-Este parece un buen lugar para pescar, ¿no?

-¿Crees que pescaremos muchos peces, papá?

-Claro que sí, princesa.

-¡Charles!, ten cuidado con Kate.

-No te preocupes, querida. Kate sabe nadar muy bien. Es una chica muy fuerte.

Aquel día mi padre nos llevó a mi madre y a mí de pesca. Estábamos muy contentos porque nunca antes había estado en un barco tan grande como ese. Pero al poco estar en alta mar, se avecinó una tormenta.

-No me gusta cómo vienen esas nubes.

-Kate, ve abajo y espéranos allí. ¡Corre!

-¡Charles!, la vela se ha atascado.

-¡Tranquila, Violet!

El barco no paraba de moverse y yo estaba muy asustada.

-¡Aaaaaaaaaah!

-¡Kate!

Me di un golpe y me desmayé y cuando mis padres me encontraron temieron que me hubiese pasado algo grave.

-¡Hay que subirla a un bote, Charles!

-Aguanta, hija, aguanta.

Me colocaron en el bote, pero una fuerte sacudida hizo que los cabos del bote se aflojaran y este cayera al mar y mis padres no pudieran subirse a él. No supe lo que había pasado hasta que me desperté en el hospital.

-Cariño, despierta.

-¿Tía Betsy?, ¿qué ha pasado?, ¿dónde están mamá y papá?

Mi tía Betsy era la mujer más interesante que he conocido en mi vida, era la hermana de mi padre y siempre tenía una sonrisa en la cara, pero cuando me fijé en su expresión me di cuenta de que algo no iba bien.

-Escucha, Kate. Ahora tienes que ser fuerte, ¿vale?

-¿Por qué?

-Unos pescadores te encontraron a la deriva y cuando te rescataron vieron que el barco donde estaban tus padres se había incendiado. No había supervivientes.

Recordé cómo mi alma se rompía en mil pedazos mientras intentaba zafarme de los brazos de mi tía y gritaba hasta quedarme sin voz.