39: Perdonar nuestras ofensas
Una fuerte ráfaga de viento salió de la casa, tomándome por sorpresa. Me cubrí un poco con el antebrazo y escuché el chillido de un demonio a causa de haberse topado con mi barrera de energía en su intento de atacarme.
—¡Ahí estás! —Le lancé esfera que enseguida chocó contra el ente y lo hizo visible.
Había aprendido a hacer eso bien. Energía destinada a destruir sus barreras de invisibilidad. Con eso muchas almas oscuras y entes lograban esconderse de los demonios y conglomerarse en ciertos lugares.
Frente a mí estaba una cosa negra flotando, con cara plana, los típicos ojos amarillos, los dientes en punta, las garras en las huesudas y largas manos. El aura negra a su alrededor aparte de las alas de oscuridad con su magnetismo pesado.
En milésimas de segundo apareció cara a cara frente a mí y lo repelí con tanta fuerza que yo también caí hacia atrás. Me puse de pie casi de un salto y corrí a darle encuentro antes de que se escapara. Gato lo perseguía también en su forma demoniaca.
Un dolor en mi brazo me sacó un corto quejido, apreté enseguida. Era la herida de un corte, volteé y volví a formar otra barrera que se desintegró al chocarle varias dagas oscuras. El tipo loco venía detrás de mí y también manejaba su propia energía oscura. Aceleré y la lancé líneas blancas al demonio que estaba adelante, algunas desaparecieron al golpearlo y quemarlo y a las otras lo rodearon.
La cosa se detuvo chillando al no poder avanzar gracias a mi energía que estaba formando una esfera a su alrededor.
—¡Gato!
Lo vi obedecer y acercarse, pero fui embestido por el viejo. Tragué polvo del suelo por su culpa, me lo quité de un codazo.
—¡Vete, idiota! —Pero se me volvió a lanzar gruñendo.
Me dio un puñetazo e intentó golpearme contra el suelo mientras yo hacía todo lo posible por salir de su agarre y huir. Hundió su rodilla en mi abdomen para impedirlo, así logré darle un golpe y otro pero algo de energía negra pasó como navaja cortándome por el pómulo, cerca del ojo. Gruñí un par de muy malas palabras.
Más cortes vinieron mientras seguía intentando golpearlo y patearlo para sacarlo de encima. Por mis brazos, mi abdomen, otro en el cuello. Al ser más joven tuve ventaja en resistencia y tras darle un par de golpes más logré apartarlo de un rodillazo en el estómago. En su mano se formó una especie de daga negra de energía lista para disparármela pero se desintegró con mi honda que solté tras formar una nueva barrera más resistente.
—¡Ya basta! —Reclamé entre jadeos—. ¡Estás prácticamente condenado y no puedo hacer más por ti, pero sí que puedo deshacerme de esa cosa, está rompiendo reglas!
—Creí que... los ángeles no actuaban...
—Creíste mal.
Volteé, los demonios se estaban persiguiendo y enfrentando para ver quién absorbía a quién. Limpié la sangre que había salido de mi herida en el rostro y eché a correr para acercarme a ellos. Estiré el brazo lanzando energía otra vez para atraparlo justo antes de que cazara a Gato y empezara a comérselo.
La cosa chilló al verse atrapada, cerré el puño y la esfera que lo rodeaba se redujo, cada parte que rozaba con esta se desintegraba, haciéndolo chillar más. Consideré que sus defensas ya estaban lo suficientemente bajas.
—¡Ahora! —Y ni bien ordené, Gato se lanzó, liberé al ente y no tuvo oportunidad de huir.
Gato lo absorbió, un aura negra se formó a su alrededor hasta que acabó con él.
Respiré hondo, el sujeto empezó a gritar pidiendo por su demonio, volteé a verlo y me espanté un poco al verlo. Más viejo, más acabado, arrugado, que no podía ni mantenerse bien en pie. Cayó de rodillas y fui a querer ayudarle.
—¡No! Déjame. —Empezó a lamentarse por el demonio.
—Bueno, como quiera, después de todo quizá lo he salvado. —Los perros se asomaron cerca—. Ya debo irme. No vuelva a dejarse influenciar por entes como ese, no sea estúpido, no sabe lo que le espera si su alma ya es completamente negra.
Vi al gato negro vagar por la esquina cerca de los perros. Los miró unos segundos y luego a mí. Supe que se estaba despidiendo. Intenté ir hacia ellos pero un fuerte cansancio vino de golpe y caí de rodillas, sosteniéndome con las manos para no caer por completo.
Anduve por las afueras del pueblo, esperando a que fuera hora de que partiera el bus. Los ángeles habían tomado su forma humana, me habían ayudado a recobrar fuerzas, y así me acompañaban. Había visto a algunos del pueblo andar por sus tierras de sembríos, si alguno pasaba cerca, se saludaban, muchos se dirigían al parque central para pasar el rato como se acostumbraba en pueblos como este.
Nos sentamos en unas rocas.
—Hay paz aquí, ojalá así fuera en las ciudades —murmuré—, casi no se puede disfrutar de eso. Más en donde vivo, casi no hay áreas verdes como debe ser.
Di un vistazo a las heridas que tenía, ya cicatrizadas pero dolían. Intenté curarme a mí mismo con la energía. Los otros se mantenían mirando a los árboles a lo lejos.
—Aprovechemos que estamos aquí en el campo para que goces de algo de paz.
—Pero ya está haciéndose oscuro.
—Pues mira lo pacífico que puede llegar a ser de noche también...
Respiré hondo y observé. Los sapos y ranas cantaban, las cigarras, y demás bichos que no conocía. Un par de luciérnagas brillaron, una cerca, la otra lejos. Sonreí, el paisaje nocturno también tenía su belleza.
—Un sapito —señaló Lucero.
Bajé la vista, cerca de mí había uno. Estiré el brazo para ver si subía a mi mano y lo hizo.
—No te teme, siente tus intenciones y tu energía —comentó Sirio.
—Hola —murmuré mientras el pequeño animal caminaba con pequeños saltos sobre mi palma.
Hasta que dio un brinco fuera. Observé un rato más el campo, sumergido en el canto de los animales, hasta que pensé en algo.
—¿Ustedes no pueden hacer eso? Ya saben, armar cosas con su energía blanca...
Sirio sonrió, con un leve movimiento de su mano hacia las plantas, una hoja caída se hizo una pequeña figura luminosa, con pequeñas alas que se batían a velocidad, con una forma un tanto humana. Vino volando y revoloteó cerca. Solté una corta risa.
—Si alguien la viera, diría que es un hada.
Lucero hizo lo mismo y otra hoja se transformó en una mariposa de bellos colores. Quedé con la boca semi abierta.
—Genial —susurré.
—Inténtalo. —Los miré con sorpresa—. Piensa en qué quieres hacer aparecer... manda energía a que lo haga.
—Mmm... A ver...
Traté de hacerlo. Mandé algo de energía a una pequeña roca y esta apenas se movió. Resoplé. Cerré los ojos unos segundos y volví a intentarlo, dándolo ya por logrado. La roca se hizo un sapo bastante verde, sonreí satisfecho. Luego hice que otra hoja se hiciera un picaflor.
—Qué bonitos —dijo Lucero.
Los hice desaparecer.
—A veces, muy rara vez, hacemos alguna señal a las personas modificando alguna cosa para que la vean solo unos pocos segundos...
—Um... interesante.
—Quizá, si luego tienes cuidado, puedas distraer a tu bebé en un futuro...
Tensé los labios y terminé soltando un largo suspiro.
—Ya les he dicho que estaré solo, lo que planeo hacer de aquí que pase todo esto, ya lo saben.
—Pero...
—Y a Herminia siempre la tendré en mí, eso también lo saben...
—Sabemos eso... Pero aunque la mantengas en tus recuerdos, eso es normal, puedes volver a enamorarte.
—¡Pf! ¿Qué? No, el romance es para idiotas.
—¿Qué dices? —reclamó Sirio—. Ofendes al decir cosas como esa. No ataques a ningún tipo de amor, todos son importantes, y no te cierres a eso, claro que puedes amar, y mereces ser amado. Lo sabes, sabes que lo llegaste a pensar, lo llegaste a considerar...
—Ya —dije con severidad frunciéndole en ceño—, ya, suficiente. Bien, perdón, pero es que quiero estar solo, me gusta así, ya me conoces. ¿De qué me sirve además dejarme llevar por otro amor, si no será al cien por ciento?
Lucero entristeció un poco, pero Sirio seguía retándome con la mirada.
—Nadie ha dicho que otro amor no podrá llegar a ser "cien por ciento".
—Bueno, de verdad no estoy interesado en buscar nada. —Pareció rendirse y volvió a ver al frente. Resoplé—. Vamos ya, estoy cansado.
***
Otro día de clase, después de que el profesor molestara por el par de heridas que ya se veían poco en mi cara, estábamos por acabar. Miré de reojo a Mónica, por fin, se había sentado lejos. Aunque tenía cara de preocupación, de seguro no tenía que ver conmigo, total ni siquiera éramos amigos. Volví la vista al libro sobre mi tablero. Tal vez había visto a los ángeles desde lejos... No.
Saliendo, Jesús se acercó.
—Te hemos mantenido en el grupo solo porque no queda opción, total ya es la segunda etapa, así que ya qué se va a hacer.
—Bueno, gracias entonces.
—Por cierto, ¿qué pasó con Mónica?
—Cómo...
—Ayer la vimos hablando contigo, pero nos pareció que discutían...
—No es de su incumbencia.
—Tardó en entrar al aula y luego no nos esperó, se fue sola.
Resoplé.
—No creo que sea tan sensible, no tiene tres años.
Mario nos llamó a lo lejos, estaba con ella, se empezaron a acercar. Ella me miró con expresión de inseguridad, aunque sin duda algo la preocupaba aparte, así que solo atiné a retirar la vista con molestia.
—¿Qué pasa? —le escuché decir a Jesús.
Volví a ver. Mónica tenía sus manos contra su pecho, se tambaleó y corrimos a ella. Mario la sostuvo de su caída, estaba semiconsciente. Jesús se acercó preocupado también y aunque trataron de moverla, estaban indecisos sin saber si la sentaban o recostaban.
—Huy, Dios, ¡hasta que recen! —Los aparté y la sostuve para recostarla—. ¡Llamen a los doctores, a quién sea!
Se fueron corriendo. Le palpé la frente, sudaba frío. Me senté y recosté su cabeza en mis piernas, podía ser el corazón, por cómo estaba y por cómo se había tocado el pecho antes de perder el equilibrio. Llevé mi mano ahí y empecé a pasarle algo de buena energía.
—Oye —dijo con débil voz.
—Shh, no hables, respira hondo.
—Alucino... pareciera como si... tuvieras alas.
—Ja. Alucinas...
Miraba a algún punto detrás de mí, estiró el brazo e intentó tocar.
—Es como... —Movió la mano—. No la puedo tocar, es luz pero se pasea con el viento como una ligera tela. —Sus ojos se fueron a otro punto por atras y arriba de mi cabeza—. Son grandes.
—Ya, déjalo.
Un doctor venía de prisa con los otros. Ya habían llamado al hospital de la universidad, que claro, estaba prácticamente pegado al campus.
***
Esperábamos sentados. Mario parecía bastante preocupado, Jesús simplemente sostenía su rosario. Negué en silencio con una leve sonrisa de burla.
—Pueden verla un rato, de uno en uno —avisó una enfermera.
Sabíamos que le había dado una angina de pecho. Según su padre, que había corrido a verla, de niña había tenido un "soplo" en el corazón, que era algo así como un sonido ahí, similar a su nombre, anormal, claro, que pronto desapareció. Por eso lo olvidaron con el pasar de los años. Vaya error.
Luego de que Mario la saludara, pasé yo. Me senté en banco al lado de su camilla. Ella miró atenta buscando algo detrás de mí así que sonreí.
—Si buscas alas, te aviso que alucinabas.
Mostró una leve sonrisa.
—Bueno, fue raro. Llegué a pensar que me estaba muriendo y que quizá tú eras un ángel o algo.
Solté una corta risa.
—¿Crees en esas cosas? Bah —me burlé ya que no tenía opción.
—Umm... Quizá fue porque mi visión estaba algo borrosa. —Cerró los ojos—. Parecía que fluían como energía de ti... Qué curiosa alucinación... aunque bonita.
—Sí, bueno, dejaré que...
—Hiciste algo —interrumpió—, me impusiste la mano. Mi padre dice que es bueno que la angina no hubiera seguido, que se detuvo casi por completo sin medicamentos. Tú hiciste algo. —Me miró—. He escuchado las noticias...
—O también alucinaste. —Me encogí de hombros con despreocupación, luego recordé algo—. Oye, lo siento... tal vez yo te lo causé.
—No. Iba a pasar tarde o temprano...
—Pero al parecer te hice sentir mal, eso lo desencadenó.
—Despreocúpate.
—Bueno. Te veo en clase.
—Sí, pero no te hablaré.
—¿Por qué?
—No somos amigos, ¿recuerdas? —Se cruzó de brazos y miró a otro lado con molestia fingida, que la hizo parecer más bien una niña haciendo alguna rabieta.
Reí en silencio.
—Bieeen, bien. Puedes ser mi amiga pero solo no me molestes mucho.
Me miró sonriente.
—Está bien. Perdón por eso, supongo que debí darme cuenta de que eres de esos tipos raros que les gusta tener su espacio y...
—Ok, suficiente.
—Claro.
Hizo como si cerrara su boca con una llave y la arrojara a un lado.
—¿Qué hice para merecer esto? —finjí quejarme mirando al techo unos segundos.
Y a pesar de que reclamó, solo reí, palmeé su cabeza con suavidad y de paso le di un rápido pellizco en la mejilla mientras me levantaba para irme.
***
Me relamí el labio superior al ver la leche chocolatada.
—Primero vas a rezar —intervino mi madre.
—Ay, por favooor.
—No sé en qué andas ahora, que tienes ese corte en la cara y esa herida en el labio.
—No es nada, fue un gato de la calle y lo otro, pues me caí. Además ya no se nota casi.
—Yo sí lo noto, soy tu madre. Notaría incluso si te falta un cabello.
—Qué exagerada.
—Hasta ahora no me has conseguido otro gatito —se quejó Melody jugueteando con su avena en el plato.
—Aich, ¿crees que es fácil conseguir uno? Ahí están los perros, juega con ellos.
Lucero y Sirio estaban recostados cerca, ya habían comido. Mi hermana empezó a contar algo de su colegio así que tomé un poco de leche mientras hablaba.
—... Por eso dijo que tooodos ibamos a tener que participar. Ahora todos vamos a bailar para el día de las mamis. Mis amigos...
—Ah, qué bueno —comenté saliendo de mis pensamientos—, espero tomar fotos...
—Querían bailar las culisueltas y...
—¡¿Las qué?! —exclamé luego de casi ahogarme.
—Las cu...
—¡Sí, ya! Ya escuché. Olvídate de eso, apenas empiecen clases iré a hacer cambiar de opinión a esas bestias.
Mi madre resopló.
Las noticias empezaron. Suspiré al ver que el mundo seguía igual prácticamente a pesar de lo que trataba de hacer, a pesar de que trataba de ayudar. Si había más como yo, ¿dónde estaban? Quizá no éramos suficientes, claro, el mundo era enorme. Éramos como rocas en el río de lecho arenoso. El río eran las personas del mundo, y nosotros las rocas en la arena del fondo, siendo arrastrados sin poder hacer casi nada.
Robos, muertes, violaciones, animales maltratados, llantos. Tensé los labios mientras miraba.
Mi móvil vibró con un mensaje. Resoplé y lo miré. Rodé los ojos, era Mónica.
"Cómo estás?"
Para no andar de mal educado decidí responder, pero cortante.
"Ocupado en la computadora.", con eso iba a bastar para que no hablara más.
Sin embargo, siguió.
"Con que ocupado en la computadora, eh? ( ͡° ͜ʖ ͡°)"
Arqueé una ceja pero terminé soltando una corta risa por esa cara. De todos modos, ya no respondí, las noticias volvieron a llamar mi atención, y para mal.
Las casonas que eran consideradas bastante pesadas y en las cuales se decía que los espíritus molestaban, se estaban sintiendo diferentes. Las personas salieron diciendo que se respiraba paz, como si alguien anduviera limpiando las casas. No pude evitar sospechar, ¿era Eliza? Eso no podía significar nada pero nada bueno.
Debía ir por ella ya, estaba tomando demasiada ventaja.
—¿Qué pasa? —preguntó mi madre—. Tienes una cara...
—Nada. —Removí la leche de mi tasa.
"Una nueva noticia acerca de ese chico al que llaman milagroso".
Se me erizaron los cabellos y miré asustado al televisor otra vez. Una foto mía de perfil y mirando a un árbol en el parque, aunque borrosa por la distancia tomada.
—Qué curioso... se parece a ti.
—Pero no soy yo —aclaré enseguida.
Maldición.
¿Qué rayos querían? ¿Qué fuera con una puta máscara? O que no fuera, quizá. Eso iban a terminar consiguiendo. Algunos de los que andaban en el parque, como la señora que vendía caramelos, y el otro que lustraba zapatos, me defendieron, para mi sorpresa. Dijeron que dejaran de perseguirme, que lo que decía valía oro... Eso era bueno.
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