Capítulo 11
Me estoy preparando para ir a los ensayos de Geo y desde que me desperté no he dejado de pensar en lo que sucedió esta madrugada.
Lance volvió al apartamento con el rostro golpeando. Es la tercera noche que pasa. Él sale tarde y regresa temprano.
Solo que está vez fue diferente.
¿En qué estará metido?
Llevo mi bolso detrás de mi espalda y salgo de la habitación. Estoy atravesando el pasillo mirando los pequeño cuadritos que no había visto y cuando voy a cruzar escucho que me llaman.
Sacudo la cabeza creyendo que es solo ideas mías y sigo con mi andar.
—Infiltrada—me detengo en seco.
¿El chico tinta me está llamando?
Me espero y vuelve a suceder.
¿Me está llamando?
¿Para qué me llama?
Me devuelvo y me acerco hasta la puerta. Esta tenía una pequeña abertura. Lo que me indica que no está trancada.
—Melanieeeeee — su voz suena adolorida.
¿Le contesto o no?
¿Qué querrá?
—Melanieee.
Ruedo los ojos con irritación y contesto.
—¿Que?
—Entra.
—¿Ah?
—¿Eres sorda o qué?— aprieto los puños—.Que entres y no preguntes.
—¿Para qué?—igual lo hago y refunfuña.
Jajaja
—No tendremos sexo si eso te preocupa— viro los ojos, que hombre tan engreído. No entiendo como Geo está enamorada de este tipo—.Necesitó tu ayuda.
—No puedo—lo evado enseguida—.Me tengo que ir.
—No, no, no Melanie por favor no te vayas—suplica desesperado—.En serio necesito tu ayuda.
Me regreso y me pongo otra vez frente a la puerta.
—Tengo prohibida la entrada—lo digo con intención—.Lo lamento.
Exclama.
Me cubro la boca para que no oiga que me estoy riendo.
—Solo por hoy te dejo entrar a mi habitación.
—Lo haré con una condición—digo astuta.
—¿Condición?
—Si.
—Ni lo sueñes.
—Bien—finalizo—.Como quieras. Adiós.
—No, no, no—gruñe en mujeriego—.¡Espera! Mierda, ¡Que insufrible eres!
Rio en silencio.
—¿Qué es lo que quieres?— voy a responder pero me interrumpe, como siempre—. ¿Un beso? Olvídalo, no beso chicas feas y menos despistadas. ¿Y follar? Menos, eso nunca sucederá. Así que pide otra cosa.
—Tu cerebro está fundido de tanta mediocridad—le digo ante su conclusión errónea—. ¿Acaso no te das cuenta de que no todas las chicas babean por ti? Que existe un porcentaje que piensan que eres un imbécil.
—Un porcentaje mínimo dónde estás solo tú.
—¿Eso crees?—mascullo.
—Todas me aman. Soy irresistible.
—Oh, si claro, claro—dije y en mi mente están Jade y Valeria.
—Te mueres por besarme, admítelo— suelto una risa sarcástica, muy sarcástica—.Pero te jodiste. Porque nunca conseguirás un beso mío. Prefiero besar una vaca.
—Y yo un cactus—contraataco— ¿Besarte? Así mi vida dependa de eso no lo haría. ¡Prefiero morir antes que me toquen tus labios!—se queda callado—. Y créeme que a la única persona que estaría dispuesta a darle un beso. Seria al sexy asiático que conocí ayer.
—¿Tae-oh?
—¡El mismo!
—Pobrecito — aprieto los puños—.No le hagas eso infiltrada. Él no tiene la culpa.
—¡Imbécil!—se ríe malicioso y mi sangre hierve de la histeria.
¡Es un estúpido!
No lo soporto.
¿Cómo puede haber gente que adore este animal?
—Arréglate como puedas —bramo—.Me largo.
Deja de reír y comienza a llamarme.
—Melanieeeeee.
Saco el dedo del medio y me dirijo, echando humo por las orejas hacia la puerta.
—Por favoooooor— suplica—.Haré lo que me pidas.
Hago omiso.
—Melanieeeeee.
—¡Vete a la mierda!
—No me dejes—ruega—.En serio necesito que me ayudes.
—Llama a tus amiguitas— aconsejo, abro la puerta—. Suerte.
—Es que no me puedo mover— sigue gritando—.Y necesito ir al baño. Por favor Melanie.
No lo oigas y sigue de largo. Que se las arregle como pueda.
—¡Llama a emergencia!—le digo de vuelta.
—Melanieeeee.
No, no, no Melanie, no lo hagas.
—Haré lo que quieras pero no me dejes así.
Retrocedo.
¿Dios mío por qué me hiciste así?
Me devuelvo hecha furia por lo débil que soy y abro la puerta de la habitación del chico tinta de un empujón.
—Melanieeeeeeeee.
—¡Ya estoy aquí!— digo exasperada sus llamados se detienen.
Lance gira su cuello y sonríe de alivio al verme.
Estoy de pie bajo el umbral de la puerta y desde que aquí puedo contemplarlo claramente.
El chico tinta esta recostado entre sus almohadas. Con la ropa que llevaba apuesta anoche. Aún tiene los zapatos puestos y el pelo desaliñado. Parece que así como se acostó así amaneció porque no esta cubierto por la cobija.
Hay sangre en el suelo y en las almohadas. Eran salpicaduras y supongo que provienen de su ceja y labio.
El cuarto no tenía el mejor olor. Huele a sangre, sudor y me parece que a estiércol.
—¿Qué quieres?— le pregunto después recorrer el cuarto con la mirada.
—Necesito que me ayudes a ponerme de pie— indica con la voz afónica.
—¿Por que tú cuarto huele a mierda? — tengo la nariz tapada.
—No preguntes y ayúdame —escupe.
—Bueno, adiós.
—Seguro pise caca de perro cuando me baje del coche — explica rápidamente—. Ayúdame, ¿si?
Contemplo su cara, luego las salpicaduras de sangre y su ropa.
Tengo muchas preguntas que me gustaría que me responda en este momento.
Estoy intrigadísima.
—Bien—doy un paso corto—.Te ayudaré pero con la condición que me digas que haces por las noches.
—¡¿Que?!—me mira como si estuviera loca y le recuerdo lo que hace unos segundos me había dicho—.Jamás te lo diré. Pídeme otra cosa. Menos que te cuente que hago con mi vida.
—Busca una grúa para que te ayude a levantar— me lanza una mirada voraz— . Adiós.
—¡Joder! ¡Que insoportable eres! — camino despacio darle tiempo. Sabia que no iba a poder—.De acuerdo te lo diré. ¡Dios! No puedo creer que seas tu la que esté aquí.
No dije nada y me vuelvo hacia él feliz. Un airecito de satisfacción me recorre el cuerpo. Me recuerda a la casa.
Estás bien loca tu.
—Pobre tae-oh—me dice —.Lo que le tocará vivir a tu lado.
—Si le gusta bien y si no se puede largar. No está obligado a soportarme.
—No durará ni un minuto. Saldrá corriendo, quedará aburrido—asegura.
—Como a las chicas después que se enteran cuánto duras—su sonrisa socarrona se esfuma —.Salen decepcionadas.
Agarra una almohada y me la estrella en la cara.
Quedo mareada unos segundos y parpadeo.
Miro hacia abajo. Entre cierro los ojos enfurruñada y recojo la almohada.
—Qué vas hac...—corto su frase con un almohadazo, seguido de otro y otro más hasta que siento que me toca de las muñecas.
—Sabes que olvídalo, mejor me voy.
—No por favor—hace presión y me suplica con la mirada.
—Suéltame.
—Necesito que me ayudes.
—Si me vuelves a pegar te apunto en otro lugar—advierto —,y no dudare en hacerlo.
—Calmémonos—pide, asustado, casi tieso en la cama—.Mi amigo no tiene que sufrir por eso.
—Rétame y veras—miro mis manos envueltas por las de él y las aparto de un tiro cuando siento un repentino cosquilleo en mi estomago —.¿Cómo quieres que te ayude? — pregunto disimulando lo que acabo de experimentar.
El chico tatuado tenia su atención puesta en sus manos. Las mismas que me tuvieron retenida y tuve aquel extraño vibración en mi estomago.
¿Por qué se las mira?
Lo llamo para que me preste atención ya que queda así por unos minutos. Él me mira pasa lento y sacude la cabeza.
—¿Qué tienes?—cierra los ojos y vuelve a sacudir la cabeza. Levanto una ceja —.Nada.
—¿Cómo quieres que te ayude?—repito, tenia cinco minutos de retraso. Geo me va a matar.
—Ayúdame a levantarme —dice al fin, volviendo de su orbita.
—¿Como?
—Necesito que me hales —explica, frunzo las cejas extrañada.
—¿Es que no puedes?—quiero saber.
—Si pudiera no te pediría ayuda—escupe.—Me duele el cuerpo y no debí acostarme así.
—¿Y qué te pasó?
—Cuando me ayudes te cuento—dice cortante —.Mientras, no preguntes.
Ruedo los ojos.
—Como sea —murmuro indiferente y torpemente tomo sus manos. Lance pide que lo hale y es lo que hago pero el tipo es grande y no tengo mucha fuerza.
—A la de tres.
—Va.
Asisto y la cuenta de tres, hacemos otro intento.
Lance se pone de pie entre profundos quejidos. Casi puedo jurar que iba a llorar. Porque chilló muy feo. Mi pobre espalda sufre el peso de su cuerpo cuando me pasa el brazo por encimas de los hombros.
—¡Oye!—reclamo—.No soy tu grúa.
—Es que me duele toda mierda—su aliento amargo, arruga mi nariz.
—Jesús —exclamo —.Necesitas mentas.
—Lo sé infiltrada — aguanto la respiración, lo que me toca aguantar por no dármela de orgullosa con mi mamá. Si hubiese hecho caso no estaría aquí. Con un mujeriego, misterioso, golpeado y malhumorado con aliento de perro.
—Bueno no hables — le pido —. Mi nariz no debe sufrir esto.
—¿Por qué? — lo hace intencional —. ¿Te molesta?
Me cubro la nariz.
—Porque a mi no y tengo muchas ganas de habl...—le doy un codazo en el estomago y se calla. Me pide que lo lleve hasta el baño y como puedo lo ayudo hasta allá. Como puedo abro la puerta y la empujo de una patada.
Los dos entramos a la vez. El chico tinta no dejaba de quejarse y se agarraba el abdomen con una mano. Sus nudillos se veían peor que ayer. Y en su camisa tenia motas de sangre. Lance me pide que lo deje en el retrete y eso hago, él se desliza de mis hombros y cae pesadamente sobre este, sin dejar de quejarse.
—Mierda—echa la cabeza hacia atrás con los ojos apretados. Pude contemplar unos segundos lo mal que se ve antes que se volviera.
Cuando lo hace nos quedamos viendo uno al otro. Pienso que me va a decir algo pero veo que aparta la mirada hacia la ducha y la desliza hasta dar toparse con la pared.
—Puedes abrirla por mi—pide, en un tono dócil, que me sorprende.
—Eh...si—respondo desconcertada.
—Trata que quede mas caliente que fría, por favor—sigue usando el mismo tono, amable. Que no deja de sorprenderme.
—Si—hago lo que me pide.
—¿Ya, infiltrada?
Asisto con la cabeza y salgo de la ducha.
—Lista—sacudo la mano, Lance asiste y cuando se intenta poner de pie, cae de nuevo. Hace una negación de profundo dolor y murmura algo entre dientes—.¿Oye?
Esta jadeando.
—Estoy bien infiltrada, ya te puedes ir.
—Estas sufriendo—lo miro de arriba abajo, algo preocupada—.¿Qué fue lo que te pasó? ¿Te arrollo un carro?
Me mira por el costado de su rostro.
—Algo así—hace otro intento de pararse y golpea el aire con frustración.
—Déjame ayudarte—me ofrezco y levanta la mirada hacia mi sorprendido.
Yo también lo estoy.
El universo lo esta.
En otras me largo y lo dejo allí con su dolor y que se las arregle. Pero me da pesar y el hecho que me caiga mal, no significa que no le pueda ayudar.
—Necesito quitarme la ropa — dice— .¿Me ayudas?
¿Quee?
Mala idea, muy mala idea.
—Eh...— dios mío, debí irme, ¿quién me manda abrir la boca?— .Si, claro.
—Con cuidado—musita.
Asisto callada y retiro la chaqueta que trae puesta con cuidado.
—Maldito —murmura.
—Sube los brazos.
—No puedo, me duelen como la mierda.
—Un poco —le pido—. Porque así no puedo.
—Vale, vale — lance sube los brazos hasta donde mas puede y le saco la camisa de un tirón.
Me llevo las manos a la boca y alzo la vista hacia él de la impresión. Su pecho y parte de su abdomen lo cubre una gran mancha roja.
—Dios mío.
—Por favor no comentes— me pide y vuelve a su tono habitual.
—Estas herido.
—Si, tuve un accidente— me corta
—¿Dónde?
—Infiltrada no preguntes — se exaspera—. Ayúdame con el pantalón.
—Es que parece que te hubiese pisado un...— pauso —. ¿Cómo dices que dijiste?
—Quítame el pantalón.
Uff, esto se puso bueno.
—¿Yo?
—No mi abuelita.
Lo miro fulminante.
—Mira me levanto y me lo ayudas a bajar —dice fácilmente y mi cerebro hace cortocircuito.
Esto tiene que ser una pesadilla.
—¿Qué?
El chico tinta sonríe socarrón y lleva su mano al botón de su pantalón.
No mires abajo, no mires abajo.
—¿Es qué nunca has desvestido a un hombre?
Que no se note que jamás lo hecho pero creo que ya se dio cuenta porque sus ojos que tienen una tonalidad entre azul y verde rodeado de envidiables pestañas se abrieron un poco y sus labios casi rosados sonrieron de una forma socarrona.
Desgraciado, lo odio.
—Es lo que tú no sabes—le digo con una falsa sonrisa y me mira asombrado—.Date prisa que me tengo que ir...
—¿Con el asiático?
¿Que?
—¿Te importa?
—En lo más mínimo.
—Eres insoportable—pierdo la paciencia —.Muévete rápido. Que me debo ir.
Ando de mal humor y estoy adolorida, y los pensamientos existenciales no se me van.
—Espera un segundo, infiltrada — como puede se pone de pie. Está vez lo hace solo. Espero de brazos cruzados a qué se enderece—.Bien. Se delicada y bájalos con cuidado.
—¿Qué hubieses hecho si no estuviera yo?—inquiero notablemente molesta e incómoda.
—Tal vez hubiese llamado una amiga.
—¿Y por qué no lo hiciste?
—Estas tu—le pego en el hombro y se ríe en medio del dolor—. Creo que me hubiese quedado así. Ellas le comentarían a todos y sé que tú no lo harás.
—Soy la reina del chisme, ¿lo sabías?
Se ríe incrédulo.
—No lo eres.
—¿Y cómo lo sabes?
Sonríe de costado.
¿Qué es eso?
¿Por qué a pesar de la sangre y el rostro vuelto trizas no deja de verse atractivo?
—Porque llevas varios días aquí y no he escuchado una sola noticia en la facultad de que estamos viviendo juntos—aclara y salgo del pequeño trance —.Eres confiable.
Vaya, esto no lo esperaba. Me siento halagada.
—¿Y pensabas que iba a ir por los pasillos contando que estoy viviendo contigo para que después vengan tus discípulas a molestarme?—menea la cabeza hacia un costado suponiendo que era una posibilidad—.Nooo, que va. Adoro mi vida. Ellas tan locas y podrían matarme si se enteran.
—Si, algunas se pasan—admite en un suspiro poco alentador—. Ellas saben mis condiciones. Aceptan y después que sucede el acto...
Pausa dándose cuenta de lo que esta haciendo. Yo lo miro con la cara arrugada.
—Voy a bajarte lo pantalones—anuncio, él asiste, incomodo.
Eso fue raro.
—Con cuidado — suplica.
Asisto y me acerco.
Esto no me lo creo.
Esto debe ser un sueño o mejor una dicho una pesadilla.
—¿En verdad tengo que hacer esto?— protesto, y subo la vista. Él dobla cabeza hacia un lado y me percato que me estaba mirando.
—Si pudiera doblarme no te pediría ayuda— miro su abdomen rojizo—.Solo bájalos hasta las rodillas y del resto me encargo yo.
Esto no puede quedarse así.
Tengo que pedirle a este orangután algo a cambio.
Es incómodo y no quiero ver su cosa.
—Me tienes que dar algo a cambio—le digo.
—¿Sexo?—preparo mi puño—. No, no, no me pegues. Pide lo que quieras, menos sexo.
—Imbécil.
—Anda pídelo.
¡Hijo de lucifer!
Mi mente está dando vueltas. Tengo varias peticiones. El telescopio, su cuaderno misterioso, sus salidas nocturnas también misteriosas.
¿Cuál de esas escojo?
—Luego, luego — dije al fin después de no definir.
Está difícil.
Pero se que después tomaré la mejor decisión.
Otra vez me acerco y conduzco mi brazos hacia la pretina de su pantalón.
Esto es incómodooo.
—Baja con cuidado.
Hago lo que me pide con los ojos cerrados. Poco a poco desciendo su pantalón. Mis manos van rozando su piel tibia a medida que voy bajando.
Había demasiado silencio. Si cae un pestaña seguro que la escucho. Puedo sentir su mirada pero no quiero saberlo. Esto es...horrible.
—Creo que ya—me anuncia—. De aquí puedo yo.
Asisto y retiro las manos, abro los ojos y me consigo de frente con unos calzones rojos que tenían estampados pequeños de spider-man.
¿Es lo que creo que es?
Cubro mi boca pero fue imposible silenciar mis profundas carcajadas.
—¿Es en serio?— apunto poniéndome de pie —. ¿Spider-man?
Lance mira hacia abajo y caigo sobre la mampara muerta de la risa.
Ay no puedo creerlo.
—¿Es en serio?—lo miro.
—¿Que?— escupe todo inexpresivo.
—¿Usas calzones de spider-man? — evade mi mirada—.El gran lance, el hombre de hombres, el señor de los rayos. El macho alfa. ¿Usa calzones de spider-man?
—¡Fuera de aquí! —dice picao, ruborizado.
Estoy llorando de la risa.
—¡Largo, piojosa!
—¿Es así como las enamoras?— me agarro de la barriga y me salgo del baño al fin, casi arrastrada de la risa.
La puerta se cierra de un portazo y me quedo en el medio de su habitación riendo sin parar.
—Ay, no, no, no.
—¡Largo de mi cuarto, infiltrada!— vocifera.
Estoy llorando.
Salgo de su cuarto. Juro que quería dar una inspección. Pero mi querida amiga me espera. Así que lo dejo para después.
Me estuve riendo en todo el camino. Todavía no puedo creer que el gran lance use calzones de spider-man.
Es verdad cuando dicen. Fortachones por fuera. Mariposas por dentro.
Ver aquello. Que fue un microsegundos. Me da algo de alivio. Siempre creí que usar pijamas de Taylor Swift era una ridiculez.
Ahora veo que no.
Podré usar sin penas. Mis pijamas. Tengo muchas y de spider-man también hay.
Llego al teatro y rapidito busco una silla. Mi mejor amiga ya esta en el escenario. Hizo contacto conmigo en el instante que enfoco mi atención en el grupo. Hacemos un corto saludito de manos. Austin esta a su lado, muy cerca y le hablaba muy cerca. Sus ojos están fijos sobre ella y no borraba su sonrisa.
Si Geo ve lo que yo estoy viendo, dejaría de pensar en el pendejo.
Hoy es el ultimo ensayo. El jueves será la presentación de la obra. Estoy emocionada por ella porque se cuanto le gusta esto —aparte de la fotografía — Estoy feliz por ella porque esta cumpliendo uno de sus sueños. Y al mismo tiempo me da nostalgia porque al menos ella si esta logrando su sueño que había dejado. Es muy joven y tiene una vida llena de oportunidades.
Lo contrario a mi que ya no soy tan joven y mi sueño ya no lo puedo cumplir. Primero porque perdí la confianza y segundo por la edad.
La fotografía no es lo mío aunque me guste. Y me han dicho que soy buena. Sin embargo no es realmente lo que me apasiona.
—Bueno muchachos. Este es el último ensayo — todos estaban alrededor del profesor —. Por favor no hagan locuras un día antes. Los quiero sanos, ¿eh?
Todos asisten a la vez.
—Y no lleguen tarde—pide—.Pueden irse a su casa.
Todo el grupo aplaude con emoción y lentamente se van retirando. Espero a Geo desde de mi sitio. Está hablando con Austin. Que si mis ojos no me fallan — ya que soy medio ciega— está que le da un beso.
Mientras llega miro la pantalla de mi teléfono móvil cuando me vibra en el pantalón. Mi corazón da un brinquito al ver un mensaje de asiático sexy. Mis mejillas se calientan y no puedo evitar sonreír.
Ahhhhhhh.
Me escribió.
Cálmate, respira, que no se note que me ha gustado.
Tae- oh, sexy : Hola Melanie, cómo estás? 😊
Yo : Hola, tae- oh . Yo bien todo y tú?😌
Mando y cuando reviso, me quiero matar.
Gracias dislexia.
Trato de corregir pero lo empeoro y decido mejor que el conteste.
Tae-oh, sexy : Jajajaja, vale. Estoy excelente. ¿Estás ocupada hoy? Me gustaría invitarte a mi partido. Es está tarde a las cuatro de la tarde y luego de allí podemos ir a no se, ¿helado? O quieres comer otra cosa.
Yo: A dónde se pero llévame contigo.
¡Ay no!
¡Acabo de enviarlo!
Lo borro antes que los dos chulitos se pongan en azul y respiro de alivio.
Tae-oh, sexy : Eres muy graciosa🥰🥰. Me agradas.
El chico asiático si logró ver mi mensaje y lo marcó.
Soy un desastre Martha.
Pero le agrado...
Omgg.
Dijo que le agrado.
Iba a saltar cuando veo que está escribiendo otra vez.
Tae-oh, sexy : bien, entonces. Nos vemos allá, ¿si?
Siiiiiiii.
Yo : Si claro, por supuesto ☺️
Tae-oh, sexy: Un placer. Te espero ❤️
Aquí me va a dar algo.
Cuando Geo llega a mí no puedo ocultar la emoción que recorre mi cuerpo. Le cuento que el chico asiático sexy me escribió y le enseño los mensajes.
—Ahhhhhh— grita ella.
—Ahhhhhh— seguido yo y nos abrazamos.
—¡Que emocionante!—me cubro la boca incrédula, y mis ojos se llenan de lágrimas. Entre la felicidad hay un cierto deje de dudas y miedo.
—¿Tu crees que será bueno?
—¿Quien, Tae-oh?—asisto—.¡Por supuesto que sí!
—¿Y me apostará? —pregunta mordiendo mi labio con temor.
—Por supuesto que no—coloca las manos en las mías y hace presión para darme fuerzas —. Si quieres puedo averiguarlo con Vale.
—¿Vale?—me seco las lágrimas.
—Valeria—asisto al comprender—.Anoche estuvimos hablando un poco y me dijo que la llamara vale.
—Entiendo.
—El novio de ella y el chico asiático son amigos. Con él podemos saber que tan confiable es Tae-oh.
Eso me da alivio.
—Gracias Geo — la abrazo. La amo.
—Tranquila Mel—acaricia mi espalda—.Verás que tae- oh no es malo.
Salimos del teatro y subimos a mi coche. Geo comienza stalkear a Tae-oh por las redes y me enseña varias fotos de él y quedo con la boca abierta. Casi que me llevo una señora por el medio por estar de babosa.
—Es suuuuper lindo—me dice Geo también de babosa.
Sonrío nerviosa y comienzo a sentir calor.
—¿Sabes a quien le puedes preguntar sobre él?
Muevo la cabeza para que me responda.
—A Lance — el auto se menea de un lado a otro. Geo se ríe.
—No, no le preguntaré nada a ese pendejo.
—¿Y cómo quieres saber de tu chico asiático?
Niego.
—Si tu quieres le puedo preguntar yo —se ofrece y la miro, sus mejillas se colocan mas rojas que sus labios naturales—.Hay que ayudarnos.
—Si, claro —la empujo y se ríe cómplice—.Pero esta bien. Pregúntale. No quiero tener que interactuar nada con él.
Y menos su cercanía.
Tengo el suceso del baño reproduciéndose en mi cabeza y la sensación de su brazo sobre mis hombros persiste en estar allí. Su pequeño halago tampoco se va y el poquito de amabilidad que tuvo conmigo.
—¿Igual irás al juego?—parpadeo y su voz me saca de mi nube de pensamientos. Le doy una mirada fugaz y asisto varias veces. Estoy desconcertada con lo que me esta pasando.
Tengo al chico tinta muy presente.
—De acuerdo —dijo, suena muy emocionada —.Le voy a preguntar a Lance que onda con el sexy asiático.
Aclaro mi garganta y tengo las mejillas contraídas. Que me siga hablando de Tae-oh. Me está ayudando a sacar al pendejo de la cabeza.
Lo sigo por Instagram y él me sigue igual. Le da varios me gustas a mi fotos. Casi me desmayo y no quiero hacerlo. Quiero vivir para ello.
Dejo a Geo en su residencia y arranco al apartamento del pendejo con música de los ochenta de fondo.
Subo rápido las escaleras y entro al apartamento a toda prisa.
Luego de almorzar — comida pedida a domicilio — me pongo a stalkear un poco más al chico asiático mientras me pasa la comida.
¡Hijo de lucifer!
Este chico lo hicieron guapo a propósito. Es muy fotogénico y el uniforme de béisbol le queda fascinante.
Pasada la hora me meto a la ducha y salgo en minutos. Iba a ponerme un vestido pero recordé que ahí van estar chicos y quiero sentirme cómoda en el juego.
Así que me puse una camisa blanca más o menos holgada con una mariposa en el centro y un pantalón jean medio acampanado de color negro. Me hice dos moñitas tipo Pucca —Ya que mi cabello es un desastre — y mi cámara la cuelgo en mi cuello.
Es hora de fotografiar peloteros sexys.
Estoy ingresando al estadio. Siento un regocijo en el estómago al escuchar voces. Geo camina a mi lado y hace lo mismo que yo. Capturar fotos.
Había gente en las gradas— lo que supuse que era familiares de los jugadores — todos con pancartas y uniformes del equipos.
Geo sube junto a mi. La vista era magnífica y no sé cómo pero me fue fácil coincidir con el sexy asiático.
El himno del país fue entonado y después de eso comienza el juego.
Capturo varias fotos y al principio y mitad del juego. El quipo del sexy asiático iba ganando dos a cero. La verdad que este chicos es bueno. Las dos anotaciones fueron por él. Porque el resto no es que hace demasiado.
Geo estaba triste porque Lance no estaba y le conté lo que le pasó—sin dar mucho detalles—no quiero revivir lo que ocurrió en el baño. Ella se asustó y me preguntó si estaba bien.
Le dije que suponía que si, ya que, no lo ví cuando regresé al apartamento. Tanto ella como yo nos hicimos la misma pregunta.
¿Qué le ocurrió?
Estábamos en la parte alta del noveno inning. Taeh-oh está a punto de batear. Geo mira el teléfono y suelta una exclamación que me hizo perder la contracción del chico asiático.
Arrastro la mirada hasta ella y la contemplo. Su rostro era de susto. Una mano cubre su boca mientras la otra sosteniente el teléfono.
—¿Qué pasa?— por un momento se queda callada y luego me mira
—Encontraron otra chica muerta de nuestra facultad— mis ojos se abren en shock.
—¿Quién?
—Mackenzie —responde y me quedo sin respiración.
Me cubro la boca aterrorizada.
Esa chica está en nuestra salón.
Dios mío.
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Lance y Melanie tuvieron más acercamiento 😏😏😏❤️
Gracias por leer niñas.
Un abrazo.
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