3: ¿A quién molestamos hoy?

En las noches no lograba dormir bien. Últimamente me atormentaban pesadillas con mi verdadera madre quien murió por culpa de mi estúpido padre, además de vez en cuando me despertaban las risas o ruidos extraños que provenían del jardín. Maldito bicho, yo no sabía qué le causaba tanta gracia. prefería escaparme e irme a tomar con mis amigos, últimamente se estaban metiendo de lleno en eso, no le hallaba mucho motivo pero qué más daba.

—Tienes unas tremendas ojeras —murmuró mi madre mientras desayunaba—, cuidadito con andar viendo cosas indecentes en la televisión.

—¿Qué hablas, oye? —pregunté con tosquedad— No tienes que decirme qué hacer y qué no, ya bastantes problemas tengo.

—Mide tu boca, ¿eh? ¡Tampoco quiero que sigas llegando en la madrugada con aliento a alcohol! ¡Eres un niño!

—¡Tengo dieciséis, casi diecisiete!

Me puse de pie, dejando mi desayuno casi intacto, y me fui a mi habitación. Domingo aburrido, madre molestosa, hermana odiosa, y demonio persiguiéndome.

—Tu energía es como un imán para mí —murmuró el engendro—, me encargaré de hacerla más atrayente...

Salí de mi habitación sin hacerle caso a la cosa esa, había decidido ignorarlo. No sabía porque había tenido que toparme con él. Cerré la puerta de mi casa de golpe, creyendo haberlo dejado dentro, pero el gato negro me siguió en mi caminata por la calle.

—A ver... ¿qué harás hoy? Ya sé...

Se adelantó y lo perdí de vista. Fruncí el ceño tratando de adivinar qué estaría planeando, ahora debía andar con más cuidado. Ignorarlo no parecía funcionar.

Seguí caminando, buscaría otra vez a mi amiga Diane para ver qué hacía. Mis amigos siempre habían dicho que ella y yo debíamos estar juntos pero esa idea la aborrecía, era mi amiga, además no quería relaciones serias por ahora, eran tonterías, las mujeres eran un problema una vez que te metías con ellas. "Ay, voy a comprar ropa, ¿vamos?", "tomate foto conmigo, haz una mueca, anda, di que sí", "¿me veo gorda?". ¡La pregunta del terror! Y lo peor también era que entre ellas se odian.

Si un tipo me caía mal se lo decía, si no me gustó lo que hizo mi madre para el almuerzo también se lo decía, pero ellas no "ay, qué bonita estás, eres tan guapa, amiga, te amooo", "ay, ay yo te amo más mi bff", "calla perra, a ti te amo más, eres tan sexy", "ay no, tú eres más sexy"

Me hallaba sonriendo como loco ahí solo mientras hablaba mal de las mujeres en mi mente. Por un milisegundo se me cruzó por la cabeza que quizá yo no era tan buena persona, quizá por eso el monstruo me perseguía... Naaah...

—¡Auxilioooooo! —gritó alguien.

Corrí a ver y me encontré con unos niños jugando a molestar a un perro que se hallaba tras una reja. El grito había sido de uno de ellos mientras se burlaba del animal que ladraba furioso. Era un pitbull, esa especie tan peligrosa y genial, había querido tener uno pero mi madre, como siempre, me arruinó los planes.

—No lo molesten —les reñí—, que si no estuviera tras esa reja ustedes no serían tan valientes.

—Calla, imbécil —contestó uno de los críos.

Quedé a cuadros. Había que ver lo malcriados que eran los niños hoy en día.

—A mí no me vengas a hablar así, enano —le amenacé.

Se empezaron a reír.

—¡Ataquen! —gritó uno y se lanzaron hacía mí.

Se treparon encima y me tumbaron. Eran unos críos salvajes, mal paridos, ¡cómo detestaba a los niños! ¡Yo no sabía qué les veían las mujeres a los pequeños hijos de sus madres!

Me saqué a uno de un puñetazo y pude ver al gato, observando desde un costado. Parecía feliz de la vida, maligno como él solo. Caminó hacia la reja y con la punta de la cola levantó el pestillo de esta, liberando al perro. Me horroricé.

El perro salió disparado hacia nosotros y lo primero que hice fue ponerme de pie arrojando a los niños sin que me importaran. Escuche un grito desgarrador y me estremecí, el perro había agarrado a uno del brazo y lo tenía zarandeando en el suelo.

Agarré una piedra y se la arrojé gritando que lo soltara pero no sirvió ni un poco. El niño chillaba como corneta y salieron su madre y los vecinos, la mujer gritó horrorizada. Agarré otra piedra y me lancé al animal que ya estaba arrancándole carne al niño. Lo golpeé con fuerza en la cabeza pero no se inmutó.

—¡SUÉLTALO, BESTIA! —grité mientras volvía a golpearlo.

La mujer gritaba y lloraba, y más gente se le unía. Daba golpe tras golpe y el animal ya tenía la cabeza sangrando pero no parecía querer abrir la mandíbula por nada del mundo, sólo gruñía como poseído. Lo apresé con los brazos por el cuello para ahorcarlo.

Al fin soltó y se empezó a retorcer para liberarse de mí, pero temía que si lo dejaba podría lanzarse hacia alguien más o a mi cara, eso sería peor.

Uno de los vecinos llegó con un palo y lo golpeó, logrando darme a mí también y haciendo que lo soltara, el perro corrió lejos.

—¡Usted es idiota! ¿Cómo se le ocurre golpearme? —reclamé.

La gente corrió a atender al niño que ahora tenía el brazo destrozado, quedaría marcado de por vida, no aguanté ver la escena. La policía y la ambulancia estaban tardando en llegar, como siempre, trataron de amarrarle la herida para que dejara de sangrar y en parte para sostenerle la carne desprendida.

Me retiré y a los pocos metros vi a Diane, parecía espantada, a la espera, muy nerviosa.

—Empújala a la pista —ordenó el gato que ahora estaba a mi lado.

—Ni en tus sueños —le respondí.

—Hazlo, o ya sabes que pasará...

Volteé con brusquedad e intenté golpearlo pero el animal era hábil.

—¡¿Ya no causaste suficiente sufrimiento a las personas hoy?! —le reclamé.

—Tú no —empezó a reír de forma malvada— ¡HAZLO!

La gente estaba en sus cosas y no me prestaba atención, o es que nadie más podía escucharlo hablar, quizá solo yo. Quizá simplemente estaba loco y nada de esto era real.

Por distraerme no me había fijado en que Diane me había visto y estaba por cruzar la calle para hablarme. En ese momento me entró escalofrío, ¿qué pasaba si el gato le hacía algo? Le hice señas para que esperase y crucé yo la calle para que ella no lo hiciera.

Me miró con angustia.

—Lamento esto —susurró.

En ese instante me dio un empujón y fui a dar contra una moto lineal que avanzaba por la pista. Todo se volvió oscuro.


***

Desperté en una cama de hospital.

—¡AY, MI BEBE! —saltó mi madre, asustándome.

—Estoy bien —renegué.

—¿Por qué no tienes cuidado? Felizmente no tienes nada roto —sollozaba.

—Fue un accidente...

Espera... No había sido un accidente, Diane me había empujado. ¿Por qué?

—Ahí estás, pequeña —saludó mi madre.

Abrí los ojos como platos, era Diane.

—Solo vine a dejar esto de parte de sus amigos —se excusó ella, traía un pequeño arreglo de flores.

—¿Ellos han mandado eso? —pregunté— Lo dudo, es de maricas.

—¡Alex, se más agradecido! —me regañó mi madre.

—Descuide, señora, él es así —dijo mi amiga— Espero te mejores, cuando me enteré me asusté mucho —me dijo.

Dejó el arreglo en la mesa de al lado. Parecía que no había pasado nada con ella, incluso acaba de decir que no había estado cuando me atropellaron. Quizá todo había sido una alucinación, quizá simplemente yo no había tenido cuidado y me había caído solo o algo.

—Llamaré al doctor —anunció mi madre.

Se puso de pie y salió junto con Diane. Respiré hondo. No había visto al gato, quien sabe, cabía la posibilidad de que eso también hubiese sido parte del sueño mientras estaba inconsciente. Sería genial.

—Siento decepcionarte, pero no...

Me tensé por completo al oír esa voz. Maldito bicho, sigue aquí.

—Y ahora que dirás, ¿que ese fue mi castigo por no obedecerte? —pregunté sin voltear a verlo, no sabía dónde estaba pero seguro cerca.

—No, yo no tuve nada que ver —se rió—. Esto es muy interesante. ¿por qué no revisas la nota de tus amigos?

Me senté casi de golpe y solo pude ver la punta de la cola del animal mientras salía de la habitación. Tomé la nota del arreglo floral marica y la leí.

"O actúas tú, oactúo yo"

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