Capítulo 26
-Tenemos que ir al acantilado para hacer una hoguera- señaló Philip.
-Hay que ir a por suministros por si tardamos mucho en hacer el fuego y también nuestros equipajes- dije.
Blore no se movió de su asiento como si estuviera catatónico hasta que levantó su cara y nos miró a ambos con el rostro desencajado.
-Hay alguien que nos está observando ahora mismo.
"Está muerto de miedo"
-Así es- afirmó Philip.
Los tres nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones para coger nuestras maletas y varias mantas, y también fuimos a la cocina para recoger todos los alimentos que quedaban.
Philip y yo salimos los primeros hacia la playa y al llegar a la orilla nos fijamos en que había algo entre las rocas y nada más acercarnos se nos heló la sangre a ambos.
Era el cadáver de Armstrong.
-Le han apuñalado por la espalada- advirtió Philip al verle la herida de la espalda.
-Blore sigue en la casa- señalé.
-Quédate aquí, Kate- ordenó Philip dirigiéndose hacia la casa.
-¡No!- grité haciendo que se girara hacia mí-. No pienso dejarte solo. Voy contigo.
Al verme tan decidida y dándose cuenta de que no valía la pena seguir discutiendo conmigo, me cogió la mano y nos dirigimos hacia el lugar.
No hizo falta buscar mucho, ya que Blore yacía inerte con un cuchillo clavado en el pecho en el pasillo que daba al comedor con la alfombra del oso encima suyo.
-Tres soldaditos fueron al zoo- recité-. Un oso se comió a uno y quedaron dos.
-Y dos serán los que quedarán- señaló Philip ya enfadado por la situación.
Aún agarrados de la mano fuimos hacia el comedor donde nos topamos con alguien que había regresado de entre los muertos.
El juez Wargrave.
-Dos soldaditos se tumbaron al sol- recitó el anciano con una sonrisa y sin apartar la vista de nosotros-. Uno se quemó y quedó uno. Un soldadito se quedó solo y se ahorcó, y no quedó ninguno.
Ninguno de los dos dijo nada.
-Seguro que ahora se preguntarán cómo es que estoy vivo, ¿no?
-El doctor Armstrong le ayudó- contesté-. Quiso aliarse con usted y le dio unas pastillas lo suficientemente suaves como para simular que se había suicidado cunado en realidad estaba profundamente dormido. Pero Armstrong cometió el error de fiarse de usted porque acabó siendo apuñalado por la espalda.
-Es usted muy inteligente, señorita Maywood.
-Pero su plan inicial no era ese, ¿verdad?- le preguntó Philip-. Pretendía usar la carne para hacernos creer que le habían disparado, pero cuando cogimos la llave maestra y el revólver tuvo que valerse con lo que más tenía a mano, que este caso eran las medicinas.
-Felicidades a ambos- dijo el juez-. Debo confesar que no ha sido fácil engañarles a ustedes.
-¿Por qué ha orquestado todo esto?- le cuestioné.
-Mentí sobre que mi enfermedad había desaparecido- habló-. El cáncer se ha extendido y no me queda mucho tiempo de vida y la justicia siempre les llega a todos aquellos que se han librado de ella.
-¿De qué justicia está hablando, maldito loco?- quiso saber Philip.
-Anoche, cuando les relaté el caso de Edward Seaton, mencioné que escribió un diario en el que detallaba todas las torturas que les hizo a sus víctimas, pues resultó que aquel diario no pudo presentarse como prueba ante el tribunal.
-¿Por qué?- volví a preguntar.
-Porque no era algo bonito de contar y si para algunos, aquellas torturas les parecían grotescas y horribles, a mí me fascinaron y es que en el momento en el que miré a los ojos a Edward Seaton nos dimos cuenta de que en cierto modo nos parecíamos y en el momento en el que escuché cómo se le rompía el cuello, sentí que algo dentro de mí se sentía pleno. Pero hay una cosa que nos diferencia a Seaton y mí y es que él mataba a gente inocente y yo no.
-Usted es igual o peor que Edward Seaton- siseé con odio-. Usted también ha matado a gente inocente. El general Macarthur era inocente.
-Y nosotros también lo somos- me apoyó Phillip.
-¿De verdad?- preguntó el juez sin dejar de sonreírnos-. ¿Por qué son inocentes? El general Macarthur estaba justo al lado del cadáver de su mejor amigo, quien además era el amante de su esposa. Usted señor Lombard, ha sido tildado de asesino de una tribu de África y usted señorita Maywood, es la única superviviente del accidente en el que mueren sus padres. Algo extraño.
-Y usted, anciano- le llamó Philip-. Sólo se ha basado en rumores para hacer daño a otros, tanto a culpables como a inocentes.
-¡El general estaba dispuesto a divorciarse de su esposa cuando acabó la guerra, Philip mató a esos hombres que se dedicaban a secuestrar a gente, incluidos mujeres y niños para encontrar diamantes y mis padres murieron porque un rayo provocó un incendio en el barco cuando intentaron salvarme!
Entonces, el juez dejó de sonreír y Philip aprovechó para tirarlo al suelo y empezaron a zarandear, con tal mala suerte que la pistola cayó justo al lado del juez, quien la cogió y le apuntó con ella.
Se pusieron de pie y yo corrí para ponerme delante de Philip, pues si debíamos morir, preferiría que lo hiciéramos juntos.
Nos abrazamos muy fuerte y cerramos los ojos esperando el disparo.
BAM
Sí que oí el disparo, pero no estaba herida y tras abrir los ojos y ver que Philip tampoco estaba herido, miramos hacia el suelo y vimos que el juez se había pegado un tiro en la cabeza.
"Ahora sí que se ha acabado todo"
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