pero lo veo, las sombras moviéndose, las arañas moviéndose dentro de la cueva, con sus tenazas contra mí, clavando su veneno en mí cuerpo. Además, siento una herida distinta en mí pecho, pero es diferente al dolor de la cadera, está arde y pulsa como si mí vida se escapará de ella, no quiero abrir los ojos, tampoco quiero moverme de mí posición, ¿Por qué? Simple, estoy en medio de un bosque, en una zona que no conozco, sola, herida y posiblemente sin salvación. No le dije a mí madre a dónde iba, sabía que no me dejaría salir sí sabía que clase de persona era, más si era mayor.
Deje de respirar.
No emití ni un sonido, ni un movimiento, el sonido de un ronquido mezclado al de un motor me hizo levantar débilmente la cabeza, a mí alrededor todo es oscuro, no se aprecia más que una negrura y una eterna oscuridad de la cual poco a poco estoy siendo consumida, comienzo a palpar el terreno con mis manos, rápidamente intento ponerme de pie, pero pronto cedo y me aferró a la pared, colocando mí cuerpo contra la roca de la pared, cojeó... sujetandome de la pared.
Sólo me moveré lo más rápido posible para poder encontrar a alguien que me ayudará, que me llevará a casa.
Finalmente la luz cegadora cubre mis ojos, dejándome caer por la repentina luz sobre mí, dejándome sin la poca visión que había adquirido. Salí de la cueva, temblando y a punto de morir deshidratada, con cientos de picaduras de arañas y otros insectos, con sangre seca cubriendo algunas partes de mí cuerpo, camino temblando, a veces debo sujetarme de los árboles para poder seguir adelante, entonces lo veo: unas camionetas de guardabosques pasaban en fila por una carretera de tierra.
Sin pensarlo dos veces avanzó a hacía ella, escuchando el sonido más fuerte de los carros, pero ni siquiera puedo moverme bien...con el dolor que me provoca, siento el <<crack>> de algo, que me deja sorda y ciega, siento mí cráneo partirse y caigo al suelo junto a la carretera.
Arrastrándome, intentando vivir.
Sin más opción y sin saber a dónde me dirijo concentró todas mis fuerzas en una acción que me podría salvar.
— ¡AUXILIÓ!!!
Gritó con todas mis fuerzas, desgarrando mí garganta, finalmente sumergiéndome en la oscuridad absoluta.
Ese es mi trauma: trastorno de estrés postraumático; no podía pensar sin tener que recordar aquel dia, de como me humillaron y abandonaron, al estar sola y perdida, odio estar sola, porque me hace pensar y si pienso inevitablemente recuerdo ese lugar.
Lo peor es que esos pequeños bastardos les dijeron a todos que yo me acosté con ellos, que les rogué por tener intimidad y cuando me dijeron que no, me puse agresiva. Desde entonces las dudas no pararon, las cosas fueron peor cuando se enteraron del trabajo de mi madre.
¡Ven a mi casa Raquel! Yo si puedo follarte.
Ojala seas tan puta como tu madre.
¿Lo peor? Nadie me creyó, ni siquiera mi madre cuando intente denunciarlos, simplemente me dijeron que me callara y no volviera hablar de ello jamás.
Y asi lo hice.
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