33: Un año que se fue

¿Era Herminia? No, no podía ser. ¿Era ella? No era ella.

Sí era ella.

¿Era ella?

—D-di algo —solté con un hilo de voz.

Entristeció y dio la vuelta para alejarse de mí. Enseguida la alcansé y al tomarla del brazo para que no se fuera me di cuenta de lo real que era.

—No te vayas...

—¿No crees que sea yo? —dijo volteando a verme.

Mi corazón dio un brinco. Era su voz.

Era ella.

—Pero... ¿Cómo? —susurré.

Mi mente saltó con la realidad. No podía ser, su alma ya no estaba. Tensé la mandíbula ante la sensación de desesperanza volviendo a arrebatarme eso que en segundos había vuelto sin que siquiera me percatara.

Quizá... quizá no toda su alma se había ido.

Tomé su rostro, la recorrí todo lo que alcansé con la vista. Si era ella, ¿cómo era posible? Con algo de duda me incliné y olfateé por su cuello. Mi corazón volvió a dar un brinco al reconocer su aroma.

Quizá la energía que le había estado brindando...

—Hey —reclamó sonriente apartándome un poco aunque no me dejé—, tranquilo.

—¿Estás bien? ¿No estás débil? —quise saber tomando su rostro otra vez y acariciándolo.

—Claro que estoy bien.

Mi pulso se había acelerado. Era ella, no lo asimilaba. Toqué sus cabellos e intentó apartarme otra vez.

—Ya puedes ir a tu fiesta, debo ir...

—Estás loca si crees que voy a volver allá como si nada.

Puso su cara de incredulidad.

—¿No vas a dejarme ir ni a mi casa?

—Te llevo yo, ni pienses que te voy a dejar.

Sonrió y se pegó a mí para jugar un poco con mi corbata.

—No has cambiado. Así que no vas a dejarme.

Tomó el cuello de mi camisa y se empinó para besarme.

Apenas un beso, sus labios contra los míos, hasta que su aliento helado se mezcló con el mío, que era tibio. Otro escalofrío me recorrió.

Me aparté con susto, la vi sonriente, pero esa ya no era su sonrisa. El cuerpo entero se me congeló de golpe, se me armó un nudo en la garganta.

No era ella.

Pero no pude ponerme alerta ni concentrarme ante el peligro que eso signifcaba porque mi mundo empezaba a tambalearse. Me habían golpeado en el punto más débil.

Con horror la vi desfigurarse y cambiar de forma. Aunque apreté los puños, temblaba. Estaba perdido. Cerré los ojos con fuerza y cuando los abrí había vuelto a ser ella, solo que tenía un par de alas de oscuridad.

Se lanzó hacia mí, retiré la vista y volví a cerrar los ojos, esta vez rindiéndome.


Fui lanzado hacia atrás y la caída contra la hierba me sacó el aire de los pulmones. Me reincorporé, quedando sentado, también sorprendido al ver a Lucero y Sirio frente al demonio que ya lucía su verdadera forma. Ambos destellaban pura luz estando en sus formas naturales, sentí la calidez y felicidad que ellos brindaban por ser entes luminosos.

Lucero me dio una rápida mirada. El demonio chilló. Al parecer se estaban diciendo algo, que como de costumbre yo no podía escuchar ni captar como radio. Gato apareció en su forma demoniaca, mostró una malévola sonrisa ante alguna orden y se lanzó contra el otro.

Se había fortalecido, porque antes no hubiera podido acabar absorbiendo a un demonio tan fuerte como ese.

Gato se fue, y los ángeles tomaron su forma de perros. Voltearon y se acercaron, los noté molestos, y ya que habían cambiado de apariencia, el sentimiento anterior de soledad volvía a rodearme.

—¿Cómo pudiste caer en una de esas trampas tan obvias? —recriminó Sirio.

—Cállate —murmuré con tristeza—, de nada sirve que te explique, ya lo sabes.

—Si no hubiera descuidado su disfraz unos segundos antes de atacarte, no lo huberamos detectado y no hubieramos llegado a tiempo.

—Al final qué hubiera importado. Supo cómo, no hay nada peor que atacar en donde más duele. Ya me había rendido porque me hizo recordar que todo esto es mi culpa. Y sí, caí como tonto aunque mi lógica decía que no...

—¡Deja de hablar como un fracasado! —interrumpió—. No creas que dejaré que te des por vencido.

—Y ahí estás otra vez molesto y criticándome. ¡Tú eres el que no entiende! ¡Deberían irse si tanto es su enojo, seguramente no sirvo para esto!

Suspiró. Ambos se sentaron.

—Te equivocas... claro que sirves. No te abandonaremos. Nunca lo hicimos.

—¿Q-qué? ¿Cómo que nunca?

—Nosotros los conocimos... por eso estamos aquí. El plan era cuidar de ambos, pero ahora estás tú solo, por eso con más razón no te abandonaremos.

Me había conmocionado un poco. Lucero vino y recostó la cabeza en mi pierna.

—Llevamos encontrándote varias veces, varias vidas.

—¿Significa que fueron familiares cercanos o algo así en alguna de nuestras existencias?

Asintió.

—No te sientas solo, estamos aquí. Siempre.

Le acaricié detrás de la oreja.

—Ella... Bueno, eso, parecía muy real —murmuré con melancolía.

—Lo sabemos —dijo Sirio—. Leyó tus recuerdos y los reprodujo a la perfección, no es tan difícil en realidad. Supo que la extrañas y usó eso de señuelo.

Bajé la vista. Claro, debí saberlo.

—Debes aprender a protegerte, tu alma aun está algo débil, aún puede atraer más demonios como ese.

—Te enseñaremos también eso, fue nuestro error no advertirte.

Respiré hondo y me tendí por completo en la hierba, miré las estrellas.

—Ya estoy bien advertido, me temo.

—Deberías volver a tu fiesta.

—Ya no tengo ganas...

Lucero me empujó con su cabeza.

—Anda con tu madre aunque sea.

Me quejé un poco pero terminé poniéndome de pie. Esa cosa me había dado un bajón tremendo a los pocos ánimos que había recuperado en todo ese tiempo.


***

Para navidad tuvimos una cena en casa, que claro, yo ayudé a preparar porque dejarle todo a mi madre no era justo, Melody también ayudó. Como aun no había podido conseguirle un gato peludo, le llevé a los perros blancos, haciéndole saber que ellos tenían su propia casa, pero que los traería de vez en cuando.

Estuvimos mis padres, mi hermana y yo. Él ya no había vuelto a molestar, de seguro porque había ingresado a la universidad, había superado sus mediocres expectativas. Además también estuvo Diane, que como siempre su madre había preferido salir de fiesta.


***


—La vida no tiene porqué ser miserable, debe ser abundante, y en todos los sentidos, además de tener un balance de Dios. Ya saben: conciencia, amor, buenos pensamientos, conocimiento, etc. Piensen en lo que quieren, fíjenlo como meta, siéntanlo real. Tú —señalé a un hombre—, ¿Qué quieres?

Estaba apoyado contra un árbol del parque. Había más gente nueva que la última vez.

—Dinero.

—Claro, bueno, pero es mejor si saben la medida o cantidad.

—Bien, entonces quiero cien mil soles.

—¿Para qué tanto?

—No es tanto, además necesito —se cruzó de brazos—, tengo muchas deudas que ya me ahorcan, el departamento, el colegio de los niños...

—Ok. Ok, entonces piensa en esos cien mil, sonríe porque ya los tienes, ya te solucionaste la vida con eso, ya... no sé, ya pagaste todo, ayudaste a tu familia o yo qué sé. Pero siente que ya es así, si puedes escríbelo y pégalo en tu refrigerador: "tienes cien mil soles", o cosas así, todo lo que sea necesario para que lo sientas ya real. Hazlo. Y ten fe en que sí, ya los tienes.

—Mm... Bueno, nada pierdo.

—¿Por qué? —preguntó otro señor que me escuchaba por primera vez.

—Porque el universo funciona así. Puede decirse que Dios funciona así. A él le debes hablar con sentimientos, con acciones. Si amas, eso atraes, se eres feliz, si haces felices a otros... incluso si te sientes pleno y con abundancia, eso vendrá. Si te sientes agradecido, vendrán más cosas por las cuales agradecerle. Pero muy fácil es hablar, la cosa es hacerlo de verdad.

—La biblia dice otra cosa —dijo otra señora.

Suspiré y guardé silencio un par de segundos.

—El universo se rige por leyes, leyes que nunca fallan. Ley de gravedad, ley de atracción y demás. Toda masa está sujeta a eso, incluso nuestras moléculas. La misma energía que nos mueve, mueve a los planetas de nuestro sistena solar, y a este en nuestra galaxia, y nuestra galaxia en el espacio. Esa misma energía que nos mueve a nosotros, eso es Dios. Estamos incluídos en él y él está incluído en nosotros, por eso es omnipresente. Él está en absolútamente todo.

—Tiene sentido, pero es raro.

Sonreí y recogí una de las hojas secas que había en el suelo.

—Es dificil entender porque toda la vida les han llenado la cabeza con cuentos. Se creen únicos y creen que Dios es un hombre como nosotros, o algo similar. Sin embargo, no. Él nos hizo a imagen y semejanza, pero miren esta hoja, miren este árbol, sus ramas, también está hecho a su imagen y semejanza. —Miré a la copa de este—. ¿Sabían que la disposición de sus ramas y hojas siguen una combinación perfecta y a la vez desordenada de números? —Volví la vista a ellos—. ¿Sabían que la misma constante y proporción se cumple en nosotros? En todo ser, para ser exacto. Le llaman "constante divina". ¿Saben qué es eso? Matemáticas, otra cosa perfecta.

—¿Los números?

—Dios nos hizo a su imagen y semejanza a absolutamente todos... Con números. Una de sus expresiones favoritas. Porque los números no mienten, no fallan. Él también es matemática, también es ciencia. No lo entienden porque aun estamos algo primitivos para hacerlo, y porque, como dije, les han cerrado la mente con tanto cuento tonto desde niños. Dios es muchas cosas, es omnipotente, ¿por qué? Porque no es un quién sino un algo, un algo con un poder indomable e inalcanzable para seres como nosotros, de visión limitada, pero no para nuestros espíritus.

Algunos tomaban anotaciones y eso me causó gracia. Lo que estaba diciendo era algo que debimos haberlo sabido ya, pero las mismas ansias de poder de algunos le había cerrado los ojos a la humanidad. Era como si entre los más poderosos se hubieran colado personas que a propósito buscaban mantener a la humanidad cada vez más idiota, sus almas siempre neutras y dormidas, sus vidas más miserables.

Parpadeé frunciendo el ceño al haber pensado en eso. Sonaba a loca conspiración mundial, pero incluso el arcángel había dicho que había cada vez más demonios. Mientras tanto menos almas avanzaban en su purificación.

Una voz me hizo reaccionar.

—Si puedes, por favor, inténtalo...

—¿Qué? Disculpe, no escuché.

Era una mujer con un niño en silla de ruedas, pero no era que no podía caminar, sino que parecía tener problemas de movimiento en todo su cuerpo, tenía las manos engarrotadas y las rodillas algo juntas. Negué con preocupación.

—Lo lamento... n-no, no creo poder hacer algo...

—Pero inténtalo, me dicen que puedes curar.

Suspiré.

—Pero no sé si de forma definitiva, o si todo... el cuerpo biológico a veces falla, y no colabora... —Su cara de sufrimiento me detuvo. Uch, ¿por qué a mí?—. Ya, lo intentaré pero no prometo nada. Antes debe saber algo. No quiero que le hable a todas sus amistades de la enfermedad de su hijo, ni usted misma piense en ello. Darle atención a un problema es darle energía, es perpetuarlo, eso es ley de atracción. En lo que se enfoca es lo que más tiene, sea bueno o malo. Debe saber que tanto energía buena como mala pueden actuar por igual así que tenga cuidado, ¿entendió?

—S-sí —asintió preocupada.

—Ahora, tú, niño. —Me hinqué en una rodilla para estar a su altura—. Aunque el cuerpo siempre crea nuevas células, sé que las neuronas son un caso especial, así vamos a hacer algo con ellas. Que se dejen de hacer las desentendidas y que hagan bien su trabajo, ¿bien? Que ya estás cansado de su estupidez, a que sí.

Sonrió. Enseguida la madre sollozó.

—Él no hacía eso.

La miré con sorpresa unos segundos pero enseguida cambié de expresión para lucir como si no pasara nada y volví a ver al niño.

—Aah, con que no. ¿Ya vez que las neuronas se han preocupado porque no las castigues? Ahora cierra los ojos, mientras tú les dices en tu mente que ya están funcionando bien, yo voy a hacer lo mismo.

Puse mis manos en su cabeza y también cerré los ojos. La energía que venía a mí era cada vez más fuerte desde la primera vez que lo había hecho. Había logrado darme cuenta que la que curaba tenía una frecuencia distinta que la que usaba para protegerme y repeler demonios. Sin embargo, eran la misma, y tenían el mismo origen.

Cuando el calor de esta subió un poco más me detuve, no podía controlar todavía como hacerla constante sin que aumentara de forma paulatina. Abrí los ojos y vi al niño limpiarse un par de gotas de sudor.

La mamá se puso a llorar. Quise rodar los ojos.

—No llore, todo está bien.

—Es de felicidad.

—Ya pero ya, ya pasó. ¿Cómo te sientes? —le pregunté al niño.

Sonrió y asintió. Aunque sus movimientos eran algo torpes.

—Bi-biiiennn...

—No sabe hablar bien porque su condición se lo impedía —dijo la mujer limpiando sus lágrimas.

La gente que miraba estaba algo alborotada, felizmente la mayoría se había ido después de que terminara de hablar.

—Deme su número para avisarle cuando vuelva, para ver cómo ha ido progresando.

Apuntó en un papel con rapidez y me lo dio. Ya tenía que irme así que salí corriendo mientras gritaba un "feliz año" como despedida.


Por apurado un auto se me cruzó pero reaccioné a tiempo y me detuve antes de que me aplastara, porque aunque frenó, no lo hizo a tiempo. El conductor miró con molestia tras su ventana negra —como extra— lentes oscuros, y continuó su camino.

Viejo amargado y estúpido.

"Todo bien.", murmuró la voz de Sirio en mi mente. Más bien aseguró.

Resoplé.

—Sííí, sííí. No necesitas confirmarlo.

Era ya el último día del año, así que todos andaban como locos por las calles. Ya había entrenado en la mañana con los ángeles y con el demonio, ya había visto a Herminia, a la señora Lucy, ya había terminado hablando sin querer en el parque, así que ya solo me tocaba regresar a casa.

Me habían invitado a algunas fiestas de año nuevo pero eran estupideces. No iba a moverme a ningún sitio. Solo iba a saludar a mi madre y hermana a la media noche, luego iba a volver a encerrarme en mi habitación.


Año nuevo. Ja. Tanto se felicitaban y deseaban la de cosas, cuando al final iba a seguir siendo la misma mierda mientras ellos no cambiaran. Seguían con sus fiestas, sus cosas materiales, y menos de fijarse en lo que de verdad importaba. Que estaban vivos, que el año era solo otro dígito, que mientras no tomaran el control de su mente y espíritu nada iba a servir, el universo los iba a seguir llevando en sus corrientes a donde quisiera, que no siempre era lo que ellos esperaban.

La humanidad en su gran mayoría seguía dormida. Muchos eran felices, otros completamente miserables. Estaban dividos, controlados, capaces de matarse por un pedazo de tierra, destruyendo el hábitat, lanzando sus bombas solo para "probarlas", para demostrar su "poder" a otros, sin ver que estábamos encerrados en una misma esfera. Ignorando e insultando el hambre de millones con el alto e innecesario consumismo de los ricos. Países sufriendo por la ignorancia de la humanidad entera, por sus líderes ciegos.

Todos merecían vivir en abundancia, todos merecían sentirse libres de pisar cualquier parte de nuestro planeta. Todo niño merecía comer, todos merecían entenderse, dejar de pelear por tierras, dejar de pelear por poder. ¿Qué tanto les costaba cambiar?

Dios tenía mucha paciencia, porque yo ya habría reventado con tanta estupidez.

Por algo no era humano, su nivel de consciencia era infinito, no intervenía porque éramos idiotas, si nisiquiera le podíamos entender.




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