14. Fiesta pre-muerte


Al filo del anochecer terminé de arreglarme, miraba la carta con expectativa, prometía ser una gran fiesta, eso me emocionaba, pareciera que el evento valdría la pena.

— ¿Estás lista?

Me giré para ver a Mer, tan elegante y hermosa como siempre, a veces realmente dudaba de mí control sobre mí, por ahora quería lanzarme sobre ella y devorarla a besos. Confiaba plenamente en ella, de hecho sino fuera por Mer quizás ni iría a la fiesta, sino fuera por su insistencia estaría a punto de meterme un kilo de burritos mientras veía a dos chicos dándose amor.

— No puedo creer que después de todo lo que le hiciste él te haya invitado a salir, debe ser masoquista — se quejó Ellie cruzada de brazos en el marco.

— A Gerald no le importa, créeme, le da igual.

Respondí colocando un poco de rímel en mis ojos.

— No deberías maquillarte tanto, tienes un rostro hermoso al natural.

Elizabeth parecía inquieta, como si algo en su mente no la dejará en paz, ella apretaba sus nudillos y se notaba la enorme dificultad que tenía para respirar, eso no me agradaba del todo, parecía querer gritarme algo a la cara, pero había algo que se lo impedía.

— De todas formas — prosiguió Ellie arreglándose el cabello contra el espejo —, es obvio que a quien Gerald invito a una vida fue a Mer y no a Raquel — Ellie me miró a través del espejo, hablando como si yo no estuviera —. Después de todo, Mer es linda y buena, no como Raquel, que es testaruda y tonta. Aunque estas muy modesta, cariño, ¡Vamos a tú habitación! Así te arreglaremos mejor.

Mer asintió, me miró depositando un leve "Lo siento" en sus labios y ambas salieron de la habitación.

— No la escuches, Raquel — Elizabeth me hizo mirarme al espejo —. Mírate, eres bonita y joven, aunque tú belleza no durará para siempre, eso no significa que todo desaparezca, yo sé que Gerald te invito fue a tí, a Mer la va a llevar con la intención de presentarla a un amigo, pero tú, Raquel, eres su único interés — me sorprendió oírla hablar como si conociera a Gerald de toda una vida, cuando lo único que oía era de nosotras —. Anímate, bonita.

Asentí sonriendo levemente, mirándome al espejo.

— ¡Elizabeth! ¡Ven, por favor!

Elizabeth se fue, dejándome sola en el baño de Ellie, podía escuchar risitas provenientes del pasillo, estaba claro que tanto Mer como nuestra mí hermanastra de madre se estaban preparando para ir a la fiesta en el baño de la habitación de Mer.

Así que bajé al gran baño donde me uní a las bulliciosas chicas para no estar sola, simplemente detesto la soledad, ya que la soledad me permite pensar y yo odió pensar, por eso odió la soledad. Estaban en medio de una conversación cuando Mer, se dejó caer hacía la pared, rompió en una carcajada tan furiosa que tuvo que apoyarse en la pared para apoyarse. Pero, de repente, se incorporó de un salto, como si se hubiera sorprendido. Todos miramos cuál había sido la causa de su reacción: allí en la pared, casi al mismo nivel que el espejo de cuerpo completo, había una puerta diminuta. Ninguna de nosotras lo había notado porque era del mismo color que las paredes, con un fino papel tapiz de flores azules. Gerald incluso lo había pintado. Naturalmente, esto me puso un poco nerviosa. Fuera lo que fuera, Gerald claramente no quería que nadie lo abriera. Pero como de costumbre, lanzando toda precaución al viento, Ellie alcanzó la manija y comenzó a tirar con todas sus fuerzas. Mer chasqueó la lengua con desaprobación antes de sacar una pequeña navaja de bolsillo. Comenzó a tallar delicadamente a lo largo de la costura de la puerta. Quería rogarle que se detuviera, pero realmente no tenía la energía para discutir esa noche. Así que en unos minutos, Mer abrió la pequeña puerta con un fuerte crujido.

— Era ... un espacio de acceso.

— Está vacío, ¿Verdad?

Elizabeth se colocó en cuatro patas y gateo hasta quedar adentro del espacio, empezó a golpear las paredes, en busca de algo, Mer Ellie y yo nos miramos confundidas ante las acciones de Elizabeth.

— Lizzie, ¡Para!

— ¡Lo vas a romper!

Elizabeth nos miró algo enojada y salió de la habitación para ir a la de ella. Ellie miró a Mer y ella se encogió de hombros sin entender lo que pasaba. El espacio era bastante grande. Supongo que habrías podido meter al menos a tres o cuatro personas ahí. Tenía bastante curiosidad por saber por qué Gerald habría cerrado una pequeña habitación vacía. Mientras pensaba en esto, Ellie y Mer comenzaron a llamar a Mariana para informarle sobre su nuevo descubrimiento. Estaban tan emocionadas cuando lo descubrieron por primera vez. Sin embargo, como era de esperar, esta emoción se desvaneció con el tiempo y, finalmente, el espacio de acceso se convirtió en almacenamiento para algunas toallas y cestas de ropa.

Ya que era incómodo ponerla sobre la lavadora. Aunque ahora no me sentía para nada segura en aquel apartamento, después de todo...¿Quién sabe que más cosas Gerald tenga ocultas por allí? Mer siguió arreglándose, mientras que yo iba a abrir la puerta. Allí estaba Gerald, tan elegante y apuesto como siempre, por un momento agradecí llevar vestido.

— ¿Estás lista?

Sus ojos se encontraron con los míos, tan inexpresivos como siempre, pero había algo más, ¿Emoción quizás? ¿Miedo? ¿Adrenalina? Note que sus dedos temblaban mientras sujetaba los dos ramos de rosas.

— Sí, lo estoy.

— ¡Gerald!

Mer salió de la habitación bastante emocionada, luciendo coqueta frente a Gerald.

— ¡Oh! ¿Son para mí?

Gerald le extendió el ramo de rosas azules, dejándome a mí las rojas, note la confusión en el rostro de Mer, pero ella no dijo nada.

— Gracias — respondí tomando las rosas, me giré para ver a Ellie en la cocina, observando lo todo, pero Elizabeth no daba señales de vida, en ese momento lo recordé —, Gerald, tú no conoces a la nueva inquilina, ¿Verdad? Espera un momento y te la presen...

— No tenemos tiempo para eso, Raquel, ¿Verdad, Gerald? Vamos a llegar tarde a él Golden cage.

— ¿Golden cage?

Mer puso los ojos en blanco.

— Así se llama la fiesta de hoy.

— ¿Están listas, señoritas? — Gerald ofreció su brazo para que la tomáramos.

Mer lo hizo, yo no, me hacía sentir como una urgida o una prostituta tener que ponerme en esa posición, después de todo, ¿Qué más se puede pensar cuando un hombre tiene una mujer a cada lado?

La música estruendosa hacía retumbar mis órganos dentro de mí cuerpo, haciendo vibrar mí sangre, a penas llegamos un montón de hombres con máscaras nos ofrecieron bebidas alcohólicas. Gerald se abría paso entre la multitud, conmigo tomada de la cintura y con Mer sujeta de la mano. La fiesta era una gran mansión medieval, con pinturas antiguas y del renacimiento y todo aquello que te recordará cualquier indicio a el pasado.
Al pasar entre la multitud note que todos llevaban máscaras o antifaces, también note que por alguna razón casi no había mujeres y las que habían simplemente se sentaban o permanecían al lado de algún hombre, eso me sorprendió, quizás eran como yo, nuevas en esto y no sabían que más hacer, pero luego vi que todas tenían un collar...eran diferentes entre sí, pero cada collar tenía una cadena que iba desde el cuello de las muchachas hasta la mano de alguno de los hombres.

— ¿Gerald? — él se detuvo mirándome con curiosidad, expectante a mí pregunta, pues mí voz había salido bastante fina — ¿Por qué...por qué esas chicas tienen cadenas en el cuello?

Él ni siquiera apartó su vista de mí.

— ¡Oh! ¿Eso? Bien, cada año escogemos una temática, este año fue "Obedece al amo" el año pasado fue "A tú reina", debiste verlo, todas llevaban hermosísimas coronas y vestidos.

Respire algo tranquila, solo era un disfraz, solo eso.

— Señor Krajl — un hombre enmascarado vino con una bandeja plateada en sus manos, allí, en el centro, dos máscaras, una plateada y la otra morada me miraban desde sus cuencas vacías.

— ¡Oh, gracias! — Gerald tomó el antifaz y lo coloco en su rostro, dejando la mitad oculta.

Haciendo resaltar sus frívolos ojos negros.

Intenté tomar la máscara que quedaba, pero Mer la arrebató de la bandeja, cubriendo su rostro bajo purpurina y plumas.

— Falta una máscara — le dije a Gerald, esperando que una tercera máscara apareciera.

— Oh, no, en realidad no falta ninguna, sólo que al ser está tú primera fiesta es tradición que los novatos no lleven máscara.

Lo miré indecisa.

— Pero...¿Y Mer? Ella tampoco había venido antes.

— En eso te equivocas — Mer tomó los bordes de su vestido rojo, moviéndolo al ritmo de la orquesta —. El año pasado alguien distinto me trajo, pero al final no le guste demasiado.

Mer dio unas vueltas antes de que otro hombre enmascarado la tomará en sus brazos, bailando.

— ¿Me concede esta pieza?

— ¿Tengo opción? — respondí tomando su mano.

Gerald me guío al centro del salón, colocando mis manos en sus hombros y las suyas bajaban por mí espalda.

— ¡Hey! ¡Lejos de la frontera del Ecuador! — dije apartando sus manos.

Él sonrió de forma burlona.

— Lo siento.

No volvió a tocarme de esa manera. Giramos, chocamos, bailamos y danzamos, tal y como los demás lo hacían.
Gerald me apretaba suave pero con firmeza, podía sentir las miradas lascivas sobre mí...o él, no tener antifaz o máscara me hacía sentir como la mayor atracción en una clase de zoológico humano.
Pero la mirada fría de Gerald, tan hipnótica y misteriosa me hacía olvidarlo todo, era como si sólo nosotros estuviéramos aquí, sólo él y yo.

— Disculpa — Mer nos detuvo —. Es mí turno.

Me aparté y Mer se sujeto a Gerald, poco a poco se alejaron de mí, se veían tan bien juntos, como si de alguna manera ambos fueran la misma persona, salvo que en otra época y género. Mer, tan hermosa y elegante, Gerald, tan fuerte y misterioso.
Los tacones de Mer danzaron con suavidad sobre el suelo de mármol y las manos de Gerald exploraron la gruesa pero bien formada cintura de Mer, ella no lo detuvo, dejó que Gerald explorará cada rincón que podía con sus dedos y ella también lo hizo: sus manos iban desde su pecho hasta sus hombros y espalda, para aferrarse a su cuello.

Tragué grueso.

Eran tan perfectos que quería ir y morderles la cara hasta que no quedará más que el cráneo. Suspiré, alejándome del salón, todavía con las miradas lascivas sobre mí.
Caminé por un pasillo en busca de un baño, quería ver qué tanto me parecía a un mapache, era obvio que con este calor y el ambiente el rímel se abría esparcido por toda mi cara. Me quedé pensando a dónde ir, esta casa era tan enorme que veía con facilidad perderme.
Entonces me enfoque en las habitaciones más apartadas de la casa, quizás allí podría usar un baño libremente.
Llegué al final del pasillo, justo frente a una pintura de lo que parecía ser algún señorío importante. Decidí abrir la habitación de la izquierda...

Ojalá hubiera abierto la derecha.

A penas mí mano tocó el pomo escuché lo que parecían ser llantos, con suma lentitud abrí la puerta de madera, encontrándome con una horripilante escena: la habitación de terciopelo rojo estaba tenuemente iluminado por una serie de velas en la mesa de madera, había una enorme cama, un piano y unas sillas, pero lo que más me perturbó no fue la tétrica imagen, sino lo que descansaba sobre y alrededor de la cama; habían tres chicas en el suelo, una al borde de una cama, con la mitad inferior de su cuerpo en el suelo, otra tirada en un sofá individual como si no tuviera vida, pero eso no fue lo que me impresionó, ni el hecho de que todas tuvieran cadenas en el cuello y manos, sino que aquella mujer...la que estaba acostada en la cama...junto al hombre...la de la mirada perdida... tenía... tenía...

Me tape la boca asustada y con sumo cuidado cerré la puerta, temerosa de que el hombre que estaba acostado en la cama notará mí presencia.
Un frío viento recorrió mí cuerpo y sentí mí garganta ser absorbida por mí estómago, los ojos me quemaban mientras recordaba a los gusanos carcomiendo la carne...
Sin pensarlo dos veces salí corriendo de la mansión.

Corre.

¡Coño, corre!

Mis piernas quemaban con cada nuevo impacto que daba, sentía el eco de unos pasos tras de mí, poco a poco el eco se volvió más irregular.

Alguien estaba tras de mí.

Las lágrimas me nublaban la vista mientras corría por mí vida. Los tacones que llevaba se partieron contra el concreto, sin dejar de correr los lancé, dejando que las piedrecitas del concreto perforaran las plantas de mis pies, funcionandose en uno solo, corrí, mis pies ardian al contacto con el suelo rocoso, las ramas caidas arañando y simplemente corrí, sin saber a dónde iba pero con algo en claro: si me detenía la siguiente en morir sería yo...

El frío nocturno golpeaba mis brazos desnudos, la frágil tela de mí vestido ya no me cubria mucho, además de ser constantemente alzado por el viento. Mis muñecas quemaban al rozar el viento y mis ojos parecían a puntos de salir de mis cuencas, mis lágrimas casi quemaban los globos oculares, todo me dolía.
Mi respiración era un desastre.
La desesperación y el miedo corrían por mis venas, impulsando mi adrenalina, mi instinto de supervivencia Sin importar lo cansada o sin aliento que estuviera, no podía parar, tenia que seguir porque él venia detrás de mí, maldición, lo sentían detrás de mí.

— ¡RAQUEL!!

La voz de Gerald fue como un puñal a mí espalda, impulsándome a correr más de prisa.

— ¡RAQUEL, PUEDO EXPLICARLO!!!

— ¡ALÉJATE!!

— ¡RAQUEL!

Ya casi sentía su respiración en mí nuca. Seguí corriendo, quería volver, por un demonio que quería volver, quería volver a casa, a la mierda soportable de mí vida, quería volver y eso ahora sólo parecía una ilusión.

Pude sentir el momento exacto en que Gerald logró sujetarme del cabello, haciendo doblar mí cuello, haciéndome disminuir la velocidad.

Y él me atrapó.

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