Capítulo 5

El tren no tardó mucho en llegar a su destino y el señor Wargrave y yo nos dirigimos hacia el muelle donde, según las instrucciones que me había dado el señor Morris, nos estaría esperando un tal señor Narracot.

-¿Me permite que le ayude?- le pregunté al señor Wargrave ofreciéndole mi mano para que no tuviera que apoyar tanto peso en su bastón.

Me miró sorprendido, parece que no mucha gente le había ofrecido ayuda.

-Es usted muy amable, señorita Maywood- señaló con una sonrisa.

Cuando llegamos al muelle, me fijé en que había alguien más esperando al señor Narracot. Era un hombre de mediana edad con bigote, un abrigo marrón y con un rostro amable.

-Ha parece que ya estamos todos- dijo con una sonrisa.

Antes de que pudiera contestar, apareció otro hombre con una barba espesa y pelirroja que llevaba un cartel.

-Buenos tardes- saludé amable-. Soy la señorita Maywood, la secretaria de la señora Owen, ¿es usted el señor Narracot?

-No veo a nadie más sujetando un cartel- contestó muy grosero-. Y ya he llevado a otros dos- puntualizó antes de coger mi equipaje para llevarlo al barco.

-No se sienta mal, señorita- intentó animarme aquel hombre-. Los lobos de mar tienen sus propias costumbres. Soy el general Macarthur.

-Dios mío, es un placer conocerle- se sorprendió el señor Wargrave-. Yo soy Wargrave.

Tras presentarse, el general le miró sin poder creer a quién tenía delante y le ofreció la mano para saludarle.

-¿El juez Lawrence Wargrave?- cuestionó el general-. El honor es mío, señor.

"Así que es un juez"

-¿Y usted, señor?- preguntó el juez a otro hombre con un bigote muy fino que se había acercado a nosotros sin que yo me diera cuenta.

-Davies- se presentó escueto.

De repente, noté que había alguien a mis espaldas y en cuanto me di la vuelta me topé con el hombre que me observaba en el tren.

-¿Usted también se dirige a Soldier Island, señor...?- cuestionó esta vez el general queriendo saber el nombre de aquel extraño.

-Philip Lombard- se presentó dirigiéndose a mí con una sonrisa misteriosa.

Ambos nos quedamos mirando durante lo que a mí me pareció una eternidad y es que los ojos de aquel hombre no parecían ser de este mundo.

-¡¿Vienen o no?!- gritó el señor Narracot despertándome de mi ensoñación.

-Muy bien- dijo el general-. Vamos.

"Me espera una estancia muy larga"



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