Escena Uno.

Agosto del 2013.

Sólo respira.

Inhala.

Uno, 
Dos, 
Tres, 
Cuatro,
Cinco,
Hasta el infinito.

Exhala.

Vuelve a respirar. 

Otra vez.

Septiembre del 2013.

Cuando abro los ojos,
todo lo que veo es celeste. 
Luego, veo blanco. 
Es esa clase de blanco limpio que sosiega envuelto por murmullos como una risa lejana
o el canturreo de los canarios.

Levanto las manos, ya heladas por el clima otoñal
y veo a través del lente de mi cámara como las nubes 
se mueven de forma casi imperceptible
por encima de mí.

El cielo está pintado con un celeste pastel 
con sus nubes esponjosas
como
algodones de azúcar.

Escucho pasos apresurados
rozar el césped seco
a unos
pasos de mí.

Y lo conozco lo suficiente 
como para saber
de quién son.

Taehyung.
¡Adivina dónde irá mi Hyung hoy por la noche!

Se escucha tan alegre que mi boca sonríe por inercia.

Él es mi mejor amigo.

Yo soy su mejor amigo.

Y sólo por la simple razón 
de que ambos compartimos
el mismo gusto por
el silencio 
y la buena compañía.

No quiero adivinar, Jimin. 
Mis neuronas se fueron volando
junto con los dientes de león.

Rezongo burlonamente,
volviendo la vista
hacia el sol oculto por el rostro de mi mejor amigo, 
adornado por mejillas sonrosadas,
ojos quisquillosamente pequeños, boca de cerezo
y cabellos azabaches
como la noche.

¡Oh, vamos, Tae
Tienes que adivinar, no seas aburrido.

Me suplica,
acostándose vagamente de espaldas en el césped a mi lado.

Hago una mueca, más por los molestos rayos del sol que siguen a mi amigo como reflectores 
que por no querer adivinar de verdad.

Bien.
¿Irá a macchu picchu?, ¿Hawaii?, ¿Las islas galápagos?, ¿A la vuelta de la esquina?, ¿A los cafés con piernas?, ¿A...?

Me interrumpe 
propinando un codazo debajo de mis costillas
y una risilla contagiosa que ilumina la mía.

Reposo en mi abdomen 
mi cámara con estrellas amarillas
y miro atentamente a Jimin,
que ha cerrado los ojos 
disfrutando del ambiente cálido 
por el acogedor sol
que ha aparecido aún si no lo hemos llamado.

Mi hermano irá a la fiesta de Namjoon Hyung.

Susurra cerca de mi oreja,
como si fuera un secreto 
del cual ni siquiera 
los árboles a nuestro alrededor tuvieran que enterarse.

¿Y?

Pregunto como si significase la nada, solo para hacerlo enojar. 
Sé que significa lo que quiere decirme, 
porque ha esperado mucho tiempo para eso.

¿Cómo que << Y >>?, ¿Dónde quedó tu espíritu de Sherlock Holmes?

¡Mi Hyung irá a la fiesta,
lo que quiere decir que Min Yoongi también irá!

Chilla emocionado, pateando el césped y moviéndose
como si una
corriente eléctrica
le hubiera sacudido el cuerpo.

Yo actúo sorprendido,
con un aire dramático como el de un chico perteneciente
al club de teatro el cual soy.

¿Min Yoongi?,

¿El universitario amigo de tu hermano, pálido y con una expresión de haberse comido un limón?, ¿El chico que te gusta desde que tenías trece años?

Jimin pone los ojos en blanco pero aun así se ríe, 
siguiéndome el juego.

¡Sí, ese mismo!

Luego de un momento
me levanto y me siento, 
arreglando mi camiseta desordenada y quitándome los pedazos de pasto seco de la ropa
humedecida.

¿Planeas ir?

Sé que es una pregunta tonta incluso antes de formularla,
pero con él nunca tengo la certeza de algo.

Es la clase de chico
que aparece como
las estrellas fugaces
y desaparece
como las cigarras.

Es la clase de chico
con el cual nunca jugarías a las escondidas, 
porque siempre
terminaría
encontrándote primero.

¿Tengo cara de que haré otra cosa? Hasta ahorré para comprarme un tinte para el cabello,

¡Y vas ayudarme a elegir el color!

Resoplo, incapaz de no fruncir el ceño ante su propuesta que, 
siendo sincero, 
no me anima en absoluto.

Soy la clase de chico que le gustan las fiestas,
porque me gusta inmortalizar los momentos 
y encuentro cierto encanto en perderse entre la música,
la risa y
la comida,
pero la sola idea de ir a una de universitarios,
donde probablemente no conozca a nadie
y todo sea mil veces más distorsionado
hace que
niegue con la cabeza.

No quiero...

Jimin me mira sorprendido por mi actitud.

Él sabe que soy la clase de chico que se arriesga a todo,
con una personalidad extrovertida capaz de vestirse 
de una catarina y bailar
frente a miles de personas solo por la simple razón
de hacer reír y una buena calificación.

Sabe que soy la clase de chico
que se encarama a las paredes
para tener una buena toma
del aleteo de una mariposa, 
que se escabulle de clases para
grabar los
partidos de baloncesto
o que las aventuras de exploración
en los bosques
de los parques
le parece lo mejor del mundo.

Sabe que no soy la clase de chico que se niega a una
buena aventura.

¿Qué has hecho con mi Kim Taehyung?, ¿Estará por aquí?, ¡Sal de ese cuerpo, pecador!

Mi amigo se abalanza
encima de mí,
tratando arduamente de ver
dentro de mí boca
a mi otro yo, 
ese que comúnmente
corre de aquí para allá
porque es un día soleado,
grabando la vida.

Pero aunque es un día soleado, 
mi otro yo está oculto 
dentro de mi cámara de estrellas
porque se siente demasiado
cansado de la vida
como para salir a jugar.

Jimin, basta, solo no quiero ir.

Gruño hastiado, 
escuchando en ese instante el timbre para volver a clases.

Todos los demás chicos que han salido entran y los últimos 
que quedamos son Jimin,
algunos más lentos
y yo.

Taehyungnie, ¡No puedo hacer esto sin ti!
En especial porque no sé teñir el cabello y tú sí.
¡Por favor, por favor, ayúdame!

Jimin se levanta al igual que yo y junta sus manos, 
suplicante
y haciendo esos pucheros
que él sabe que nadie podría resistirse.
Ni el mismísimo lucifer.

Dame una buena razón para hacerlo.

Exijo, 
cruzándome de brazos y elevando el mentón con aire de superioridad, como todo un Rey
imponiendo
su poder.

Sé que Jimin no podría hacer
todo lo que planea hacer
sin mí,
y sé lo que planea hacer
desde el momento en el que me confesó su amor ciego
por aquel chico.

Sé que el momento para tirarse
por el acantilado 
ha llegado por fin.

Y él sólo necesita de un empujón.

Un pequeño empujón.

Va haber comida, ¡Mucha comida!
Y podrás grabar muchas escenas para tu película, ¡Anímate!

Aunque sabe que mis negaciones no son nada serio, 
me gusta que trate de convencerme.

Sabe que estoy con esa tristeza
de días soleados,
de lloviznas personales 
y tormentas
en el pecho.

Está bien... ¡Pero tú pagarás el autobús!

Lo señalo con el dedo, echando a correr porque veo la silueta del profesor por el pasillo como si de la muerte se tratase.

Jimin lo ve también
y me sigue con rapidez,
riéndose porque la muerte ya no nos puede alcanzar.

Somos veloces 
como
los meteoritos.

¡Trato!

[...]

¿A dónde vas?

Pregunta él,
sirviéndose otro vaso de ginebra en la mesa mientras escribe en su computadora.
Últimamente le ha dado por preguntarme cosas
que antes no.

Sé porque lo hace y dudo que sea porque le importo
como cuando aún no sabía caminar ni nada de la vida
y era feliz.

Ingenua y sencillamente feliz.

Voy a la casa de Jimin, 
me quedaré a dormir en su casa así que nos vemos mañana.

Me mira por sobre sus lentes cuadrados, 
inspeccionándome
como a un rehén.

No quiere que desaparezca de su vista como el amor de
su vida.

Ese amor fugaz que dejó cicatrices, que me dejó a mí
en este lugar inconstante 
de recuerdos borrosos.

Mañana tienes clases,
más te vale que vayas.
Y no me mientas.

Dice con seriedad,
como si yo fuera el chico problemático 
y tal vez lo sea.

Tal vez sea ese chico
que llega a casa tarde y que desaparece porque odia el silencio de su hogar.

Tal vez sea ese chico 
que pasa grabando momentos
en vez
de vivirlos.

El profesor Grinch se encargará de que me cortes la cabeza si llego a faltar. 

No te preocupes por eso.

Respondo,
con un ameno
sentido del humor y veo como
me cree,
porque no habría otra razón
para no hacerlo
y porque,
si yo no estoy aquí,
él tiene más tiempo a solas para hundirse en vasos de bebida.

Está bien. 

Envíame un mensaje cuando estés en su casa.

Doy la vuelta, corriendo hacia la puerta para ser libre al fin,
pero aún así, 
miro lo que dejo atrás
unos segundos.

Nos vemos, papá.

Y sé que mañana será igual
a todos los días
desde que ella se fue.

[...]

El día
está
celeste.

Mis zapatillas
están 
sucias.

Las estrellas amarillas
de mi cámara
pierden su brillo
al igual que todo
en mi vida.

[...]




¿Cómo me veo?

Pregunta Jimin, luego de sacarse la toalla que le he puesto
al acabar de teñir su cabello.


Horrible. 
Oh, espera, ya eras horrible antes.

Miento y
mi sonrisa me delata.

Su cabello teñido de rubio cenizo,
sus lentillas azules
como el mar
y su piel tersa le hacen tener
el aspecto de un
arcángel.

¡Que malvado!

¿Crees que por fin logre llamar su atención?

Se mira en el espejo,
enredando los dedos
en su cabello y admirando
su propia imagen 
con inseguridad.

Me río para mis adentros
porque él es la clase de chico
que ha besado más de mil bocas 
solo porque
no puede besar una.

Y esta es su oportunidad
para besar 
esa boca por fin.

Jimin,
sólo te faltan las alas
para que alguien quiera encerrarte en una cajita de cristal.

Confieso,
parándome detrás de él y observando su imagen 
al lado de la mía.

¿Y eso es bueno o es malo?

Se vuelve para mirarme 
y yo le sonrío con la seguridad
que a veces se desvanece de su cuerpo.

Es lo que necesitas para que se enamore de ti.

Y es por eso que somos mejores amigos.

[...]

Termino guardando
su belleza en una foto
que dejo colgada
en su pared,
donde están todos 
los recuerdos
inmortales de nuestra vida.

[...]

Las fiestas de universitarios son tan distintas
a las de secundaria.

Aunque no estoy 
tan seguro
de eso.

Hay alcohol por todas partes,
gente fumándose la vida
y bailando.

Besándose por los rincones y palpando corazones
entremedio de la pista de baile
que es el salón
como si buscasen vida debajo de la ropa.

Y un alma
tal vez.

[...]



Jimin busca inmediatamente
entre el mar de gente aquel chico pálido
y de ojos filosos
al que reconoce incluso a miles de kilómetros de años luz.

No entiendo la profundidad de su amor,
ni la obstinación por querer tenerlo tan cerca,
no entiendo el amor,
no entiendo el deseo
de fundir tu piel con la de alguien más,
ni bajar las estrellas solo para que otra persona brille aún más,
pero no me preocupo,
porque he vivido sólo quince estaciones
y la vida
es mucho más que el amor.

Es querer hacer mis propios sueños realidad,
escuchar buena música,
reír con mi mejor amigo,
cantar sin parar, 
grabar el baile de las libélulas y aquella pelea entre ese chico de cabello verde menta con el chico rapado.

¡Es él!

La vida es ver correr a mi mejor amigo
entre todas las personas 
y perderse para encontrarse
con su chico,
es cuando grabo la forma en la que dos chicos se besan
en una esquina
y es la forma
en la que me duele
el estómago porque
no estoy acostumbrado
a un trago de vodka que confundí
con agua en el aparador.

La vida es cada momento
que veo a través del medio y la juventud
a mi alrededor
que vive el presente
para quedar inmortalizados
en mi
cámara de estrellas.

[...]

Grabo al chico de cabello verde menta en el piso frente al escusado,
terminando de vomitar todo su veneno y todas aquellas cosas que le dice a mi mejor amigo sólo para hacerle sonrojar.

¿Vas a quedarte con este borracho?

Le pregunto insólito, 
mi amigo se encoge de hombros y sonríe como solo puede sonreír un chico feliz.

Me gusta este borracho.

Susurra cerca de mi oído 
y yo vuelvo a mirar el cuerpo
casi inerte del chico en el suelo,
quien no le quita el ojo de encima al arcángel a mi lado,
mirándolo como
si fuera su salvador.

No entiendo porque quieres quedarte con él cuando está así.

Lo miro sin entender,
sinceramente asombrado porque en su lugar,
simplemente me iría a seguir mi vida y no aguantando a un chico que me coquetea tirado en el piso 
sin saber mi nombre.

Yo voy a cuidar de él, Taehyungnie.
Ve y disfruta de la fiesta.

Luego de unos vagos intentos más porque lo deje para que venga conmigo,
desisto porque sus ojos
me dicen que él haría todo lo que yo no haría por alguien 
así que me voy, 
preguntándome el porqué.

[...]

¿Por qué aún cuando ese chico no sabe de su existencia
él insiste en que su amor por él va más allá de eso?

¿Por qué le gusta sino
vive más que cualquier otro
de forma ordinaria?

¿Por qué tanto esfuerzo en ser notado si al final del día,
lo más probable es que no lo recuerde o que en realidad nada cambie?

¿Por qué aún cuando le di un empujón estoy tan reacio 
a que se involucre aún más?

Tal vez porque no quiero
que sufra,
no quiero que llore
por un amor más que imposible
o un
cruel rechazo.

Pero luego recuerdo
el porqué he dicho todo lo que he dicho,
el porque he hecho todo
y es porque
me gusta
verlo sonreír.

Así como me gustaba
ver la sonrisa
de ella,
y sé que 
por eso nunca la detuve.

[...]

Estoy fuera de la casa del infierno, donde el calor te consume 
y la música te atrapa
destruyendo todos tus sentidos.

Sentado en la escalera
del gran pórtico,
donde algunas personas
van y vienen
filosofando de la vida
y beben solo iluminados
por la luces ultravioletas
que provienen de la casa
y las luces
de los faroles.

Hay cierta tranquilidad a fuera,
en las calles
donde la mayoría duerme dentro de casa 
entre sábanas acogedoras 
o gente que aún trabaja
tratando de mantener la vigilia.

Hay un perro azabache y un gato anaranjado
jugando frente a mí,
en medio donde las personas caminan hacia la vereda
y apunto el lente de mi cámara
hacia ellos,
sonriendo al ver como el gato salta encima del perro
clavando sus dientes de forma juguetona.

Estoy inmóvil,
disfrutando de su amistad a través de mi cámara de estrellas
cuando escucho dos voces 
y dos par de piernas 
que ahuyentan a los protagonistas de la escena.

¡Vete a la mierda!

La chica grita, golpeando sus propias mejillas con su castaño cabello largo
mientras trata de zafarse 
del chico de campera verde
y botas negras
que trata de sujetar su muñeca para evitar su huida.

¿Puedes callarte y escucharme de una vez?
¡Esa chica se me tiró encima, tú misma la viste!

Casi por instinto dirijo la cámara hacia ellos,
volviéndolos mis nuevos actores de escena.

La expresión de la chica es una furiosa,
como si estuviera a punto de destruir el mundo
y la cara al chico que me da la espalda,
mucho más alto que ella
y que yo.

¡¿Pero hiciste algo para alejarla?!, ¡No!
¡Y sabes perfectamente que ella es una perra!

La chica lo empuja y él vuelve acercarse,
impasible ante su rechazo
y de alguna forma suave
tratando de llegar a ella, 
pero no lo logra
y en consecuencia bufa con cansancio.

¡Le di un maldito vaso con agua, maldición, no me la folle!

Los hombros de ella se mueven provocados
por una risilla irónica y despectiva,
lo que me hace darme cuenta que es una chica guapísima
mientras sonríe con ese pintalabios rojo.

¡Pues que jodido cabrón tan amable!

Ella se da la vuelta,
volviendo a caminar hacia donde están los autos estacionados 
y donde veo a un grupo de personas que parecen esperarla.

¡Maldición, no te enojes por esto!, ¡Estás siendo muy inmadura y sobre todo borracha!

El chico se cansa de perseguirla cuando ella ya no contesta,
solo se sube al auto de sus amigos quienes se burlan del chico
y ella se va tan fugaz
como apareció.

¡Byul!

Grita el chico por última vez,
para luego patear
una pequeña piedra inocente que rebota metros lejos de él 
y por fin puedo ver su rostro
cuando se da la vuelta.

[...]

Lo primero 

que veo

de él

son sus ojos.


[...]

Si pudiera
detener 
el tiempo
en este momento,
¿Cambiaría algo?

Si pudiera 
controlar
los latidos de mi corazón,
¿Seguiría preguntándome lo mismo?

¿Por qué las personas
se enamoran de alguien
en especial?

¿Qué hace que una persona se vuelva especial
cuando no la conoces?

¿Por qué provoca
algo en mí
una simple mirada
rebosante de tristeza?

¿Por qué siento
como si fuera
la primera vez
que veo a una persona?

¿Por qué...?

[...]

¿Estás grabando?

Me quedo congelado ante su pregunta,
pero saliendo de mi ensimismamiento escondo la cámara en mi regazo
lo más rápido que mi conciencia me permite.

Sólo me quedo
observándolo y esperando
un paso más de él.

No vale esconder la cámara. 
Ya te vi.

El chico se acerca hasta quedar frente a mí
y se cruza de brazos con aires altivos, porque esa ceja alzada 
y esos pantalones rotos
no ayudan mucho a su imagen,
y me mira
como esperando
a que yo agache la cabeza,
con un brillo burlón en sus ojos.

Estaba grabándolos a ellos cuando llegaron ustedes y pasaron en medio.
No fue apropósito.

Me excuso avergonzado,
señalando a mis otros actores principales
que han vuelto a corretear por el jardín hasta la calle.

Veo como el chico alza ambas cejas con una expresión escéptica
mezclada con diversión.

¿Dices que arruine tu grabación?

Asiento con la cabeza.

No es desagradable como creí por su ropa desgarbada,
pero aún así 
no bajo mi guardia.

Él es mucho mayor que yo,
puedo darme cuenta al solo hecho de ver como sus ojos desafían al mundo entero 
sin importarle demasiado.

Y esa
es sólo
la primera impresión.

Lo hiciste.
Naranja le estaba ganando a peluso, pero ahora no sabré quién le ganó a quién.

Sonríe.
Mi estómago se vuelve a contraer
y lo único
que se me viene a la mente 
es aquel vaso de alcohol.

¿Peluso?, ¿El perro? 

Es el perro de la vecina de Namjoon.

Creo que le viene mejor Alga.

Comenta mirando
de hito en hito
a mí y al perro,
quien no deja de correr
aún cuando es de noche y me hace querer ser él en mi mundo
en blanco y negro.

Pero no parece un Alga.

Contradigo frunciendo el entrecejo, porque si bien mi amigo canino
tiene el aspecto de nunca haber sido bañado, 
el apodo que le he puesto calza mejor con esa apariencia
adorable y esponjosa.

Si parece,
tiene el pelo largo y con aspecto grasoso como si fueran algas.

El chico saca un chupetín, lo desenvuelve
y se lo lleva a la boca,
para luego sacar un celular de su bolsillo
y con su luz iluminar su rostro
dándole una apariencia
ruda y casi tétrica
sino fuera por esos ojos profundos que atrapan los míos.

Oh, perdón por arruinar tu vídeo.

Dice como si recién se hubiera acordado en donde está 
y va a subir las escaleras
dando por finalizada
nuestra singular conversación cuando
mi voz
le detiene a medio camino.

Da igual.
Borraré lo que grabe, no te preocupes.

Lo miro aun sentado en la escalera
y él vuelve a sonreír
de esa forma en la que puedo ver como en una de sus mejillas 
hay un hoyuelo
que le hace ver más amable
de lo que sus ojos
demuestran.

Gracias. 
Sería vergonzoso si mi novia y yo nos convirtiésemos en una pareja viral de Internet.

Me gusta la forma en la que dice
<<mi novia>>,
como si ella no se hubiera ido,
como si ella
estuviera ahí a su lado
tomando su mano
y mirándole dulcemente
como él la miraba a ella
aun cuando estaba enojada.

[...]

¿Eres amigo de...?

Namjoon.
Voy a preguntar si es amigo de Namjoon,
si podría ser su primo,
hermano o incluso
un desconocido.

Pero algo impacta en mi cabeza
y lo próximo que veo
es el mundo borroso
y un rostro.


[...]

Su rostro

en la

oscuridad

puedo verlo

claramente

y él

le dice que no se vaya

pero ella 

se va

para siempre

y yo

sigo 

aquí.

[...]

¡Maldita sea, imbéciles, tengan cuidado!

Alguien grita mientras siento algo caliente derretirse por mi frente a un lado de mi rostro,
mojando lentamente
la mitad de mi cara.

Mírame.

¿Puedes verme? 

¡Abre los ojos!

Hacen falta segundos infinitos
para darme cuenta
que alguien me ha tirado algo en la cabeza,
aturdiéndome y dejándome desorientado en el frío
y sucio piso del porche. 

No siento mi cámara
entre mis dedos
y empiezo a sudar al tal solo hecho de pensar que acabo de perderla.

¿Mi cámara...?

Otra voz aparece abruptamente y palpo a mi alrededor
por mi cámara,
cuando mis dedos se topan con la correa y la apreso contra mi pecho, incapaz de soltarla.

¡Mierda, perdón, perdón! 

¡¿Estás bien?!¡Es tu culpa, Kai, te dije que no lo tires y mira lo que hiciste!

La cara del chico del chupetín está encima de mí, 
las estrellas
envuelven su cabello
y
puedo sentir
sus manos en mi piel,
la aspereza de sus dedos,
su aliento a frutilla y la fuerza de sus brazos.

 ¡¿Qué iba a saber yo que le llegaría al mocoso?!, ¡Llévalo al salón, traeré algo para su cabeza!

Responde otra voz,
tan angustiada que empiezo a preocuparme también
aún cuando ya ni siquiera
sé donde estoy.

[...]

Estás bien, estás bien.

La voz del chico del chupetín es grave, 
pero tan suave y cálida
como una brisa de verano,
arrullándome del dolor que ahora siento en un costado
de mi cabeza.

¿Realmente estoy bien?

[...]

Puedo oler

el aroma de las

flores amarillas

que sobreviven 

en los costados

de las carreteras.

[...]




Jodido imbécil, mira como lo dejaste.

Otro rostro aparece
y pestañeo con fuerza
cuando su calor
deja de envolverme
para acostarme gentilmente en un sillón con olor a jazmín
mezclado con tabaco.

Traje el botiquín.

Maldición, le está saliendo mucha sangre.

Algo cubre mi cabeza presionando parte de mi frente y cierro los ojos porque el dolor ya no es soportable,
pero los escucho 
y me siento ansioso,
porque jamás había tenido un accidente parecido.

¿Sangre?

Murmuro tembloroso
y es el chico del chupetín el único capaz de oírme
porque aun sigue a mi lado.

Él se dirige al otro chico con un tono de voz tan frío 
que me pregunto
si es él y no otro.

Cierra la boca, Kai.

No te preocupes, chico, estás.... ¿Cómo estás?

Pero su voz se vuelve tibia
cuando se dirige a mí
y me gusta,
porque aunque no nos conozcamos, aun cuando no sé su nombre
ni él el mío,
es quien tiene su mano contra mi herida
y sigue aquí a mi lado.


El mundo da vueltas. 

¿Estoy dando demasiadas vueltas?

Logro balbucear, 
incapaz de seguir con los ojos abiertos porque todo,
de verdad,
da tantas vueltas como un carrusel sin detenerse
y va tan rápido que me quita el aliento.

Hay que llevarlo a urgencias, maldición.

Le escucho decir ya no sé a quién, porque todo de repente
empieza a derrumbarse
y son mis párpados los que caen primero,
aun cuando el chico que sigue a mi lado me suplica porque 
no los cierre.

[...]

Tuve un sueño.

Ella tenía su mano entrelazada con la mía
y me sonreía
aun cuando los sollozos no la dejaban respirar 
ni a ella
ni a mí.

Cantábamos una canción de camino a casa 

porque nos daba terror perdernos en el camino.

Falta poco para llegar a casa, cariño.

¿Tenemos una casa, mamá?

Tu padre sólo estaba jugando con esa chica, él nos ama.

No lo olvides.

¿Por qué lo olvidaría?

No lo entiendo.

¿Por qué te hace llorar si te dijo que te amaba?

¿Por qué me hace llorar si me dijo que me amaba?

¿Por qué el amor que decían tenerse se marchitó como los árboles en otoño?

No entiendo el amor, mamá.

Ella me mira y acaricia mi cabeza, ahora una maleta está a su lado y estamos en el pórtico de la casa.

Estamos en la calle

y un auto

la espera a la

mitad de la noche.

Y es mejor que nunca lo entiendas, amor.

[...]

Cuando abro los ojos,
una luz blanca y cegadora
me hace sentir como si me hubieran disparado directo en la cien, haciéndome gruñir.

Siento una mano fría
contra la piel de mi antebrazo deteniendo mi toque hacia la zona donde todo
arde y duele.

No te toques.
Acaban de ponerte tres puntos.

Vuelvo a tratar de abrir los ojos, despacio,
pestañeando con dificultad,
para encontrarme con unos ojos cansados,
ariscos y contradictoriamente tranquilizadores.

El chico del chupetín está sentado a mi lado,
con el caramelo devuelto entre sus labios, 
saboreando con lentitud dentro de su boca la explosión de dulzura que puedo imaginarme.

¿Dónde estoy?

Pregunto perdido, 
guiando mi mirada alrededor, 
donde unas cortinas celestes como el cielo nos separan del
mundo y el ruido
del universo.

Estamos en urgencias.
Unos idiotas drogados estaban jugando a tirarse cosas y una de ellas te llegó en la cabeza.

Luego de unos segundos, 
donde todo empieza a cobrar sentido y colores opacos,
soy consciente de lo que ha pasado y busco mi cámara, 
que está a mi lado en la camilla al igual que mi celular y mi billetera.

No llamé a tu familia porque tu celular tenía contraseña.
Namjoon me dijo que no te conocía para nada así que te traje yo
y los chicos que provocaron tu herida han pagado la consulta.

¿Quieres que te ayude a llamar a alguien?

Explica el chico amablemente, 
a lo que yo asiento
y él toma 
mi celular.

Me pregunto porqué sigue aquí,  podría haberme dejado 
apenas ingresé 
o
podría haber llamado a la policía para que buscasen a mis padres,
pero no ha hecho ninguna
de esas cosas,
lo que me hace suspirar eternamente agradecido
de que él esté aquí.

Y ni siquiera sé su nombre.

¿Puedes llamar a Jimin? 
Está en la agenda de contactos...

Él me mira de reojo y sonríe como si yo fuera un pequeño niño herido,
y lo soy,
lo que por alguna extraña razón me hace sentir cosquilleos 
en la caja musical
que hay en mi pecho.

Jimin. 

Entendido.

Lo llama y cuando sé que ha contestado,
él sujeta mi celular contra mi oreja
en el lado intacto de mi cabeza hasta que yo,
con una rapidez de tortuga, reemplazo su mano.

Puedo escuchar a Jimin susurrar con emoción al otro lado de línea.

¡Taehyung! No puedo hablar ahora, por Dios...
No vas a creerlo, ¡Me ha besado!
Y voy a quedarme aquí con él.
¿Puedes irte sin mí?, ¡Juro que te lo compensaré la próxima vez!

Se escucha tan feliz.

Yo...

Estoy a punto de decírselo,
de decirle que estoy herido,
y sé que dejaría al chico de cabello verde menta tirado en el suelo del baño por mí, 
porque sé que es esa
clase de chico.

Y es por eso mismo que me trago mis palabras 
y en cambio, 
sonrío para él aunque no me pueda ver.

Me alegro por ti, Jimin-ssi. ¿Llevas protección encima? Sino llevas júrame que no harás eso, no quiero que te contagie algo.

Jimin se ríe al igual que yo.

Y veo como una sonrisa tímida aparece en los labios del chico del chupetín,
porque sé que trata de no escuchar
y es por eso que se levanta, 
saliendo un momento del mundo celeste en el que estoy enclaustrado.

¡Taehyung! Que asco...
No responderé eso. 

Le dije a mi madre que me quedaría a dormir en tu casa, así que si llama, ¿Podrías cubrirme

Puedo ver su espalda ancha y su cuello delgado detrás de la cortina,
su perfil afilado 
mirar a su alrededor
y no puedo evitar preguntarme tantas cosas.

Siempre he sido curioso,
tan curioso que he terminado muriéndome tantas veces
y revivido tan pocas,
que cierta parte de mí ya no quiere preguntar nada más,
pero ese chico es tan diferente a todo lo que he visto en mi vida. 

Y quiero saber tantas cosas,
de él
y de mí.

¿Para qué estamos los amigos?
Pero de todas formas me debes una porción de pollos de BBQ

Como su nombre.

¡Trato! Nos vemos mañana, no te pierdas en el autobús.

O su película favorita.

No dejes que te embarace y relaja tu trasero.

Jimin vuelve a carcajearse detrás de la línea,
yo también, 
y por el movimiento de los hombros del chico del chupetín
se que me ha escuchado.

¡Por favor, Kim, somos chicos!

Suspiro,
porque no quiero volver a casa,
solo quiero saber porqué ese chico es tan amable
y si alguna vez
podría devolverle todo lo que ha hecho por mí esta noche,
porque nunca nadie había sido de esa forma conmigo
sin siquiera conocerme.

Suerte, Jimin-ssi.

Ha sido el único que no me ha abandonado.

[...]

Luego de estar casi una 
hora y media
dentro de urgencias,
donde el chico del chupetín se ha encargado de vigilar mi sueño y retirar los analgésicos que me han recetado puedo irme a casa.

Aunque en realidad no sé donde queda eso realmente,
por lo que solo sigo la espalda del chico del chupetín hacia la calle, donde una moto con pegatinas de graffitti nos espera.

Sube, te dejaré en tu casa, aunque tendrás que guiarme.

Me subo detrás de él cuando se ha terminado de poner el casco 
y me ayuda con cuidado 
a ponerme el mío.

Me han dejado una venda que cubre toda mi frente y me pregunto cuan terrible me veré.

Muchas gracias.

Musito con timidez, porque esas palabras me parecen tan insuficientes que por un momento no sé si decirlas.

No hablas mucho, chico.
¿Cuántos años tienes?

Pregunta él,
mirándome de reojo al momento de agarrar mis manos y envolverlas en su cintura.

Nunca me había subido en una moto antes, 
nunca había abrazado a un chico 
por la espalda de esa forma
y nunca
había hablado así con un desconocido. 

Pero dejo que haga conmigo todo lo que desee porque no parece un mal chico,
y estoy algo aturdido
y puede que no sea por el golpe,
sino por el calor que desprende su ser.

Tengo quince años, ¿Y tú?

Suelta una risilla divertida mientras mueve la cabeza en afirmación, 
como si confirmase algo que tenía rondando en su mente.

Juega un momento con sus llaves
para luego prender el motor.

Lo supuse. 
Tienes cara de bebé.

Yo tengo veinticuatro.

Miro su cuello y cuando él agacha un poco la cabeza, 
puedo ver parte de un tatuaje desconocido.

¿Por eso me estás ayudando?

Se encoge de hombros y antes de irnos, puedo escuchar su voz contra el viento gélido que ahora nos envuelve.

Por eso y porque tengo conciencia, ¿Qué clase de persona abandonaría un bebé?

Vuelvo a oler el aroma de su campera 

y acordarme

de las flores a las orillas de las carreteras.

[...]

Ninguna 

otra

noche

me

había

parecido

tan 

infinita.

[...]

No hay tantos autos, no hay tanta gente,
la noche es vasta y llana como 
un campo de maíz.

Las estrellas de la ciudad
nos guían hacia donde se supone que tengo que ir.

Ambos nos topamos con una pareja que va de la mano,
jugando a atrapar los besos del otro mientras cruzan la calle
frente a nosotros.

¿Por qué las personas se enamoran?

No me doy cuenta en que momento lo pregunto,
no sé ni siquiera si fui yo quien lo dijo y si así fuera,
dudaría que aquella fuera mi voz.

Pero él me escucha y me responde, aun cuando me engaño 
pensando en que
no necesito saberlo.

¿Por qué vives?

Y creo saber la respuesta.

[...]

Al llegar a mi casa,
sé que tendré que recurrir a mi fuerza física para entrar por la ventana sin que mi padre piense que hay un ladrón dentro.

No quiero que me haga preguntas que estoy muy adolorido
para responder
ni que me mire de esa forma en la que sólo me hace sentir una mancha negruzca 
en medio de la pared.

Un gusto conocerte, Taehyung.

Dice el chico del chupetín
al momento en el que me bajo de la moto
y me desprendo de su espalda.

Estoy algo cansado de decirle
<< el chico del chupetín >>
en mi mente, 
así que hago una reverencia para demostrar mi agradecimiento y antes de que se vaya, 
mirando lo bonitas y masculinas que son sus manos,
le pregunto lo que he querido saber desde el momento
en el que lo vi.

¿Cómo te llamas?

Se apoya en el manubrio de su moto
y me mira como si yo
fuera lo más interesante 
de la noche, 
como si yo fuera algo digno de ver, como si yo fuera todo lo que existe.

Me llamo Jung Hoseok.

Creo que sonrío por primera vez en toda la noche,
de esas sonrisas sinceras,
tímidas,
de esas sonrisas que quieren decir mucho pero en realidad no dicen nada, 
de esas sonrisas que casi nunca comparto porque pocas cosas me hacen feliz.

¿Puedo tener tu número de teléfono? Haz hecho mucho por mí hoy.

No sé como he tenido la valentía para pedirle aquello, 
porque mi voz no parece salir con naturalidad,
lo que le hace sonreír asintiendo con la cabeza
y volviendo a prender la moto,
para luego tomar mi mano
y con un lapicero negro que saca del bolsillo de su campera escribir números en el dorso.

Tal vez podrías invitarme pollos de BBQ.

Me río de forma inevitable
y sé que me agradará,
porque aun cuando tiene esa aura de chico mayor, 
es en realidad igual de joven que yo.

Sus ojos hablan
el mismo idioma
que los míos.

Ten por seguro que te invitaré todo lo que tu quieras, ¿Hyung?

Veo como saca de su bolsillo otro chupetín de sabor a frutilla y me lo tiende, 
el cual tomo entre mis dedos casi por instinto.

Hoseok hyung está bien.

¿Quieres? No tengo otro sabor.

Me lo llevo a la boca con una necesidad desesperada,
sintiendo la explosión de dulzura en mi paladar, 
y me pregunto si así de dulce
serán los besos.

Ojalá nos veamos en un día donde tengas mejor suerte, Taehyung-ah.

Sonrío de lado, 
lamentando el hecho de tener a las fuerzas del universo en mi contra porque de todas las personas en esa fiesta, 
¿Por qué el herido tenía que ser yo?

Lo mismo espero, y ojalá no deje marcas...

Me llevo la mano a la frente despacio, palpando la venda puesta 
y Hoseok
me sonríe de lado,
volviendo a mostrarme aquel hipnotizante hoyuelo,
como si tratara de consolarme.

Los chicos con cicatrices son más guapos, ¿Sabes?

A las chicas les gustan los chicos malos.

Vuelvo a reírme. 

Jamás me he enamorado en mi vida, jamás he sentido lo que es sentirse nervioso por alguien,
ansioso,
temeroso
ni lleno de ilusiones,
jamás he soñado con alguien,
ni he esperado que esa persona me desee,
ni he deseado un roce de su mano o de sus labios.
Jamás he visto a una persona refulgir ante mis ojos
ni querer grabarme su risa
en la piel,
mi corazón jamás ha latido de forma desbocada
ni he querido dar más de lo que puedo dar.
Jamás he dicho me gustas, ni te amo, ni te extraño,
a ninguna persona de
forma pasional. 

Lo tendré en cuenta.

Y en realidad, espero jamás sentirlo.

Buenas noches, Taehyung-ah.

Porque si es tan fugaz como para dejarme a mí abandonado en un rincón de la habitación.

Buenas noches, Hoseok-hyung.

Espero que jamás aparezca.

Y gracias por todo.

Así nunca lo extrañaré como la extraño a ella.

[...]

Me acuesto en mi cama boca arriba, luego de ingresar silenciosamente
por la ventana de la cocina
y tomarme
un vaso de agua.

El chupetín entre mis labios
sigue dulce 
aun sin acabar.

Sin cerrar los ojos
se me viene a la mente 
su rostro.

Hoseok.

Saboreo su nombre en mi boca 

tal como saboreo el caramelo

y es tan dulce,

tan dulce 

que es

embriagador.

[...]

Tuve un sueño.

Estaba detrás de la moto de Hoseok, aferrado a su espalda
y sintiéndome tan libre
como si
en cualquier momento pudiera extender mis alas
y echarme a volar
lejos de aquí.

¿Quieres saber lo que se siente estar enamorado?

Es lo que pregunta
y yo susurro un sí,
porque aunque me da miedo, 
en realidad
es lo único que quiero saber.

¿Podré así entenderla a ella?

El amor da miedo,
tanto como andar en moto
o tirarse de un peñasco,
pero me pregunto si valdrá la pena, porque no hay otra fuerza
más grande
en el mundo
que motive a una persona a dar todo y a dejarlo todo
por otra.

O eso 

es lo que

me han contado.

Es algo parecido a la juventud.

[...]






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